Historia oral del anarquismo revolucionario de Córdoba en los años 70 (parte 1)
Como si se tratara de un gran rompecabezas incompleto, reunir las piezas de las luchas que nos antecedieron, de las diferentes tendencias políticas e ideológicas, es una tarea que siempre nos debemos los y las militantes. Conocer sus análisis, sus apuestas, aprender de los errores y aciertos. Palpitando el 24 de marzo, recuperamos una entrevista colectiva realizada en el 2005 a compañeras y compañeros referentes de la resistencia libertaria de los años 70 en Córdoba.
Por Editorial Kuruf
A partir de que un grupo de jóvenes compañeros tiene la necesidad de conocer para luego contar la experiencia y el accionar del anarquismo y los anarquistas en Córdoba en la década del 70, Juan Antonio Romano, Cacho Zurbriggen, Jorge Urusoff, Pirucha y Horacio resolvimos juntarnos para contar nuestra experiencia y el compañero Atos junto a otros compañeros tomaron para sí la tarea de grabar y luego darle forma al relato de los hechos y análisis de los mismos. Teniendo en cuenta cómo nosotros analizábamos la situación y acciones por aquella época. Surgiendo una visión de conjunto de aquellos hechos vistos y analizados desde hoy.
A esta instancia llegamos luego de entrevistas parciales, búsqueda de materiales y documentos e intercambio de correspondencia que desembocó en una entrevista colectiva donde estuvieron ausentes: Hipólito Ripas Irañeta (fallecido), Carlos Lorenzo (fallecido) y Graciela Saur (desaparecida), protagonistas centrales de los hechos relatados.
Como la lucha continúa, pensamos que es de gran importancia que los militantes demos a conocer nuestras experiencias con sus aciertos, errores y dificultades para que las generaciones que no estuvieron en aquel momento puedan sacar elementos que aporten para las luchas que desarrollan hoy.
Esperamos que otros compañeros que también actuaron en aquella época hagan su aporte en la forma que ellos crean necesario para dar a conocer las experiencias en las que participaron.
El Lele, Hipólito Ripas Irañeta
Jorge: —Era un viejito de barba blanca que vivía al lado del campo que habíamos comprado y nosotros lo observábamos. Se la pasaba leyendo y charlaba con sus vaquitas, tenía diez holando. Los vecinos que vinieron a saludarnos cuando llegábamos, se ocuparon de hablar mal de él.
En alguna medida no nos integramos los adultos con él, pero los chicos sí porque el tenía una relación muy especial con las criaturas y nosotros nos resolvíamos en la comunidad como en los kibbutz y nos resolvíamos por asamblea, los sábados. Los chicos tenían voz pero no voto y una noche se aparecen con el viejito de barba blanca de la mano y le informan a la asamblea que ellos habían decidido adoptar al señor Ripas Irañeta como su Lele. Después piden permiso y se van a dormir.
Queda el Lele con nosotros y dice “Bueno, pero ¿de qué se trata esto?” porque a él le llamaba mucho la atención y se reía un poco por lo citadinos que venían a hacerse los campesinos porque nosotros sembrábamos y carpíamos con la mano. Entonces le contamos lo que queríamos, salvo cuando venía Carlitos Lorenzo que le hacía explicaciones teóricas e intelectuales. Nos quedamos callados y dice Lorenzo “Bueno, Lele ¿qué le parece?” y dijo “Me gusta la patriada” y desde entonces nos robó el corazón.
Piru: —Tenía una panadería y conoce al dueño del campo en Río Primero. El tipo lo entusiasma. El viejo contaba poco porque era muy discreto, pero los mismos vecinos nos contaban. Nunca quiso hacer la división del campo. El campo hacia 8 o 10 años que no se trabajaba, había unos yuyos, un desastre. El viejo trabajó mucho tiempo en una panadería en Río Primero, iba y hacia las facturas. El era especialista en eso. A la noche se iluminaba con un candil hecho con una botellita de las que eran antes de coca, con kerosene y una mecha. Con eso leía.
Jorge: —Asiduo lector, tolerante y buenazo, el “Lele” se fue descubriendo como antiguo militante del gremio de Panaderos, afiliado a la FORA, y de una sólida formación intelectual y filosófica. Perteneció a grupos que organizaron zonas de descanso, esparcimiento y estudio, o lugares de refugio clandestino en las sierras, donde aún deben quedar propiedades que fueron de ellos, pero eran clandestinas, nadie supo más nada. Se quedó a vivir en la zona después que la policía lo arrestó y torturó, tirándolo por muerto.
El abuelito Mario Forti
Jorge: —Ya se habían armado las Tertulias Anarquistas Domingueras y a través de la gente de la Universidad Tecnológica conocimos al Viejo Mario. Uno de los componentes del grupo de la tecnológica era Renato Forti, y entonces se supo que su padre era un viejo anarquista y habló de La Protesta. Hipólito, el Lele, no nos había hablado de La Protesta. El abuelito Mario era un militante impresionante tipo Severino Di Giovanni. Se inició en La Rioja, creo que fue la cuestión de la huelga ferroviaria. El entró a participar con nosotros que éramos como 60.
El abuelito Mario se interesó mucho en nosotros porque encontrar tantos jóvenes interesados en el anarquismo lo entusiasmó. Acostumbrado, como decía Nicolás Sacco, “al destino de ser un predicador en esquinas vacías”. Él tenía claro lo de Sacco porque sabía que estaba solo, arrinconado por su clandestinidad. Murió clandestino, ya que tenía cuentas con la justicia, porque era un hombre de la pesada. En la casa del abuelito Mario todo lo que había eran canutos, la cama, todo. Pero además de una militancia sacrificada porque después de todo este proceso él hace una imprenta en la comunidad. Levanta una casa y lleva una imprenta plana. Te podés imaginar la imprenta era de su época. Él debe ser de 1800 y algo. Pero él iba en bicicleta a la comunidad por caminos de tierra.
La llegada de Horacio
Horacio: —Vengo de una colonia, había venido a Córdoba a estudiar agronomía, huyendo de la Argentina profunda, como maestro en condiciones muy duras en Santa Elena, donde estaba el frigorífico inglés. Eso creaba que todos los correntinos del norte fueran a trabajar allí. El alcoholismo que había y los chicos con un asma galopante. Entonces buscando huir de esa situación y mejores climas voy a recalar en Córdoba. Voy a una pensión donde Jorge paraba cuando venía a trabajar en el mercado. Yo tenía preocupaciones muy intuitivas. Mi tío le había regalado a mi mamá una foto de Perón y los alemanes, por ascendente de mi vieja, veían en Perón cierta adhesión pero no nos llegó ese tema.
Había una preocupación intuitiva, tenía 20 años, algo funcionaba mal. Venía quemado de ver el tema de la pobreza, los daños del alcoholismo en los chicos, en cómo nos enfrentaban a los maestros recién recibidos con ese colectivo de chicos adolescentes.
Digo “esto no funciona”. Paralelamente me había dado el periodo de estudiante viva la pepa. Yo tenía que ir durante el verano a trabajar. Yo tenía que sacar todas las materias en diciembre. Cuando entré como maestro ya me empecé a tomar las cosas en serio pero no me encajaba lo militar. El problema son los militares le decía a Jorge. Y aquel me dice “los militares no deben existir”. Yo muy campesino, ahorraba muchísimo oxigeno por el tema del asma, hablaba muy sintético y me pasó el libro Dios y el Estado.
Yo estudiaba agronomía y él me decía “una vez que te recibas ¿qué vas a hacer?”. “Y voy a trabajar en el campo como cualquier agrónomo”. Paralelamente agronomía era una facultad de chicos bien, hijos de los hacendados. Hasta en coche iban. Me conectó con Jorge en una casa familiar, él estaba en el campo con Pirucha, el Lele y Alexis. Entramos a hablar y me pasa ese libro, y en una ocasión en Río Primero yo me reencuentro con el trabajo del campo.
El frente barrial: Colonia Lola y Miralta
Fragmento de un volante entregado en el barrio:
«El 26 de enero de 1973, los padres, madres, maestros y alumnos de la escuela “Libertad”, ocupamos el centro vecinal para destinarle un lugar a la escuela. Con esa acción rescatamos el edificio y los elementos que nos pertenecen y que no prestaban ninguna utilidad. Posteriormente, los padres, maestros y vecinos colaboradores, reunidos y de común acuerdo, viendo la necesidad de organizarse, decidieron formar la Comisión de Padres de la Escuela Libertad, que se encarga del mantenimiento y funcionamiento de la escuela, distribuyéndose las tareas concretas.(…)
Todo esto, vecinos, tal vez no todos nos demos cuenta de la importancia que tiene para nuestro barrio. Así vamos haciendo ver que no nos vamos a dejar engañar y que reconocemos que tenemos miles de necesidades, como el agua, la luz, dispensario eficiente y muchas más. Porque somos un barrio de trabajadores.
Pero también, sobre todo, demostramos lo capaces que somos, demostramos que vamos a resolver nuestros problemas, como estamos resolviendo ya el de la escuela. Porque somos gente capaz de luchar, de sentir y trabajar por el interés del barrio y de todos los que están en nuestras condiciones.
Con todo esto, unidos y organizados en comisiones de trabajo, grupos, comités de lucha o como queramos llamarlos, coordinados y en donde todos podamos participar y decidir sobre lo que nos interesa o afecta, vamos a hacer ver lo capaces que somos de resolver nuestras necesidades y de imponer nuestros derechos. Unidos todos por la solidaridad y a través de la coordinación de nuestros esfuerzos, de nuestro trabajo, de nuestras luchas, sin peligro de ser usados para fines que no son los nuestros».
La experiencia del Taller Total
Juan: —El Taller Total aunque parece una cosa extrañísima, significó que desde el año 1971 al año 1976 la Facultad de Arquitectura funcionó de forma autogestionada.
Realmente se pudo generar una democracia directa, en administrar y en reformular la carrera. Para tener noción de la magnitud de estos hechos, hay que tener en cuenta que estamos ante una experiencia que abarcó a la totalidad de la carrera de arquitectura y que transformó tanto la forma como el contenido de la misma.
La carrera de arquitecto tenía una particularidad, desde que ingresa el estudiante tiene una materia que es diseño de edificios y empieza diseñando edificios pequeñitos, y esto como concepto es que cada año se hace un edificio más complejo. Analizando esto resulta que el diseño de edificios pareciera ser rodajas de salame, y nunca veíamos el salame entero. Es decir, se estudiaba cada parte, cada etapa, aislada del todo. Frente a esta situación, se implementó el “Taller Vertical” -antecesor del Taller Total-, que consistía en “juntar todos los niveles, todos los años de la carrera, de esta materia, e integrarlas siempre a un contexto mayor. Entonces el que entraba a primer año, su primer proyectito era una parada de ómnibus, pero empezó a saber que esa parada de ómnibus estaba en una calle frente a un hospital que había sido proyectado, etc., etc. O sea que estaba integrado con toda una cosa más amplia. Lo cual tuvo como consecuencia que se desarrollara la plena conciencia de que la arquitectura es uno de los hechos que mayor impacto social tienen y que más influyen en nuestra vida.
Llevar adelante el Taller Total era una tarea era enorme, se trataba de organizar toda una carrera con cientos de estudiantes y docentes, pero se finalmente se logra. Ese gran taller se organiza en diferentes talleres que trabajan a distintos horarios y en donde se establecen diferencias en las disciplinas e integración en las distintas disciplinas confluyentes en la arquitectura. ¿Qué quiere decir esto? Que empezamos a fabricar, a entender, la creación de una democracia directa funcionando en forma autogestionada, y es por eso que se tomará la facultad… se tomará en el sentido de que funcionará la facultad con 12 talleres que configuraban el taller total, y que estaban coordinados, y las situaciones referentes a lo específico estratégicas se discutían en la asamblea general de la facultad. Incluso la administración de la facultad también era discutida en las asambleas, y esto sucedía… y mientras tanto estaba la lucha sindical y nos sumábamos a la lucha sindical.
*Por Editorial Kuruf.
Leé la segunda parte de esta Historia oral del anarquismo revolucionario de Córdoba en los años 70 haciendo click aquí.