Lorena Cabnal: “Tejernos en conciencia para sanar la vida”
Conversamos con Lorena Cabnal, hermana Maya Q`eqchi`- Xinka Feminista Comunitaria Territorial, integrante de Tzk`at – Red de Sanadoras Ancestrales en Iximulew, Guatemala, sobre el tiempo actual, su camino, la sanación y los desafíos de los feminismos.
Por Redacción La tinta
“¡Qué gusto verte! ¡Saludos a la distancia!”. Así comienza la conversación con Lorena, guiada la palabra por la luz de una vela que enciende y que nos une en la distancia. “Es una luz que nos acompaña hoy en una cuenta calendárica Maya del `Kej´ que es el venado”, comparte, “en este día `Kej´, quiero traer las reflexiones que no son sólo mías, sino que han sido tejidas con otras mujeres, con otros cuerpos plurales, con abuelas, abuelos y abueles en comunidad” y que hoy, ante la necesidad de acuerparnos, acepta compartir amorosamente con las hermanas de estas tierras.
El momento actual
Hoy, atravesamos en toda Abya Yala un momento complejo que combina la pandemia por COVID-19 con las violencias históricas estructurales. La experiencia de las comunidades indígenas de lo que hoy se nombra como Guatemala tuvo diferentes etapas desde marzo a esta parte. “Las decisiones del Estado-Nación colonial a través de su gobierno fueron sumamente violentas, imponiendo la inmediata inmovilidad -el estado de sitio-, sobre todo en territorio ancestral, que afectó el momento de organización del ciclo calendárico agrícola de la siembra”, explica Lorena. Mayo es el tiempo de siembra en comunidades ancestrales en toda Iximulew-Guatemala y, desde marzo, la cuarentena es estricta para la mayor parte de la población, preocupando a las comunidades “porque, para este año, no tenemos asegurada una cosecha de maíz y frijol, que es la base de sostenibilidad alimentaria ancestral del pueblo Maya y Xinka de nuestro territorio”.
Lorena nos cuenta que, además, se “desencadenó y tomó fuerza un pánico pandémico que remueve las memorias más fuertes de nuestra historia de resistencia”, y enumera situaciones de fuerte violencia que pasó el pueblo, como la Guerra Contrainsurgente (1954-1996) y la resistencia territorial de les defensores de la vida. “Hay una memoria recurrente, histórica y política, de estado de sitio y control territorial por parte del ejército como una práctica de control contrainsurgente, que deviene desde la guerra”, explica.
Este contexto crea “una crisis muy compleja en la dimensión física, espiritual, emocional, político, territorial en las comunidades. Instala mucho miedo y desconfianza, una lógica perversa de los sistemas de dominación. Hay un control poblacional mundial con la pandemia y un aprovechamiento político de los gobiernos, y con esto florece la impunidad y la corrupción”, señala.
Como contracara, “es maravilloso cómo se manifestó la resiliencia ancestral de los pueblos. En el pueblo Maya y Xinka, tú naces con una razón de existencia y aportas con tu tejido de conciencia en la Red de la Vida. Nosotros sabemos qué nos compete hoy, tenemos un llamado profundo de conciencia que nos hace traer la sabiduría de nuestras ancestralidades para enfrentar este momento”.
Las hueseras, las yerberas, las comadronas ancestrales, las médicas indígenas, las luneras, las guías espirituales realizan un gran trabajo en sus comunidades o espacios de organización. Ahora, además, abren estos saberes y sentires. “Hay una energía que se activa en otra dimensión”, explica Lorena, “empezamos a comunicarnos entre mujeres con saberes ancestrales y nos vamos acuerpando para hacer fuerza. También vienen abuelas y abuelos, compañeros con sus caminos, hermanes plurales con su sabiduría plural hermosa, espiritual y sanadora”. En estos momentos, tejen con fuerza la red que les sostiene, de maneras plurales, sin formas estandarizadas y levantando ceremonias.
Nos cuenta que las autoridades ancestrales se juntaron y buscaron “maneras de resiliencia y acuerpamiento de sanación ancestral y política. Si no fuera por los pueblos ancestrales en este país y por las comadronas ancestrales, el sistema de salud que para ellos colapsó estaría en una situación mucho más compleja”. Explica que no hubo diálogo ni protocolos que vinculen las formas de pueblos indígenas y el gobierno central. “Seguimos en un contexto de abordaje sumamente patriarcal, racista, colonial y neoliberal”, y que expone la hipocresía de no poder realizar la siembra, la movilidad de alimentos agrícolas de diferentes comunidades, pero la minería y las hidroeléctricas siguieron funcionando aunque no fueran servicios esenciales.
Lorena Kab´nal
“En mi camino, fui abrazada por muchos regalos espirituales de la vida”, nos cuenta. Lorena fue una niña nacida en una de las primeras comunidades urbano marginales asentadas en uno de los barrancos a la entrada de la ciudad de Guatemala. Su familia Maya Q`eqchi` sufrió la inmigración forzada interna y, en esa comunidad, se encontraron familias que no tenían dónde vivir, en una situación de gran empobrecimiento.
“Lo que me acompañó durante toda la vida, ahora con mayor energía de conciencia, son las primeras memorias marcadas de la violencia como niña indígena”. Entre violencias como racismo, discriminación, hambre, la que más la marcará es la sexual, generando sobre ella mucho poder y control. Era una niña callada, tímida, “construí una autoimagen muy despreciable de mi misma, sin sentido de vida. A los 14 años, ya tenía cuatro intentos de suicidio”.
Sin embargo, esa experiencia se convertiría en la constatación de que “vale la pena sanar las memorias de dolor que quedan profundamente internalizadas en nuestro cuerpo, nuestros pensamientos, nuestro corazón, nuestro espíritu, nuestros sentimientos, para poder liberarnos, porque somos cuerpos que merecemos disfrutar de la alegría, de los afectos, de los placeres”.
Lorena comparte que, al comienzo, sentía un dolor de gran magnitud, “pero he sido una mujer amorosamente acompañada por mis abuelas, fueron mi primer sostén, es maravillosa la presencia espiritual de la memoria de ellas con sus plantas, su sabiduría, sus maneras”.
Deseaba estudiar medicina, pero la situación de empobrecimiento era un gran obstáculo. “Gracias a la vida y a mi madre, tuve la posibilidad de acercarme a la medicina occidental. Ella es yerbera y, como forma de sobrevivencia, trabajaba como cocinera en casas particulares, y con esos contactos pude ingresar a estudiar medicina transfusional”.
Cuenta que allí conoció a mujeres muy importantes para su camino: la médica Gladys Murga, quien sería su mentora en medicina transfusional, y la filósofa María Rosa Padilla, otra mujer muy importante en sus reflexiones como mentora “que marcó mucho mi vida porque ahí empecé a escuchar otras interpretaciones académicas desde una mirada social y antropológica de los pueblos indígenas”.
Sin embargo, Lorena sentía “que faltaba algo en la vida y ahí llegó el despertar de mi conciencia”. A los 25 años, fue a una de las comunidades originarias recónditas “porque necesitaba profundamente amarrar el sentido de existencia”. En el año 2002 y 2003, se movilizó hacia la Comunidad Indígena Xinka de Santa María de Xalapán, donde se reencontró con la otra parte de su identidad ancestral Xinka, aportando con los años al reconocimiento del nombramiento como Comunidad Xinka. Allí conoció a Victoria Serrano, quien sería una de sus abuelas espirituales hasta su fallecimiento.
En su camino, conoció a “abuelas mayores, guías espirituales de diferentes territorios en el Abya Yala a quienes pido consulta para decisiones y para acuerpar la palabra y caminos que ahora transito, y también a mis hermanas integrantes de la Red de Sanadoras Ancestrales, que son mujeres jóvenes, plurales, adultas y abuelas maravillosas con quienes nos acuerpamos”.
Acuerparse entre mujeres
En toda Abya Yala, hay múltiples espacios donde las mujeres nos acompañamos ante la violencia patriarcal. Para Lorena, en estos momentos, “vale mucho la pena reconocer la sabiduría plural de las mujeres. A veces, algunas feministas quieren encontrarse con otra feminista que decodifique en los feminismos la sanación, y eso es hermoso, pero creo que hay que reconocer tiempos diferenciados de los procesos y caminos de las mujeres para sanarnos”.
Hay mujeres que, aún teniendo una práctica cotidiana de sanación profunda, y una lucha contra el capitalismo, no lo nombran así, y eso debe respetarse. “Cuando nos acercamos a la fuerza maravillosa de sanación en comunidad, vienen mujeres permeadas por religiones, y es una cuestión de poder que yo las cuestione por eso en tanto vienen de historias diferentes. Nosotras las escuchamos con amor, amorosamente las recibimos y las respetamos, es una relación espiritual amorosa porque fue brutal lo que la colonia nos ha impuesto sobre las memorias de los cuerpos”, explica.
Para sanar, es importante la comunalidad “porque es uno de los sostenedores de las comunidades indígenas. El enunciado feminista de ´lo personal es político´es importante, la dimensión personal y política tiene que ser consciente para hacer una recuperación de conciencia de la corporalidad en todas sus dimensiones, que tiene un sentido en un tiempo y lugar. Pero, además, a nosotras nos gusta decir que ´lo comunal también es político´. No me puedo quedar en una dimensión individual porque tenemos una relación tejida y es la comunalidad la que nos da la fuerza y posibilita la sostenibilidad”.
Desafíos como feministas
“Es maravilloso cuando nos encontramos para tejer la palabra y los saberes, así se hace la fuerza y la pluralidad de la vida. Tenemos que tejernos para la vida”, nos anima. Para Lorena, este tiempo que nos tocó vivir a quienes en conciencia abrazamos los feminismos “es un tiempo político de oportunidad para la vida, aprovechando políticamente el momento y marcar generacionalmente”. El mundo va a agitarse “porque en una relación de profunda conciencia, las mujeres hemos y estamos tejiendo la red de la vida”, afirma.
“Estamos en un momento de reconfiguración del patriarcado capitalista neoliberal y pandémico: sus efectos sobre nuestros cuerpos son voraces porque se manifiesta dentro de esta etapa del neoliberalismo y ahora viene la pandemia para ponernos intencionalmente a niñas y mujeres de nuevo en el círculo privado del que tanto nos costó salir, porque se supone que en casa estás más segura, entonces, legitima el quedate en casa”, subraya.
Si bien es “sumamente complejo y perverso”, hay una energía donde las mujeres en su pluralidad de existencias “podemos aportar con las sabidurías plurales. Un camino es que nos acuerpemos en todos los territorios, sin ocupar los territorios de otras, sino hacer fuerza con nuestros saberes de sanación y con los de ellas en una relación de respeto profundo”. Ese es un gran desafío para las feministas urbanas, por ejemplo, explica, porque pretende cortar con las relaciones de tutelaje entre mujeres. En este sentido, invita a las hermanas feministas a que “no hagan representación de las defensoras de los territorios, a dejar de decir ‘nuestras defensoras, nuestras mujeres indígenas o nuestras comunidades o pueblos indígenas’, porque ya el término ‘nuestro’ es una apropiación política de un cuerpo”.
“Las lógicas patriarcales acechan”, afirma Lorena y señala que otro desafío feminista es dialogar sin hacer “extractivismo epistémico, ni de sanación, ni mercantilizarlo (…) Queremos escuchar las propuestas autónomas de mujeres en lo urbano que desafían las lógicas patriarcales con creatividad e invención para sanarse. Que nos inviten para hacer reciprocidad sanadora, pues nos encontramos a veces con espacios feministas que usurpan y nos convocan para saber de nosotras, que demos recetas, metodologías, para reproducirlas y, luego, en varios casos, agenciarse económicamente de los procesos de sanación».
Memoria inmunológica ancestral
“En medio de esta crisis pandémica, vale mucho la pena recuperarnos despertando nuestra memoria inmunológica ancestral. Los pueblos ancestrales ya lo hemos hablado, tenemos memorias milenarias de convivir con virus y bacterias”, explica.
Nuestros cuerpos tienen memoria celular con las plantas, dice Lorena y nos invita a que bebamos plantas que puedan alcalinizar el cuerpo y la acidez de nuestra sangre, de nuestro PH, porque esto estimula la formación de nuevas defensas en el cuerpo.
“Las tomas de jengibre son maravillosas. También las de medio vaso de agua con dos cucharadas de vinagre, no comercial, sino el que se fermenta, nada más eso en la mañana en ayunas llevarán a nuestro torrente sanguíneo y a nuestro sistema linfático a otras posibilidades celulares. También se puede tomar agua con limón en las mañanas, bicarbonato de sodio y sal marina. Todas estas son formas de alcalinizar”.
Nos recuerda que sanar es un acto de amor por la vida, “por eso, defendemos la tierra y el río, porque todo tiene relación de vida, todo está interconectado. Traemos una consigna ancestral maravillosa maya, el “lain ut laat, laat ut lain” que quiere decir: ´Tú soy yo y yo soy tú´. Que ese hermoso enunciado maya Q`eqchi` se haga realidad en este tiempo, cuando le decimos a la planta: ´Tú soy yo y yo soy tú´, en una relación de vida, nosotras también se la decimos al río, al fuego y así nuestro cuerpo entra en otra relación de vida con esos elementos”. Mucho antes de que existieran los sistemas de salud occidentales, existieron “relaciones de armonización de los cuerpos y la naturaleza”, nos explica.
Para elles, en estos tiempos pandémicos, se puede sanar el cuerpo. “Pero para qué quiero un cuerpo sanado si sigo ejerciendo machismo y violencia contra las niñas y las mujeres”, se pregunta. Debemos sanar también la dimensión de conciencia. “Sanar es un acto personal, político y consciente que se puede hacer comunal, y es hermoso porque rompe la lógica de miedo y pánico que nos meten actualmente. Hago constatación de que valen la pena los baños de yerbas amargas, las tomas de hierbas depurativas, el descanso, las fases lunares, porque mi cuerpo vuelve a recuperar la memoria de conexión cósmica”.
Invita a que busquemos a “madres, abuelas, abuelos, tías, tíos, a seres con pluralidad de saberes, que en las comunidades, barrios urbanos, tal vez en el mercado, siembran, cosechan y saben de plantas”.
“Pon tu corazón, tu amor, tu certeza, para ir encontrando el despertar de la memoria sanadora. Vale la pena recuperarnos en este tiempo con alegría”, con una sonrisa concluye: “No perdemos la indignación, pero sí recuperamos la alegría”.
*Por Redacción La tinta / Imagen de portada: La tinta.