Fotogalería: «Mujeres, a la cocina!»
El fotorreportaje «Mujeres, a la cocina!» es uno de los trabajos premiados en el Concurso «Vivas y libres nos queremos», organizado por el Programa de Género y Diversidad de la Facultad de Ciencias de la Comunicación (FCC) de la UNC, en conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres (25N). El trabajo realizado por lxs estudiantes Catalina Gay Caramuti, Santiago Hernández y Lisandro Leynaud, del Seminario Producción de Fotografía Documental y Social de la FCC, fue distinguido por su aporte a la visibilización del trabajo doméstico no remunerado y economía de cuidados.
Por Catalina Gay Caramuti, Santiago Hernández y Lisandro Leynaud
El 8 de marzo del 2021, el INDEC publicó un informe en conmemoración del 110° Día Internacional de la Mujer, en el cual se afirma que “a pesar de alcanzar, en promedio, mayores niveles educativos que los varones, las mujeres siguen mostrando una menor participación en el mercado laboral y, cuando lo hacen, son más propensas a situaciones de subocupación horaria y desocupación”. Las mujeres, a lo largo de la historia, han tenido una relación conflictiva con el trabajo.
Este conflicto es fruto de una marcada división de roles sociales que históricamente las ha relegado de la actividad laboral en términos de reconocimiento material o simbólico. Si bien el trabajo informal es una problemática social que afecta a las personas alrededor del mundo, en Latinoamérica, los números van en aumento constante. Un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) afirma que, en Argentina, en 2020, la fuerza laboral informal representaba un 47% del total del país. En otro informe, la misma organización afirma que, en nuestro país, la informalidad penaliza a las mujeres en mayor medida que a los hombres: “La tasa de empleo no registrado o informal es del 37% en el caso de las mujeres, a comparación del 32% de los varones”.
Ni la seguridad ni la protección social está garantizada en los trabajos considerados “informales” y mucho menos en los que se realizan en el espacio público o callejero. Su salario depende del día a día, no hay acceso a jubilación y, en muchos casos, el trabajo se extiende hasta sus últimos años de vida. Si bien existen medidas paliativas, desde los Estados, aún no hay respuestas claras a esta problemática ni políticas concretas que la apañen.
La cocina ha sido, en la historia, un lugar de destino para las mujeres, un espacio en donde han tenido que cumplir tareas sin ser remuneradas, cocinando diariamente para el núcleo familiar. En muchos casos, ese saber es su única herramienta, ya que una consecuencia del trabajo no remunerado dentro del hogar es la falta de tiempo para invertir en una formación académica o técnica de otra índole. La pregunta que muchas de ellas se hicieron es: ¿cómo generar ingresos en un sistema laboral tan excluyente? Y de ahí que, alrededor del mundo y, en especial, en Latinoamérica, vemos muchísimos puestos de comida callejera liderados por mujeres.
No es necesario estudiar en profundidad el tema para notar esta situación, basta con acercarse a la Isla de los Patos en la capital de Córdoba o recorrer las calles de una ciudad para percibir que la comida en la venta informal está manejada por mujeres. Esta perspectiva del trabajo informal feminizado, colonizante y despojado de reconocimiento motoriza la reflexión para realizar el fotorreportaje “Mujeres, a la cocina!”. Pensar al cuerpo de las mujeres en la cocina como una transformación histórica. Poder verlo en el trabajo, a la vez, como una ruptura de lazos tradicionales patriarcales y como explotación relegada a lo informal.
*Por Catalina Gay Caramuti, Santiago Hernández y Lisandro Leynaud.