Violencias coloniales contra las mujeres indígenas: el caso Formosa
Por El Telar
El pasado 12 de marzo, el Diario Clarín publicó una nota denunciando que las fuerzas de seguridad de Formosa, gobernada por Gildo Insfrán, obligan a mujeres indígenas de comunidades del oeste de la provincia a parir a sus hijes monte adentro y alejadas de su comunidad para evitar ser enviadas compulsivamente a hospitales. Además, Telenoche realizó una filmación donde mujeres wichís se encuentran en el monte con los rostros cubiertos y casi sin tomar la palabra. Solo responden algunas palabras ante la insistencia de la periodista que las filma, que las interroga y revictimiza, omitiendo el respeto, cuidado y protocolo de atención de la violencia de género para los medios de comunicación.
Lo que estos medios hegemónicos afirman en su cobertura es que las mujeres wichís no quieren asistir a los hospitales porque denuncian cesáreas compulsivas y separación de sus niñes recién nacides, bajo la excusa de los protocolos sanitarios en contexto de pandemia. El gobierno de Formosa no tardó en responder que se trataba de una campaña mediática de desprestigio con la intención de generar una imagen negativa de lo que está pasando en esa provincia, que, recordemos, fue parte de la agenda mediática en la última semana ante la controvertida “vuelta a fase 1” y la consecuente represión policial ante las protestas de la población. En ese marco, los medios hegemónicos tampoco se ahorraron señalamientos sobre la inacción del gobierno nacional por tratarse de un gobierno del mismo signo político.
La grieta de siempre. El monopolio de Clarín ejerciendo su cínico compromiso con los sectores más postergados de nuestro país, en este caso, victimizando a las mujeres indígenas que, seguramente por motivos que no cuestionamos, temen acciones estatales que avasallen una vez más sus derechos. Pero admitir que estamos ante una nueva embestida mediática en un contexto de crisis sanitaria no implica defender un gobierno provincial que ha mostrado más de una vez que los derechos de los pueblos y mujeres indígenas son letra muerta, mientras las comunidades siguen existiendo en el más insoportable abandono y la directa violencia estatal, mediática y empresarial.
No es la primera vez que Formosa es noticia por el avasallamiento de los derechos indígenas y conflictos de alta intensidad con las comunidades organizadas. Sin embargo, Formosa no es la única provincia que tiene situaciones de violación de los derechos humanes de los pueblos originarios. En el Gran Chaco, las violencias son muchas, viejas y persistentes: el olvido más absoluto, la falta de acceso al agua potable, la distancia respecto de los servicios más esenciales como salud y educación, la falta de acceso a traductores interculturales en hospitales, comisarías y unidades de justicia, muertes por desnutrición y deshidratación, violaciones de mujeres y niñas en el monte a manos de hombres criollos (la mal llamada “práctica cultural del chineo”). No olvidamos tampoco los conflictos en la patagonia con el pueblo mapuche y, en ocasión, seguimos reclamando por Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, más los cientos de femicidios de mujeres indígenas que no se reconocen como tales.
Asimismo, con la convicción de que el cuerpo/territorio es una unidad, denunciamos el ecocidio que se está llevando adelante en nuestro país, que históricamente viene aniquilando la tierra y el paisaje, donde habitamos especies humanas y no-humanas, flora y fauna inseparables de los cuerpos que vivimos de ella. ¿Dónde vamos a respirar, caminar y parir si no tenemos tierra que pisar?
Tratando de ordenar lo que queremos comunicar en medio de una sensación de profunda indignación y tristeza: que nuestros pueblos originarios soportan el peor de los racismos, pobrezas, marginalización en razón de la ausencia de formación de los agentes del Estado para dialogar, comunicar y atender a las mujeres indígenas no es una novedad y exigimos respuesta inmediata. No se pueden avasallar costumbres ancestrales de vivir, parir y cuidarse en nombre de la medicina hegemónica. En todo caso, se tiene que buscar un diálogo intercultural que permita llegar a acuerdos de cuidado para todxs.
Finalmente, ¿podemos creer que un multimedio como Clarín puede cubrir una noticia con seriedad y compromiso? El mismo medio que hace golpes blandos de Estado desde que nuestra memoria lo recuerda. Por favor, no nos subestimen.
Por otro lado, el gobierno de Insfrán no ha garantizado derechos y eso no se puede negar. Inscripto en una estructura de violencia colonial, nosotras queremos señalar la verdadera grieta: quienes creemos en la urgencia de una constitución plurinacional que contemple la vida, voz y necesidades de nuestros pueblos originarios, frente a la lógica colonial y racista que nos sigue constituyendo como Estado Nación. Un racismo que atraviesa lógicas institucionales, discursos mediáticos y políticos, proyectos de transformación que todavía ven a lxs indígenas como ese componente “peligroso” de la nación o, en todo caso, “asimilable” al tan ansiado desarrollo.
¿Qué podemos decir los feminismos sobre esto? ¿Seguiremos interpelando únicamente al Estado, claramente debilitado por décadas de neoliberalismo como el único interlocutor ante estos conflictos? ¿Vamos a hablar de los medios concentrados de poder, de ese poder real que es el empresariado oligárquico, las religiones oficiales, las trasnacionales y los agentes genocidas que aún gobiernan?
*Por El Telar / Imagen de portada: Tomás Barceló Cuesta.