La política como emoción
En entrevista con VoVe, Omar Rincón, periodista y académico colombiano, habla sobre las nuevas formas de percibir la política, más ligada con la pasión que con la razón. Como un partido de fútbol, en el que importa más el efectismo que un programa de gobierno.
Por VoVe
En el marco de su participación en el ENCIC (Encuentro de Comunicadores) organizado por la Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional de Salta (UNSa), VoVe entrevistó al periodista y académico colombiano Omar Rincón sobre comunicación, redes sociales y política en el contexto de las elecciones en su país.
Rincón es profesor asociado de la Universidad de los Andes (Colombia), director de la maestría en periodismo y analista de medios para el diario El Tiempo. Pero a su vez, es consultor en comunicación para la Fundación Friederich Eibert.
Una semana antes de viajar a Salta para participar del Encuentro de Comunicadores en esta universidad, fue uno de los principales disertantes del Primer seminario de la Red Latinoamericana de comunicación política “Tiempos de cambio. Comunicación, campañas y redes sociales en América Latina”, realizado en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia). Encuentro que reunió a una veintena de gurúes comunicacionales, referentes de campañas políticas y analistas políticos de América y España.
En ese marco, VoVe preguntó por la supuesta importancia que tienen las campañas comunicacionales para ganar o perder elecciones y cómo se ha virado de los tradicionales partidos políticos, los programas y propuestas, a una estética de la imagen y la construcción del candidato. “Bueno, estos eventos (por el Seminario de comunicación política) demuestran una cosa, y es que a la gente le encanta la comunicación política. Creo que es el goce como en un partido de fútbol. La política se ha convertido cada vez menos en razón, en programas, en partidos, en ideas, y se convirtió en emoción, camiseta, hinchar, cantar, sonreír. Entonces es algo de la transformación de la democracia, se volvió hipercomunicativa y es una tendencia con la que ya no hay nada que hacer».
Además, agregó que «el contexto sociocultural y sociopolítico lo es todo, o sea, no hay ninguna fórmula que se pueda aplicar en Salta, Jujuy y Mendoza, no funciona. Cada contexto sociocultural, cada cultura política, cada cultura sentimental determina qué tipo de campañas hay que hacer».
Sin embargo, lo que más le llama la atención «son las campañas políticas del gobierno, de comunicar gobernando, porque ahora ya no se requiere un asesor de comunicación sino un director de estrategia, uno encargado de medios, otro de periodistas, otros de marketing, de redes sociales, de big data, otro de diseño y cuestión de imagen. Yo pensaba cada vez que hablaba un asesor, ‘pero entonces los gobiernos se tienen que dedicar a comunicar y no les va a quedar tiempo de gobernar, porque están tan obsesionados con comunicar que…’. Pero también a veces uno dice, ‘¿será que nos están vendiendo humo o será verdad?’».
La conclusión de Rincón es que «los medios no son importantes para ganar elecciones pero sí son fundamentales para asegurar gobernabilidad. El poder no es cómo ponen un presidente, sino cómo le hacen la vida de pedacitos o amable a ese presidente. Eso queda demostrado aquí con Cristina y Macri, los medios pueden hacer aparecer que todo está más o menos decente o que todo es una porquería, en eso creo que los medios tienen mucha influencia».
“Lo más grave es cuando hay un encuentro de consultoría política, nadie habla de los temas, nadie habla de las políticas públicas, nadie habla de empleo, de derechos humanos. No, de eso no se dice nada. Se habla de cómo manejar a la ciudadanía para aparecer como que uno está con esos temas”.
Al mismo tiempo “de alguna forma, el diseño de los candidatos y los gobernantes tiene que buscar ser una ficción pero real, que es una cosa muy complicada. O sea, tengo que armar un storytelling de tu vida como gobernante o como candidato pero que sea real, porque si es ficticia las redes sociales te pueden matar. Entonces te toca partir del real-real a crear una ficción de la política», explicó.
A su vez, “las redes sociales crean sentimientos de indignación, de matoneo, de adjetivación de la realidad que son interesantes ponerles cuidado porque te permite ir viendo la sensibilidad, el termómetro de la ciudadanía, y que los políticos cometen el error de querer manipularla sin escucharlas. Creo que estos contratan un gran estudio de Big Data para decir, ‘la gente quiere oír que le ofrecen seguridad’, entonces yo ofrezco seguridad, y creen que porque la gente quiere seguridad y yo ofrezco seguridad, automáticamente la gente da, y no es tan cierto, sino que hay que usar más las redes sociales como sentido de escucha, casi como de permanente contacto con la gente».
—Claro, en estos encuentros siempre se habla del candidato, de la imagen, de las causas pero las causas…
—Minimalistas. Claro, pasa que yo creo que también en algo los asesores políticos tienen razón y es que la ciudadanía está cansada de las promesas utópicas reformadoras y en eso tiene culpa todo lo que ha sido la historia política de América Latina. Las utopías de la dictadura no funcionaron, las de la derecha la llevaron a la pérdida del poder, las progresistas a una cosa de odios furibundos.
Entonces, estamos en un mundo de pequeñas utopías chiquiticas, por lo que tengo que responderle a un mundo privatizado. Creo que la gran victoria del capitalismo es que hoy no hay ciudadano ni hay colectivo, no hay organizaciones, sino hay “Yos”. Tengo que responder a cada yo en su interés particular. Eso hace que el candidato tenga que responderle igual a los jóvenes que están a favor de un animalito, a los que están a favor de una sexualidad, a los que están en contra de otra sexualidad; tienen que responderle a cada uno. Cada cual quiere su mensaje personalizado, es casi una política ondemand. Y la gente quiere escuchar que su pequeñito mundo tiene una secuencia de escucha en el candidato. En ese sentido el “errorismo” de Macri es interesante, porque lo que dice es “yo los escucho, me equivoco permanentemente, pero los escucho”. Entonces eso que debería ser evaluado muy mal, el ciudadano lo evalúa bien, porque dice “este sí escucha”, “Cristina no escuchaba”.
Pero de alguna forma, todo tiene que ver con el contexto sociocultural y político. Y con otra cosa que al menos veo yo, que soy más simplista y lo veo como una telenovela, con el enemigo. Quién es el villano, o sea, si yo sé quién es el villano, yo sé qué tipo de heroísmo debo construir. Si no tengo la idea del villano, no sé contra quien luchar. Por eso la gran victoria de Macri se debe a Cristina, si no estuviera Cristina él no podría ser presidente. Mira el caso colombiano ahora, el gran villano es (Nicolás) Maduro, que se transporta al (ex candidato a presidente Gustavo) Petro, que es un centro izquierda, ni siquiera la izquierda. Lo que decían es que si ganaba, Colombia se convertía en Venezuela, de esa manera logran que gane (Iván) Duque, el otro candidato, sin hacer nada más que “no quiero convertirme en Venezuela”.
—¿Cuál es el futuro del progresismo en Colombia después de la aparición de Petro?
—Yo creo que Colombia es un país de derecha. Cuando toda Latinoamérica estaba en el progresismo, Lula, Mujica, Bachelet, Cristina, Evo, Correa, Colombia era visto como el país más de derecha de América Latina, primero Uribe y después Santos, ambos de derecha.
Ahora que la región se recuesta en la derecha, Piñera, Temer, Macri. Colombia parece que estuviera a la izquierda de esos países, porque es un país como Chile o Perú, en que los cambios políticos no afectan la macro economía, el modelo cultural, el modelo educativo. Es como aceptado. Petro fue alcalde de Bogotá y tampoco tocó eso. La variación tiene que ver únicamente con dos áreas que son derechos humanos y medio ambiente. Entonces con Duque los derechos humanos no van a importar, porque a estos sujetos no les importa, en eso se parecen mucho a Macri, y segundo, tampoco les importa el medio ambiente, están por la minería extractivista y la producción con menores impuestos de los ricos del campo.
Algunos dicen con respecto a Duque, que como no militó con Uribe, sino que se suma, no va a ser un peón de Uribe, sino que se le va a revelar como Santos o como Lenin Moreno en Ecuador a Correa. O sea, los peones no existen en política, cuando tú llegas al poder, a rey puesto, rey muerto y chau.
Y lo de Petro lo que sí expresa es algo que pasa en todo el continente y es que la gente está muy en bronca con la sociedad, y que candidatos que hagan propuestas radicales sociales, tienen mucha posibilidad de arrastrar a la juventud sobre todo. Pero ese impulso de rebeldía juvenil, de algo que sea distinto, de querer un mundo distinto al que tenemos, se estrella permanentemente con los miedos que genera Maduro en Venezuela. Imaginate que si en Chile, que es el país más alejado, Piñera hablaba de que se convertirían en “chilezuela” si seguían así.
Entonces, en este momento hay como dos demonios con los que no se puede combatir, el primero es “no queremos convertirnos en Venezuela” y el segundo “contra dios no se metan, contra mis hijos, defendamos la ética sexual de un solo matrimonio, una sola manera de ser de la familia”, que son dos cosas super cómodas que a través del miedo te suman un 20% de votos. Y eso puede hacer la diferencia en una elección.
Esto hay que trabajarlo mucho más en la sociedad. Nosotros desde las teorías decimos que la corrupción le importa a la gente. Mentira, la corrupción no le interesa a la gente para nada. Si la corrupción importara, en Colombia no hubiéramos elegido por lo menos el 50% de congresistas que elegimos y en toda América Latina pasa exactamente lo mismo.
*Por VoVe.