Las trabajadoras de la economía popular avanzan para cambiarlo todo
El próximo 6 de marzo, y en el marco de un nuevo 8M, las compañeras nucleadas en UTEP, lanzarán la Secretaría de la Mujer y la Diversidad. Conversamos con compañeras de Buenos Aires y Córdoba sobre qué significa esta apuesta desde el feminismo popular.
Por Redacción La tinta
El mundo laboral, tanto formal como el que agrupa a un precariado que “llegó para quedarse”, es, quién lo duda, un ámbito dirigido mayoritariamente por varones. Sin embargo las trabajadoras de la economía popular se abren camino y avanzan “para cambiarlo todo”. A muchas las escuchamos hablando desde las entrañas, haciendo del sentir una bandera y una trinchera de resistencia. Las trabajadoras de la economía popular, muchas con trayectoria en movimientos y organizaciones sociales, entienden de la urgencia de construcciones que miren a las mujeres y disidencias, desde su propia identidad.
“Las mujeres del sector somos las que hemos sido violentadas o hemos acompañado a nuestras compañeras que tenían que seguir con el violento porque no tenían adónde ir, somos las que nos hemos hecho cargo del cuidado de nuestros hijos y nuestros viejos mientras salíamos a poner el cuerpo ante cada crisis económica”. Habla Dina Sánchez, y sus palabras filosas describen a las mujeres de la economía popular, esas que vienen de los ´90, sosteniendo los primeros piquetes y saliendo a pelear para garantizar el alimento de sus hijos.
Dina es referente de Frente Popular Darío Santillán. Explica que la Secretaría es fundamental para cristalizar el esfuerzo de quienes hace años vienen organizadas, hermanadas, luchando juntas. “En la UTEP, más de la mitad de quienes participamos somos mujeres, y queremos que eso se refleje en nuestra reivindicaciones pero también en los debates, en los lugares para tomar decisiones, en la construcción de un gremio distinto”. Dina fue una de las oradoras en la presentación de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP) en diciembre de 2019. Allí hizo referencia a la necesidad de construir un sindicato feminista, “porque sabemos que en la historia de las organizaciones gremiales, de los movimientos populares, muchas veces hemos sido las mujeres las que estábamos al frente, poniendo el cuerpo, parando la olla, sosteniendo un barrio, un productivo, pero quienes se sentaban a la mesa eran sólo hombres”.
En Córdoba, las mujeres y disidencias de UTEP también se reúnen a pensar la herramienta de géneros dentro del sindicato. Una de las referentes del espacio, Natalia Astegiano, del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), explica que se trata de una necesaria construcción colectiva para elaborar una agenda en común, que defienda y genere un plan de lucha en relación a las principales demandas de las trabajadoras.
La apuesta feminista no se agota sólo en UTEP. Las trabajadoras de la economía popular consideran importante la construcción de relaciones con otros espacios sindicales. “Para nosotras el primer paro de las mujeres el 8 de marzo, cuando Macri avanzaba con las medidas contra el pueblo trabajador y la Central General del Trabajo (CGT) tomaba el té, marcaron un punto de inflexión y demostraron la capacidad de construir unidad y de multiplicar la resistencia al neoliberalismo desde un espacio distinto. La lucha de estos años nos ha encontrado y ha permitido una unidad de espacios sindicales que es referencia para el conjunto del campo popular”, explica Dina.
Las demandas
Una de las principales demandas del sector es el tratamiento de la Ley de Emergencia en Violencia de Género que presentaron en 2019, “porque entendemos que para que haya ni una menos, el Estado debe respaldar con políticas públicas a las organizaciones que diariamente acompañamos y asistimos a las mujeres que atraviesan situaciones de violencia”, dice Natalia, y explica que el abordaje propuesto prevé una solución integral, abarcando proyectos de formación de promotoras, construcción de casas refugio, puestos laborales para profesionales encargades del acompañamiento. Entre las reivindicaciones locales hacen especial hincapié en la necesidad de aumentar el presupuesto para combatir la violencia, y el desafío propio y la exigencia al estado en cuanto a “pensar todas las políticas para el sector desde una perspectiva de géneros”.
Elena Cahuana Fernandez, referenta de la rama sociocomunitaria de MTE, cuenta que en Córdoba se conforma el espacio “para escuchar la violencia y las necesidades de la mujer, qué necesitamos las que estamos en las villas, en los asentamientos”, y continúa: “Hay mucha necesidad, no tenemos dónde dejar a los chicos, no tenemos dónde ir a reclamar cuando el marido a media noche nos golpea o cuando pasa algo en el barrio y somos nosotras las que tenemos que estar saliendo”.
“Nosotras no nos queremos conformar” explica Elena, “por eso armamos el sindicato para defender a la mujer que está siendo violentada en sus derechos por un estado ausente, que la mira a la mujer de lejos, y no la escucha”. La Secretaría entonces es la posibilidad de una herramienta para que “se escuche la voz de la mujer, de esta mujer que aún se siente marginada y olvidada por el Estado”.
Las trabajadoras organizadas tienen un desafío doble: las exigencias hacia afuera pero también hacia adentro de las estructuras gremiales. “Vamos a gritar bien fuerte, que las mujeres estamos organizadas y queremos ser parte también de los espacios de decisión, a la par de nuestros compañeros. En las cooperativas, en los sindicatos y en el movimiento de trabajadores/as en general”, escriben en el comunicado.
“Nuestro objetivo es que este espacio sirva para pelear por el reconocimiento de las tareas de cuidado, por la lucha contra las violencias y también para construir decenas de referentas que expresen las discusiones, el sentir y las propuestas de miles de trabajadoras de la economía popular a lo largo y ancho del país”, sintetiza Dina.
La deuda es con nosotras
“La deuda con nosotras es doble, triple, histórica”, expresa Dina. “Por eso cuando decimos que es hora de que nuestro sector sea protagonista y que las mujeres seamos protagonistas no estamos pidiendo permiso ni por favor. Estamos diciendo que no somos un ´sujeto beneficiario´, somos sujetas activas que garantizamos cientos de tareas invisibles, que hoy construimos feminismo popular y que vamos a cambiar la historia a favor de nuestro pueblo”.
Para Natalia la deuda más grande es con las mujeres y las disidencias “porque somos nosotras las que pagamos las consecuencias de una crisis económica y social que viene acrecentándose en los últimos años, y tenemos que crear todas las formas para salir a paliar las consecuencias de un modelo que nos excluye y nos oprime, y sobre todo nos violenta todos los días”.
Elena hace foco en el sindicato, y reconoce que la deuda más grande también tiene que ver con el reconocimiento como sindicato para sentarse a discutir sus derechos con el estado, “estamos construyendo futuro para las nuevas generaciones” concluye.
Así, las trabajadoras de la economía popular van caminando el feminismo popular en las estructuras gremiales, mirando de cerca las necesidades del sector y proyectando luchas, respuestas, resistencias. Son ellas, trabajadoras organizadas, las que son parte de ese precariado que supo construirse las herramientas para avanzar. “Somos las que sostenemos merenderos, comedores, espacios para acompañar a las mujeres que sufren violencia, a personas con consumo problemático. Somos las que movemos el mundo, pero además, en nuestros barrios, las que garantizamos que muchos y muchas no se caigan del mundo”, cierra Dina.
La convocatoria es el viernes 6 de marzo a las 10hs en la Plaza frente al Congreso de la Nación.
*Por Redacción La tinta / Imagen de portada: Camila Bustamante.