El futuro de la Agricultura
En Argentina, desde hace algunos años, emergen voces y prácticas que cuestionan fuertemente el modelo de producción agrario que se ha impuesto en el país y el continente. Recorremos tres eventos recientes que se constituyen como hitos simbólicos contra este modelo: la Marcha Mundial contra Monsanto, el Primer Encuentro Nacional de Municipios y Asambleas Ciudadanas por una Agricultura Sana y Sustentable, y la visita de la científica y filósofa Vandana Shiva.
Historia de dos ciudades
El sábado 21 de mayo de 2016 miles de personas en más de cuatrocientas localidades alrededor del mundo salieron de sus casas para marchar por las calles denunciando el mal accionar de la empresa Monsanto, que no es la única responsable, pero es tan improlija en su proceder que se ha ganado el boleto de bullying.
En Córdoba la movilización fue una de las más extensas del mundo, desde el centro de la ciudad de Córdoba, hasta el municipio de Malvinas Argentinas. 25 km. Allí se emplaza la estructura sin terminar de lo que hubiera sido la cuarta planta acondicionadora de semillas de maíz de la empresa en el país. Un esqueleto abandonado que se impone como un monumento a la resistencia de la ciudadanía organizada.
En Rojas, provincia de Buenos Aires, funciona la planta de Monsanto más grande del país pero aquel sábado 21 no se participó de la marcha mundial. En cambio, ese día se congregaron científicos, productores, ingenieros, estudiantes y profesionales de todo el país (y algunos invitados de Francia) para debatir y presentar públicamente un modelo científico-productivo que ya está demostrando ser más efectivo que el industrial-intensivo. Sin contaminar, con menor inversión, mayor retorno económico y un gran potencial de desarrollo social, la agroecología se impone como la sucesora natural a pequeña, mediana y gran escala. Los resultados son contundentes.
Un sistema más eficiente y con mejores retornos
El plato fuerte del encuentro en Rojas lo brindaron ingenieros agrónomos profesionales que abordaron distintos casos de éxito en la producción a gran escala con un enfoque agroecológico, derribando el mito de que esta rama de la agricultura no es apta para grandes extensiones. En primer lugar expuso Eduardo Cerdá, presentando el caso de “La Aurora”, un establecimiento agropecuario de 650 hectáreas al sudeste de la provincia de Buenos Aires.
Corría el año 1997 y el dueño del campo, al contratar a Cerdá, le planteó cuatro objetivos:
- Tener estabilidad productiva y económica.
- Bajar los costos de producción.
- Evitar el uso de productos tóxicos (por el riesgo para su familia, empleados y ambiente).
- Mantener el campo igual o mejor de como lo dejaron sus padres.
Una vez iniciado el proceso de transición hacia la agroecología, el campo comenzó a funcionar como un sistema cada vez más eficiente, retroalimentandose con sus propios ciclos. Visualizando y ajustando las entradas al sistema, sus interrelaciones y sus pérdidas/salidas se logró, en poco tiempo, equiparar el rendimiento en los cultivos más importantes, equiparando los rindes de producción del campo vecino que utiliza el enfoque industrial-intensivo, pero, a diferencia éste, mejorando de manera creciente las condiciones del suelo (porosidad, presencia de nitrógeno, fósforo, microorganismos benéficos y más).
Este trabajo de acondicionamiento del suelo aprovechando la energía de los procesos naturales permitió al productor dejar de comprar insumos químicos industriales (tóxicos) disminuyendo los costos de producción y, por consiguiente, mejorando el retorno económico.
El trabajo en este establecimiento ha logrado tal efectividad que fue destacado entre los 52 establecimientos agropecuarios más exitosos del mundo, según la división de Comida y Agricultura de Naciones Unidas (FAO).
La agroecología según el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA)
Otro de las exposiciones reveladoras fue la de Martín Zamora, ingeniero agrónomo, investigador en Agroecología en la Chacra Experimental Integrada de Barrow (INTA-MAA).
En esta chacra se ha venido trabajando comparativamente con los dos enfoques agropecuarios: industrial-intensivo y agroecológico. Revisando el desempeño de la chacra durante los años de investigación Zamora llegó a la conclusión de que con un acercamiento agroecológico se pueden lograr iguales rindes, disminuyendo insumos externos y mejorando la estabilidad y sustentabilidad en el tiempo.
En un documento redactado por investigadores de esta chacra del INTA, se comenta: «Primitivamente, la agricultura de baja energía utilizó el trabajo humano y de animales de la granja sin combustible o maquinaria eléctrica. La agricultura intensiva moderna envuelve un gran flujo de combustible y maquinaria eléctrica; toma mucha energía el producir todos los bienes y servicios, así como también el procesamiento y transporte de productos. Este tipo de agricultura necesita más recursos para conseguir mayor rendimiento (productos producidos) por persona, por área, y por dólar (…) Sin embargo, debemos ser conscientes que, de acuerdo a los actuales criterios económicos, una producción puede ser «económicamente rentable» a pesar de ser ecológicamente inadecuada ya que los costos de producción no reflejan o incorporan el costo ecológico.
Bajo este marco es posible producir de manera «económicamente rentable» deteriorando el capital ecológico, por ejemplo el suelo. Por todo lo expuesto hasta aquí surge que para el logro de una agricultura sostenible se requiere un manejo diferente de los sistemas agropecuarios que contemple todos estos aspectos (…) Una de las cuestiones más importantes de nuestro tiempo es saber si la agricultura será substituida por un sistema que use menos energía. Se predijo que esto podría suceder cuando combustibles y otros recursos sean insuficientes y requieran mucho trabajo para obtenerlos».
Estas observaciones se suman al hecho de que los combustibles y recursos utilizados para la agricultura moderna vienen aumentando su precio sistemáticamente, disminuyendo el margen de ganancia para el productor.
En este sentido, y pensando en un modelo para el futuro, el documento de la chacra Barrow indica: «El mantenimiento y aumento de la productividad de los sistemas agropecuarios, conjuntamente con la conservación de los recursos naturales son hoy uno de los mayores desafíos que deberá enfrentar la humanidad en las próximas décadas. Se requiere desarrollar una agricultura sostenible, que debería ser:
1. Suficientemente productiva.
2. Económicamente viable y financieramente posible.
3. Ecológicamente adecuada (que conserve la base de recursos naturales y que preserve la integridad del ambiente a nivel local, regional y global).
4. Culturalmente aceptable y socialmente justa.
5. Técnicamente posible.
(…) La agroecología se perfila hoy como la ciencia fundamental para orientar la conversión de sistemas convencionales de producción (monocultivos dependientes de insumos agroquímicos) a sistemas más diversificados y autosuficientes».
Cosecharás lo que siembras
Si bien el encuentro se centró en los aspectos positivos de la agroecología también contó con la presencia de investigadores que alertaron sobre los graves problemas para el ambiente y la salud que acarrea la agricultura industrial-intensiva basada en una utilización de insumos químicos tóxicos.
El Dr. Damián Verzeñassi, del Instituto de Salud Socioambiental de la Universidad Nacional de Rosario, dio a conocer un alarmante número de enfermedades que avanzan en los territorios de mayor actividad agrícola.
Verzeñassi también fue contundente al denunciar un accionar irregular tanto de las autoridades públicas en materias de salud, como en políticas educativas. Según Verzeñassi, en la Universidad Pública se han establecido vinculaciones con intereses privados que inculcan en los planes de estudios conocimientos que favorecen la formación de profesionales únicamente capacitados para reproducir las técnicas e intereses de un modelo económico perjudicial para el desarrollo productivo y sanitario nacional.
En tal sentido, reivindica el trabajo de numerosos investigadores nacionales e internacionales que han ido en contra de esta corriente y, por lo tanto, sufrido la persecución y censura de la «ciencia hegemónica». Su participación en el Encuentro finalizó con un llamado a retomar un compromiso real de la Universidad Pública para con las comunidades en la construcción de un conocimiento colectivo, útil y soberano.
Otra de las exposiciones más interesantes fue dada por la ingeniera agrónoma Claudia Cecilia Flores, docente de La Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales de la Universidad Nacional de La Plata. Su disertación se centró en los resultados de un estudio encargado por la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires sobre el uso de agroquímicos y su incidencia en la salud.
En dicho estudio se detectó un uso intensificado de químicos altamente tóxicos tanto en la producción de cultivos de cosecha (soja, trigo, girasol, sorgo y cebada) como en la producción de frutas y verduras para el consumo humano. Dice el estudio:
«Por último, un problema gravísimo se da en la fumigación de las hortalizas para consumo en fresco donde la combinación de la utilización de plaguicidas extremadamente tóxicos, las dosis de aplicación elevadas y, fundamentalmente, el no respeto del tiempo de carencia determinan que una elevada proporción de las hortalizas comercializadas en los alrededores del área metropolitana de Buenos Aires llegan al consumidor con un tenor de plaguicidas más elevado que lo admitido por las disposiciones vigentes».
Como forma de remediar esto, sostuvo que se hace inminente una transición hacia prácticas agroecológicas, para lo cual facilitó un material producido en la misma UNLP: Agroecología: bases teóricas para el diseño y manejo de Agroecosistemas sustentables.
La debilidad de las buenas prácticas
Damián Marino, investigador del CONICET de la Universidad Nacional de La Plata, también fue contundente al señalar las bases científicas que dejan por el piso la idea de que las denominadas «Buenas prácticas agrícolas» pueden neutralizar el impacto negativo de la agricultura industrial. Esto se debe a que más allá de la instancia de aplicación, la deriva de los químicos se vehiculiza inevitablemente y con diferentes intensidades por suelo, aire, agua y, lógicamente, en los productos elaborados con la materia prima resultante (soja, algodón).
Derechos humanos y libertad de empresa
El encuentro contó también con un abordaje desde el punto de vista del derecho. El abogado Juan Ignacio Pereyra Queles, junto a otros miembros de la Red de Abogados de Pueblos Fumigados, expusieron las figuras jurídicas que son violentadas con algunas prácticas comunes del modelo agroindustrial: desde derechos humanos fundamentales como el de la Salud y la Vida, así como el derecho a la libertad de empresa; ya que por la deriva de los químicos utilizados en un campo industrial -como explicó Marino- terminan indefectiblemente actuando sobre los campos vecinos, perjudicando la producción agroecológica y cercenando la libertad de empresa de quien opta por este modelo.
Sobre estos puntos y otros más, la Red de Abogados elaboró una recopilación de jurisprudencia que puede ser consultada.
La agroecología como política de desarrollo local
Otro de los puntos fuertes del evento fueron los testimonios de Marcelo Schwerdt, doctor en biología y funcionario municipal de Guaminí, localidad del sudoeste de la provincia de Buenos Aires que apostó a la agroecología como una vía de mejoramiento productivo, ambiental y a la vez, como factor de promoción humana y comercial del pueblo.
Su ejemplo es contundente. Habituada a la producción industrial-intensiva, una parte importante de sus productores modificó su forma de producir a partir de un debate amplio entre biólogos, ingenieros y ciudadanos interesados. Dando la palabra a diferentes referentes (tanto de la producción industrial, como de la ciencia, la agroecología y el municipio) se impulsó una ordenanza para controlar el impacto en la salud de la actividad productiva, y luego, gracias al ejemplo de Cerdá con el caso de «La Aurora», un grupo de productores, reconociendo en la agroecología prácticas y saberes que ellos mismos compartían y realizaban tradicionalmente, comenzaron a convencerse de la necesidad de adoptar esta forma de producir para fortalecer los procesos biológicos de los suelos y aumentar gradualmente los rindes de producción.
Estos beneficios no solo consistían en cuestiones ambientales, sino también económicas, ya que esta forma de producir requiere un menor esfuerzo en la limpieza y tratamiento del terreno, es decir no son dependientes de insumos químicos industriales. Gracias a los buenos resultados de este primer grupo, los productores vecinos comenzaron a interesarse y copiar las técnicas, aumentando la superficie de producción agroecológica un 970% en tan solo un ciclo productivo.
A su vez, esta transformación del territorio reincorporó otras variedades vegetales soslayadas como las leguminosas, aumentó el número de colmenas en la localidad, duplicando el rendimiento melífero y recuperó la valoración de la fauna benéfica y sus servicios. A nivel urbano, con el apoyo del municipio, desde octubre de 2015 se ha iniciado un proyecto de agregado de valor e inclusión. Dicho proyecto consiste en el trabajo mancomunado de productores, trabajadores del Municipio, del Hospital y estudiantes de la Escuela Especial de la localidad, para la creación y puesta en funcionamiento de un molino para la producción, envasado y distribución de harina de trigo sin agroquímicos: «La Clarita».
Y por si fuera poco, la harina de este molino es utilizada por diferentes emprendimientos de producción de alimentos sanos de la localidad, que se exportan a otras ciudades y provincias con un gran éxito.
Sin duda esta experiencia es una referencia poderosa para la comprensión de la agroecología como un modelo que integra a los productores con la sociedad de una manera más sana, justa y sustentable.
Un nuevo enfoque para dar testimonio de un modelo insostenible
Más allá de las revelaciones científicas y técnicas, lo que más llamó la atención de este corresponsal en el evento fue la ausencia de banderas, pancartas o referencias a Monsanto (a pesar de tener la planta más grande de la empresa en el país a escasos kilómetros, y sabiendo que en el transcurso del día millones de personas alrededor del mundo estaban marchando y protestando por las calles con carteles con su nombre). Muy lejos de esto, en Rojas reinaba la prudencia y el sosiego: los profesionales habían hablado, los números y la ciencia están del lado de la agroecología.
Un mensaje similar al que dejó la doctora en física cuántica y filósofa india, Vandana Shiva, en su visita a Córdoba en el mes de junio.
Durante la charla que dio a asambleas y organizaciones ciudadanas en el bloqueo a la fábrica en Malvinas Argentinas, solo tuvo palabras de paz y tranquilidad; la transformación, dijo, no viene de la mano de la crítica y la violencia, sino de la organización, el estudio y la proposición de un modelo superador.
Porque no debemos olvidar que estas empresas se sirven de la necesidad de trabajo de las poblaciones, pero su oferta para cubrir esta necesidad es ínfima comparada con la que se puede generar con un enfoque agroecológico con integración urbana y rural. Esta es la forma más potente de transformar el modelo industrial-intensivo, y dar un paso de confianza a un modelo que promete, al menos, iluminar un poco nuestro futuro.