“Las políticas lingüísticas permiten hacerse una pregunta sobre la propia soberanía»

“Las políticas lingüísticas permiten hacerse una pregunta sobre la propia soberanía»
8 abril, 2019 por Redacción La tinta

Entrevista a Daniel Link en el marco del I Encuentro Internacional: Derechos Lingüísticos como Derechos Humanos, organizado desde la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC.

Por MEDIONEGRO

Lo esperábamos en el hall de entrada de la sede de Luz y Fuerza de la calle Deán Funes, pleno centro cordobés. Mientras tanto, paseábamos por la feria de editoriales que acompañó al I Encuentro Internacional: Derechos Lingüísticos como Derechos Humanos, instalada en la planta baja del edificio del gremio. A diez cuadras, el Teatro San Martín todavía recibía los coletazos de la visita del rey de España cuando Daniel Link llegó a la entrevista que pautamos para unos minutos antes de la charla “La lengua en la literatura latinoamericana” que lo tenía como invitado junto a Diego Bentivegna y Florencia Garramuño el jueves 28 de marzo.

Profesor, escritor, pensador, barón irreverente de las letras, cordobés exiliado en Buenos Aires a los 12 años por decisiones familiares. Daniel Link es conocido y reconocido en el ámbito literario. Dirige en la Universidad Nacional de Tres de Febrero la «Maestría en Estudios Literarios Latinoamericanos y el Programa de Estudios Latinoamericanos Contemporáneos y Comparados», y es profesor titular de la cátedra de «Literatura del Siglo XX» en la Universidad de Buenos Aires. Editó a Rodolfo Walsh, publicó libros de ensayos, ha sido traducido a muchos idiomas.

Subimos dos pisos de escaleras a paso acelerado, nos colamos en la biblioteca del sindicato, el único lugar tranquilo a esas horas de la tarde, y empezamos una charla que tuvo de todo, desde carcajadas hasta silencios. Con la imagen de Agustín Tosco de fondo mirándonos desde un cuadro, charlamos sobre la lengua, la RAE, el “querido rey” y los delirios paranoicos de los espacios de poder.

—Nosotres tenemos una mirada que tiene que ver, por un lado, con la denuncia, pero también con lo constructivo. Por eso, nuestras preguntas intentan apuntar hacia donde podemos construir. Sabemos que la corona española y la Real Academia trabajan diferentes modos de explotación de la lengua, ¿cuáles te parecen que son esos dispositivos de constricción, de colonización, de cierre que se vuelven a actualizar con cada Congreso y, en particular, con este Congreso del 2019?

—Básicamente, el discurso de la Real Academia Española, del Instituto Cervantes, de la corona española es más o menos siempre el mismo. Es más, si uno analiza históricamente los discursos que se dan en los contextos de los Congresos de la Lengua Española –y, en principio, habría que luchar contra esa denominación de “española”– , esos discursos siempre dicen las mismas huevadas. Van agregando cositas de contexto, como, por ejemplo, la regulación de los usos del lenguaje en Internet o en la redes sociales, o en WhatsApp. Me dicen que la Real Academia Española acepta los emoticones. “¡Ay, pero mirá qué bien! Nos quedemos tranquilos”, como si a alguien le preocupara si la Real Academia acepta o no los emoticones.

Por un lado, se ve el ejercicio de un poder económico que ciertamente preocupa. Pero, por el otro, se ve la imposición de un poder paranoico que da risa. La idea de poder controlar lo que 600 millones de hablantes hacen con la lengua castellana es básicamente un delirio paranoico. Entonces, frente a eso, primero tratemos de pensar cuáles son efectivamente los problemas lingüísticos verdaderos, de política lingüística que tenemos ante nosotros, y tratemos de pensar formas de resolverlo.

Por ejemplo, la constitución del Mercosur se suponía que iba a patrocinar la enseñanza del castellano en las escuelas de Brasil y la enseñanza del portugués en las escuelas argentinas, cosa que nunca sucedió. Esto no es porque nosotros somos pobres o porque la Argentina es un país de mierda, aunque todo esto puede ser así. Sino porque existen intereses para que eso no suceda, porque significa que Argentina, Uruguay y Paraguay, los países que hablan el castellano dentro del Mercosur, podrían llegar a imponer su propia norma, una norma muy cómoda para los brasileños que dicen “voce” y para nosotros que decimos “vos”.

Hay una cosa intuitiva que nos dice que eso es bueno para que los chicos aprendan a hablar el castellano y, al mismo tiempo, es bueno para que los hispano parlantes puedan aprender el portugués. Pero la idea de que la academia es la que impone una norma y, por otro lado, instala sus propios Institutos Cervantes en Brasil, impide la creación de un área de poder lingüístico que pueda pensar una reforma ortográfica que acerque el castellano que nosotros utilizamos al portugués, o que recupere el gallego, que es una lengua muy transicional entre el castellano y el portugués. Lo que se hizo en la península española fue exactamente los contrario. Tomaron el gallego, lo alejaron del portugués y lo hicieron una variante del castellano. Por eso, el gallego que podés escuchar en los medios, en la televisión, en la radio, es un gallego horrible que nada tiene que ver con el antiguo gallego que formaba parte de un grupo lingüístico llamado galaicoportugués.


«Esas políticas lingüísticas, que a la gente puede parecerle cosas de especialistas, tienen un efecto político concreto: impedir que se cree una conciencia y que esa conciencia permita hacerse una pregunta sobre la propia soberanía».


Lo que les dice un presidente liberal, como el que tenemos, es “vengan, vengan, traigan sus empresas”. Ya las trajeron y, todo lo que pudieron, lo fundieron. Pedir que vuelvan los españoles en nombre de las inversiones que necesitamos significa arrojarse a las fauces del león. Así como dice el himno, “a sus plantas rendido un león”, ahora decimos “por favor, león, vení y comenos”.

—Macri, en la inauguración del Congreso de la Lengua, definió a la lengua como “nuestro mayor activo, la riqueza mejor distribuida de nuestra comunidad” y también dijo: “Imaginemos si acá los argentinos hablásemos argentino y los peruanos, peruano, y los bolivianos, boliviano, y necesitásemos traductores para hablar con los uruguayos”, ¿qué lectura hacés de estas frases en este contexto?

—Primero, no escuché el discurso completo de Macri porque sencillamente no creo que valga la pena. Un teórico que a mí me gusta mucho siempre decía que la estupidez no puede analizarse porque, si uno analiza la estupidez, toda la televisión se derrumbaría. Lo que dijo es una estupidez, punto. Yo me detuve en otra cosa que dijo Macri que me pareció súper interesante, cuando cita a Elcano. ¿Por qué habla de Elcano? ¿A qué viene esto? En Buenos Aires, la calle Elcano es una calle de Belgrano, del Belgrano más virreinal, está rodeada por Virrey Loreto, Virrey Avilés, Virrey Olaguer Feliú, entonces, mencionar a Elcano es, en algún sentido, añorar ese régimen donde nosotros estábamos gobernados por virreyes. Me pareció muy sintomático la idea de mencionar una aventura expansionista y colonial, como cualquiera de estos viajes después del descubrimiento de América, pero particularmente el del Elcano, porque remite a un lugar muy específico en Buenos Aires que es el Belgrano virreinal, donde todas las calles llevan los nombres de los virreyes, un homenaje que no entiendo por qué tenemos que sostener. Como si de pronto tuviéramos un Belgrano dictatorial en el que las calles se llamasen Videla, Massera, es prácticamente una especie de delirio.

—Esto que mencionabas hace un rato, los intereses económicos que vienen con el Congreso de la Lengua, que el rey no viene de visita solo por el Congreso de la Lengua Española, es raro, pero hay mucha gente que no lo sabe, ¿qué te parece que se cerró esta vez con la venida del rey?

El rey, directamente, habló de la reforma laboral. Reclamó reforma laboral, reclamó poder despedir a la gente sin pagarle indemnización, reclamó que se modifique el régimen jubilatorio. No es un invento mío, salió en los diarios. No estamos hablando del lenguaje inclusivo, de la x, de los emoticones, estamos hablando de cuestiones ligadas a un orden económico y, sobre todo, a un orden político. En el cual, el rey, convengamos, es un pelotudo más, no es que el rey sea verdaderamente el que maneja los hilos. Esto es el capitalismo global del cual el rey, porque maneja la lengua castellana que es la misma que se maneja en América Latina, es el portavoz.

—Álvarez Pallete, CEO de Telefónica, participó del Congreso de la Lengua y le solicitó a la RAE que elaboren una “Constitución Digital”, con derechos y obligaciones de las personas y de las máquinas. En ese sentido, Muñoz Machado, director de la RAE, planteó que hay que tratar de normatizar el lenguaje de las máquinas. Hablaron de problemas como la viralización de errores gramaticales o de palabras ‘incorrectas’, también dicen que los algoritmos desechan palabras que se usan poco, ¿cómo ves este panorama hacia adelante? ¿Lenguaje de las máquinas vs. lenguaje de las personas?

—Este es el costado paranoico divertido. Pensar que va a haber un grupo de lingüistas, o de profesores, o de filólogos españoles que va a regular el lenguaje de las máquinas es divino. Ahora bien, una cosa es que esto se plantee como una obra de ficción, y es divertido, pero cuando alguien pronuncia eso como discurso público en un foro internacional, te das cuenta que esa persona perdió contacto con la realidad. Mirá si les va a decir a los chinos, a los japoneses y a los americanos que hay que modificar los algoritmos porque acá se perdió la palabra “barrio”, por ejemplo. Es un disparate, pero lo que demuestra es que esa gente, en algún punto, tiene preocupaciones económicas muy concretas, intereses verdaderos por los que pasa la explotación de la lengua, pero que eso enmascara otro tipo de cosas. Y para no decirlas, tienen que inventar una preocupación abstracta en relación con el futuro del lenguaje asociado con la robótica.

Daniel Link y Cecilia Pacella, directora de la Escuela de Letras de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC

—Claro, con la tecnología, pero no con los usos. Hay mucha preocupación por esto, pero por fuera, los usos, el uso de la “e”, el uso del lenguaje inclusivo no termina siendo un eje central de su preocupación, pero sí el avance de las máquinas en el uso de las palabras.

—No termina siendo fundamental, pero fijate que no quieren discutir los usos inclusivos del lenguaje, lo cual es importante. Porque, por ejemplo, si yo te propongo que discutamos si a vos te queda bien esta camisa o no, si vos no querés discutirlo es porque para vos eso constituye algo que puede llegar a dañarte. Pero si te da lo mismo lo que yo piense sobre tu camisa, te sentás a discutir conmigo, no vetás la discusión.

—Igual, Muñoz Machado hizo algunas declaraciones a favor del lenguaje inclusivo…

—Sí, pero, en general, están en contra. Y han vetado el uso de la X, han vetado ciertos usos en particular, insisten que el masculino no es discriminatorio. Y lo acabo de dar como ejemplo, yo tengo una nieta. ¿Qué le digo a mi nieta en el día del niño? ¿No lo festejamos porque tenemos que esperar a que haya un día de la niña? ¿O un día del niñe? Ahí claramente el masculino es discriminatorio.

—Claramente. También, queríamos aprovechar este momento para que nos cuentes un poco del proyecto del Diccionario Latinoamericano de la Lengua Española, de qué se trata.

—Qué bueno que me preguntás por esto porque siempre me olvido y es un proyecto muy lindo. En la Universidad Tres de Febrero –que tiene una idea parecida a la que domina este Congreso, la de pensar los derechos lingüísticos como derechos humanos–, tenemos un observatorio de políticas lingüísticas que lo coordina Diego Bentivegna que va a estar ahora conmigo en la mesa.

Venimos, desde hace años, pensando en poder tener un diccionario en donde la gente defina, es decir, donde los usuarios del lenguaje puedan definir el sentido de las palabras que ellos usan. El lema es “definí las palabras de tu mundo, definí tu mundo”. Es decir, que, al definir el sentido de las palabras que utilizamos, estamos definiendo el mundo que habitamos.

Y la gente puede ir incorporando palabras. Es decir, ¿yo estoy de acuerdo con todas las definiciones que se proponen? Bueno, no. Puedo proponer otras. Pero la idea de un diccionario democrático significa que cada cual pueda establecer el sentido de las palabras que utiliza. De modo que lo que uno ve ahí son debates.

—¿Es un foro?

—Sí, sí, cualquier persona puede entrar en la página buscando «Diccionario Latinoamericano de la Lengua Española», DILE, de la Universidad Tres de Febrero. Tiene casillas para incorporar palabras y definiciones, dando un ejemplo y poniendo, por ejemplo, si la palabra corresponde al registro juvenil o al registro familiar, o al registro carcelario. O si la palabra es sexista o neutra, o lo que fuere.

—¿Y se regula entre los que están participando?

Lo único que nosotros hacemos es que las palabras no se publican automáticamente, sino que hay una moderación. Están moderadas porque, como hay mucho troll, de pronto entraban y te ponían “kirchnerismo: ladrones que no sé qué”. Entonces, si hay una palabra que alguien define, “concha”, “culo”, la que sea, cualquier palabra, en ese punto, no hay censura, y pone la definición y pone un ejemplo, la palabra se publica. Y por el momento, tiene 1200 voces, esperamos llegar a un número considerable.

El proyecto empezó hace unos tres años. Y cuando haya un número considerable, ahí podemos encarar la posibilidad de editar un diccionario. Porque, además, al ser un diccionario latinoamericano, lo que nosotros tratamos de evitar es definir un uso como un uso americanismo. Por ejemplo, tal palabra tiene este sentido en Paraguay, tal palabra tiene este otro sentido en Bolivia. Pero eso no significa que sea un bolivianismo o que sea un argentinismo, como dice la academia, que es una cosa muy odiosa. ¿Por qué las palabras que no son de un uso americano no se definen como españolismo? Porque, en ese punto, todas la naciones son iguales. Entonces, lo único que nosotros pedimos es que digan en qué país se usa, si es España, dirá España, si es Honduras, dirá Honduras, si es Paraguay, dirá Paraguay. Pero no consideramos que es un paraguayismo.

—¿Cuáles son para vos los desafíos de ahora en adelante en torno a este tipo de eventos que seguramente se van a seguir haciendo? Eventos como el CILE y como este Encuentro por los Derechos Lingüísticos.

Me parece sumamente necesario contar con un foro propio donde uno pueda efectivamente plantear, yo no digo soluciones necesariamente, pero, por lo menos, interrogantes, las preguntas legítimas que nosotras podamos tener a propósito de los alcances de determinadas políticas, etc., etc. Poder decir “mirá, nos preocupa esto, ¿alguien tiene alguna idea en relación con esto?”. Para compartir porque, a lo mejor, uno piensa, «ay, esto que pienso yo es una estupidez» o, a lo mejor, alguien me dice “no, esto que estás pensando vos es una cosa que ya se pensó en el siglo XVII en este otro contexto”.

Por ejemplo, lo que yo te digo sobre la reforma ortográfica, el siglo XIX fue un siglo que debatió intensamente sobre si el castellano debía beneficiarse con una reforma ortográfica, finalmente no se hizo. Pero bien podríamos tener nosotros una relación entre el lenguaje hablado y el lenguaje escrito mucho más sencilla que la tenemos porque la heredamos de los españoles. Las H, un montón de cosas ridículas que complican y estigmatizan, porque una persona que tiene faltas de ortografía lo sabe, no es que no lo sepa. Sabe que está en un lugar inferior en cuanto al uso del lenguaje. Digamos que si uno puede eliminar esos elementos que distorsionan la relación libre con el lenguaje, estaría haciendo algo bueno. Quiero decir, la pregunta que uno tiene que hacerse, en principio, es si lo que estamos pensando es para el bien o para el mal. Y la verdad, que yo no veo que nada de esto lleve al mal. Por el contrario, las preguntas que se hace la academia, como la de si los robots van a olvidar palabras importantes de la lengua castellana, es el mal porque básicamente es una locura. Y además, ¿a quién le sirve ese pensamiento? ¿Quién gana con eso? Esperemos que sigan habiendo estos lugares para preguntarnos cómo seguir haciendo el bien.

Nos despedimos y la pregunta de Link nos queda resonando. Continuamos recorriendo la feria, saludando a amigues y conocides que se acercaban a Luz y Fuerza. Durante el panel que lo tenía como une de les protagonistas, vamos comprendiendo que la respuesta es clara y escribirla quizá sea un mero acto reflejo de lo redundante. Estamos haciendo el bien, o al menos, con estas irreverencias planificadas, intentamos transitar ese camino.

*Por MEDIONEGRO.

Palabras claves: Congreso Internacional de la Lengua Española, Daniel Link, Derechos lingüísticos, Lengua, lenguaje

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