Plan de Desarrollo Humano Integral, una propuesta de país

Plan de Desarrollo Humano Integral, una propuesta de país
Anabella Antonelli
13 abril, 2021 por Anabella Antonelli

Se trata de una propuesta quinquenal elaborada por distintos movimientos sociales y espacios sindicales para debatir el modelo de país post pandemia. Conversamos con integrantes de organizaciones cordobesas que lo impulsan.

Por Anabella Antonelli para La tinta

“No es una discusión de la izquierda,
es pensar un proyecto de país viable”.
Mercedes Ferrero. Trabajadorxs Unidxs por la Tierra.

Representantes de trabajadores y trabajadoras del sector público, privado y de la economía popular se unieron para impulsar “un nuevo contrato social que reduzca los privilegios y amplíe derechos, apostando por la reconstrucción de la Argentina bajo nuevos paradigmas”, refieren en el texto del Plan de Desarrollo Humano Integral (PDHI). Las consecuencias sociales y económicas del neoliberalismo, agudizadas por la pandemia, “aceleraron la necesidad de una estrategia unificada que encare un proceso de reconstrucción de la Argentina bajo una nueva mirada”, explican.

La propuesta abarca la creación de millones de puestos de trabajo, la integración urbana de barrios populares con acceso al suelo y a la vivienda social, y la construcción de nuevas ciudades, pueblos jóvenes, comunidades rurales organizadas y cinturones hortícolas protegidos, que tiendan a repoblar el país. Además, proponen desarrollar emplazamientos industriales con nuevos esquemas de transporte multimodal y avanzar en la transición energética desarrollando formas no contaminantes de producción.

En las 42 páginas, detallan qué y cómo podría hacerse, demostrando que existen condiciones de posibilidad, aún en tiempos de crisis. Señalan que es necesaria una inversión inicial de 750.000 millones de pesos anuales, que podría autofinanciarse a través de programas ya existentes, por el retorno fiscal neto de la inversión de los programas actuales, una afectación específica del Impuesto a los Bienes Personales, una pequeña reforma del Impuesto a las Ganancias, un aumento del impuesto a las bebidas azucaradas y a través del esfuerzo fiscal adicional del Estado nacional.

“Con esta inversión inicial anual, crearíamos 170.000 empleos registrados y 4 millones de puestos de trabajo social, generando un impacto de la actividad económica de 865.000 millones de pesos, lo cual redundaría en mayor recaudación fiscal”, sostienen.

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(Imagen: Agencia Tierra Viva)

Noelia Feldmann integra la rama “Construcción e infraestructura social” en el movimiento social Encuentro de Organizaciones de la ciudad de Córdoba, uno de los espacios que impulsan el PDHI. “La urgencia en este momento, con la segunda ola de COVID-19, es la necesidad de ingresos que garanticen el plato de comida arriba de la mesa”, cuenta a La tinta y agrega: “El trabajo sigue siendo un tema crucial y hay una crisis habitacional que deviene de la ausencia de servicios públicos formales en los barrios populares. Además, si sos mujer o disidencia sexual, se agudizan más las dificultades y se complejizan las estrategias para poder sobrevivir”.

Para Javier Montalvo, del Movimiento de Trabajadores Excluidos, el Plan nace “de las exigencias del pueblo trabajador, que no siente que las oportunidades laborales o el cuidado en pandemia son iguales para todas/os”. Argentina tiene un déficit habitacional récord, explica, con 5 millones de argentinos que viven en 4.600 barrios populares sin servicios básicos para la vida. “Las necesidades diarias no esperan ni se postergan, no contar con agua, electricidad, cloacas, espacios de recreación y sin oportunidades laborales hace que el sistema te precarice y excluya. Las urgencias en nuestros territorios son derechos básicos para la vida”, señala Montalvo.

“En Argentina, el 93% de los habitantes vive en ciudades. Es uno de los cuatro países con más población urbana del mundo”, escriben en el Plan. Las palabras de Mercedes Ferrero, de Trabajadorxs Unidxs por la Tierra, nos hablan de la urgencia e importancia del acceso y distribución de la tierra en el medio rural, “algo fundamental en el PDHI, donde se plantea que este país, con este sistema productivo, tiene niveles exorbitantes de concentración de la tierra. Eso es completamente insustentable, genera exclusión, desposesión y desalojo”. La democratización de la tierra es un tema urgente de debate, “que implica debatir una reforma agraria integral y popular, que no es solo acceder a la tierra, sino discutir los modelos de convivencia en los territorios, el acceso a maquinaria, la existencia de infraestructura educativa y cultural”, afirma.

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“El PDHI no nace de la nada” –expresa Mercedes- “nace de experiencias existentes que están caminando hace muchos años, construidas desde abajo y como respuesta desde las poblaciones más castigadas de la Patria. Fruto de la lucha de años de los movimientos y organizaciones sociales, hay algunos pequeños, y todavía no lo suficientemente amplios, lugares del Estado donde hay compañeres llevando la voz de los movimientos populares, o bien hay personas en esos espacios que se abrieron a la escucha”.

Actualmente, existe un marco normativo favorable a la propuesta, como las leyes de Salario social (Ley 27.345), Agricultura familiar (Ley 27.118), Barrios populares (Ley 27.453), Emergencia alimentaria (Ley 27.724), Prevención, sanción y erradicación de la violencia de género (Ley 26.485). Además, hay “experiencias y capacidad organizativa para ejecutarlos, acumulada en la comunidad, enormes reservas de organización comunitaria (…), voluntad política y consenso general en la necesidad de un plan nacional de reconstrucción nacional”, escriben.

“Me toca estar en una porción de la realidad donde algo de este plan está sucediendo, con la adquisición de tierras para urbanización y la mejora de los espacios. Parque Las Rosas es un barrio que nació en una toma de tierra en el 2015, con calles abiertas por les vecines, luminarias y conexión de agua puestas por les vecines, como pudieron”, relata Noelia. A partir del Registro Nacional de Barrios Populares (RENABAP), la sanción de la Ley de Integración Socio-Urbana y por la organización colectiva, en ese barrio, ejecutan actualmente una obra de salón comunitario con 18 puestos de trabajo y una transferencia de dinero a los bolsillos de las trabajadoras, y capitalización de herramientas para la cooperativa.

“Esto, además, habilitó un debate en torno a la regularización de la tierra, que es otro de los ejes del Plan. Estamos a días de que se sancione la Ley de expropiación de este barrio. Es un horizonte de posibilidad para seguir replicando la experiencia en otros territorios, viendo la capacidad técnica y ejecutiva que tenemos, multiplicando la capacidad organizativa”, afirma Feldmann.

Mercedes agrega que, si bien hay acciones que se están ejecutando con recursos y voluntad de algunas dependencias estatales, “tenemos el riesgo de quedarnos con las áreas del Estado que nos ponen en un lugar marginal, cuando lo que queremos es discutir un proyecto de país, el modelo general. Eso implica, por ejemplo, que, además de la agricultura familiar, campesina e indígena, discutamos la creación de una empresa nacional de alimentos o que debatamos la forma en la que vamos a defender la soberanía argentina sobre el mar”.

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(Imagen: En Movimiento TV)

El PDHI plantea abordar las áreas de trabajo por “módulos”, con tres “vertebradores” (Economía popular, Integración urbana y Agricultura familiar, campesina e indígena) y otros módulos “complementarios”. Explican que estos se desarrollarán con perspectiva de género “para achicar las brechas de desigualdad hacia las mujeres y diversidad”.


“El desafío es generar las condiciones para que las compañeras mujeres y compañeres diverses sean les protagonistas de los procesos políticos, en la organización de base, de trabajo, técnicos, financieros, en la coordinación y conducción de los procesos” -señala Noelia- “En la medida en que seamos les protagonistas, va a ser más visible y palpable lo que falta. El ejercicio de volverlo transversal es necesario”.


Para Mercedes, desde lo transversal, pueden pensarse las herramientas concretas que se necesitan. Analiza su experiencia y explica que, si hoy siguen existiendo como pequeñes productores, con el modelo de exclusión y saqueo del agronegocio, es por la agricultura comunitaria, que les permite acceder a maquinaria y a formas de trabajo cooperativas para seguir en el campo. “La cuestión de género en lo comunitario no es poca cosa, las mujeres tienen un lugar importantísimo en la agricultura familiar, un laburo en buena medida protagonizado por las trabajadoras de la tierra, pero que no está reconocido y se mantiene mezclado con el trabajo doméstico. Cuando se salta de lo familiar a lo comunitario, las mujeres tienen un lugar importantísimo que impacta en la propia subjetividad y en el reconocimiento de ellas como trabajadoras”, explica.

“Si abordamos desde una mirada de géneros y justicia de géneros la producción, la división de tareas, la organización del trabajo y la organización de la comunidad, nos pasa que vemos situaciones de violencia, de desigualdad, de vulnerabilidad que requieren de dispositivos específicos de abordaje. Pero la transversalidad es importante en el PDHI porque, por ejemplo, es bajísimo el porcentaje de mujeres con propiedad de la tierra. Entonces, si hay entrega de tierras públicas a campesines, que haya prioridad de acceso a mujeres y así con cada una de las políticas”, señala.

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(Imagen: Juan Pablo Barrientos)

“Muchos años nos pasamos construyendo edificios, hospitales, parques, escuelas, canchitas de fútbol, redes cloacales, hoteles, redes de agua, redes de energías, shopping, espacios de conectividad, etc… muchos de esos espacios solo los pisamos cuando los edificamos, hemos construido mucho y nunca hemos sido parte de ello”, expresa Javier. Si el Plan avanza como está propuesto, “imagino a las comunidades más felices, luchando por otros objetivos y más fortalecidas, convencidas por el trabajo y la lucha colectiva”, concluye.

*Por Anabella Antonelli para La tinta / Imagen de portada: Plan de Desarrollo Humano Integral.

Palabras claves: covid-19, feminismo, Plan de Desarrollo Humano Integral (PDHI), UTT

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Organizaciones trabajan en red por la salud sexual y reproductiva de comunidades rurales de Córdoba 

Organizaciones trabajan en red por la salud sexual y reproductiva de comunidades rurales de Córdoba 
26 noviembre, 2024 por Soledad Sgarella

El trabajo del Movimiento Campesino de Córdoba (MCC) es fundamental ―desde hace 25 años― en la lucha por una vida digna en el campo, abarcando aspectos como la tierra, la educación y la salud. En alianza con Católicas por el Derecho a Decidir (CDD), desde 2021, se han potenciado acciones en torno a garantizar los derechos sexuales y reproductivos, especialmente, en zonas rurales invisibilizadas. “Contar con redes ayuda a entender que la salida siempre es colectiva y con organización”, sostiene Camila Recalde, médica y militante del MCC.

Desde hace 25 años, el Movimiento Campesino de Córdoba (MCC) trabaja por el acceso a una vida digna, enfocándose en derechos fundamentales como la salud, la educación y la tierra en las comunidades rurales. La articulación y el trabajo colaborativo con la organización Católicas por el Derecho a Decidir (CDD), a partir del 2021, fortaleció el plan de acción orientado al acceso a derechos sexuales y reproductivos de mujeres y personas del colectivo LGBTQ+ que habitan la ruralidad. En esta nota, integrantes de las organizaciones reflexionan sobre los avances alcanzados y los desafíos que aún persisten en la construcción de un futuro más justo.

Camila Recalde es militante del Movimiento Campesino de Córdoba (MCC) e integrante de los equipos de Salud y Feminismo. En diálogo con La tinta, comparte la experiencia de su organización, que lleva un cuarto de siglo de trabajo territorial en el norte y noroeste de la provincia de Córdoba. La médica destaca que el MCC se ha enfocado en visibilizar a lxs campesinxs y en luchar por el acceso a la tierra y a una vida digna en el campo. Hablar de «vida digna» abarca aspectos fundamentales del desarrollo humano, como la salud, la educación, la producción, el acceso al agua potable, la tierra y el trabajo.


«En todo el recorrido, hemos visibilizado y trabajado sobre el rol de las mujeres en el campo, una multiplicidad de acciones que ahora podemos poner bajo la bandera del feminismo campesino indígena popular, pero que, en aquellos tiempos, ni siquiera hablábamos sobre feminismo”. 


Entre las múltiples iniciativas, destacan las campañas de papanicolau, el acceso a métodos anticonceptivos, jornadas de atención sanitaria, espacios de formación para mujeres, promotoras de salud, promotoras territoriales contra la violencia de género, escuelas populares de género, talleres sobre economía feminista “y muchas otras acciones que, a lo largo de este tiempo, demuestran que la constancia del trabajo organizado genera que las políticas que se piensan o se articulan con el Estado y ONG puedan llegar de manera oportuna a los territorios”. 

Camila hace énfasis en que, desde el MCC, siempre tuvieron en claro que son una organización social y que el Estado es quien debería encargarse de gestionar la política pública para el sector. “Pero como ha sido un sector históricamente invisibilizado, hemos estado ahí para señalarlo, reivindicarlo y no dejar de demandar nunca lo que nos corresponde”, dice la médica y celebra como una victoria del movimiento que exista un programa como Familia Rural Sana, donde se ha podido pensar, construir y sostener conjuntamente políticas públicas de salud para una parte del campesinado cordobés, sabiendo y reconociendo que queda mucho territorio por cubrir.

“Contar con estas redes generadas en el contexto que estamos viviendo ayudan a entender que la salida siempre es colectiva y con organización”, agrega la militante. A lo largo de estos 25 años, explica, el MCC ha ido encontrándose con otros actores que reconocen su trabajo y que apoyan la lucha campesina y la mirada feminista, como CDD.

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Imagen: Diana Hernández para Católicas por el Derecho a Decidir.

Tejer las redes para una vida digna

Ana Morillo, coordinadora del área Salud de Católicas por el Derecho a Decidir, relata que la articulación con el MCC ya tiene varios años, más precisamente, desde el 2021. Con apoyos institucionales, planificación de acciones concretas o encontrándose como activistas feministas y trabajadoras de la salud en la Red de Profesionales de la Salud por el Derecho a Decidir ―para la implementación integral de la Ley n.° 27.610 IVE―, ambas organizaciones tienen un trayecto recorrido en conjunto que potencia y fortalece el trabajo.

Morillo destaca una actividad que realizaron en coordinación con la UNC: «Hicimos un mapa de Córdoba plasmando en papel una georeferenciación de servicios y de organizaciones que atendían y acompañaban mujeres que habían decidido interrumpir el embarazo ―u otras cuestiones de salud reproductiva, pero, principalmente, de IVE-ILE―. Marcamos con puntos verdes donde había servicio para la atención. Y, después, decidimos hacer puntos violetas para los lugares donde existían organizaciones que acompañaban… Y ahí, en ese mapa, se vio, hermosamente, cómo las sedes donde había organización de mujeres campesinas del Movimiento daban acompañamiento donde no había verde. Eso fue una foto muy importante para pensar ―aún más― en el fortalecimiento de las organizaciones acompañando a las mujeres y, más que nada, a las mujeres campesinas, mujeres que viven a kilómetros de los servicios de salud y con caminos muy difíciles de transitar”.

En septiembre de 2023, se organizó un encuentro entre el MCC, CDD y la Dirección Nacional de Salud Sexual y Reproductiva (DNSSR), con la presencia de Valeria Isla, directora en ese momento de dicha repartición. El evento tuvo lugar en la radio comunitaria “Radio Pueblo”, en una de las localidades del norte cordobés, donde también funciona una extensión de la escuela para adultos destinada a la terminalidad de la secundaria, y participaron promotoras de diversas localidades del norte de la provincia ―como Deán Funes, El Tuscal y Mansilla del departamento Ischilín―, así como miembros del MCC de los departamentos de Cruz del Eje, Minas y Traslasierra.

Con la necesidad planteada de seguir articulando esfuerzos para consolidar la garantía de derechos en todos los territorios rurales de Córdoba, el trabajo conjunto entre el MCC y CDD se intensificó durante 2024. Las acciones buscan asegurar el acceso a métodos anticonceptivos, la prevención de enfermedades de transmisión sexual (ETS) y la promoción de la salud sexual y reproductiva en comunidades rurales y barriales que, históricamente, han estado excluidas del sistema de salud pública.

El 2 de noviembre, se llevó a cabo en la sede del MCC en Cruz del Eje ―en el barrio La Rinconada― una campaña de colocación de implantes subdérmicos, producto de la articulación con Católicas por el Derecho a Decidir y la Fundación CIGESAR de Buenos Aires, jornada en la que se colocaron 50 implantes y se ofreció consejería a las mujeres de la zona. También se realizó en Ciénaga del Coro, incluyendo a comunidades cercanas como Tosno, Guasapampa y La Higuera. En total, se colocaron 49 implantes y, además, se ofrecieron consejerías sobre salud sexual y reproductiva a las participantes.

Otra de las campañas tuvo lugar en Cerro Colorado, donde, por cuarto año consecutivo, se realizó una jornada de salud sexual integral que incluyó consejerías, testeos de ETS y la colocación de implantes. Realizada en articulación con el MCC, Redes Cuidadas del Norte, la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y el colectivo de mujeres del norte, se recibieron más de 40 consultas que fueron acompañadas de manera personalizada y se llevó a cabo un taller titulado «Desdibujando violencia», abierto a la comunidad, donde se buscó reflexionar sobre la violencia de género y las herramientas para erradicarla.

Finalmente, a finales de noviembre, se llevará a cabo otra campaña en Los Pozos, que incluirá un taller de prevención y erradicación de la violencia de género, así como un espacio dirigido a las infancias para promover un entorno libre de violencia.

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Imagen: Diana Hernández para Católicas por el Derecho a Decidir.

Las promotoras de salud, ese fuerte hilo conector

Jesica Otazua es militante del MCC de la Ciudad de Cruz del Eje. En la ciudad del norte cordobés, existen nueve barrios populares donde la organización trabaja con el equipo de feminismo: «Desde el inicio de las experiencias barriales en el año 2018, nos inclinamos a la formación de promotoras de género y en acompañamiento de IVE/ILE en articulación con los organismos estatales. Actualmente, con la presentación de un proyecto político de desmantelamiento del Estado, los derechos conquistados se fueron achicando y las legislaciones vigentes se relegaron a las voluntades políticas de quienes gestionaban la salud y al acompañamiento de las organizaciones sociales”, historiza. 

Las campañas internas, puestas al servicio de la comunidad, dice Jesica, se vaciaron de contenido cuando los recursos del Estado dejaron de llegar a las comunidades y barrios. “Y ahí es donde nos seguimos organizando para poner parches a la desregulación. Un entramado de redes construidas históricamente desde nuestro movimiento es lo que legitima hoy, un proceso del cual depende el acceso a la salud de nuestras comunidades campesinas y barrios populares”, sostiene Otazua y afirma: “El acceso a los métodos anticonceptivos y a consejerías, en barrios donde el acceso a la información y donde la economía familiar está denunciando la emergencia alimentaria, son inherentes. Y, sin embargo, están siendo recursos que el poder político plantea como un despilfarro, carente de respaldo. El derecho a la anticoncepción gratuita no está siendo rentable para el interés económico”. 

La campaña de Cruz del Eje, asegura Jesica, “dejó en evidencia la importancia de la jornada para una ciudad que cuenta con numerosos centros de salud y un hospital regional a donde no llegan recursos suficientes. Así, entendemos que la organización colectiva es la respuesta en estos tiempos. Apelar a las redes tejidas y a los feminismos como construcción política nos garantiza una vida más digna”.

Ana Morillo señala que, para estas últimas dos campañas de colocación de implantes, se coordinó, por primera vez, con las promotoras: «Ellas se involucraron en la captación de las mujeres, en que llegaran allí… Por ejemplo, en Ciénaga del Coro, las fueron a buscar casa por casa para que estuvieran. Bueno, esto fue una articulación muy fuerte y un hermoso encuentro con las compañeras, para lograr que mujeres y jóvenes de esos barrios llegaran a obtener el método anticonceptivo”.

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Imagen: Diana Hernández para Católicas por el Derecho a Decidir.

Las promotoras de salud, como Carina Reynoso y Yamila Nieto, tienen un papel fundamental en el acompañamiento y educación de las mujeres en las zonas rurales. Ambas son productoras campesinas y hacen el famoso dulce de leche de cabra que se vende en el local Monte Adentro en la ciudad de Córdoba.


Carina trabaja en la comunidad de Piedrita Blanca, en el departamento Minas. La promotora destaca el impacto que han tenido los servicios médicos del programa Familia Rural Sana: «Los médicos rurales, en nuestras zonas aledañas, son muy importantes, tanto para adolescentes y jóvenes como para mujeres mayores, porque se pudo lograr llegar a los métodos de anticonceptivos, como así también los PAP. También a los controles y al llenado de fichas médicas para que cada niño cuente con su control. Visitamos periódicamente las viviendas y, entre charlas, vamos hablando sobre lo importante que es estar sanos. Comer bien y hacer actividades físicas. Para mí, es una gran oportunidad para que, como comunidad, vivamos mejor en el campo”. 

Yamila, de El Duraznal, cuenta cómo el MCC comenzó a trabajar en salud comunitaria desde principios de los años 2000. «Comenzamos aprendiendo a tomar la presión, a colocar inyecciones, todas esas cosas que hacía por ahí un grupo de médico y enfermero… Y también se empezó a plantear el tema de la salud integral de la mujer y, después, se pudo llevar a cabo venir con algunos de los equipos médicos y hacer PAP. Allá, en los primeros años, se usaba un botiquín comunitario acá, donde se conseguían anticonceptivos y se podían repartir a las mujeres. También otra cosa para decir es que, ahora, se han logrado un montón de cosas, las mujeres de acá, de la zona rural. Las promotoras podemos sacar un turno y, de ahí, dirigirse hacia el hospital Aurelio Crespo y poder hacer el circuito de la mujer, todo en un solo día, así que fueron logros y cosas que se fueron avanzando”, concluye Nieto.

*Por Soledad Sgarella para La tinta / Imágenes: Diana Hernández para Católicas por el Derecho a Decidir.

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Palabras claves: Católicas por el Derecho a Decidir, Feminismo popular, Movimiento Campesino de Córdoba, mujeres campesinas, Salud Comunitaria, salud sexual y reproductiva

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