Los Ocampazos
El “Ocampazo” fue una experiencia de lucha del norte de la provincia de Santa Fe protagonizada por los trabajadores azucareros con el apoyo de diversos sectores. Desde allí, el 11 de abril de 1969, se dispuso una gran marcha que no pudo realizarse ante una brutal represión ejercida por el gobierno de Onganía. Medio siglo después, la memoria debe ser imprescindible para recordar la dignidad de los pueblos del norte santafesino y, desde allí, construir otro presente.
Por Carlos del Frade para Pelota de Trapo
“El “Ocampazo” fue una experiencia de lucha de gran impacto en quienes habita(ba)n la región norte de la provincia de Santa Fe en las décadas del ’60 y ’70. La acción colectiva comenzó a fines de noviembre de 1968, cuando los trabajadores azucareros decidieron realizar una marcha hacia la municipalidad ocampense, frente al incumplimiento en el pago de jornales por parte del Ingenio Arno. Ante la ausencia de soluciones, en enero de 1969, decidieron instalar una olla popular en la avenida principal. Luego, se incorporaron sus familias y realizaron una “marcha de ollas vacas” –cacerolazo- en las calles ciudad. También los estudiantes hicieron lo suyo y se proclamaron en huelga de hambre, resistiendo en el interior de la iglesia del lugar. Asimismo, trabajadores de la industria papelera, agricultores, comerciantes, profesionales liberales, trabajadores de los talleres de vagonerías (trabajadores de los ex pueblos forestaleros) y colectivos político-militantes de diferentes puntos del país, apoyaron la lucha», cuenta la investigadora Daiana Masín, en su trabajo Villa Ocampo arde: la pueblada de 1969.
Y agrega: «Finalmente, tras meses de negociaciones, acuerdos efímeros y posibilidades ciertas de cierre definitivo de la industria, se dispuso la “Marcha de los Pueblos del Norte” a la capital santafesina. El día 11 de abril de 1969 –fijado como fecha de partida-, la brutal represión ejercida por el gobierno de Onganía impidió su realización”.
Medio siglo después, en esas tierras del departamento General Obligado, en la frontera con Corrientes y el Chaco, la caña de azúcar comenzó a ser una melancolía, dejando espacio para los negocios inmobiliarios.
A principios del tercer milenio, César, en ese entonces de trece años, escribía poesías a la luz de una vela porque décadas de democracia no le habían llevado la electricidad. Su padre le tiraba la bronca por tantas velas gastadas. Era un obrero desocupado de aquel ingenio Arno, esa marca que dio origen al primer “azo” del año 1969, justamente, el Ocampazo. Le pagaban un peso por cosechar la caña y, como lo hacía de chiquito, ya tenía “jodida” la espalda. Muchos años después, César seguía insistiendo con la poesía, pero ya no había caña ni algodón.
Cuando se cumplieron los 45 años de aquella “Marcha del Hambre”, en medio de una charla con estudiantes de historia, se presentó un hombre grande, Romualdo Carlos Caballero. Dijo que fue el abanderado del Ocampazo. Aunque se suponía que todo el mundo sabía su historia, aquella vez fue la primera ocasión en que contó que marchó junto al legendario dirigente de la CGT de los Argentinos, Raimundo Ongaro y al lado del sacerdote Rafael Yacuzzi. Y que debió esconderse entre los árboles que todavía quedaban después del saqueo permitido que le otorgaron a La Forestal.
Una clase magistral del funcionamiento del sistema, su pedagogía contundente para que las nuevas generaciones no conozcan y, por lo tanto, no quieran las historias de sus lugares. Porque, al no conocerlas, al no quererlas, jamás defenderán su tierra.
Por eso, Romualdo estuvo 45 años callado, sin decirle a su pueblo que fue el abanderado del Ocampazo.
En estos días, medio siglo después, no muy lejos de allí, los obreros del azúcar de Las Toscas tampoco saben de aquella fenomenal demostración de dignidad ni tampoco qué significado tiene la palabra futuro porque los dejaron en la calle y nadie les dice ni les paga nada.
Este 11 de abril, hubo actos oficiales en Villa Ocampo. El problema es qué tipo de presente tienen hoy las familias que insisten en esos resistentes y estragados puntos del mapa del norte profundo santafesino.
«Hablar del Norte Santafesino es hablar de una zona típicamente subdesarrollada. Es una región donde abundan los pueblos fantasmas. (…) Por eso, antes de que desaparezca el norte de la Provincia, salimos a exigir lo que corresponde: trabajo, dignidad y posibilidades de futuro», se leía en la revista Cristianismo y Revolución, en aquel memorable año de 1969.
Medio siglo después, la memoria debe ser imprescindible para recordar la dignidad de los pueblos del norte santafesino y, en forma paralela, imprescindible la recuperación del protagonismo histórico para la construcción de un presente donde cientos y cientos de César puedan escribir poesía y tener trabajos en blanco, y cientos y cientos de abuelos como Romualdo tengan la posibilidad de ser felices antes de la hora sin sombra.
A cincuenta años del primer cimbronazo social que sacudió la Argentina en 1969, vayan estas líneas como modesto agradecimiento a la valentía de mujeres y hombres que siguen peleando contra las renovadas formas de ultraje en el techo de la provincia de Santa Fe.
Fuente: “Villa Ocampo arde: la pueblada de 1969”, de Daiana Masín, presentada en la IX Jornadas de Sociología, en la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, 2011; entrevistas a César Godoy y Romualdo Carlos Caballero, por el autor de la nota.
*Por Carlos del Frade para Pelota de Trapo