Agustín Barbera, agrónomo del INTA: “La agroecología rompe el mito de que producir con fertilizantes y herbicidas es más eficiente”
Por Roly Villani para Almagro
Dice que en los últimos cuatro años hubo un crecimiento muy importante en la cantidad de productores agropecuarios que se acercan a la agroecología. Y que gran parte de los que se deciden a cambiar el modelo lo hace por una cuestión económica: los costos de los insumos del agronegocio tradicional los están asfixiando. Agustín Barbera es ingeniero Agrónomo, tiene 29 años y es optimista respecto del lugar que está ocupando el planteo agroecológico, tanto en las facultades de agronomía como entre los profesionales que trabajan dentro del INTA.
Agustín cree que el comienzo de todo esto estuvo en el colegio secundario. Nacido y criado en la localidad bonaerense de Tres Arroyos, fue a una escuela agropecuaria en la que “le rompieron la cabeza” algunos procesos de la naturaleza, como la fijación biológica del nitrógeno. “El nitrógeno está en un 78% en el aire que respiramos pero muchas de las plantas no lo pueden absorber del aire sino a través de la raíz. Esas plantas se asocian con una bacteria del suelo y hacen una simbiosis en la que la planta le da productos de la fotosíntesis y la bacteria fija el nitrógeno al suelo para que pueda absorberlo. Esa simbiosis, que expresa la perfección de la naturaleza, me rompía la cabeza. Otra cosa que me deslumbraba eran las micorrizas, una asociación de las raíces de algunas plantas y hongos del suelo. Las hifas del hongo, sus filamentos, toman agua y nutrientes del suelo, se los ceden a la planta y ella les da productos de la fotosíntesis. Eso me parecía increíble y pensaba ‘si conozco estas dos, ¡la cantidad de asociaciones que debe haber!’. Y no me equivocaba. Creo que por eso entré a Agronomía y me direccioné hacia la agroecología”.
— Había una base filosófica en ese deslumbramiento que ya tenía mucho de agroecología.
— Sí, y es muy importante decir que en la escuela agropecuaria mi profesor era Eduardo Cerdá, que hoy es referente de agroecología a gran escala y de ReNaMA (Red Nacional de Municipios Agroecológicos).
— ¿Cómo interactuaba este conocimiento con las otras materias de la facultad, con la tendencia hegemónica?
— Bueno, Santiago Sarandon era el titular de la cátedra de Agroecología en La Plata y hoy es presidente de la Sociedad Latinoamericana de Agroecología. En ese entonces nos proponía pensar en un diseño alternativo de una facultad. ¿Cómo haríamos las facultades si no las conociéramos? ¿Las armaríamos como materias estancas y la sumatoria de esas materia te dan el título? ¿O la pensaríamos como un todo? Me gusta esa analogía que planteaba con la agroecología. Veíamos que estábamos estudiando primero el suelo, después las plantas, después las malezas… ¿y creemos que después somos ingenieros que podemos hacer interactuar todo eso? La verdad es que vamos a los campos y la interacción que planteamos en los sistemas agropecuarios es muy poca. No hacemos interactuar el suelo con las plantas y cómo las afectan las malezas y si esas malezas hospedan controladores de las plagas…. es muy poca la interacción que se propicia. La facultad prácticamente deja al azar que uno pueda ensamblarlas. Pero un poco por presión de los estudiantes y otro poco por el contexto que va cambiando, la agroecología tiene hoy en todas las facultades un lugar mucho más importante que cuando yo estudié.
— La industria dice que la agroecología es muy pintoresca para una chacra de cuatro hectáreas pero que no sirve para dar de comer a la creciente población mundial.
— La agroecología no tiene escala porque está basada en principios, no en recetas. Principios universales que se pueden aplicar en una granja o en un gran terreno. Lo que se replica en estos casos es cómo aumentamos la biodiversidad en lugar de tener cientos de hectáreas de un solo cultivo. No estamos planteando dejar de producir ni que la producción sea menor. Intervenimos con conocimiento, con tecnología, aumentando la diversidad.
Los principios de la agroecología dicen que la diversidad es funcional, que el mejoramiento de los suelos son procesos de equilibrio. Un equilibrio que los sistemas agropecuarios convencionales rompen y trabajan a base de insumos. Año a año, se gastan cada vez más insumos que garantizan unos rendimientos esperados. La agroecología plantea que estos insumos (que vienen de afuera y se pagan en dólares) demandan mucha energía en su elaboración y que representan un costo muy alto para el productor. Y que pueden ser reemplazados por procesos y estrategias que permiten no depender de esa energía. Sistemas más estables en los que las plagas no son problemas como lo son en los sistemas convencionales.
— Dijiste “tecnología” y es otra de las acusaciones que se le hace, se lo piensa como un hippismo que desconoce el avance tecnológico o que plantea un retorno a un pasado idílico.
— En pequeña escala, los productores pueden avanzar con mayor mano de obra pero a gran escala se complica. Es necesario que haya maquinarias. Pero no cualquier tipo de tecnología, estamos hablando acá de tecnología de procesos, de ponerle mucha cabeza a entender cómo funcionan los sistemas agrícolas. Y dentro de la maquinaria que se usa quizás no sean necesarias las de última generación que año a año amplían el ancho de labor y que son muy costosas. Maquinarias que les permitan resolver lo que hay que hacer. Maquinaria para trabajar sobre esos procesos biológicos. Es verdad que la agroecología rescata saberes que tenían antiguamente los productores pero no es volver al pasado, se requiere mucho conocimiento y mucha investigación para trabajar a la par de la naturaleza y no en contra. Pensemos las intervenciones con insumos. Los fertilizantes están porque el reciclado de nutrientes es deficiente. Los herbicidas se instalan cuando tenemos un problema con las malezas y los plaguicidas cuando la plaga ya está. Ya es un problema. Es ir corriendo atrás del problema. Si un cultivo está pobre de nutrientes le agregamos fertilizantes. Si vienen malezas hacemos un barbecho con herbicidas. Si vemos una plaga aplicamos un insumo para repelerla. En el sistema agroecológico queremos entender por qué funcionan de esa manera y utilizar esa investigación científica para mejorar los sistemas. Un insecto aparece porque tiene demasiada comida, que es el cultivo, y no tiene el regulador biológico. No viene a darnos un dolor de cabeza, nos dice que el sistema está desbalanceado. Y en base a estos procesos, se logran agroecosistemas mucho más estables. Insisto, no los estamos dejando al azar ni mucho menos alentamos que se vuelvan improductivos. En ninguna situación estamos bajando las producciones en la zona.
El trabajo que estamos haciendo rompe ese mito de que la producción a base de insumos es más eficiente. Pero también habría que pensar qué alimento estamos produciendo con ese modelo tradicional. En toda la zona pampeana se están produciendo commodities y carne. Son materias primas que van a alimentar ganado del otro lado del mundo. Energéticamente es muy ineficiente.
Si en vez de usar insumos nos apoyamos en los procesos naturales estamos generando estos productos similares y con un beneficio muy importante para el productor. Y bajamos el costo económico y energético.
— ¿Me das un ejemplo?
— Las malezas son un problema muy importante para los productores convencionales -pero ese nombre tiene ya un sentido, nosotros preferimos llamarlas especies espontáneas- y la manera de resolver lo que ven como un problema es matar la maleza. Para la agroecología, están ahi por algo, cumplen una función. Pero no es cuestión de dejar que el campo se llene de especies espontáneas. Lo que proponemos es ocupar los lugares que van a usar las especies espontáneas. Decidimos qué cultivos alentamos para que en ese lugar aparezca una planta que ejerza un rol. Lo que hago es poner ahí otra cosa que ocupe ese lugar y que me sirva. Por ejemplo, una leguminosa, que fija nitrógeno del aire. En lugar de tener una especie que nazca entre el cultivo, uso ese espacio y estoy previniendo el problema. Y con las plagas, el mismo principio. Tenemos un diseño de un agroecosistema con muchas de esas especies espontáneas, en lo posible con corredores biológicos, y puedo tener controles naturales que, ante el crecimiento de una especie que se vuelve plaga, el controlador biológico esté en el campo y me controle esa población. Es entender cómo funciona para prevenir los problemas.
Poco antes de recibirse, Agustín tuvo la oportunidad de entrar a trabajar como becario en la Chacra Experimental Integrada Barrow del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), ubicada en el centro-sur bonaerense. Desde allí empezó a desarrollar el acompañamiento a los productores/as que se interesaban por el cambio de modelo agrícola.
— Hablemos de los productores que se acercan al Barrow.
— La agroecología tiene una pata productiva, otra ambiental y otra social, y hay productores que se acercan por esos tres temas. La heterogeneidad es enorme, pero hay muchísimos que se han acercado por estar ahogados con los costos de producción.
El productor es llevado a aplicar insumos porque se hace así desde hace años. Quizás lo más claro es el fertilizante: hay estudios de INTA Balcarce que demuestran que la pérdida de materia orgánica, el déficit de nutrientes y la pérdida de actividad biológica son enormes. Y quizás no es visible de año a año, pero si hacemos secuencias de diez años, la cantidad de fertilizantes es cada vez mayor y son cada vez más caros. Y las malezas son también distintas, no es lo mismo una maleza que viene de un campo con cientos de kilos de fertilizante nitrogenado y fosforado, que una maleza que viene de un campo sin fertilizantes. El uso de monoculturas, hectáreas de un solo cultivo. también genera malezas diferentes, resistentes porque no le compiten las raíces de otros vegetales. Entonces hay muchos productores que ven que el sistema está roto por los costos de producción. Y ven a la agroecología desde una pata económica, para bajar los costos de producción y distribuir el riesgo, algo muy importante para un productor pequeño y mediano. Porque al grande, tiene espalda financiera: si le va mal un año, puede afrontar los costos, el pequeño y mediano una mala campaña lo obliga a endeudarse. Muchos, la mayoría, vienen por esta pata. Otros la ven por la parte más ambiental: viven en el campo y, ante la percepción de que los agroquímicos generan daño y que no quieren estar tan expuestos, lo primero que hacen es generar alrededor del casco, de las casas donde viven, superficies con pasturas naturales o pasturas implantadas para ganadería que no demandan tanto insumo. O muchos inician la transición en ese lugar. Es como un escudo en sus casas. Muchos empezaron con esta estrategia individual para aislarse de los insumos incluso antes de escuchar hablar de agroecología.
— Estás hablando de insumos pero sobrevuela la idea de glifosato, ¿no?
— Sí, se habla siempre más del glifosato porque es uno de los herbicidas que más se utilizan en el campo. Esa es la tercera pata. Los conflictos en las escuelas y los periurbanos son tensiones que se generan por no tener en cuenta todo esto de lo que hablábamos. Hoy en día se sigue debatiendo si los agroquímicos hacen daño o no, si son peligrosos o no. En principio es un producto de la industria de herbicidas, que está en todas la matrices ambientales y eso no tiene que estar ahí. Pero la agroecología rompe esas tensiones: estamos hablando de que no necesitamos estos agroquímicos para seguir produciendo. Luego, que definan los médicos si hace mal o no, el tema es que están en todos lados del ambiente y son costosos. La agroecología plantea que directamente no necesitamos insumos. Yo veo que esas tensiones son expresiones del miedo que tenemos todos cuando nos dicen que lo estamos haciendo está mal. A estas cuestiones, en agroecología las llamamos externalidades. Los conflictos ambientales, el daño de contaminación por los bidones de plástico, la pérdida de diversidad, son cosas que pasan en un modelo productivo. Pero no hay ningún productor que quiera molestar a la escuela o al vecino, degradar su campo… son cosas que pasan por un modelo de producción que no las puede controlar. Lo que propone la agroecología es reducir esas externalidades. Retomo lo del miedo: son cosas que no queremos que pasen y pasan porque las aprendimos así, pero cuando alguien me dice que hago algo mal me molesta. Eso es el miedo naturalmente intrínseco. Las tensiones en cuanto al uso de agroquímicos hay que atenderlas, porque es un tema sensible.
Por otro lado, buscando cómo cambiar esos modelos, es difícil que cambie si lo apuntamos con el dedo o buscamos que cambie a la fuerza. En estos años vimos que los productores cambian el modelo cuando se les va con cuestiones propositivas. Uno como técnico, le tiene que ofrecer algo superador, y creemos que la agroecología es superadora en muchas cosas. Pero se la relaciona con la tensión esa, solamente.
Si nos escucha alguien que está siendo fumigado me va a cuestionar, pero desde un marco general, tratando de resolverlo, creo que la agroecología tiene muchas virtudes para solucionar estos temas sin entrar en el conflicto de si los químicos envenenan o no. Corremos el tema: no son necesarios.
— Así como lo estás diciendo, el monocultivo queda como relegado. Y una de las cosas que se dice es que nuestro país depende mucho de la soja. ¿Se puede pensar una transición para eso también?
— Claro, es una preocupación muy importante, eso de la dependencia de ese cultivo. Creo que tenemos que mirar el panorama de los procesos que se van generando a nivel mundial y esa dependencia nos puede poner en riesgo. Hoy hay muchos indicios y casos de que, por ejemplo, países compradores empiezan a exigir productos sin trazas de agroquímicos, producciones no transgénicas, crece la demanda de productos orgánicos y que estamos explorando muy poco como país. Creo que quizás estamos poniéndonos en riesgo con una dependencia tan grande de la soja. Nuestra producción de soja depende mucho de la compra que nos hace China. Sin ser analista internacional, yo entiendo que es una vulnerabilidad muy alta la posibilidad de que China nos compre la mitad de lo que compra o demande un producto con otra trazabilidad. Creo que hoy pensar la transformación total del sistema agropecuario está muy lejos, el modelo agroecológico como modelo productivo para generar alimentos para la exportación mayoritaria está muy incipiente, pero en crecimiento constante. Va haber, y debería pasar antes que eso suceda, muchos cambios internacionales que van a traccionar nuestra economía para todos lados. Pero no hay que perder el foco. Ya hay muchos embarques de miel en los que encuentran trazas de agroquímicos y son rechazados, es decir, hay líneas que nos permiten entrever que el mercado mundial va a querer otro tipo de productos y quizás sea una mejor estrategia como país empezar a diversificar la producción y transicionar en ese sentido. Al menos que sea una línea de acción.
— Me hablaste de los productores en términos cualitativos, definiste qué tipo de productores se acercan. ¿Y cuantitativamente? ¿Tenés una idea de cuantos hay transicionando?
— Lo que podemos hacer es una lÍnea de tiempo, que quizás sea ilustrativa. Desde la chacra de Barrow estamos acompañando a más de cuarenta productores. En el universo de productores convencionales es muy poco. Pero si nos ponemos a visualizar hacia atrás, cuando entré hace cuatro años hice mi tesis de grado sobre las potencialidades y limitaciones de la agroecología en la zona. Porque teníamos el caso de La Aurora (una chacra de 650 hectáreas en Benito Juárez premiada por la FAO por su trabajo en agroecología) con resultados muy interesantes, teníamos el módulo de experimentación de la chacra Barrow, ya con seis años de funcionamiento, con resultados que demostraban que era viable y demás, pero no había productores que reprodujeran esto en sus campos. Y mi tesis de grado analizaba por qué no sucedía. Hace cuatro años. Y cuatro años después estamos con cuarenta. Y hay muchísimos más en el resto de la provincia. Hay muchos nucleados en ReNaMA, hay muchos acompañados por otros asesores. Entonces los núcleos focales se van reproduciendo cada vez más.
— INTA tiene un sector muy grande de sus profesionales trabajando para el modelo convencional, ¿cómo conviven ambos universos?
— Y, es como cuando hablaba de las facultades: todos fuimos formados para ese modelo convencional, inclusive los que hoy impulsamos la agroecología. En la institución, como el agro, lo hegemónico es el sistema de producción en base a insumos, Yo veo que, poco a poco, todo eso se va entrelazando con otras alternativas.
El desafío es demostrar que la agroecología es superadora, un gran desafío, un desafío lindo. ¿Es para hippies, es dejar todo al azar, cero tecnología? ¿Volver a arar con el caballo? ¡Nada que ver, la agroecología está basada totalmente en conocimiento tecnológico de procesos, es científica! Recapitula muchas de las cosas que vimos en la facultad, se basa en la agronomía.
El desafío de la transición es implementar todo eso como conjunto, rescatando también los saberes de los productores/as, y es otro desafío interactuar con otros profesionales, para los cuales es difícil refutarnos, porque hoy nuestra propuesta se basa en resultados. Es un lindo desafío.
*Por Roly Villani para Almagro. Imagen de portada: Colectivo Manifiesto