Feminismo y punitivismo: ¿posturas irreconciliables?
Por Julia Pascolini para La tinta
Feminismo popular e interseccionalidad
Como sabemos, existen muchas formas de habitar el feminismo. Por eso, se habla de movimiento feminista o de feminismos, en plural. En este caso y para ser clara desde el comienzo, intentaré hablar desde las claves que propone el feminismo popular. Por otro lado: el punitivismo. El punitivismo es, a grandes rasgos, una perspectiva del mundo. Sí, lo punitivo aparece en lo legal, en lo que vemos en la tele cuando existe una condena o cuando se habla de medidas sancionatorias. Pero acá nos referiremos a algo que va más allá de la sanción.
Lo punitivo se expresa a través de la “justicia por mano propia”, el pedido de baja de edad de imputabilidad, enunciados como “que se pudran en la cárcel”, “hay que matarlos a todos” y otros. Pero también late en las madres de víctimas de gatillo fácil que, ante el dolor de perder un hijo, anuncian que el suyo “era bueno, estudiaba y trabajaba”; o sea, los otros no estudiaban ni trabajaban y eran malos, por esos motivos, merecían la muerte. Así dicho suena fuerte, pero los enunciados de esas madres y de otros sujetos sociales son producto y reproducción de un sistema que se rige bajo esa lógica: lo que no sirve, al pozo.
Lo que de alguna forma ofrecen las salidas punitivas son soluciones parciales, parches que actúan más como parálisis que como solución. Querer resolver con la cárcel conflictos del orden social, cultural y económico a través del aumento de las condenas o la quita de beneficios para las personas privadas de la libertad habla de una miopía social aguda.
Punitivismo: una forma de ver el mundo
Ahora bien, un feminismo popular y no punitivista sería aquel que trascienda a las cuestiones de género, incorporando nociones tales como el sector socioeconómico, la raza, la nacionalidad, etcétera. Hablamos de posturas interseccionales. Esa postura del feminismo incorpora otras discusiones, amplía su horizonte y arriba a problemas que incluyen mucho más que las cuestiones de género.
Ser mujer/pobre, mujer/migrante o travesti/pobre es una desventaja para cualquier persona con esas características. Ahora bien, ser joven y varón trae aparejadas otras problemáticas y ser joven/varón/pobre, muchas más. En materia de género y haciendo una jerarquización bruta, los varones se encontrarían por encima de todos los demás géneros; mujeres, disidencias, masculinidades no cis, etcétera. Pero dentro de esa pirámide, incorporamos nuevas variables. Ahora, ser varón pobre puede ubicarse incluso por debajo de una feminidad perteneciente a un sector económico alto y, sin dudas, lo posiciona muy por debajo de otro varón de clase media/alta.
Entender esos factores nos obliga a incorporar una visión nueva en relación al delito. Según datos del Sistema Nacional de Ejecución de la Pena (SNEEP), más del 90% de las personas privadas de la libertad son varones. En 2019, del total de personas privadas de su libertad (109.405, contando las privadas de su libertad en comisarías), solo 56.270 se encontraban condenados. O sea: esas personas se encuentran privadas de su libertad de forma preventiva. Es cierto, también, que el Poder Judicial Nacional y Provincial es lento y funciona de forma arbitraria. Hay casos en los cuales, existiendo evidencia suficiente, las condenas continúan sin ser consecuentes con el delito.
Casos de femicidio, abuso, incluso lesa humanidad
Remarco estos números porque dan cuenta de un síntoma social que condena y criminaliza a ciertos sectores de la sociedad por sus condiciones socioeconómicas. En 2019, un 80% de la población privada de su libertad se encontraba desempleada o contaba con un trabajo de tiempo parcial al momento de su detención. En tanto un 39% tenía la primaria completa, solo el 10% finalizó sus estudios secundarios. Los principales delitos fueron robo/tentativa de robo (38.141), seguido de infracción a la Ley de Estupefacientes (16.664). Luego, se encuentran los delitos de abuso o violación (14.051) y, por último, los homicidios dolosos (13.023).
Más medidas punitivas, ¿menos delitos?
Los riesgos de adoptar medidas sancionatorias cada vez más fuertes tienen que ver con su repercusión sobre la totalidad de la población privada de su libertad. Cuando Sebastián José Luis Wagner cometió el femicidio que terminó con la vida de la joven militante, Micaela García, surgieron incógnitas vinculadas a los beneficios de la prisión domiciliaria, a las salidas transitorias o al tiempo que corresponde a cada pena. En definitiva, la ligaron todas las personas privadas de la libertad mientras que el Poder Judicial salió casi ileso. Sin embargo, hoy se plantea una reforma judicial con perspectiva feminista.
Los femicidios, luego del intento de recrudecer las penas, no bajaron. Tampoco lo hizo la violencia reproducida en los ámbitos carcelarios.
“Las pocas veces que tuve visita, nos dejaron desnudos una banda de tiempo. Nos cagamos de frío, pasaba un milico y te decía ‘hace frío, ¿no?’. Eran como 10, pero uno era el que manejaba la Requisa. Éramos 4, la pasamos mal. Cuando nos dijeron que nos pusiéramos la ropa, nos gritaban e insultaban, ‘forros’, ‘maricones’ y no me acuerdo más […]”. Informe anual 2017; Registro Nacional de Casos de Tortura y/o Malos Tratos (2018).
“Siempre te hacen sacar la ropa de arriba y bajar los pantalones, pero dos veces a la vuelta de visita me ‘verduguearon’ mal. Nos hicieron desnudar a todos, ponernos de espaldas, manos arriba, abrir las piernas. Yo tardé un poco y me gritaban ‘dale, putito, ponete en culo’ […]”. Informe anual 2017; Registro Nacional de Casos de Tortura y/o Malos Tratos (2018).
Los anteriores corresponden a testimonios del Informe Anual 2017 del Registro Nacional de Casos de Tortura y/o Malos Tratos publicado en 2018. Evidencia de que, lejos de ser lugares de resocialización, las cárceles funcionan como depósitos de personas que ya no sirven y que son víctimas de violencia física y simbólica íntimamente vinculadas a cuestiones de género (“putito”, “maricón”, actos vejatorios y humillatorios relacionados a la genitalidad, etcétera).
Entonces, ¿más cárcel o más medidas de educación en materia de género? No toda práctica puede revertirse. Sobre todo, cuando se trate del acto del femicidio, el travesticidio o el transfemicidio. ¿La práctica de la violación es natural al varón? Tampoco. El abuso y la violación son prácticas sociales, aprendidas en una cultura que interpreta a algunos cuerpos como botines de guerra, como objetos sobre los cuales demostrar poder o cuerpos a adoctrinar. Es una estrategia de control. La cárcel no está exenta de esas prácticas.
Feminismo y punitivismo
Mientras la respuesta al ejercicio de la violencia de género sea la cárcel y la cárcel ofrezca respuestas violentas como las expuestas anteriormente, difícilmente puedan revertirse algunas prácticas. Además, es necesario trabajar no solo con la persona privada de su libertad, sino, sobre todo, con su núcleo familiar. Sabemos que las prácticas del tipo machistas son transversales a toda la sociedad. La persona detenida por robo no está exenta de ese hecho.
Así como se exige la promoción de espacios de capacitación para los agentes del Estado, deben existir otros para quienes se encuentran privados de su libertad, último eslabón de la cadena. La prisionización secundaria es la que se da con las familias y núcleo cercano de la persona privada de la libertad. Ser pobre y delinquir no están naturalmente vinculados. Es una asociación que se hace por motivos culturales de criminalización de la pobreza y hechos reales vinculados al abandono de una parte de la sociedad por su calidad de no persona.
Si se dilatan los trabajos con las familias de las personas privadas de su libertad, si se obstaculiza el ingreso al mercado laboral para las personas ex privadas de su libertad, la posibilidad de subsistir en un mundo regido por lógicas mercantiles se obstaculiza. Sin duda, el Estado hace mucho en este sentido. La educación, por ejemplo, derecho humano inherente a cualquier persona, está garantizada en aquellos lugares en los cuales exista la voluntad política de hacerlo. Es el caso de la Universidad Nacional de La Plata, Buenos Aires, que dicta clases de forma presencial y cotidiana en unidades de la provincia de Buenos Aires ubicadas en Los Hornos, Villa Elvira, Olmos, Florencio Varela, etcétera.
No es suficiente la voluntad de algunas instituciones. Es necesaria una revisión social para llegar a una efectiva transformación en materia cultural. Mientras se siga creyendo que la persona privada de la libertad se encuentra por fuera del mundo, no será posible interpretarla como persona y, por ende, despatologizarla y comprenderla como sujeto activo de la sociedad.
No se trata de si son o no irreconciliables esas posturas, sino de comprender la incomodidad que habita en cada una de ellas. La tensión a la que se enfrentan. Sin embargo, las transformaciones no son posibles a través del castigo; es necesario adoptar medidas cuando las denuncias no son tomadas y pibas como Úrsula Bahillo son asesinadas luego de una decena de denuncias. Pero no olvidemos que su femicida es un agente policial. Qué mejor símbolo de que la solución a estos conflictos debe ser integral. A través del trabajo con la persona privada de su libertad y su familia, profundizando las capacitaciones a los agentes del Estado y otras que están en marcha, pero van lento. No van lento porque el Estado las haga lento, van lento porque todavía algunos creen que la violación es una enfermedad. La violación es cultural, la violación es producto de un sistema en el cual a los varones se les enseña a violar.
Ambas son perspectivas del mundo. La perspectiva punitiva se presenta como natural, pero, lejos de serlo, es una construcción histórica, mediada por lógicas patriarcales que jerarquizan no solo según el género, sino, sobre todo, según la clase, la raza, la nacionalidad y otras excusas para dividir el mundo y justificar prácticas hostiles y de deshumanización.
El objetivo sería, entonces, proponer espacios de problematización del punitivismo, del feminismo como perspectiva de mundo, de las masculinidades, los géneros, la división de la sociedad según su sector socioeconómico, para apuntar a pueblos que sean más justos y accedan cada vez con menor frecuencia a salidas punitivas.
*Por Julia Pascolini para La tinta / Imagen de portada: La tinta.