Por una universidad libre de la heteronorma: reflexiones desde el interior de las tomas
Habla Macri. Nos dice que le encantaría que les docentes cobren mejor, pero que no se puede. Nos dice que no soñemos con la dignidad, que no es nuestro momento. Las universidades estallan: a la lucha docente y no docente, se suman les estudiantes. El presupuesto no alcanza, no, pero ese no es su único reclamo. Voces disidentes resuenan al interior de los pabellones tomados. Este modelo de educación ha caducado. Lo poco de público y universal se fue perdiendo en estos 3 años de ajuste neoliberal. Pero afuera, las luchas feministas fueron ganando terreno y la ola lo inundó todo. Un presupuesto más abultado tampoco resolverá ya el problema.
Por Redacción La tinta
La educación ya no es un derecho de todes
El ajuste neoliberal a políticas públicas destinadas a estudiantes universitarios comenzó cuando el presupuesto de Educación, enviado por el Ejecutivo y aprobado por el Congreso, recortó en un 25% las becas a aquelles de bajos recursos. Una de ellas fue el cambio que sufrió el Programa Progresar, una ayuda económica que estaba pensada para estudiantes que se encontraban sin empleo o con bajos ingresos. La beca era para que no abandonen sus estudios. Esa política pública sufrió varias modificaciones en los requisitos, dejando a muches en el camino. El ministro de Educación, Alejandro Finocchiaro, dijo que las modificaciones ahora «apuntan a poner en valor cuestiones claves como el mérito y el esfuerzo”.
En esta línea, otro recorte fue al Programa Nacional de Becas Universitarias (PNBU) y Becas Bicentenario, quitando de los requisitos lo que antes era considerado como línea prioritaria: estudiantes con discapacidad, trans y padres, madres o embarazadas. Además, la única guardería que existía en la universidad (Convenio con la Facultad de Medicina y Ministerio de Desarrollo Social) se cerró hace un tiempo y les estudiantes ya no cuentan con este espacio para el cuidado de hijes, necesario para seguir en la universidad.
Por esto, cuando les docentes comenzaron su reclamo por el atraso de su salario en relación con la inflación galopante de los últimos meses y la suba de tarifas, les estudiantes no dudaron en apoyar la lucha. Primero, en marchas multitudinarias y, luego, tomando las facultades a lo largo y ancho del país. El ajuste se combate organizades. Casi dos semanas de toma y múltiples asambleas estudiantiles comenzaron a dotar a la lucha de mayor contenido. El recorte presupuestario es simbólico a la lógica que el gobierno de turno quiere imponernos sobre la educación: mercantilización y meritocracia.
Desde adentro de las tomas
Habitar en una facultad tomada no es poca cosa y los mates constantes invitan a la reflexión. Los avances del feminismo y las disidencias en los debates, y cuestionamientos a las instituciones y estructuras heteronormadas no son ajenos a las asambleas. Es momento de cuestionarlo todo, cristalizando las luchas que sostiene, desde hace años, la comunidad LBGTTIQ, hacia adentro de la universidad.
Algunas de las reivindicaciones sí caben en las estructuras institucionales, como el cupo laboral trans y travesti para trabajos en la universidad, y reclamos por la demora en ajustar los registros administrativos con las identidades autopercibidas que se reflejan en los DNI, gracias a la Ley de Identidad de Género que existe a nivel nacional. La ordenanza 9/11 de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) la ratifica y protocoliza como una institución libre de discriminación por identidad o expresión de género. Para darle consistencia material a tal declaración, establece que todas las personas pueden hacer un sencillo trámite para elegir de qué forma se las nombre en la institución, si consideran que su nombre asignado no se corresponde con su identidad o expresión de género. Un trámite que, de sencillo, no tiene nada.
Pero las reivindicaciones al interior de las tomas universitarias son mucho más que eso: suponen una disputa política hacia el interior -y exterior- para crear una universidad verdaderamente disidente. Disputas que no son nuevas, pero que se resignifican y cobran protagonismo en un momento en el que la ola feminista nos ha llevado puestas como sociedad. Ya no se puede huir. Las violencias al interior de las facultades y asambleas no están permitidas. Anker, estudiante trans de geografía que habita hoy la toma de la Facultad de Filosofía y Humanidades, nos cuenta que las asambleas tienen que ser espacios libres de violencias y que el camino recorrido por el feminismo y las disidencias hasta ahora no permite tolerar a varones cis violentos. “No vamos a permitir que más compañeres tengan que dejar la facultad o la toma universitaria por no poder habitar el espacio con aquel que les violentó. Generamos estrategias de seguridad que no expongan ni cuestionen a quienes se animen a denunciar estas situaciones”.
En la asamblea de la toma de la Facultad de Psicología, hablamos con Wala -quien se reivindica como marica no varón- y nos cuenta cómo la facultad está construida sobre una estructura de exclusión. No sólo porque las disidencias sexuales y aquellas personas trans y travestis se ubican en el sector más vulnerable de la sociedad en lo económico, por lo que el recorte presupuestario les afectará en las becas y ayudas que obtienen para igualar sus condiciones de acceso, sino porque todo el contenido de estudios no contempla a las disidencias. “La idea del tutelaje del aparato biomédico -y, con ello, las disciplinas ‘psi’- a las identidades que se corren de la heteronorma recorre nuestro plan de estudios. El psicoanálisis, por ejemplo, que es, en muchos aspectos, predominante en nuestra formación, sostiene, a menudo, enunciados que parten de lugares misóginos y homolesbotransodiantes».
Las tomas universitarias nos están cuestionando fuertemente y nos obligan a vivir, al menos parcialmente, la reflexión constante sobre la heteronormatividad y la experiencia subjetiva de quienes se corrieron de la norma binaria. ¿Marco sexo femenino o masculino? ¿A qué baño entro? Para la segunda, se dieron una estrategia interesante: los baños en la facultad tomada ya no tienen más un cartel con una división sexobinaria, ahora, son baños para todes. “Mixtas son las ensaladas”, escriben en un cartel, “porque lo mixto sigue pensando en una lógica binaria y no nos sirve para pensar(nos), sigue siendo expulsivo, las instituciones no tienen género, las cosas no tienen género”, nos cuenta Wala. En la Facultad de Filosofía, los baños también se convirtieron en una trinchera de lucha, pero no de la misma forma. Anker plantea que baños sin géneros no comprende, tampoco, aquellas vivencias que nos atraviesan los cuerpos en un mundo machista. “Quizás, une compañere trans, o una mujer cis, tienen miedo o rechazo a compartir un baño con un varón cis, por lo que elegimos ir por otro lado: el baño antiguamente de varones se convirtió en un baño para todes y el que era de mujeres está reservado sólo para mujeres y disidencias”.
“Liberar a la universidad de la heteronorma es también una disputa que se da actualmente en nuestras universidades. La disidencia es una práctica política: habitar en disidencia es estar constantemente cuestionando(se) todo, reflexionando sobre aquellas lógicas que se imponen sobre nuestros cuerpos”, reflexiona Wala.
*Por Redacción La tinta / Fotos: Colectivo Manifiesto.