«Nada se decidió solo desde afuera, todo estaba estudiado desde adentro»
En 1970, aún ardía el Cordobazo y ese calor, avivado por otros movimientos internacionales, hizo mella al interior de una de las facultades que mantenía el sello de la elite cordobesa, la Facultad de Arquitectura. En medio de la dictadura de Onganía, jóvenes estudiantes y profesores comenzaron un proceso que se conoció como Taller Total.
La propuesta política y pedagógica rompió con la arquitectura ceñida a un compartimiento estanco para vincularla con la realidad, las necesidades del pueblo y la transformación social.
Esta experiencia fue truncada en la última dictadura militar y silenciada en democracia, pero no lograron herirla de muerte y en la actualidad hay quienes se organizan y resisten, más allá del cliché de la arquitectura rebuscada o limpia, tan limpia como en las revistas.
Del 31 de agosto al 2 de septiembre se realizó en Córdoba el II Encuentro Internacional La Formación Universitaria y la Dimensión Social del Profesional «Taller Total».
En ese contexto se llevaron adelante mesas de trabajo, talleres y espacios de formación. Uno de las actividades se realizó en la ex cárcel del Buen Pastor donde se abordó no sólo el espacio de encierro en tiempos de la dictadura militar, sino uno de los hitos de la militancia cordobesa: la fuga de las mujeres de la cárcel del buen pastor. Una de las participantes, María Cristina Salvarezza, quien fuera estudiante del Taller Total, comparte sus reflexiones y puntos de vista sobre una de las experiencias políticas y pedagógicas más potentes de los años 70 que llevó a la universidad a la calle .
Aportes a la experiencia del Taller Total
Quisiera hacer mi aporte al Taller Total desde un lugar muy específico, como una alumna egresada de la facultad y desde fuera de lo académico, desde la realidad que viví.
Primero me referiré a la experiencia en la ciudad de Córdoba, a fines de 1972, luego, también en Córdoba, a mediados de 1975 como detenida en la cárcel de mujeres y pasados los años en el 1980 en el exilio en México. Este compañero, el Taller Total, me ayudó en estos nuevos espacios a relacionarme en lo académico con una posición que le dio voz a varias reivindicaciones.
Por eso en este encuentro hacemos entre todos un buen ejercicio de la memoria, donde cada uno trae lo que vivió más significativamente, juntos a las recientes investigaciones de tesistas de varias disciplinas que han aportado otras miradas, de tal manera, que al taller total lo pondremos en el lugar de donde nunca debió salir una experiencia relevante.
Me ayudó a relacionar, a unir, a conocer, los diferentes aspectos políticos, ideológicos, económicos cómo se definiría el hábitat. La primera concepción de una experiencia fue en Córdoba capital, la Córdoba inundada. El río Suquía había devastado con sus crecientes varias zonas, fundamentalmente del cinturón verde donde se asentaba la mayoría de las poblaciones de inmigrantes, campesinos pobres, del norte de la provincia y el país. Allí llegamos un numeroso grupo de profesionales, que componía un equipo interdisciplinario fundamental para abordar la problemática que se presentaba. Fuimos arquitectos, médicos, asistentes sociales, maestros, abogados, todos con esta nueva concepción de la práctica profesional y otro modelo de profesional.
Nos sentíamos desafiantes, eufóricos con esta realidad que nos demandaba algo distinto. Habíamos salido de esa práctica pedagógica totalmente innovadora donde los procesos de enseñanza y aprendizaje no solo había sido un desafío sino también, para muchos, una gran enseñanza de vida.
El desafío se localizó en el km 9 y ½ del camino a chacra de La Merced. Con esta mirada interdisciplinaria abordamos la caracterización del grupo humano afectado para conocerlo en su realidad. Como arquitectos se nos presentaba el eje que traíamos del taller total, que era el lugar donde vivía la gente, era el hábitat no la vivienda. Así intervinimos dando una opción de vivienda y localización que tenían que ver con sus necesidades, con su realidad.
La segunda oportunidad donde puede aplicar estas enseñanzas eran totalmente extrañas, se trataba de descubrir espacios donde habitábamos, pero que era imposible acceder a ellos. Ese espacio era la cárcel del Buen Pastor. Pasaron a ser las funciones los referentes para comprender los mismos. Esas funciones nos fueron dibujando un plano que tenía como definición principal, los “espacios posibles” y en ellos las subcaracterizaciones, como “peligrosos”, “medianamente peligrosos”, “dudosos”, “con salida al exterior”, “con usuarios armados permanentemente”, etc.
Utilizando varias estrategias de relevamiento desde las largas horas de aburridas escuchas de las celadoras, hasta la más fina atención de los ruidos, observar las proyecciones de las sombras, que nos determinaba otros espacios.
Por fin logramos esa primera aproximación que sirvió para sacar afuera, como veíamos nosotras que funcionaba este espacio. De esta manera íbamos delimitando los posibles lugares para concretar la fuga. Esta vez la realidad la veíamos a través de los diferentes personajes que la habitaban y fueron ellos los que más aportaron a diseñar el espacio interior. Nada se decidió solo desde afuera todo estaba estudiado desde adentro.
Pasó el tiempo y ya en el exilio a mediados de 1980 me encuentro con nuestra querida Bonona Larraudi, ex docente del taller total en México. Veo con ella la posibilidad de hacer una maestría y me anote en la UNAM. Bonona fue fundamental en esta decisión, fueron largas charlas sobre el taller total y las consecuencias, tratamos de llegar a una síntesis sobre lo que habíamos vivido. Recibí su asesoramiento en el tema de mi elección que se situaba en Nicaragua. La maestría era en autogobierno “maestría en arquitectura investigación y docencia –área urbanismo”.
Aparece el Taller Total en toda su fuerza. Las etapas de investigación y de relevamiento fueron las más satisfactorias. Volver a la práctica de profundizar las formas de abordar el objeto de estudio. Esta última etapa fue la más rica, me gustaría que supieran lo que significa abordar una temática en un país donde se había hecho una revolución por la cual habíamos peleado para concretar en nuestro país.
Además encarar una propuesta donde estaba muy presente la relación con el bienestar de la gente, no era algo en abstracto, había una realidad que estaba demandando. Me había propuesto demostrar que no siempre a cambios en las estructuras políticas, se correspondían cambios en lo territorial, en el espacio urbano.
Pero sí, y con mucha fuerza, aparecían otros aspectos a atender en este nuevo territorio. Las producciones de arroz y de café en cuanto a su temporalidad, el hábitat de los trabajadores rurales debía ser mejorado pero continuarían siendo espacios transitorios, es decir a la manera y tiempos de cosecha y siembra, ya no se podía desconocer que no era lo mismo cuidar esos sembradíos con un fusil en la espalda, con guardias en las fronteras.
Esta nueva realidad si determinaba cambios en el diseño del hábitat. Era doblemente importante la seriedad y compromiso con el tema porque mucho de lo investigado sirvió como aporte a las áreas de planificación del gobierno sandinista.
Por último quisiera compartir la alegría que significo para mi, lo gratificante de poder desarrollar esa investigación… ¡que más podía querer una exiliada argentina que poder llegar a vivir, a contribuir con una revolución, si era lo que más habíamos deseado construir en la Argentina! Esta práctica que quizás no pueda ser transmitida en toda su dimensión fue una de las experiencias más rica vivida como ex alumna del Taller Total.
Por María Cristina Salvarezza