Si es primavera, pues que se note: teñir con plantas
Por Nina para La tinta
La primavera llega con una explosión de colores, sabores y aromas bien distintos a los que el paisaje invernal nos convidó. Ansiosxs y adelantando un poco el ritual, ya queremos guardar camperas, medias de lana y sacar la ropa bien atesorada de verano. Un movimiento arriesgado, ya que generalmente, cuando terminamos de ordenar nuestros trapos de la nueva temporada, viene una semana de frío y nos obliga a retroceder unos pasos y volver a la campera. Así que soportamos un poquito la fresca brisa y el bajón de temperatura de la noche cruzando los dedos para que vuelvan pronto las noches de cerveza y musculosa.
Salimos de nuestras cuevas donde estuvimos amasando nuestras oscuridades y conviviendo con nuestras sombras durante el invierno. Algo de lo reflexionado, meditado e interpelado entre el fresco, café y tostadas de pronto se ve un poco más claro (o no). Con la primavera, llega una invitación a tomar decisiones: soltar, abrir, respirar, transformar, revisar, fortalecer, jugarse, conservar sólo lo necesario y lo que nos hace bien. Nuevos desafíos, impulsos. Sí, aún si hemos tenido que seguir trabajando y no pudimos cambiar nuestras rutinas pues, lo sabemos, el capitalismo no respeta las condiciones ambientales y sus impactos en los seres que habitamos la Pacha. Pero aún así, el invierno habrá hecho y deshecho algo en nosotrxs, por más invisible y pequeño que sea.
La expresión tan usada de “final de un ciclo” y “comienzo de ciclo nuevo” no pone tan felices a todxs. Algunxs maldicen eso que hay en el aire, que les hace estornudar, lagrimear y gastar miles de pañuelos. Cada cuerpo, único y especial, nos manda mensajes a descifrar de distintas y, a veces, misteriosas formas. Pero nadie podría negar que florecemos, aunque nos neguemos. Porque estar enojadxs y molestxs también es una forma de expresar emociones y cambios.
Las plantas son la señal más evidente de este nuevo ciclo. Algunas que nos acompañaron todo el invierno ya no estarán, morirán o se resguardarán para volver a acompañarnos en otros tiempos. Otras, nos convidarán sus colores, aromas, presencia y texturas. Las plazas y baldíos de pronto son bejeles y pequeños paraísos.
Las personas somos primavera también, aun cuando nos pesan los dolores de este tiempo, estamos listxs para compartir nuestros colores, internos y externos. Somos primavera y podemos expresar nuestro florecer a través de coloridas ropas o cabellos, y sí, las plantas también pueden ayudarnos en eso cuando las utilizamos como tinte natural.
Esta primavera nos mostró la intensidad del fuego y la fuerza de su transformación. Nos volvió a mostrar los intereses mezquinos que no tienen límites. Nos refleja y recuerda nuestra capacidad de defender, luchar, reverdecer y cuidar cuando podamos ver más allá de las llamas y de las lágrimas. Recordémonos que, para hacer real la consigna “donde hubo incendio, habrá bosque”, tenemos que ponernos en acción y todas las acciones que sean necesarias además del “me gusta”, “el emoji” y las compartidas en las redes. Porque hoy somos primavera incendiada y no se puede repetir.
Sin monte, no hay agua, no hay medicinas ni sombras frescas, ni siquiera hay lindos paisajes para visitar y relajarse. Sin monte, nos faltan hermanxs animales y plantas que ni siquiera sabemos que existen. Que las lágrimas que derramamos ante las imágenes televisivas, de las redes o en vivo de los incendios sean riego de nuestra lucha.
Teñir con plantas: nada nuevo, todo ancestral
Los tintes naturales fueron y son usados por comunidades originarias en rituales, decoración de utensilios y vestimentas. Se puede teñir con minerales, plantas y hasta con diminutos parásitos. Todos estos conocimientos guardianados por los pueblos y compartidos de diferentes formas nos darán la posibilidad de experimentar nosotrxs mismxs estas alquimias.
Con plantas, se pueden teñir telas de algodón, lino y seda, lanas y también cabellos y paredes de nuestros refugios. Se pueden usar hojas, raíces, cáscaras, flores, frutos y semillas. También podemos reusar café, té y la yerba. Hay quienes también utilizan especias para obtener colores.
Se hace una decocción de la planta que vamos a usar, es decir, se la hierve por lo menos por una hora y entre dos o tres horas si se trata de raíces, cortezas y troncos. Es necesario que usemos algo que llaman “mordiente” y nos ayuda a fijar el color dándonos diferentes tonalidades. Puede ser sal o vinagre.
Seguramente, hay muchas formas de hacerlo. Generalmente, se trata de hacer una decocción -hervir la parte de la planta que queremos usar, de acuerdo al color que deseemos, por lo menos cuarenta y cinco minutos- y luego sumergir el textil húmedo previamente lavado y seguir hirviendo en el agua colorida con el mordiente (sal o vinagre) por una hora por lo menos. Se deja en remojo unas cuantas horas después de haber apagado el fuego. Es importante mover de vez en cuando la prenda para que el teñido sea parejo. Finalmente, se saca la tela de la decocción y se la deja secar al aire libre.
La cantidad de material vegetal y el tiempo de remojo en la decocción dependen de las tonalidades que necesiten. En cuanto a la cantidad de agua, hay que asegurarse de que todo el textil esté sumergido en el líquido coloreado. Si queremos más intensidad de color, podemos hacer el proceso de teñido dos veces.
Algunas plantas que podemos usar, según los colores que deseemos. Para los tonos de verde, usar yerba, espinaca o acelga. Para tonalidades moradas, puede ser remolacha, moras negras. Para llegar al marrón, con café, té y algunas cortezas. Para tonos de amarillo, cáscaras de cebolla, cúrcuma, azafrán, flores de manzanilla, cáscaras de granada. Si querés llegar a tonos rosados, usar las semillas de palta pelada. Y para los tonos azules, el repollo morado.
Muchas de las plantas que habitan nuestro monte nativo sirven para teñir de hermosos colores y fundirnos con la Madre Tierra. Hoy, desde mi sentipensar, creo que tenemos que abrazar, más que extraer lo poco que queda. Dejar descansar un rato, como quien se recupera de un tiempo difícil, por eso, dejaremos a las tintóreas autóctonas de Córdoba para otro momento.
Es alquimia, no magia
Como todo lo no industrial, teñir con plantas implica dedicarles -y, por ende, dedicarnos- más tiempo y respetar los distintos momentos del proceso y de la naturaleza misma. Quizás, en algunos casos, nos lleve más de un día hacerlo. Como siempre, en esto de las plantas, aprendemos que, para cuidarnos y transformar la conciencia en acciones, hay que invertir tiempos que no son los mismos que los que proponen los consumos capitalistas. Revolviendo el caldero para que surja el brebaje, reviviremos memorias ancestrales y estaremos más cerca de nuestras esencias y soberanías.
Podemos seguir experimentando, transmitiendo nuestras experiencias, intercambiando saberes, probando fórmulas y procedimientos. Arriesguémonos a cometer errores, a disfrutar de logros, asombrarnos de resultados inesperados. Nadie puede quitarnos esos poderes.
Animémonos a poner nosotrxs los colores y tonos que queremos. Animémonos, también, a decirles a los mandatos de la moda que los colores los decidimos nosotrxs. Busquemos información de distintas fuentes, existen muchos trabajos antropológicos sobre el tema, tutoriales de internet, gente que tiene algún saber para compartir. Experimentemos, juguemos y obtengamos nuestras propias recetas para compartir.
Si no podemos tomarnos el tiempo necesario aun, elijamos textiles teñidos naturalmente. Bien sabemos que muchos tintes industriales son tóxicos y se producen en condiciones dañinas para el ambiente. Muchos emprendimientos amorosos, amigables con el medio y respetuosos de la Pacha están a disposición y son una forma de seguir manteniendo vivas las memorias y apostar a un intercambio más justo y natural.
¿Que las telas y lanas coloreadas con tintes naturales no son tan brillantes y estridentes como los industriales? Puede ser, pero a simple vista. Quien pueda ver más allá, verá que, detrás de esa remera color maíz clarito, teñida con cáscaras de cebolla, lxs que brillamos somos nosotrxs.
*Por Nina para La tinta / Imagen de portada: Martha Analógica.