¿Será el tiempo del sexo virtual?
En tiempos de cuarentena y “matchs”, las redes parecen encenderse y muches nos encontramos haciendo sexting. Aquí, algunas preguntas para explorar y reinventar formas del deseo y el cachondeo más libres y seguras, a través de pantallas.
Por Redacción La tinta
La foto de cómo nos encontró la cuarentena en las relaciones erótico afectivas son diversas y múltiples, algunas formas de querer son más deseadas que otras, pero lo cierto es que este tiempo de reclusión e incertidumbre también nos atraviesa en la vida afectiva y sexual. Las expresiones varían y dependen de las condiciones en las que estamos y cómo las nombramos: convivencia, vínculo estable, pero en casas separadas; sin relación estable, pero con vínculos, en soledad, con hijes, con familia extendida, etc.
¿Cual es el marco de época en las relaciones sexo afectivas? No tenemos muchas certezas, sí experiencias que vivimos, que están sucediendo en entornos cercanos y, desde ahí, ensayamos algunos sentidos posibles, en este tiempo de crisis sobre las formas tradicionales de amar, vivir el placer e involucrarse sexualmente. Hay más preguntas que cambios en las formas de desear, querer y coger. Aunque aparecen algunos relatos incipientes que comienzan a desandar la triada pareja, sexualidad y familia heterosexual, productiva y feliz, no son tan auspiciados ni venden tanto. Escapar al amor romántico no es tan fácil, aun cuando sólo nos interese pasarla bien un rato. Y por eso, aunque parezca una banalidad, un tema menor en tiempos de pandemia, de hambre, de crisis sistémicas, lo sexual afectivo sigue siendo uno de los temas que más aparece en las conversaciones.
Capitalismo, patriarcado y mundo digital reinventan constantemente los pactos y los modos de seducirnos e impactar en los vínculos. La sociedad productiva en la que vivimos también nos precariza las afectividades, es eficiente en dejarnos en los márgenes de nuestras emociones e, incluso, a la intemperie. También hace lo suyo en la erosión del deseo, como si nuestra agencia deseante se fuera escurriendo suavemente por las canaletas del mercado, de las apps, del orden del género con que nos construimos desiguales en el deseo y el sexo. Algo así como “desearás lo que te digan o no desearas”, y como un péndulo nos vamos moviendo. ¿Qué nos pasa con el sexo en esta sociedad productiva? ¿Y qué nos pasa ahora, que muches estamos en la casa?
No a todes les pasa lo mismo con el deseo sexual en este contexto, hay quienes incendian las redes con cachondeos y hay quienes dicen que no tienen libido ni ganas. Se ponen en juego diversos motivos; las condiciones materiales de existencia, el acceso a derechos, porque hay que laburar afuera, porque hay home office, porque sin laburo, también porque la soledad y la autogestión de esta no es fácil. No sería prudente, ahora, decir que todo lo que nos pasa es por el aislamiento obligatorio, pero sí podemos acordar en que algo del orden de la presencia de la fragilidad, que viene del afuera, de un virus, nos enfrenta y nos deja con el mundo de los afectos que nos hemos construido. Entonces, se nos queda más visible, enfrente como un espejo que insiste en devolvernos algo, ojalá en forma de pregunta sobre cómo transitar formas genuinas vincularnos por fuera de lo impuesto en cómo vivir nuestras sexualidades.
Se encendieron las redes
En tiempos de cuarentena, un corredor de likes, beboteos, fuegos como reacciones, matchs, superlikes, las redes están encendidas y se cachondea en múltiples formatos, snapchat, app de citas, ig, whatsapp, etc. Hay quienes disfrutan y encuentran un modo de compañía, de pasar la calentura, de explorar y de gozar a través de las pantallas. Parece que algo de la imposibilidad y la prohibición, por más que parezca un cliché, funcionan muy bien, algo así como una pulsión activada para intercambios eróticos y sexuales.
“Mi vida era de cuarentena desde antes, pero ahora me doy cuenta las ganas de coger que tengo”.
“Ahora estoy todo el día caliente, pero no tengo con quién coger”.
¿Qué hay de novedad en estas formas de vinculaciones virtuales en un contexto de aislamiento? No se trata de romantizar/idealizar ni condenar/juzgar estas love apps y los modos de erótica por redes. El sexo, la construcción del deseo y la seducción no son terreno neutral, sino que operan entramados en la sociedad que vivimos, patriarcal heteronormativa, falocéntrica, monogámica… (seguí la lista porque es extensa). Quizás, de lo que se trate sea de preguntarnos si estas formas nos proponen nuevos modos vinculares, nuevas eróticas o sólo reproducen mandatos que nos incomodan y nos hacen doler.
Acá, un stop, porque no da creer que que somos tan distintes en las apps y vinculándonos por las redes a cuando nuestros cuerpos se encuentran. Quizá, nos damos algunos permisos en la virtualidad, pero el entramado del cual venimos es el mismo y el libreto para coger, amar, separarse, duelar es similar. Aun cuando parezca más fácil porque descargamos una app, la desinstalamos, ghosteamos, esperamos un like, nos dejan en visto, nos decepcionamos, esperamos una reacción, nos bloquean y, así, un ciclo infinito. No sabemos si existen formas para que no nos duela, pero seguro podemos inventar nuevas narrativas para el encuentro.
¿Te pinta un sexting?
Por estos días, abundan notas sobre: “guía para tener placer con tu pareja”, “porno y masturbación”, “guías para lidiar con la calentura en cuarentena y en soledad”, “cómo tener un buen sexting”. Así que nos subimos a la ola del sexting, para pensar un poco de qué se trata y cómo disfrutarlo.
Sexting suena bastante cool y posmo, pero quizá no sea tan novedosa la práctica. Si volvemos sobre la historia, sobran los ejemplos de intercambios eróticos y sexuales, epistolares por supuesto. El Sexting es definido como aquella práctica, actividad en la que se intercambia material con contenido sexual, el cual puede tener la forma de texto, foto, nudes, packs, video; explícitos y propios, pero también cuentan poemas, cuentos y videos eróticos de la web. Este intercambio asume un modo lúdico de seducirse, verbalizar el deseo, erotizar las palabras y las imágenes. Hay packs con fotos de la genitalidad, videos para acabar; a veces, la búsqueda es más el producto que el proceso y hay quienes exploran sin imagen, y se entregan a la imaginación a partir del texto. Con quiénes sexteamos, es más difícil de definir, hay personas que solo lo hacen con quienes tienen un vínculo de confianza, con parejas o vínculos estables, hay quienes lo hacen con personas que recién conocen.
Lejos de caer en valoraciones morales sobre cómo se construyen estos intercambios sexuales, o en el mandato de que todo el mundo tiene que explorarlo, nos interesa pensar cómo nos apropiamos de una herramienta que nos puede permitir placer. Ni moralismos ni culpas ni tabúes ni mandatos. Hay quienes no se animan, o no se sienten cómodes, y hay quienes sí. Como sea, es una práctica en la que el punto cero es el consentimiento, igual a cuando los cuerpos se encuentran. Las dos partes deben estar de acuerdo en sextear y en el intercambio de fotos y videos sexuales.
Sí, hay que aclararlo. Porque la virtualidad es un territorio plagado de violencias. Y, en el sexting, se entrelazan búsquedas y aprendizajes, con regulaciones ya existentes sobre los cuerpos, las identidades de género y las sexualidades. En algunos lugares, las violencias en las redes ya son delito, como en México con la Ley Olimpia donde se tipificaron delitos digitales como cibervenganza, ciberporno y acoso sexual.
Las prácticas online, frecuentemente, reproducen los discursos dominantes de sexo, raza y género encontrados en los espacios offline, según Martha Perez Domínguez, quien realizó una reciente investigación con jóvenes de 15 a 19 años en México. En la misma, plantea algunas lecturas sobre el sexting, fundadas en las experiencias de les jóvenes con quienes trabajó. Allí, expresa que dicha práctica puede terminar en situaciones graves, que se salen de control y producen consecuencias en la salud psíquica, emocional y física. Basta poner de ejemplo situaciones donde se viralizan, sin consentimiento, packs de pibas o la sextorsión, que es la amenaza de difundir las fotos si la chica no hace lo que el chico quiere. Bajo nombres de pruebas de amor, de confianza, de favor sexual y otros chantajes, se piden packs, nudes. Para esta investigadora, se pone en evidencia cómo los varones vuelven propiedad colectiva las fotos/videos en una expresión de la performatividad de la masculinidad hegemónica, archi conocida.
Por un Sexting del goce, nuevos pactos para cuidarnos
El sexting puede ser una oportunidad de agencia sexual, para disfrutar(nos) y explorar(nos). Podemos ensayar sobre las motivaciones para sextear, con quién y cuándo lo hacemos, ser sujeto antes que objeto, construir nuestra propia pornografía.
Si bien esta práctica está inserta en el entramado de relaciones de poder y de género, puede permitirnos experimentar deseo y placer sexual, siempre que nos demos lugar a la construcción de nuevas negociaciones. Porque es importante aprender a cuidarnos, pero más importante será aprender que algunas formas de la masculinidad no consideren una opción viralizar una foto o chantajear, o presionar, o pensar en su propio placer.
Hay miles de portales que dan sugerencias sobre cómo sextear, tips sobre cómo empezar la charla hot, cómo pensar las nudes, cómo masturbarnos mientras chateamos, si tenemos juguetes sexuales o no, si nos animamos a la videollamada, si nos pinta el trío, etc. No siempre tiene que ser una opción mandar una foto o video, pero, si te gustan, no expongas tu cara ni marcas de tu cuerpo que puedan ser identificables. No respondas a la presión si no querés, si no estás cómode. Pero, sobre todo, nos preguntemos ¿qué intercambiamos?
¿A qué imágenes sexuales recurrimos cuando texteamos? ¿Pensás en la penetración, ya sea hetero, gay, con cinturón? ¿Qué cosas te gustan y te calientan? ¿Sólo la foto selfie de la pija/vulva calienta? ¿Por qué muchas mujeres no se animan a mostrar sus vulvas en las relaciones hetero? ¿Qué otras partes del cuerpo erotizamos? ¿Qué cuerpos nos erotizan? ¿Cómo posamos? ¿Son los mismos valores estéticos en las fotos según la identidad de género? ¿Qué considerás sexy en una foto? ¿Qué estereotipos de belleza se cuelan? ¿Te da vergüenza tu cuerpo? ¿Qué otra eroticidad construimos por fuera de la foto?
Queremos y podemos tener un sexting seguro, pero también necesitamos darnos las negociaciones y nuevos pactos para vivirlo con mayor libertad. Deseos sin fronteras a un match de distancia, en el mercado del sexo, quizá se trata de explorar y gozar más que de consumir y reproducir las formas ya conocidas.
*Por Redacción La tinta / Collage de portada: @collages.verdecina.