Precarización y cuarentena: una mirada desde la economía feminista
Las tareas de cuidado remuneradas, la feminización de las ocupaciones y la precarización de la vida, conceptos que se debaten desde la Economía Feminista, pueden ayudarnos a comprender mejor el abanico de realidades vividas durante la pandemia del Coronavirus.
Por Caroll Cuesta, Virginia Paglia, integrantes del Espacio de Economía Feminista
En casi todos los países del mundo, se manifiestan los cambios impuestos por esta pandemia que puso de cabeza todas las formas y lógicas a las que estamos acostumbrades: de pronto, la libre circulación ya no es posible, la manera en la que trabajábamos significa un riesgo, -salir a- hacer compras solo parece tener sentido si se trata de bienes de primera necesidad.
En Argentina, el escenario nos ofrece calles desiertas y locales cerrados, trabajadores conectados en red haciendo homeoffice, trabajadores con barbijos y guantes atendiendo a (relativamente) pocas personas, alumnes de todos los niveles educativos recibiendo clases virtuales en sus hogares. Si bien este escenario es real y palpable, resulta necesario mirar «un poco más» para así poder descubrir el entramado oculto de la economía que hace que no sea igual la carga de esta pandemia para todos y todas.
La incertidumbre económica en el escenario de crisis hace que la cuarentena sea un privilegio de clase y género porque el derecho a cuidarse no es accesible para todes. ¿Qué pasa con quienes nos cuidan mientras cumplimos con el aislamiento? ¿Quiénes pueden, efectivamente, “quedarse en casa”? ¿Qué pasa con les trabajadores precarizades? ¿Y con quienes no pueden darse “el lujo” de no ir a trabajar porque, sencillamente, dependen de esos ingresos para vivir?
Coronavirus y precarización
Es indudable el impacto que esta situación tiene y tendrá sobre la vida de les trabajadores, siendo más significativo para aquelles que no se encuentran insertes en el mercado formal de trabajo. La informalidad y la explotación son dos caras de una misma moneda: mientras algunes perdieron sus trabajos y no perciben ningún tipo de ingreso o indemnización, otres son obligades a asistir a cubrir sus puestos de trabajo sin las condiciones mínimas de cuidado garantizadas.
Si algo ha dejado bien en claro el famoso virus que está circulando en nuestras calles es la precarización laboral y el deterioro de la calidad del tipo de ocupación, agravado tras cuatro años de neoliberalismo: según datos del tercer trimestre de 2019 publicados por INDEC, en la era Macri, en materia laboral, se crearon 1.233.000 puestos de trabajo, de los cuales 671.064 son cuentapropistas (el 54%), 352.573 son asalariados no registrados (el 29%) y 32.448 son trabajadores familiares que no tienen remuneración (el 2,6%). El saldo de Macri en empleo es 10,6% de desocupación y 85% de precarización. Analizando estos números, podemos observar que, en los últimos años, se han incorporado personas al mercado laboral, pero, ante la inexistencia de puestos en blanco, han ingresado en condiciones de precariedad, dejando en manifiesto la crisis que se está atravesando en materia de empleo en Argentina desde incluso antes de la cuarentena obligatoria.
A su vez, en la última Encuesta Permanente de Hogares (EPH) realizada para el mismo trimestre del 2019 por INDEC, se observa que, mientras que, en los asalariados varones, el 34,2% no está registrado en la seguridad social, en las mujeres asalariadas, la tasa alcanza el 36%.
Teniendo en cuenta que la precarización no sólo debería medirse mediante el registro a la seguridad social, sino, a su vez, tener en cuenta las condiciones de contratación, los derechos laborales básicos y los niveles de ingreso, nos encontramos con que más de la mitad de les ocupades (asalariades y cuentapropistas) sufren condiciones de precariedad extrema, situación que ha ido empeorando respecto a los años anteriores si analizamos los datos del mismo trimestre del año anterior (2018).
Como si no fuesen suficiente estos números como para alarmarse, se agregan las brechas de género en la precariedad laboral. A partir de los datos del informe “Las brechas de género en la Argentina. Estado de situación y desafíos”, difundido recientemente por la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género del Ministerio de Economía, se observa que las mujeres son las que sufren los mayores niveles de desempleo y precarización laboral. Ganan, en promedio, un 29% menos que sus pares varones, brecha que se amplía para las asalariadas informales, alcanzando un 35,6%.
A pesar de nuestra vocación de trabajar desde la perspectiva de género, hasta ahora, las estadísticas oficiales han reproducido el binarismo sexual. Por este motivo, utilizamos la división “mujeres/varones” en el léxico general. Por única vez hasta el momento, en 2012, se llevó adelante la Primera Encuesta sobre Población Trans: Travestis, Transexuales, Transgéneros y Hombres Trans (INADI e INDEC, 2012), sobre una muestra de 209 personas, de donde se desprenden algunos datos llamativos. El 20% de las personas encuestadas declaró no realizar ninguna actividad por la que obtenga dinero. El 80% restante expresó dedicarse a actividades vinculadas a la prostitución y trabajos informales de precaria estabilidad. El dato de cobertura de salud refuerza un panorama de fragilidad: el 80% no tiene obra social, prepaga o plan estatal. De esta manera, lo que sucede en el mercado laboral con las personas travestis y trans todavía permanece oculto a los ojos del Estado.
Lejos de constituir una mera falla del sistema, las desigualdades plasmadas son funcionales a la forma en que se realiza la producción y reproducción sociales en el capitalismo.
Esenciales en cuarentena
Durante este periodo de cuarentena obligatoria, se ha vuelto más evidente lo necesarias que son las denominadas tareas domésticas y de cuidado, y cómo el mundo se paraliza cuando no hay quién las realice. Desde el interior de los hogares hasta el ámbito de lo público, se puede observar la importancia de familiares, docentes, niñeres, tutores, y demás que se encarguen de niñes, ancianes y personas dependientes como así también de las tareas domésticas y el funcionamiento del hogar. A partir de datos de la Encuesta permanente de hogares, sabemos que 8 de cada 10 mujeres mayores de 14 años realiza tareas domésticas, mientras que 6 varones de cada 10 no las realizan. En cuanto a las tareas de cuidado, a partir de la encuesta de uso del tiempo realizada por la dirección de Estadísticas de Buenos Aires para 2016, conocemos que las mujeres dedican, por día, 5 horas y media al Trabajo de Cuidado No Remunerado a Miembros del Hogar mientras que los varones, 3 horas y media.
Entre las actividades esenciales excluidas de la cuarentena obligatoria en el Decreto de Necesidad y Urgencia publicado el 19 de marzo, encontramos muchas relacionadas con los cuidados de les demás. Otras, no incluidas, al menos, inicialmente, fueron día a día mostrándose absolutamente necesarias para nuestra cotidianeidad. Son así “esenciales”, pero, en situaciones normales (véase sin pandemias de por medio), no valoradas como tales.
Hoy, queda de manifiesto que las tareas de cuidado “remuneradas” también son realizadas por mujeres en su mayoría y que el trabajo doméstico, cuando se lleva a cabo fuera de los hogares, “cobra valor”: enfermeras, médicas, trabajadoras de limpieza, cuidadoras/trabajadoras de casas particulares, encargadas de comedores comunitarios y merenderos. En algunos casos, estas ocupaciones, además de estar feminizadas, son las peor remuneradas.
A partir de datos de INDEC, podemos ver que, en el caso de las trabajadoras domesticas, el 97% son mujeres y el 73% no se encuentran registradas. En este caso, existe una brecha salarial entre las registradas y las no registradas del 36%.
Datos brindados por el Ministerio de trabajo evidencian que 7 de cada 10 personas que trabajan en el sector de enseñanza y en el de servicios sociales y salud son mujeres, y que, en este último, los varones ganan un 22% más que sus compañeras mujeres. También se manifiesta que, en otro sector fundamental como es el de restaurantes, si bien existe paridad de género en cuanto a la participación, los varones cobran un 13% más y esto se hace particularmente grave cuando consideramos que el nivel de informalidad es del 43%.
Todo esto nos lleva a replantearnos sobre la gravedad de la doble jornada y la sobrecarga que enfrentan mujeres que (además de sostener sus hogares a través de tareas de cuidados y tareas domésticas) salen a trabajar para frenar un poco toda esta vorágine, asumiendo mayores costos físicos y emocionales, así como un mayor riesgo de infección.
Ante la creciente preocupación sobre las consecuencias y el escenario económico que nos dejará el COVID19, creemos necesario retomar algunos aportes desde la economía feminista. Partiendo por una crítica al sistema capitalista como generador de desigualdades que permiten su reproducción y continuidad, queremos hacer hincapié en aquellos cuerpos que quedan “fuera” del sistema. Estos cuerpos son, justamente, los que, en las crisis, quedan más expuestos y, a la vez, son fundamentales para que “la rueda siga girando”. Sostenemos que estamos frente a una crisis de la reproducción social y que no estalla a causa de la pandemia generada por el COVID19, sino que viene manifestándose contra las condiciones de vida de todos los cuerpos de manera intrínseca al sistema capitalista en el que estamos inmersas. Queda en nosotres enfocar nuestras estrategias para obtener soluciones al conflicto capital-vida entendiendo que, si no podemos todes acceder a vidas dignas, no hay economías “exitosas” que tengan sentido.
*Por Caroll Cuesta, Virginia Paglia, integrantes del Espacio de Economía Feminista / La tinta.