Sacar del closet a la deuda: ¿por qué el feminismo hoy confronta a las finanzas?
Compartimos la introducción al libro “Los límites del capital. Deuda, moneda y lucha de clases”, del filósofo político George Caffentzis, que muy pronto editará Tinta Limón.
Por Luci Cavallero y Verónica Gago para Lobo Suelto
Reunimos aquí cuatro textos del filósofo George Caffentzis –uno en co-autoría con Silvia Federici– y de cada cual extraemos preguntas para nuestro presente. Los textos, en este sentido, funcionan para actualizar y sistematizar discusiones reabiertas hoy desde las luchas feministas. Son éstas las que obligan, desde un punto de vista situado, a volver a pensar cuestiones claves como el dinero, la deuda, las expropiaciones, el trabajo y lo común.
¿Cómo funciona el endeudamiento como “contra-revolución en la vida cotidiana”?
Desde la acción del 2 de junio de 2017, cuando gritamos frente al Banco Central de la República Argentina ¡Vivas, libres y desendeudadas nos queremos!, repartimos volantes y leímos un manifiesto con el mismo título, pusimos en escena y en el debate público el endeudamiento privado, doméstico y familiar como un problema del feminismo. Nos preguntamos entonces qué significa ser insumisas de las finanzas. Empezamos así a problematizar la dinámica abstracta de las finanzas en su relación con la vida cotidiana, con las formas de la violencia en los hogares y en los diversos territorios y con las modalidades actuales de explotación del trabajo.
Aquella acción tuvo resonancias múltiples. Una de las más interesantes es el modo en que para el 4 de junio de 2018, distintos sindicatos se apropiaron de esa consigna para hacer sus convocatorias a la marcha NiUnaMenos. En el medio, se estaba iniciando uno de los procesos más acelerados de endeudamiento público de la historia argentina que terminó con la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), una devaluación brutal de los salarios y un recorte del presupuesto público que incluyó la eliminación de trece ministerios.
Con anticipación, desde la perspectiva feminista, se logró trazar la conexión entre endeudamiento privado, doméstico, y endeudamiento público, mostrando el tipo de máquina de obediencia que se retroalimenta y que instala la matriz de la deuda como régimen específico de explotación y extracción de valor.
Unos meses después, la reunión en Buenos Aires del Women20 (el grupo de mujeres que hace parte del G-20) fue contestada también desde el movimiento feminista, impugnando el intento de apropiación neoliberal de nuestras luchas. Se discutieron desde las calles las propuestas de “inclusión” financiera, laboral, digital y rural que impulsan la mediación bancaria como forma financierizada de la “inclusión” en clave emprendedora-empresarial.
Hoy vemos cómo las finanzas aterrizadas en los territorios han construido una red capilar capaz de, por un lado, proveer financiamiento privado y carísimo para resolver problemas de la vida cotidiana, derivados del ajuste y la inflación; por otro, estructurar la temporalidad de una obediencia a futuro, culpabilizando e individualizando la responsabilidad de unos despojos que han vaciado los territorios de infraestructura (de la salud a los servicios de agua, pasando por la provisión de alimentos).
En este sentido, la “contrarrevolución de la vida cotidiana” operada por el endeudamiento busca confiscar tanto el deseo de transformación que se organiza colectivamente (en contrapunto con la vergüenza individual de la deuda) como encadenar la reproducción a la deuda, ya que hoy el hecho mismo de vivir “produce” deuda.
Cuando decimos ¡Vivas, libres y desendeudadas nos queremos!, desde el feminismo se impulsa un movimiento de politización y colectivización del problema financiero que tiene un triple vector de radicalidad: 1) le pone cuerpo y narración concreta a la abstracción financiera; 2) asocia el problema de la deuda a las violencias contra los cuerpos feminizados, ya que vincula el endeudamiento de las economías domésticas –sostenidas en su mayoría por mujeres– con la falta de autonomía que nos expone aun más a las violencias machistas; 3) asocia las actuales formas de explotación laboral tanto a nivel de las economías llamadas formales y asalariadas con las consideradas no asalariadas con los dispositivos financieros.
Es posible retomar desde aquí lo que Caffentzis plantea como punto estratégico de conexión entre las luchas: hoy desde el movimiento feminista es posible sacar del closet a la deuda; es decir, visibilizar su modo específico de expropiación y la estructura de obediencia que implica.
¿Qué significa que el límite del capitalismo sea “subjetivo”? ¿Cómo el feminismo actualiza hoy la relación entre trabajo y luchas?
Caffentzis plantea aquí una discusión con quienes apuestan al fin del capitalismo por la vía del colapso de los recursos energéticos. Como una suerte de venganza-límite impuesto por la “Madre Naturaleza”. Nos interesa el problema que ubica en esta perspectiva: el abandono de la pregunta sobre la dimensión subjetiva de la producción de valor. Las dos cuestiones no pueden disociarse: no hay cómo entender las formas actuales neo-extractivistas sin mapear su articulación concreta con las formas actuales de explotación del trabajo. La noción de un “extractivismo ampliado” que conecta los despojos en territorios urbanos y campesinos con la financierización de los derechos sociales y traza el vínculo entre las formas más precarias de trabajo y los dispositivos financieros (bancarios y no bancarios), permite no escindir la cuestión del trabajo (en sus múltiples formas) y la cuestión de los recursos (de los energéticos a las tierras). La noción de “extractivismo ampliado”, entonces, evita “naturalizar” y esencializar los recursos llamados naturales y, a la vez, desplaza la discusión a otro de los puntos que están en este libro: ¿a qué llamamos lo común e incluso lo comunitario?
Claro está que cuando hablamos de explotación del trabajo nos referimos a un trabajo que no mantiene los límites ni la fisonomía dada por el salario. Y esto también está planteado en la relación que Caffentzis traza entre la clase trabajadora contemporánea (entendida en un sentido muy amplio) y su relación con el endeudamiento.
Ahora, ¿qué significa que el límite del capitalismo es “subjetivo? Por un lado, pone una exigencia fundamental a la pregunta sobre qué es el anti-capitalismo hoy. Lo quita de un a priori dogmático o un enunciado abstracto. El problema de lo subjetivo, para Caffentzis, es un problema de “paciencia” de lxs trabajadorxs, las amas de casa, lxs estudiantxs, lxs migrantes, etc. unidxs por el dispositivo de la deuda: ¿cuánto se soportan las condiciones de violencia que hoy necesita el capital para reproducirse y valorizarse?
Hoy es el movimiento feminista, más que otras políticas de izquierda, el que plantea una disputa justamente sobre lo “subjetivo”: es decir, sobre los modos de desobediencia, desacato y rechazo a las dinámicas de violencia actuales, conectadas íntimamente con las formas de explotación y extracción de valor. A través del proceso de organización del paro internacional feminista hemos impulsado este punto también estratégico: visibilizar y conectar las dinámicas no reconocidas de trabajo, rechazar la jerarquía entre lo productivo y lo reproductivo, y construir un horizonte compartido de luchas que reformula la noción misma de cuerpo, conflicto y territorio.
Los elementos considerados “no económicos” son la clave de la economía crítica. Y esto es hoy lo que la economía feminista puede desplegar como perspectiva ampliada y radical de la “economía”.
En este sentido, Caffentzis aporta problemas fundamentales: la filosofía del dinero como una cuestión a la vez espiritual y material, el vínculo entre deuda y vida cotidiana, las finanzas y los afectos, los procesos renovados de acumulación originaria y, también como lo aprendimos de Silvia Federici, los modos de criminalizar los saberes y poderes que se oponen a los cercamientos.
Por eso desde la economía feminista se actualiza hoy la crítica de la economía política. Desde la economía feminista no se plantea una inclusión subordinada de las mujeres al mercado laboral tal como existe. Porque no se reduce a cuestión de cupos, brechas ni techos de cristal. Porque un feminismo que se asume anti-neoliberal no quiere, como dicen las Mujeres Creando, una porción del infierno neoliberal.
La economía feminista implica una redefinición, desde los cuerpos diversos, de lo que es trabajo y expropiación, de los modos de hacer comunitarios y feminizados donde se disputan las economías populares, de las finanzas como guerra contra nuestras autonomías. Es así que redefinimos en la práctica qué significa desobedecer y, por tanto, marcamos los límites de la apropiación del capitalismo neoliberal de nuestras formas de vida y de deseo.
*Por Luci Cavallero y Verónica Gago para Lobo Suelto / Imagen de portada: Emergentes.