Archivo de la Memoria Trans: «Activismo antes del activismo»
María Belén Correa es fundadora y trabajadora del Archivo de la Memoria Trans, espacio que reúne y protege material de la comunidad, con la intención de avanzar en la reconstrucción de la memoria trans a partir de fotos y videos personales, recortes de revistas e historias contadas por las propias sobrevivientes. Dialogamos con ella sobre este proyecto, sobre la historia de la comunidad en Argentina y sobre el significado de la memoria para un sector históricamente reprimido o invisibilizado.
Por Redacción La tinta
“El Archivo de la Memoria Trans es una reunión familiar. Surge de la necesidad de volvernos a abrazar, volvernos a mirar, de reencontrarnos después de más de 15 años con las compañeras que creíamos muertas, con las que nos distanciamos por diferencias o por el exilio; y con los recuerdos de las que, efectivamente, ya no están”.
Archivo de la Memoria Trans: texto de curaduría de la muestra “Esta se fue, a esta la mataron, esta murió”.
En sus propias palabras, María Belén es activista, fundadora del primer grupo trans de Argentina y de la Red LACTRANS, que impulsa la Ley de Identidad de Género a nivel latinoamericano; actualmente, trabaja en el Archivo de la Memoria Trans. “En Latinoamérica, me dicen líder, yo me considero una sobreviviente en realidad, mi único mérito es ser la única que queda viva de las que hicieron el primer grupo”.
—El trabajo que podemos ver del Archivo de la Memoria Trans es increíble y hermoso, ¿cómo surge la idea de construirlo y de qué materiales se compone?
—Con Claudia Pía Baudracco, activista que falleció en el 2012, teníamos la ilusión de juntar a las chicas que estaban dispersas por distintas partes del mundo, las que se habían exiliado, las que se habían escapado. Y, a la vez, siempre juntábamos cosas como tickets aéreos, postales, cartas. Cuando murió Pía, yo heredé sus cenizas y la familia nos deja, además, su biblioteca, que para ellos eran papeles, y, entre medio de sus cosas, también había una caja de fotos. Pía tenía una particularidad, le gustaba robar fotos a las compañeras, entonces todas terminábamos en la caja de Pía, quisieras o no. Descubrimos esa caja en un sótano de una amiga donde ella la guardó, porque es habitual que la familia de una persona trans, cuando ella muere, trata de borrar todo vestigio de que esa persona pasó por la familia, porque es la vergüenza.
Entonces, las fotos del archivo, no sólo las de Pía, sobrevivieron a todo esto. Había chicas que vivían en hoteles y, cuando eran arrestadas por varios días, al salir, ya no tenían cuarto de hotel, porque al no haberlo pagado, ya no quedaban ni sus cosas, y siempre alguna de las chicas trataba de recuperar sus fotos o algún bolsito de lo que le habían tirado, si es que tenían alguna amiga. Entonces, sobreviven a la desidia de la familia, del Estado, de los hoteles. En la caja de Pía, encontramos fotos de los `80 y los `90, del activismo antes del activismo. Porque todo lo que conocemos de activismo es desde los `90, el movimiento LGTB nace en el `96, pero antes había manifestaciones y declaraciones en la prensa por la muerte de alguna compañera, pero de forma particular, no como una organización.
Entonces, sí hubo un activismo antes del activismo. Compañeras desaparecidas, asesinadas por la policía, que nadie las reclamaba, por no tener familia, porque, al momento de que te echaban de tu casa, ya habías muerto para esa familia. Entonces, íbamos a reclamar, pero no te entregaban el cuerpo porque no eras familiar directo, entonces muchas se hacían pasar por tías, por hermanas o iban con una abogada, Ángela Vanni, que fue clave porque ella podía reclamar los cuerpos, sino eran enterradas como NN.
—Es interesante, en la reconstrucción de la memoria, cómo la familia se constituye de forma diferente o juega otro papel que en los organismos de derechos humanos de Argentina, donde fue fundamental su rol.
—De hecho, cuando se arma el NUNCA MÁS y comienzan a elaborar las listas de desaparecidos, Carlos Jáuregui se reunió con un rabino que se encargó de la lista y él hablaba de unas 400 personas que estaban clasificadas como depravadas, degenerados o desviados. Había fichas de que te llevaban por eso, pero no había familiares que te reclamaran, y, en los derechos humanos, también estaba marcado el patriarcado, no se respetaba a estas identidades, en las propias organizaciones te trataban mal. Una lesbiana no era lesbiana, era feminista. Era normal burlarse o rechazar. Muchos compañeros hicieron una mea culpa por esto.
El inicio
La caja de Pía fue un disparador. Primero, se hizo un documental “Si te viera tu madre. Huellas de una leona”, con la vida de Pía y, a partir de ahí, volvió la idea de reencontrarnos, de sabernos vivas. A finales del 2012, yo armo un grupo de FB secreto y comencé a ingresar a las chicas conocidas que tenía, y cada una fue ingresando a otras y, así, llegamos a un grupo de 1200 chicas de distintas partes del mundo y encontramos a las mayores de 55 años e incluso a las jovencitas, para que supieran y para empezar a relacionar las generaciones. En el grupo, nos reencontramos, comenzamos a sabernos vivas, a contar anécdotas y publicar fotos. Eran fotos de un álbum familiar y así se empezó a armar.
Después de dos años, conocí a Cecilia Estalles que estaba buscando material para hacer una exposición en Canadá sobre trans y feminismo. Ella eligió el caso de Gina Vivanco, una chica trans asesinada por la policía en 1992. Le llamó la atención que, en la familia de Gina, había cuatro hermanas trans, entonces, la contacté con las personas cercanas a Gina y de eso sale el documental “De la misma especie”. A partir de esto, ella ya estaba adentro del grupo secreto, entonces, un día, me muestra que éramos un archivo serio, que había muchas imágenes muy fuertes que tenían que salir a la luz. Para nosotras, eran fotos familiares, pero ella las veía muy artísticas. Entonces, ahí entra el choque del arte y las exposiciones, y donde empezamos a hacer visible este archivo.
Hicimos la primera exposición: “En busca de la libertad, exilio y carnaval”. En 2017, en el Haroldo Conti, un sitio emblemático de la memoria, ya más reconocidas como Archivo, con un trabajo de tres años, con más de mil imágenes digitalizadas, habiendo capacitado a 5 chicas trans mayores de 50 años en esa área. Para esta muestra, hubo cuatro fotógrafas que hicieron la curaduría. Tres de ellas se encargaron de lo artístico y Cecilia le dio un sentimentalismo al conocernos e interiorizarse sobre lo que representaban las fotos.
—Las palabras MEMORIA y NUNCA MÁS son sumamente importantes en nuestro país, al menos, para algunos sectores, para construir un pasado que permita leer el presente y haga ecos en el futuro. ¿Qué significa para la comunidad trans en particular y para la sociedad, en general, el trabajo del archivo?
—Nosotras, como parte de esta sociedad, estamos haciendo nuestra parte de “Memoria, verdad y justicia”. La democracia para nosotras vino en el 2011, no en 1983. Desde el `83, se comienza a reconstruir la memoria, esa que tenían las personas en sus cabezas, y, mediante las entrevistas de las sobrevivientes, se empezó a reconstruir. Nosotras estamos haciendo exactamente lo mismo que hicieron las Abuelas, para reconstruir lo que pasó, lo que nos hicieron.
En 2012, se sanciona la Ley de Identidad de Géneros, que vino a cubrir un 30% de nuestras necesidades, pero, a la vez, nos trajo a la democracia, porque, hasta el 2011, nosotras votábamos en una mesa de hombres si queríamos votar, pero no estábamos registradas como lo que éramos, con la vida que estábamos diagramando. No figuraba María Belén Correa en ningún lugar, existía socialmente, pero no ante la ley. Entonces, hasta el 2012, nosotras estábamos peleando la ley de identidad de género y la de matrimonio igualitario. Es más, Pía se murió pensando en eso, porque pensábamos que, antes de pensar en lo que nos hicieron, teníamos que pensar en lo que queríamos cambiar en ese momento. Desde mi posición de exiliada, queriendo hacer algo por mi lugar, yo podía estar pensando en lo que nos pasó. Los grupos que están en Argentina están ocupados en la actualidad: medicación, hormonas. Nosotras como Archivo nos empezamos a dedicar a construir ese pasado para podernos ubicar en “Memoria, verdad y justicia”. Estamos en la primera etapa.
—¿Qué es “justicia”?
—Yo creo que no vamos a llegar a tener una “justicia” como la que tuvieron los otros grupos, pero parte de la justicia va a ser que se sepa todo, que no se oculte lo que nos hicieron. Transformarlo en verdad va a ser cuando la sociedad lo sepa y lo conozca. Hoy, estamos en memoria, como las Abuelas estaban en el `84,` 85, `86, tratando de tener un mecanismo organizado para poder recolectar.
—En relación a las fotografías, cuando comenzaron en la recolección del material, ¿qué les llamó la atención o qué lecturas pudieron hacer a partir de las imágenes?
—Las lecturas empezaron a ser visibles a partir de las fotógrafas, para nosotras, eran nuestras fotos comunes en nuestros ámbitos sociales. Para las fotógrafas, fue un shock porque ellas estaban en un mundo que no sabían. Para nosotras, eran fotos que demostraban que, a pesar de toda la persecusión y el encierro, nos seguíamos reuniendo. Hay una frase que dice que una reunión es una revolución, nosotras nos seguíamos reuniendo, a pesar de que afuera te estaba esperando un patrullero, porque eras plata caminando.
—Es llamativo que, en las fotografías tomadas en Argentina, se las ve en ámbitos cerrados, mientras que los espacios públicos comienzan a aparecer en el exilio.
—De todas las fotos que tenemos, las de Argentina son en espacios cerrados, en el exilio, podíamos decir: vamos a comer a un supermercado, vamos al cine, de hecho, el exilio de la pobre era en Uruguay y, en Uruguay, no éramos detenidas como en Argentina ni había el grado de violencia ni discriminación. En Uruguay, ibas a un control sanitario por dos horas y estabas trabajando a las cuatro de la mañana en una zona roja. Pero si yo estaba caminando a la tarde haciendo compras, la policía no me molestaba, porque no estaba haciendo ningún delito.
En Argentina, eras arrastrada de una compra, una peluquería o cualquier lugar donde estuvieras, por eso, no estábamos en espacios públicos, porque usar el subte era ir presa. A lo sumo, un colectivo, que también los paraban para hacer control policial, entonces, ir de capital a provincia en colectivo era casi cruzar de un país a otro y ahí se desplegaban miles de estrategias de camuflaje para poder zafar.
—Estrategias individuales y colectivas…
—En carnaval, por ejemplo, porque te necesitaban en la murga, porque si en la murga no había chicas trans, no los contrataban. Entonces, los murgueros te necesitaban y te daban la plata para los trajes, pero sabían todos estos inconvenientes, así que ellos eran, además, tu seguridad porque, en las noches de carnaval, era estar en un desfile en tal zona y, después, se iban a una presentación a otro lado y así hasta cuatro bajadas. Pero cuatro bajadas eran cuatro riesgos, entonces, las chicas eran escoltadas por los murgueros y ellas iban entre los bombos. Dependiendo la zona, había policías que no las molestaban y otros que, cuando terminaba el desfile, las estaban esperando, y así es que los murgueros las subían al colectivo que ya no era un ámbito público.
Después, cuando conocimos a la abogada Ángela Vanni, empezamos con las estrategias legales, por ejemplo, usar pantalones, las que usaban pantalones no pagaban arreglos a la policía, las que estaban semi desnudas, sí. Pero si estabas de pantalón, discutías y hasta terminabas con prensa, entonces, te dejaban ir. Ese fue el comienzo de las estrategias. Otra era el “apelo señor juez”. Antes, las detenciones las decidía el comisario y, si bien era todo un costo hacerte la rebelde y apelar la detención, porque te comías un palizón, estábamos tan cansadas que la que seguía no se callaba y también apelaba.
—Estuviste varios años en el exilio, ¿cómo se entrelaza tu exilio con lo que nos contás?
—Yo fui presidente de ATTTA (Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina) desde 1995 hasta el 2001 que me tuve que ir. Al comienzo, me llegaban las amenazas a mí y a mis amistades, y yo sabía dónde me estaba metiendo. En 1999 y 2000, era conocida porque salía en televisión denunciando la caja chica y otras cuestiones. Me llaman de la revista Para Tí para hacer una entrevista, pero no a María Belén activista, sino sobre mi familia, mi historia. Mi mamá acepta y hacemos una entrevista rosa con mi familia, en mi casa, mostrando las fotos viejas. A partir de ahí, empezaron a llegar las amenazas a mi casa, “que tu hermana está vestida de tal forma”, “que está saliendo del colegio a tal hora”. Mi mamá se asustó mucho, hubo una pelea familiar, me echan la culpa y, a los quince días, decido irme. Me voy a Estados Unidos sin que nadie supiera. Allí, presenté la documentación por asilo político por persecución del Estado y, en tres años y con mucho esfuerzo mío, me lo otorgan, porque tenía muchas pruebas por ser presidenta de un grupo, entonces, era persecución directa. Después, volví a Argentina en el 2008, hice dos pasos y vi a una chica andando en patines y a otra andando en bicicleta, las cosas habían cambiado mucho, era otra la Argentina de mi exilio.
–¿Cómo ves la Argentina de hoy y la situación actual de la comunidad trans?
—Estamos volviendo para atrás, que la Ministra de Seguridad salga con un protocolo para la comunidad LGTB es una forma de “cómo te voy a arrestar”, que ya lo pasamos, eso de tener editos para nosotras mismas, “vestimenta contraria a su sexo”, era directo para mí, por ser parte de la comunidad, o a dos chicos o dos chicas caminando de la mano por la calle se las llevaban presas por “actos inmorales”. ¡Y tenemos una Ley de Identidad de Géneros que es pionera en Latinoamérica! Que ha sido ejemplo para Chile, Bolivia, Perú, México.
Lamentablemente, en Latinoamérica, hay mucha violencia contra la mujer, imaginate contra las personas trans, tenés doble discriminación: no sólo rechazaste el dominio machista, sino que te mandaste a un género inferior, la mujer. Entonces, te golpeo por las dos cosas. Te mato de la forma más desgarradora, con una saña y un odio particular, los casos son horrorosos. Hubo muchos crímenes de odio este año. Se está profundizando la cultura del odio a nivel social: odiar al negro, al villero, a la trans, al gay, a todo lo que antes no tenía derechos y había conseguido algo, volvió hacia atrás. Hay una saña en cuanto a los pueblos originarios, a la gente de color, el odio al boliviano, al peruano, a todo lo que sea distinto. Pero no sólo en Argentina lo noto. Parece que es un cambio global, algo general. En Estados Unidos, se mata a la gente de color como si nada ¡y nadie dice nada! Trump con las deportaciones está dividiendo familias. Es el nacimiento del odio de vuelta.
—Para cerrar, ¿podrías contarnos alguna anécdota sobre lo que generó el Archivo en las personas? Algún hecho puntual que te haya conmovido en esta reconstrucción de la memoria.
—Hemos tenido muchos reencuentros. Uno de los primeros fue el que más nos emocionó. En el Archivo, una va contando algo, por ejemplo, empiezo yo diciendo: “A mí me contaron que había pasado tal vez tal cosa” y otra dice: “Sí, eso pasó en tal fecha en tal lugar”. Así es que empezamos a hablar de los calabozos de Munro. Cintia, una de las chicas, dice: “Yo me acuerdo, una vez, en unas fiestas, éramos seis las chicas que estábamos detenidas y, en un momento, salimos al baño con una chica uruguaya, Analía, que no sé qué pasó con ella. Ahí, encontramos un ventiluz abierto, yo no pasaba, pero la flaca sí, entonces yo la ayudé, le hice pie” y Analía se escapó y Cintia dice que la vio irse corriendo y nunca más supo de ella. No pasaron ni diez minutos y Analía escribe: “Cintia, soy yo”. Se ponen a hablar entre ellas, después de 25 años, y Analía le cuenta que había corrido, corrido, corrido y llegó a Uruguay a dedo, así como se fue, que tenía tanto terror a Argentina que se fue y no volvió más. El resto las leíamos, fue uno de los momentos que más nos emocionó, fue uno de los primeros reencuentros, y fue el sentido del grupo. A partir de ahí, todas empezaron a meter a todas las chicas que éramos Argentinas por el mundo o extranjeras que vivieron en Argentina. Esto le dio sentido al Archivo, dijimos: “Este es el sentido de lo que queríamos lograr”.
*Por Redacción La tinta.
Próximas actividades del Archivo:
El sábado 17 de febrero, se realizará la re-inauguración de la exposición de “Esta se fue, a esta la mataron, esta murió” en el Haroldo Conti, donde se entregarán diplomas a chicas de más de 55 años.