«Cuando ya no nombramos a los pibes es cuando realmente mueren»
Llega y empieza a hablar. Verborrágica, las palabras y temas van y vienen, cada tanto se enredan, pero siempre vuelve al punto que quería llegar. Esa impaciencia verbal poco tiene que ver con su constante peregrinaje en búsqueda de Justicia. Viviana Alegre vive un nuevo aniversario de la desaparición de su hijo Facundo, el rubio del pasaje.
Por Martín Villarroel Borgna para La tinta
Nos encontramos en la plaza del barrio. “Soy el de barba”, le aclaro en un mensaje de texto. “Ya sé quién sos, estoy a cuatro cuadras”, me dice. Nos cruzamos mil veces, pero nunca habíamos tenido la oportunidad de charlar solos. La conocí en una Marcha de la Gorra y, desde ahí, coincidimos siempre en actividades y movidas antirrepresivas y de Derechos Humanos.
Llega con una remera blanca en la mano con la cara del Rubio, una sonrisa gigante y el pelo negro bien atado que oculta algunas canas. Viviana María Alegre nació hace 51 años y su tonada la delata cordobesa. Pero no: “Soy entrerriana. Vine a estudiar a Córdoba en el año ‘86. En realidad, vine en el ’85, pero extrañaba tanto que me volví y empecé de nuevo en 1986”, dice.
Siempre me llamó la atención la energía de Viviana. A pesar de todos los golpes recibidos, siempre activa, sonriente, empujando. “Lo de Facu la verdad que me tiró. Yo pensaba que no me podía levantar más. Pero me levanto. Porque le fallo a Facu si no me levanto”, comenta.
—Yo soy lo que soy por Facundo, ¿entendés?
Pienso en ese texto de Eduardo Galeano que dice que las Madres de Plaza de Mayo fueron paridas por sus hijos. Pienso en las continuidades, en los desaparecidos en dictadura y en democracia, en la responsabilidad en las fuerzas represivas del Estado, en la figura femenina protagonizando la resistencia.
“Una tiene altibajos anímicos. Te agarran esas ganas de tirar todo. A veces, decís ‘me caigo’, porque seguro que nos vamos a caer. Y después me digo: ‘Me caigo mil veces; mil y una me tengo que levantar’. Esto ya lo pasé a los 11 años con mi hermano y, ahora, a los 45, me pasa de nuevo con mi hijo. ¿En qué cambió?”, se pregunta y, sin tiempo a dudarlo, se responde: “En nada, estamos cada vez peor”.
Marco Alegre
Le pregunto por su hermano. Marco era maestro rural. Cuando terminó de estudiar, se puso de novio con Natalia Regueira de Misiones y se fueron a vivir allá. “Eran militantes, mucho laburo en los barrios, alfabetizar, copa de leche”, dice orgullosa Viviana.
“La familia Regueira eran Montoneros, ella tiene otra hermana desaparecida también. Marco estaba en el ERP. Siempre tuvieron la idea de seguir estudiando, él quería ser profesor de historia y ella, psicóloga. Y decidieron irse a estudiar a La Plata. Era el mundial del ’78. Yo tenía once años. A él lo desaparecen en el Pozo de Banfield, donde estaba Etchecolatz. Algunos testigos afirman haber visto a Natalia en la ESMA. Estaba embarazada de seis meses”.
De ese hijo o hija, no se sabe nada, pero no baja los brazos: “No sé dónde está. Capaz me la estoy cruzando cotidianamente a mi sobrina o sobrino. Cada tanto, aparecen los nietos y yo pienso que lo vamos a encontrar”.
Seguir caminando
Viviana mira su celular y se queja. Se le cayó al suelo y ya no funciona bien. También se queja de que se acerca esta fecha y la pierna le deja de responder: “Tuve un accidente de auto muy grave en los 90. Íbamos para las fiestas a Entre Ríos y chocamos. Murieron tres personas, entre ellas, la única hija mujer. La pierna me la hicieron de nuevo completa, con platino y tornillo. Y, en estas fechas, es como que se me traba la pierna y no puedo caminar. Pero voy a seguir caminando. Aunque sea con bastón, pero voy a seguir”, cuenta Viviana sin disimular el dolor.
Y agrega: «Cada año, es esa sensación, a veces, de quedarme sentada esperando el ruido de llaves, esperando que va entrar».
A diferencia de otras madres de víctimas del gatillo fácil y la represión, Viviana ya tenía experiencia de militancia previa. Eso le aporta mucha claridad: “Mi lucha no es sólo de Facundo. Es por muchos Facundos que todavía están andando y quiero que sigan por ahí. Que no les pase lo mismo que a mi Facundo”.
“Y no estamos defendiendo la delincuencia. Facu nunca delinquió, nunca estuvo preso, nunca tuvo problemas de adicciones ni nada. Y si así hubiese tenido, ¿qué? No tienen derecho de matarlo ni desaparecerlo. Si realmente cometió algo, una falla, un error, hacelo aparecer y juzgalo”, sentencia.
—¿Y creés en la Justicia?
—No confío en la Justicia. Justicia a medias no es justicia.
Pero sí confía en la lucha. En que la verdad triunfa. Y en que hay que seguir, hasta vencer. «El tiempo te va dando más fuerzas. Yo siempre agradezco a todos los que acompañaron, los que hicieron y hacen cosas, los que mínimamente se acuerdan de Facundo. Porque cuando ya no los nombramos a los pibes es cuando mueren”.
♦ Este miércoles a las 18 se va a realizar un Festival Homenaje en la Plaza Aguilera (Larrea esquina Rep. Dominicana) de su Bº Juniors. Además de referentes de organizaciones y músicos invitados, habrá un micrófono con el testimonio de otras madres y familiares de víctimas de desapariciones y gatillo fácil.
*Por Martín Villarroel Borgna para La tinta. Foto: Colectivo Manifiesto.