A la orden del desorden global

A la orden del desorden global
3 diciembre, 2018 por Redacción La tinta

La cumbre del G20 finalizó con una declaración de consensos mínimos e insustanciales. No mencionó nada sobre cambio climático o migraciones, pero incluyó los hits del consenso neoliberal emergente: bancarización digital, emprendedorismo y promoción de “trabajo a través de plataformas digitales”. Cambiemos reiteró su política exterior voluntarista e ideológica a favor del libre comercio y desaprovechó la oportunidad de potenciar, en su rol de anfitrión, la voz del Sur global. A pesar de la escasa cobertura y el excesivo despliegue de seguridad, la cumbre tuvo un fuerte rechazo de amplios sectores y organizaciones.

Por Emiliano Guido para Nuestras Voces

El gobierno argentino gastó un volumen de dinero equiparable al recorte presupuestario universitario –3 mil millones de pesos aproximadamente– para organizar la primera cumbre del G20 que omitió la palabra “proteccionismo” en el documento final. El presidente Mauricio Macri y la mesa chica encargada de diseñar la política exterior –el Canciller Jorge Faurie, el asesor especial en temas de defensa Fulvio Pompeo y el Jefe de Gabinete Marcos Peña– sobreactuaron su rol de anfitrión y, en todo momento –ya sea en declaraciones en on o en off a la prensa amiga–, buscaron dar a entender que la amabilidad del local podía torcer las tensiones geopolíticas que hoy cruzan a fuego el escenario global. El sistema mundo visto como un reality show.

Macri se conmovió hasta las lágrimas en el epílogo del show ofrecido en el Teatro Colón a las delegaciones extranjeras, Juliana Awada invitó a sus pares a un almuerzo frugal y estanciero el viernes, Patricia Bullrich cercó la capital argentina y mandó a expulsar pobres e indigentes para no incomodar a los visitantes, el gabinete en pleno realizó muestras desmedidas de simpatía. Pero, eso sí, las posiciones históricas del denominado Sur global –aumento de las barreras arancelarias a los bienes con valor agregados del norte para equilibrar el comercio global, exigir a los organismos de créditos políticas de deuda menos condicionantes, criticar el intervencionismo militar de Occidente en zonas extraterritoriales– no fueron enarboladas en ningún momento por el Jefe de Estado argentino. Macri y sus sombras en la cumbre –los ya mencionados Faurie, Pompeo y Peña– eligieron, entonces, intervenir en una cita multilateral tan gravitante sin agenda propia.


El gobierno argentino se congratuló por el hecho de que la Cumbre alcanzó una declaración final. Sin embargo, el texto de cierre suscripto ha sido tan esquivo en desanudar los temas comunes más espinosos –cambio climático, migraciones–, donde incluso Estados Unidos no da su palabra de respetar el Acuerdo de París, como elogioso de las nuevas metas promovidas por el modelo financiero global.


El joven analista internacional argentino Juan Elman fue el primero en dar cuenta de ello en las redes sociales: el llamado Consenso de Buenos Aires no incluye la palabra “proteccionismo”, música para los oídos de los brokers, los complejos industriales más desarrollados y blindados por sus Estados, y los paraísos fiscales. Si, como se advirtió, la declaración final es una cadena de frases insustanciales en los temas sensibles ya citados, el documento cobra volumen y detalles más específicos y gravitantes en la agenda aperturista del futuro. Por eso, aparecen con fuerza, en la Declaración final y sin elipsis narrativa, los hits del consenso neoliberal emergente: bancarización digital, emprendedorismo, promoción de “trabajo a través de plataformas digitales”.

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Entre China y Estados Unidos

Por otro lado, el gobierno de Macri buscó mostrarse conciliador y partner friendly con las dos principales potencias económicas: Estados Unidos y China. Al presidente norteamericano, Macri le prometió colocar el yacimiento de gas shale de Vaca Muerta en la hoja de ruta de los inversionistas gringos, ser intransigente y aumentar el cerco diplomático contra el gobierno de Nicolás Maduro, y profundizar los acuerdos antinarcóticos y antiterroristas firmados con la DEA y el Comando Sur. Al líder Xi Jinping –con quien, este domingo, Macri sostendrá una reunión bilateral–, el presidente argentino aseguró que la cuota exportable de bienes primarios a Beijing seguirá su curso –lo que profundizará la sojización de nuestra matriz productiva–, se mostró a favor del ingreso de capitales chinos para jugar en el mercado del litio y las energías renovables; a su vez, el gobierno chino prometió un swap de 9 mil millones de dólares para engrosar las reservas del Banco Central.

El gobierno, a su vez, figuró en un comunicado oficial estadounidense que daba cuenta “de la actitud depredadora” de China en el Cono Sur. El embajador argentino Diego Guelar, luego, negó que la Casa Rosada avalará esas palabras. ¿Puede Argentina jugar a dos puntas en el fuego cruzado entre Estados Unidos y China?, preguntó Nuestras Voces a uno de los sinólogos más respetados de Argentina, el politólogo Julio Burdman, profesor de Geopolítica en la Especialización de Estudios de China Contemporánea de la Universidad de Lanús. “EE.UU. identifica a la competencia estratégica China como el objetivo central de su política exterior y de defensa. Eso implica desplazar otros conceptos ordenadores como el terrorismo o el fundamentalismo islámico, que eran parte excluyente en el discurso del Departamento de Estado hasta hace poco. Ese concepto, sin duda, derrama en la preocupación manifestada por altos funcionarios estadounidenses alrededor de la presencia económica china en particulares áreas de una economía regional que Washington considera como su área de influencia. Eso se vio en Argentina con el caso de la estación aeroespacial china en Neuquén, que llegó a ser tema de tapa en The New York Times”, comienza advirtiendo Budman.

El profesor de la Universidad de Lanús apunta un hecho que no tuvo mucho rebote este fin de semana en la prensa argentina. El último jueves, mientras los ojos del mundo estaban en la capital argentina, el gobierno chino organizó un importante evento diplomático comercial en Brasil para transmitirle al inminente presidente Jair Bolsonaro que romper la alianza bilateral con su país implicará pagar costos políticos. Concretamente, el presidente de la Cámara de Comercio Brasil-China advirtió en la conferencia “Escenario Post Elecciones en Brasil & Futuro de los Negocios con China” que: “Durante la crisis económica que sufrió Brasil de 2014 a 2017, la peor de su historia, China apostó por el país sudamericano con millonarias inversiones que ayudaron a mantener miles de empleos en todo el país. Bolsonaro debería dar una medalla a China porque tuvo el valor de creer y aportar en Brasil e invertir billones de dólares que han hecho que el país tenga unas reservas de dólares envidiables, porque, cada año, tiene un superávit gigantesco con China”. Evidentemente, Xi Jinping tendrá cara de bonachón, pero lidera una potencia que juega duro, por más que enarbole una política de inserción más suave, es decir, menos intervencionista, que su rival EE.UU. ¿Seguirá Macri creyendo que puede tallar en la tensión chino-estadounidense con bromas, llantos y chistes de fútbol?

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Los abismos del G20

Esta semana, no sólo llegaron a Buenos Aires Jefes de Estado y diplomáticos de todas partes del mundo, también arribaron líderes de coaliciones sindicales internacionales, referentes de plataformas globales por la Justicia Fiscal y portavoces de colectivos ambientalistas. Ese conjunto de organizaciones sociales tejieron la llamada Semana de Acción Global Fuera G20 y FMI. El repudio a los presupuestos económicos y políticos plasmados en la agenda de mandatarios fue construida con diferentes tipo de intervenciones. El globo gigante de bebé Trump, traído a la Argentina por un activista globalifóbico estadounidense, acaparó flashes en la escasa cobertura que el maistream mediático otorgó a las voces críticas de las cita multilateral, pero el rechazo a la cumbre de Buenos Aires incluyó varios capítulos.


Talleres de discusión sobre libre comercio, perfomances artísticas dentro de la UBA, el lanzamiento de una red continental que se llamará “América Latina Mejor sin TLC” y, claro, la movilización del viernes que no llegó a oídos de unos presidentes aislados de una ciudad militarizada y enmudecida por vallados, el patrullaje constante de uniformados y el cierre del transporte público. Nuestras Voces habló con los portavoces de dichas agrupaciones para conocer su mirada sobre la nueva ronda del G20.


En principio, la Asamblea “Argentina Mejor sin TLC”, un espacio de impronta académica –donde se destaca el trabajo de expertas en libre comercio como Betina Müller y Luciana Ghiotto– elaboró una interesante publicación titulada “Los 10 mitos y verdades del G20”. De su lectura, se desprenden varios datos interesantes relacionados a las políticas de flexibilización laboral que impulsa la entente multilateral: “El G20 se propone aumentar la tasa de participación de las mujeres en el mercado de trabajo. El G20 estima que el 55% de las mujeres en todo el mundo no tiene ingresos propios. Estiman que si las mujeres participaran en la economía de la misma manera que los varones, habría un crecimiento del 26% en el PBI mundial para 2025. ¿Pero de qué inclusión estamos hablando? ¿Es posible esa participación sin pensar en el tiempo de trabajo doméstico de cuidados no remunerado que hacen las mujeres? A su vez, con el avance de la tecnología, cada vez más trabajos están siendo digitalizados o sustituidos por máquinas o robots. De esa manera, desaparecen los empleos en áreas más fácilmente digitalizables, como educación, salud, administración. Un informe del Banco Mundial (Dividendos Digitales 2016) indica que, en Argentina, un 60 por ciento de todos los puestos de trabajo podrían ser destruidos y/o subtituidos por la automatización”.

La profesora Sonia Winer, integrante del Seminario de Cultura para la Paz y Derechos Humanos de la UBA, cuyo titular de cátedra es el Premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel, advirtió a Nuestras Voces que “nuestro país gastó alrededor de 3 mil millones de pesos en la organización del G20, igual dinero se recortó del presupuesto público universitario. Por otro lado, el G20 promueve un modelo de liberalización económica y desregulación laboral que impacta de forma directa sobre todas las formas de trabajo. Sus países miembros siguen siendo responsables de tres cuartas partes de las emisiones de gas de efecto invernadero, pero ninguno está cumpliendo con las metas del Acuerdo Climático de París”.

El periodista peruano Carlos Bedoya, de la red regional Latindadd –una articulación por la Justicia Fiscal– recordó un hecho que, llamativamente, estuvo fuera del radar de los medios concentrados: el G20, cuya buena parte del panel de presidentes y funcionarios estuvo involucrado en la trama de los Panamá Papers, no incluyó en su temario la discusión de los paraísos fiscales. “Es que los beneficios tributarios a las grandes compañías son parte del paquete del programa del G20. Entonces, qué quedó de la promesa de la primera cumbre del G20 de acabar con los paraísos fiscales. Sólo el plan BEPS (contra la erosión tributaria) de la OCDE que, a pesar de impulsar el intercambio automático de información tributaria entre países y buenas prácticas de transparencia, constituye una hoja de ruta edulcorada que no apunta cambios sustanciales en el orden fiscal global. Por eso, ahora tenemos a los paraísos fiscales vivitos y coleando, y lo mismo ocurre con la fuga de capitales y el fraude fiscal”, finalizó Bedoya.

* Por Emiliano Guido para Nuestras Voces

Palabras claves: China, Estados Unidos, G20

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