Translasierra: redes disidentes en el Valle
Entre las montañas que serpentean un paisaje de los más convocantes y romantizados de nuestra provincia, y contorneado por las nubes mágicas que allí se crean: sucede el encuentro disidente. Entre varones trans, no binaries, marikas, lesbianas y otras identidades, la Casa Diversa es un espacio autogestivo que aloja una experiencia muy potente que te invitamos a conocer.
Por Redacción La tinta
Hace aproximadamente tres años que comenzó la activada de La Casa Diversa, como una necesidad de contar con espacios o lugares para el encuentro entre las personas disidentes del valle, para sociabilizar, verse, compartir, contener. Desde el deseo vital de encontrarse y ampliar las redes de contención. Para quienes habitan existencias disidentes y eligieron el valle, lo precioso del entorno convive con las distancias de los lugares alejados y un contexto social que suele ser expulsivo. En tiempos de cuarentena, transitar la soledad y la lejanía se vuelve aún más difícil.
Conversamos con Marc, Ramón y Oliver, activistas en la Casa, quienes nos abren -a través de la pantalla- la experiencia que acontece de aquel lado de las sierras. Este finde, tenían previsto un festival, lleno de música, poesía, arte, performances y mucho amor y resistencia torta, marika y trans, pero, con las nuevas medidas restrictivas, decidieron suspenderlo. Lo que no se suspende es la potencia de este espacio, que recorre de punta a punta el valle y va surcando nuevas experiencias y sentidos.
“Nos juntamos entre un par que nos veníamos cruzando, nos empezamos a reunir y organizamos una acampada disidente que tenía como eje problematizar nuestra vida en los pequeños pueblos, es decir, conversar y profundizar sobre cómo es la vida de las personas trans, maricas, tortas, etc., en estos territorios”, historiza Marc.
Hay algo que siempre estuvo presente entre quienes se iban conociendo: la experiencia y sensación de aislamiento y soledad. Hace unos años, antes de que exista esta propuesta, coincidieron en remarcar que no existían espacios y propuestas específicamente para la disidencia, aun cuando las normativas y políticas públicas para la comunidad LGBTTTIQ+ están vigentes hace tiempo.
Los pueblos pequeños tienen geografías complejas, que, por momentos, se vuelven amorosas y, por momentos, duelen hondo. “Hay particularidades, en general, son territorios muy machistas con ideas muy conservadoras y una presencia de la iglesia muy fuerte”, dice Marc. Para Oliver, es difícil generalizar o comparar las formas de las violencias con la vida en las ciudades más grandes o céntricas, “hay muchas formas de violencia diferentes, algunas mucho más visibles que otras, algunas más naturalizadas. Creemos y sabemos que, en los pueblos pequeños, no llegan los recursos que están disponibles en las ciudades, los recursos simbólicos, culturales, de acceso a la salud, la educación, de encuentro. Lo que sucede es que los pueblos acentúan el aislamiento. Algo que ahora, en la pandemia, todas las personas lo han experimentado, saben lo que es y, para nosotres, es una constante en muchos casos, por formar parte del colectivo LGBTTTIQ+”.
Marc aclara que el espacio es una casa aunque aún no tienen un espacio físico como tal. Una casa cábala, un hogar sin paredes ni techo convidado a habitar. “Es necesario hacer de Traslasierra una casa para nosotres como trans, travas, maricas, tortas y que no sea un espacio hostil donde nuestras existencias se vean imposibilitadas de ser visibles o nos tengamos que ir. Que podamos ser nosotres mismes, por eso, nos llamamos casa”. Y entonces, recuerdo lo que alguna vez dijo Olga Orozco: “Vuelve a erigir la casa y bordemos la historia. Vuelve a contar mi vida”.
Se organizan colectivamente con reuniones en espacios públicos, generalmente, en plazas o parques, en una apuesta a la visibilidad -más allá de las medidas protocolares-. Pronto tendrán la casa física en Villa Dolores, “nos imaginamos que comience a funcionar una o dos veces por semana, pensando primero en organizarse y largar con algunos eventos y conversatorios, espacios de producción cultural y de formación”.
Ramón cuenta que se dieron cuenta de los pocos espacios de activismos de la disidencia que existían en el valle porque, cuando se hicieron más visibles durante 2020, empezaron a recibir propuestas de otras organizaciones y, sobre todo, muchas personas que encontraron allí un lugar donde hablar y sentirse parte de algo más. “Es lo que nos ha pasado a la mayoría, sentirte en soledad para nombrarte, para hablar de los temas que te preocupan. Estaba muy latente la necesidad de una red de contención y amistad, y, sobre todo, para muches que no podían ser visibles o mostrarse o hablar de lo que necesitaban”, detalla.
Articulan con varias organizaciones de la zona, que, si bien se dedican a otras temáticas puntuales, van naciendo redes y posibilidades locales muy importantes. “Por ejemplo, nos vinculamos con Casa Violeta de Mina Clavero; con el medio La marea noticias; La cuerpa, que es una organización feminista. Y con otros dos espacios muy valiosos, porque son estatales. Uno es el Consultorio Integral en Mina Clavero, que surgió el año pasado y fue una lucha que se dio desde adentro de la Municipalidad para que exista, y, desde que existe, es un espacio de articulación muy importante para nosotres. El otro espacio es el Área de Género y Diversidad de la Municipalidad de Villa Dolores, las personas que trabajan ahí están muy entusiasmadas con generar propuestas. Cabe destacar la importancia de que sean espacios estatales, porque cuentan con recursos y porque legitima nuestra visibilidad”, cuenta Ramón.
Para elles, es muy importante ser parte de esta red serrana, “en un lugar en donde está prácticamente establecido que los putos, las maricas, las travas, las tortas, estemos aislades porque es lo que aprendimos desde pequeñes, estábamos en soledad en el universo y nadie más era como nosotres. Encontrarnos y ser parte con otres de este espacio, poder mover y romper con esa parálisis que nos fuerzan e imponen de no hacer ruido, de estar en silencio. Formar parte de esta red nos salva y vamos hacer ruido, mucho. Además de salvarnos, sube muchísimo nuestras expectativas de calidad de vida, empieza a volverse no solamente un sobrevivir o lograr vivir, sino entender que podemos disfrutar y que nuestras existencias pueden ser felices, acompañadas y ser una fiesta”, expresa Oliver.
El convite es a que les conozcan y que se acerquen las personas que necesiten acercarse. Esa casa-hogar, que trasciende los límites físicos, te espera.
*Por Redacción La tinta / Imagen de portada: Casa Diversa.