La (In)salud de las personas trans
El 7 de abril fue el Día mundial de la Salud, en ese marco, nos parece importante adentrarnos en lo que refiere a la salud de las personas trans. A siete años de la sanción de la Ley de Identidad de Género, la realidad que viven en lo cotidiano se aleja mucho de lo que debería ser.
Por Redacción La tinta
«¿En qué momento
la dignidad de poseer
un nombre,
un rostro,
un corazón,
una historia,
se convirtió en un bien negado?
¿Por qué la tierra y la memoria
dejaron de ser
el lugar del descanso eterno?
¿Cuándo un tráiler errabundo
se convirtió en morada?
¿En qué tiempo y espacio
nos convertimos
todos, todas, todes,
en víctimas potenciales
susceptibles de perder
integridad y humanidad?»
Ivonne Acuña Murillo
En 2012, se sancionó la Ley 26.743 de Identidad de Género, que entiende a la identidad de género como la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo. Esto puede o no involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que ello sea libremente escogido. También incluye otras expresiones de género como la vestimenta, el modo de hablar y los modales.
Como así también poder cambiar su nombre, foto y sexo del DNI, y acceder en el sistema de salud, público, obras sociales y prepagas, a tratamientos hormonales e intervenciones quirúrgicas para cambiar de sexo y reafirmar la identidad autopercibida, sin necesidad de una autorización judicial. Sin embargo, del dicho al hecho, el trecho es enorme. Se podría decir que contar con un marco normativo inició una nueva etapa en cuanto a la aceptación de las disidencias sexuales y la percepción de géneros. Pero la realidad que viven las personas trans, intersex y travestis en nuestro país, como en muchos otros, es lamentable. Están expuestxs a situaciones nefastas y precarias.
Este colectivo vive altos niveles de exposición a violencia verbal, emocional y física. Deben enfrentar a diario ambientes de gran hostilidad y discriminación que, muchas veces, lxs llevan a situaciones de exclusión social y angustias graves, incluida la depresión. Algunxs viven ataques fatales, actos motivados por el transodio, que constituyen crímenes de odio. Algunos ejercidos de manera individual, pero también grupales de rechazo, de desprecio que llevan a la muerte.
De acuerdo con un análisis realizado por el Proyecto de Monitoreo de Asesinato Trans, 755 personas trans han sido víctimas de homicidios en todo el mundo entre enero de 2008 y noviembre de 2011. De estas situaciones registradas, el 80% se produjo en la Región de Latinoamérica y el 43 por ciento (324 casos) sólo en Brasil. Estos hechos se relacionan directamente con gobiernos y grupos antiderechos que se pronuncian públicamente en defensa de la “familia” tradicional, heteronormada y generan repercusiones habilitando acciones y discurso sumamente violentos y nefastos que habitan numerosos espacios de la sociedad.
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), los datos epidemiológicos relativos a la salud de las personas trans en Latinoamérica y el Caribe son muy escasos, particularmente, en el caso de varones trans. Una de las razones de la falta de información, en el caso de las mujeres, es el hecho de que ellas, a menudo, son incluidas en la categoría estadística de varones que tienen sexo con varones (HSH). Esta práctica no sólo no reconoce, en un nivel fundamental, la identidad de las mujeres trans, sino también invisibiliza la especial vulnerabilidad de esta población. Esto último se evidencia en estudios que muestran que la prevalencia de VIH entre las mujeres trans pueden ser hasta 40 veces superior a la de la población general y hasta el doble en hombres que tienen sexo con hombres.
En cuanto a la prevalencia de las infecciones, los estudios existentes informan sobre tasas alarmantes de VIH entre las mujeres trans, que van desde 15 a 33 por ciento. Estas cifras indican que ellas son casi dos veces más vulnerables a contraer el VIH que los varones que tienen sexo con varones. Esto puede explicarse porque, en muchos casos, las mujeres trans no tienen más opciones que emplearse como trabajadoras sexuales, exponiéndose a nulas posibilidades de negociar protección contra las infecciones de transmisión sexual.
En Argentina, un estudio multi-sitio, diseñado con la participación de la Asociación Argentina de Personas Transgénero, encontró una tasa de prevalencia de VIH del 34% entre las personas trans. En el caso de la sífilis, fue del 42% entre las personas consultantes trans frente al 18% entre las no-trans. Los datos sobre otras infecciones sexuales es mucho más limitado.
En muchos casos, las personas trans suelen recurrir a varios métodos para sentirse más cómodxs con sus cuerpos. Muchxs consultan por tratamientos con hormonas. En algunas provincias, existen algunos servicios que dan una respuesta a esta demanda, sin embargo, son las menos. Lo más frecuente es o bien la escasez o discontinuación de la medicación, o por lo costosa y por la vulnerabilidad socioeconómica que, muchas veces, les toca atravesar a las personas trans, les resulta casi imposible su continuación. Ni hablar de las cirugías que consideran realizarse, en muy pocos hospitales del país hay servicios que lleven a cabo la práctica. Muchas personas trans recurren a inyecciones de rellenos de tejidos blandos (la más común es la silicona líquida) para modificar partes de sus cuerpos, la información disponible sugiere que las mujeres trans utilizan sustancias para alterar la forma de sus mamas, nalgas, piernas, labios o mejillas, mientras que los varones pueden recurrir a inyecciones para modificar sus brazos y pecho. En un estudio que incluye una muestra de mujeres trans jóvenes, de entre 16 y 25 años, el 29% indicó que se había inyectado silicona líquida en algún momento de su vida. Estos rellenos suelen ser administrados de manera clandestina por personal no especializado, en malas condiciones de higiene, con altas posibilidades de contaminación y posteriores infecciones.
Otro de los problemas de salud frecuente es el acceso a la salud reproductiva. Según la Ley N° 26862, de Acceso integral a los procedimientos y técnicas médico-asistenciales de reproducción médicamente asistida, las personas trans tienen el derecho a acceder a fertilización asistida. Sin embargo, sabemos que esto no se cumple. En general, son técnicas sumamente costosas y, aunque la ley expresa claramente que debe ser gratuito, esto no se cumple en la mayoría de las instituciones públicas, privadas ni en obras sociales. Tampoco se cumple el acceso a la información respecto de que las terapias hormonales no son anticonceptivas. Las mujeres trans fértiles pueden embarazar aunque estén tomando hormonas si no toman medidas para evitarlo, como, por ejemplo, el uso del preservativo. Los varones trans que usan hormonas masculinas pueden quedar embarazados, ya que la testosterona no es un método anticonceptivo eficaz.
Camila Sosa Villada explica que las travas son el ejemplo más claro que cómo hacerse caso te puede terminar por matar “y, sin embargo, lo hicimos”.
En este último tiempo, se reflotaron discursos de feministas radicales transodiantes. Exigen un feminismo que sea sólo para mujeres cis porque las personas trans y travestis no son realmente mujeres y son parte del problema, juegan para el opresor. Luego de repasar todas estas cifras y situaciones a la que se ven sometidxs en el ámbito de la salud, queda demostrado que es ridículo el planteo de las RadFem. Y queda más que claro que la revolución será transfeminista o no será, porque nos tocan a unx, nos tocan a todxs.
*Por Redacción La tinta.