Relevar la desigualdad: condiciones de trabajo y vida cotidiana en profesionales
Esta semana, la Federación de Profesionales de Córdoba (FEPUC), la Facultad de Ciencias Sociales (FCS-UNC) y la Asociación de los Docentes e Investigadores Universitarios de Córdoba (ADIUC) dieron a conocer los resultados de una encuesta en la que se evidenció la acentuada brecha existente entre los ingresos de hombres y mujeres profesionales en Córdoba. En esta nota, la economista y docente de la UNC, María Celeste Gómez, detalla y analiza algunos datos centrales del estudio.
Por Redacción La tinta
Esta semana, en el marco del 8M, se dieron a conocer los resultados del relevamiento “Condiciones de trabajo y vida cotidiana en profesionales de la provincia de Córdoba” que llevaron adelante en forma conjunta la Federación de Profesionales de Córdoba (FEPUC), la Facultad de Ciencias Sociales (FCS-UNC) y la Asociación de los Docentes e Investigadores Universitarios de Córdoba (ADIUC) en diciembre de 2020. El estudio alcanzó a un universo de 2.877 casos e indagó sobre el ingreso y la brecha de lxs profesionales, la percepción de violencia o discriminación en el ámbito laboral y trabajo doméstico y de cuidados no remunerado. Por primera vez, Córdoba contará con estos datos desagregados y con la profundidad en los ejes indagados.
Uno de los principales datos le pone número a la desigualdad de género en el ámbito laboral: en Córdoba, se registra la mayor brecha de ingresos en el sector privado donde las mujeres ganan 42% menos que los hombres. Es decir, por cada 100 pesos que los hombres perciben por su trabajo, las mujeres -en promedio-, 58 pesos. El estudio reafirma la brecha del 32% de los ingresos laborales entre hombres y mujeres profesionales: mientras que el promedio de ingreso masculino fue de $102.276, el de las mujeres fue de $69.977, a noviembre del año pasado.
María Celeste Gómez, economista y docente de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNC, fue partícipe del diseño e implementación de la encuesta. En diálogo con La tinta, explica la importancia de este relevamiento. “Hasta ahora, los datos que se trabajaban a nivel de profesionales eran parciales, ya sean los de las encuestas oficiales -Encuesta Permanente de Hogares- o de las encuestas provinciales. En todos los casos, se cubrían sólo algunas de las dimensiones que en esta encuesta hemos podido relevar y profundizar como: las condiciones laborales y de contratación, el pluriempleo, las horas de trabajo dedicadas, los ingresos. Hay un módulo que identifica las condiciones de trabajo en aquellxs profesionales que son docentes y/o investigadorxs. Se consulta también sobre el impacto de la pandemia en las rutinas, la carga laboral y en la vida cotidiana, y en este punto, hay toda una serie de preguntas sobre en qué condiciones se está desarrollando el trabajo en pandemia/post pandemia e implica lo vinculado al trabajo remunerado, la distribución en el uso del tiempo asociado al trabajo doméstico y de cuidados y autocuidado”, detalló la docente.
Gómez asegura que ha sido un esfuerzo que ha valido la pena y que permitirá dar luz sobre estas cuestiones cubiertas parcialmente o ignoradas hasta la fecha en otro tipo de relevamientos. El estudio permitirá identificar esas condiciones en un grupo poblacional muy importante en Córdoba, ya que el volumen de profesionales de la Universidad Nacional es muy significativo.
Para ella, relevar las condiciones de vida de trabajo en todos estos ejes resultará muy positivo, sobre todo, porque la mayoría de las profesiones están colegiadas y ahora las organizaciones profesionales cuentan con estos datos para considerar líneas de acción.
Discriminación y violencia como puntos centrales
Un eje central fue la indagación sobre la percepción de situaciones de discriminación y violencia por razones sexo-genéricas que las personas encuestadas han vivido, sufrido o visto en el ámbito laboral así como aquellas situaciones de violencia del ámbito doméstico. Siete de cada diez (71%) de quienes respondieron -hombres y mujeres- indicaron haber presenciado o sufrido al menos una situación de discriminación y violencia en el ámbito laboral. “Estas diferencias se profundizan según los géneros. Mientras más del 75% de las mujeres declaran haber estado expuestas a una experiencia de este tipo, el 64% de los hombres identificaron estas situaciones”, advierte el estudio.
“La encuesta, al estar centrada en cuestiones relativas al género, puede dar cuenta de las propias inequidades que vivimos las mujeres desde múltiples dimensiones: en lo laboral, por la segregación ocupacional, por el techo de cristal o el piso pegajoso que vivimos -incluso en aquellas personas que poseemos un nivel educativo superior a la media-; en lo social o en la vida cotidiana, por la necesidad de hacer frente a múltiples demandas de manera desigual entre hombres y mujeres; en lo vincular y lo relacional, las situaciones de violencia que se generan o profundizan a partir de un contexto de pandemia”, recalca la entrevistada.
El estudio da cuenta de que, entre las causas más frecuentes que se mencionan como fuente de discriminación o violencia por razones sexo-genéricas en el espacio laboral, más del 50% de las respuestas dadas refieren a episodios donde se minimizaron o ridiculizaron reclamos de una/e compañera/e debido a su identidad sexo-genérica. La falta de reconocimiento y crédito del trabajo de unx compañerx es la segunda causa más frecuente, indicada por más del 45% de los profesionales. La misma frecuencia se observa en aquellas situaciones asociadas a chistes o comentarios ofensivos hacia unx trabajadorx.
La diferencia de nivel de ingresos entre el sector público y el privado
En el ámbito privado, el empleo mal pago es una característica en las mujeres y esto hace reducir fuertemente el ingreso que perciben las trabajadoras profesionales en relación a sus pares varones. El estudio encontró una brecha del 13% en perjuicio de las mujeres en el ámbito público contra una enorme brecha -42%- en el sector privado. Para la especialista, se debe principalmente a que el empleo público, en todas sus características y con todas las complejidades, tiene respeto de los derechos adquiridos por parte de las mujeres: vacaciones pagas, licencias por maternidad, horarios de descanso.
El relevamiento también arrojó que “la institucionalidad o la regulación del vínculo laboral reduce la brecha de ingreso”. Es decir, las mujeres profesionales que trabajan en relación de dependencia, o vinculadas al sector público, o a universidades en áreas docentes o de investigación, son las que logran ingresos más cercanos a los de sus pares varones.
En este sentido, el grupo de profesionales que declaró realizar tareas de docencia y/o investigación en el sistema universitario y preuniversitario reveló una brecha de ingresos entre géneros del 13% en perjuicio de las mujeres. Esta diferencia resulta significativamente menor a la brecha encontrada para el conjunto de los profesionales de Córdoba en general (que asciende a un 32% en promedio).
Respecto de la discriminación por género, Gómez advierte que, en el ámbito público, existe, pero está bastante limitada así como los niveles de segregación ocupacional tanto vertical -a nivel de jerarquía- u horizontal -a nivel de tipo de ocupaciones-. Además, las condiciones de contratación suelen ser parejas en gran parte de los empleos públicos.
Por otro lado, “si bien las horas de trabajo que le dedican las mujeres al trabajo remunerado del mercado laboral son menores, es debido a que deben dedicar mayor número de horas -en promedio- a otras tareas que no son remuneradas ni reconocidas como tal. Incluso considerando esta diferencia de horas, el ingreso de las mujeres resulta incluso mayor a esa brecha en el caso de la condición monotributista. Esta es la confirmación y fiel ejemplo, del trabajo mal pago y de las brechas que existen a la hora de las oportunidades que se generan con mayores ingresos en el caso de las profesionales” afirma Gómez.
La docente dice a La tinta que los resultados que arroja la encuesta son coherentes con los análisis sobre las tareas de cuidado de las estadísticas públicas a nivel nacional. “Existe hoy un mayor reconocimiento de aquellas tareas que no son remuneradas, hay una conciencia del impacto de estas tareas en la profesionalización, sin embargo, falta un buen camino para que, desde lo discursivo y lo objetivo, se comience a incorporar y resolver, en la dinámica interna de los hogares, una mejor y más justa distribución del uso del tiempo. Un primer paso ya está, el reconocimiento de este tipo de tareas es creciente. Ahora, el paso a seguir es que empiecen a resolverse otro tipo de arreglos intrafamiliares que permitan dar una mayor libertad a las mujeres hacia el desarrollo profesional y en términos de los derechos adquiridos en las mujeres profesionales”, concluyó la economista.
*Por Redacción La tinta / Imagen de portada: Colectivo Manifiesto.