Chile, la memoria y el fútbol
El 11 de septiembre de 1973 la selección de Chile estaba citada para entrenar. Debía jugar su repechaje ante la URSS para clasificar al Mundial de 1974. Aquel día todo cambio. Pinochet derrocó al gobierno de Salvador Allende y el Estadio Nacional pasó a ser un campo de detención, tortura y muerte. A 45 años, David Pizarro e Isaac Díaz, jugadores de «La U», trotaron con flores y en silencio hasta ese memorial hecho de hierros y tablones que recuerda el horror, bajo el lema «No olvidamos».
Por Redacción La tinta
El 11 de septiembre de 1973 un golpe de Estado impulsado por el general Augusto Pinochet, con apoyo de los Estados Unidos, derrocó al gobierno democrático de Salvador Allende en Chile. Desde 1970 el socialismo había logrado romper el bipartidismo proponiendo reformas radicales que le valió la enemistad de las grandes empresas multinacionales, de la oligarquía chilena y los medios de comunicación.
Paradójicamente ese mismo 11 de septiembre la selección de fútbol debía presentarse a entrenar de cara al primer partido ante la Unión Soviética por el repechaje clasificatorio al Mundial de 1974. Muchos de los jugadores de aquel plantel eran confesos partidarios de Allende y temían por sus vidas y la de sus familiares. La dictadura no iba a permitirse perder semejante oportunidad de que el fútbol pueda menguar el clima de conflicto social y todo derivó en un bochornoso segundo partido en Santiago, dos meses más tarde, en el que se vio cómo un grupo de futbolistas chilenos avanzó desde el centro del campo de juego hasta un arco deshabitado. La URSS había decidido renunciar al encuentro en rechazo al golpe militar y denunciando que el mismísimo Estadio Nacional, escenario del bochorno, había sido utilizado como campo de detención, tortura y muerte.
Actualmente, este mismo estadio en el que juega La Roja cada partido de eliminatorias, conserva un sector de las gradas tal como lucían hace más de 40 años: una estructura de hierros y tablones de madera. Se conserva allí como símbolo de la memoria de aquellos días en el que el Estadio Nacional quedó manchado de sangre en sus pasillos y vestuarios. Registros fílmicos y fotográficos muestran cómo los detenidos pasaban los días entre los tablones esperando saber cuál sería su destino. «El partido de la vergüenza», fue la función final de aquellos primeros días de terror que recién comenzaban.
Hasta ese Memorial de los Detenidos Desaparecidos, hecho de hierros y tablones, se dirigieron al trote una vez más David Pizarro e Isaac Díaz. En la previa al partido ante Palestino, ambos jugadores de la Universidad de Chile desandaron el camino contrario al de aquellos jugadores que, con miedo, protagonizaron el peor gol de la historia del país. Con ramos en sus manos se acercaron hasta el memorial que lucía la leyenda «No olvidamos».
En medio de un mismo aplauso, esta vez el Estadio Nacional celebraba una corrida solitaria de dos jugadores. Esta vez fue para seguir abonando la Memoria que, a 45 años del último golpe militar en Chile, sigue disputándole el partido de la historia al olvido.
*Por Redacción La tinta