Atravesar la escuela siendo trans
Tres historias en distintos niveles educativos cuentan su experiencia y nos muestran lo lejos que aún está Argentina de una educación inclusiva.
Por Vice
La expectativa de vida de una persona trans en Argentina es de 35 a 40 años. Arranco con esa frase porque me parece clave que la tengamos en la cabeza antes de leer tres historias que contaron a VICE cómo hacen elles para estudiar en un país en donde, va de nuevo, la expectativa de vida de una persona trans es de 35 a 40 años.
La primaria de Lulú
Gabriela Mansilla es la mamá de Lulú, la primera nena trans en obtener su DNI en el país. Desde que su hija le dijo “yo nena, yo princesa”, ella puso manos a la militancia y hoy dedica su vida a intentar hacer este mundo más justo. Lulú es, además de una nena confiada y segura, una privilegiada por tener, desde muy chica, herramientas y el amor de una familia que la bancó desde el minuto cero.
Lulú está en 5to grado y su pasar por la primaria viene siendo positivo, salvo con algunos pormenores dolorosos. “Ella vive esto con mucha naturalidad, la escuela a la que va es inclusiva y responsable. No le costó adaptarse y es una niña como el resto de las nenas de su clase. Si sufrió en algún momento, no fue por la institución educativa, sino por la ignorancia de padres y madres de sus compañeres”, indica Gabriela y detalla: “Una vez Lulú se enamoró platónicamente de un compañerito y cuando la madre del nene se enteró, vino al colegio a hablar con el director porque no quería que ‘una nena trans’ esté cerca de su hijo”.
Aún así, el colegio a donde asiste Lulú es casi una excepción. Gabriela Mansilla preside la asociación civil “Infancias libres”, en donde acompaña a familias y niñes trans en el duro camino de la aceptación social. Allí les da contención a la hora de denunciar hechos terribles que suceden porque “al mundo le falta mucho amor para entender al colectivo”.
Gabriela resalta en reiteradas ocasiones que Lulú lleva una vida privilegiada en comparación con el resto de niñes trans que tanto ella como su asociación acompañan. Cuando le pregunto qué tipo de violencias viven, se me pone la piel de gallina. “El año pasado, una niña trans de cinco años de Córdoba tuvo la mala experiencia de que todas las mamás del jardín juntaron firmas para que la saquen de la escuela porque no querían que sus hijes vayan al colegio con una nena trans. Hay chicas que, hasta que no tengan el cabello largo, las docentes no las nombran con su nombre de nena. O típico que les mandan al baño de discapacitados”.
El baño es un foco de conflicto para los y las adultas. ¿Pero qué pasa? ¿Por qué genera tanto revuelo? “Hay directoras que no quieren que el varoncito trans vaya al baño de hombres porque va a ver otros penes, ¡como si los varones cis no miraran otros penes! Lo que creen es que al baño entra una vulva, entonces se vuelven locos. Hay una perversión y morbosidad en el adulto con respecto a les niñes tremenda”, agrega Mansilla.
Antes de ir por la próxima historia, no sé si les dije, pero: la expectativa de vida de una persona trans es de 35 a 40 años. Listo. Sigamos.
Resistir siendo el único chico trans de tu curso
Gonzalo tiene 13 e hizo su transición hace ya un año. Él compartió con sus compañeres un proceso fundante en su vida que fue, como él mismo sostiene, “salir del armario”. El nivel secundario es, por excelencia, uno de los momentos más complicados porque es en esos años en donde les jóvenes reafirman y desarrollan cuestiones atadas directamente a su personalidad y muchas personas, sobre todo las minorías, sufren un fuerte y tortuoso bullying.
Él no fue la excepción. “En secundaria, estuve en dos escuelas. En la primera, no me sentí muy bien. No me integraba. Era la única persona LGBTQ, calculo que por eso. Después me cambié a otra, en la que estoy ahora, en la que me va mejor. Igual todavía falta, a mis compañeres ya no tanto, pero a mis maestres les cuesta todavía mucho”, cuenta tímido Gonzalo.
La discriminación en la edad de la pubertad puede ser muy dura y bisagra. Les adolescentes a veces son crueles y una persona trans, que desafía lo establecido y es rebelde por el simple (y no tan simple) hecho de existir, genera resistencias muy difíciles de sortear a los 13.
“Fui bastante discriminado en ámbitos escolares. Recibí de compañeros mucho acoso, bromas, que me llamen como mi nombre anterior, que me manden mensajes desde celulares random y la verdad es que fue difícil para mí”, sostiene.
Desde que nacemos, ser hombre o mujer nos condicionan la vida, los deseos y hasta el color de ropa que usamos. La binormatividad se enseña e instala en la escuela, ese espacio en donde maestros, padres y madres buscan que aprendamos cómo funciona el mundo. Pensemos, entonces, en lo clave y fundamental que es cuestionarnos todo lo aprehendido.
¿Ya les comenté que la expectativa de vida de una persona trans es de 35 a 40 años?
Ser travesti en un terciario público
Ella se llama Nina, tiene 20 años y estudia en la Universidad de La Plata. Es la única persona trans en un curso en donde hay 105 personas. Número que llama la atención por la poca representación de su colectivo, ¿no? Una mujer trans cada 100. Esa cifra, sostiene Nina, es una clara muestra de cómo la comunidad educativa expulsa a las personas trans del sistema.
“Todavía estoy buscando mi lugar, no me siento parte y es muy difícil. Soy la cara visible, la única persona trans y eso es terrible. Aún así, vengo bien porque mis compañeres y mis profesores y profesoras intentan adaptarse también. El tema es que hay mucha desinformación, en una clase se habló de aborto y decían todo el tiempo que las únicas que abortan son las minas y no, las personas con capacidad de gestar también, así que tuve que decirlo y si bien el debate estuvo bueno, nadie tenía mucha idea de lo que hablaba”, dice Nina.
“Falta mucho. No hay gente trans en los institutos, eso forma parte de una invisibilización, nosotras necesitamos educación y tenemos que tener ese derecho. Es muy difícil hablar de avances cuando tenemos cifras tan tremendas”, dice con tristeza Nina.
Sólo el 2 por ciento de las personas trans llegan a tener o cursar estudios de educación superior. Se calcula que en nuestro país existen alrededor de 10 mil y cerca del 90 por ciento se encuentra por fuera del mercado formal, vive en la pobreza y el 95 por ciento ejerce la prostitución en situaciones de extrema marginalización.
El sistema educativo es el pilar de nuestras infancias y la base de nuestros saberes. Sin un país que explique, refuerce y aplique como corresponde la Ley de Educación Sexual Integral (ESI), que incluya, aprenda y entienda al colectivo trans, es muy difícil que podamos dejarles a nuestras generaciones que vienen un país más justo e inclusivo.
*Por Vice.