Virginie Despentes: “Ser homosexual sigue siendo revolucionario”
La autora de la polémica ‘Fóllame’ y de la biblia feminista ‘Teoría king kong’ habla sobre su novela ‘Bye bye blondie’, publicada en español a diez años de su lanzamiento en francés, pero también sobre prostitución, violación y pornografía. No apta para todos los públicos.
Por Maite Garrido Courel para Lobo Suelto
Denominada por ella misma como “una novela romántica punk rock”, Bye bye Blondie (Pol·len Edicions, 2013) es un viaje al punk más descarnado de los años 80 y a la frivolidad más sórdida de principios del siglo XXI. Virginie Despentes (Nancy, 1969) escritora y cineasta, perturbó con su primera novela Fóllame, llevada al cine por ella misma, y revolucionó la escena feminista con su Teoría King Kong. Hablamos de su novela, pero también de todos los tabúes que rodean a la feminidad y que hay que dinamitar.
—Escribir con un lenguaje brutal y directo sobre ‘lo que no se debería escribir’ o ‘no se debería mostrar’. Aunque en el libro no aparece, en la película homónima uno de los temas principales es la relación lésbica mostrada en dos décadas diferentes.
—Escribí el libro en 2003, y no era una historia lésbica… La película, sí. Cuando hice la película, ocho años más tarde, el romance lésbico me pareció una buena idea. Pero no hay sexo intenso en la película, no quería desnudar a las actrices, ni siquiera enseñar una teta. Estoy harta de las actrices del cine francés, que siempre vemos desnudas como si fuera algo obligatorio.
—¿Escandaliza más ver a dos mujeres juntas que a dos hombres?
—Al contrario. Dos mujeres juntas son sujeto de fantasía sexual para los hombres que siguen considerándolas como su terreno de juego. Además, es un clásico del porno mainstream. En Bye bye Blondie el problema sería que no follaran, los hombres heterosexuales no tendrían nada con qué alimentar su polla y no lo tomarían bien. Creo que dos hombres juntos son un ataque más frontal para los heterosexuales retrógrados.
—Vuelves a situar -como en la Teoría King Kong- parte de la novela en los 80. ¿Había mayor libertad con el punk?
—Sí. El punk, como muchos otros movimientos de sub-culture de los 80, era un terreno de libertad y de experimentación, sin una autoridad real que se interpusiera. Aunque el punk en Francia era totalmente heteronormativo. En la película decidí crear una utopía del punk como lugar de libertad lésbica, que no existe tampoco, pero que me gustaba imaginar. Las bolleras no eran rechazadas, en el recuerdo que yo tengo, pero estaban identificadas como punkis antes que cualquier otra cosa.
—Está habiendo un repunte homófobo en Francia que asusta, ¿qué opinas de esto?
—Supongo que Sarkozy cambió el país… cinco años de propaganda de extrema derecha en la televisión, radio y prensa acaban dejando huella. También ha habido una propaganda anti-islámica muy dura.
Creo que el tema de la homosexualidad, como el tema del feminismo, son centrales ahora. La extrema izquierda francesa tiene una tendencia histórica a considerar estos temas como secundarios y creo que es un error. Ser homosexual sigue siendo algo totalmente revolucionario, un asunto capital e inaceptable para los reaccionarios. Eso es lo que entiendo cuando veo el esfuerzo que han puesto en estas manifestaciones homofóbicas.
—Tratas la violencia en el libro, cosa que hiciste de forma abrumadora en “Fóllame”. En ella, por primera vez en la historia del cine, unas mujeres eran tan sanguinarias como los hombres, y encima putas. Ahora, algunas feministas reclaman respuesta violenta a ataques violentos.
—No sé. Me parece que hay mucha violencia pero casi siempre viniendo de hombres hacia mujeres… El contrario, lo espero, pero no lo veo. El poder de dar la muerte sigue siendo un ‘privilegio’ masculino. Lo ideal sería que los hombres renunciaran a la masculinidad clásica, pero me temo que eso tampoco lo veo. En Francia, me parece que hay mujeres más sumisas que antes, y hombres más convencidos de sus privilegios. Pero nunca se sabe que hará la próxima generación, solo es una cuestión de creencia.
—¿Conoces el caso en España de una mujer que quemó vivo al violador de su hija?
—Sí, lo he visto. Da ganas de hacer una película solamente por el momento final.
—En Teoría King Kong hablas de forma autobiográfica sobre la violación y el silencio que había en torno a este tema. ¿Se sigue tratando la violación solo desde la víctima?, ¿el mensaje sigue siendo “encima de que te han violado, no deberías recuperarte nunca”?
—Me parece que internet ha sido importante en los últimos años y ha permitido una reflexión colectiva, intensa e impensable hasta ahora sobre el tema de la violación. Leo, en francés, muchos artículos, textos e intervenciones de chicas que han sido violadas y que hablan juntas, en el espacio público que es internet, de la vergüenza, de la ira, del temor… y el hecho de escribir sobre el tema cambia las cosas. Primero porque descubrimos que somos muchísimas. Somos supervivientes, quizás, pero juntas somos un pueblo. Por lo tanto los violadores no pueden ser considerados como hombres excepcionales, son un pueblo también. Y de este espacio de intercambio de mujeres violadas que no esconden lo que les ha pasado, algo saldrá, algo nuevo.
—“Decir que ‘te has hecho un cliente’ te sitúa al margen. Decir que vas de putas es distinto, no predefine al hombre de ningún modo”, escribías en la Teoría King Kong. Hay asuntos en los que no parece que avancemos mucho…
—Creo que, como con la violación, los espacios en internet cambian las cosas. Las prostitutas tienen blogs, redes y facebook y pueden intercambiar modos de acción, reflexiones y hablar directamente de lo que quieren, como un cambio en las leyes, por ejemplo. Y eso es tan nuevo que desde este lugar puede pasar algo. Hoy, hacer el trabajo de prostituta, si lo has elegido como manera de hacer dinero, no tiene nada que ver con los 90. Puedes pedir consejos, hablar de lo que haces. No están aisladas como lo estábamos nosotras en esos años, y eso cambia todo.
—En tu trabajo documental Mutantes: Punk, porn, feminism (2009) recoges testimonios de María Llopis, Lydia Lunch (ambas artistas y activistas), Beatriz Preciado (filósofa feminista) o Annie Sprinkle (activista y sexóloga) hablando sobre porno y más porno. Y decías: “El antídoto para la pornografía no es la censura”. ¿Es hacer buen porno?
—La obsesión del porno ‘oficial’ de los 70 hasta 2000, que era grabar el orgasmo femenino, se acabó. Las cosas han cambiado. En la censura no creo, en absoluto, pero sí en la educación de los niños para que vean porno. Sería urgente hablar con ellos y ellas para que no les enseñen a odiar el sexo. Y es urgente hablar de porno con los jóvenes, porque lo que vemos en internet ahora me parece más morboso y sórdido que porno. Hay que acabar con las leyes de censura y permitir que se hagan otros tipos de películas que muestren alternativas de la sexualidad desde miradas divergentes de la mirada normativa.
*Por Maite Garrido Courel para Lobo Suelto.