Ante la crisis, mujeres organizadas de la economía popular
A un mes de reglamentada la Ley de Emergencia Social, realizamos un panorama de la profunda crisis económica y su repercusión sobre la situación laboral de las mujeres.
Ante lo dura que está la calle, lo difícil que es llegar a fin de mes y los resultados de las últimas estadísticas que anuncian un aumento de la pobreza e indigencia, las organizaciones políticas y sociales no nos quedamos quietas. Por ello decidimos dar la pelea para mejorar nuestras condiciones laborales y seguir disputado ante el Estado el reconocimiento de nuestros derechos. A partir de cortes, reclamos, exigencias -y cuando el temor de posibles desbordes en fin de año- es que se aprueba por unanimidad la Ley de Emergencia Social 27.234, el 10 de diciembre de 2016, tardíamente reglamentada el 10 de marzo.
La Ley de Emergencia Social
La Ley instruye al poder Ejecutivo a crear un millón de nuevos puestos de trabajo, bajo el régimen del Programa Solidario de Ingreso Social con Trabajo y la existencia de un Salario Social Complementario para alcanzar el mínimo, vital y móvil para todos los trabajadores de la economía popular. También garantiza el refuerzo de un 15% de la Asignación Universal por Hijo (AUH) y de la asignación por embarazo.
Esta ley se extiende hasta el 31 de diciembre de 2019 en todo el territorio nacional. Establece la creación del Consejo de la Economía Popular y el Salario Social Complementario (CEPSSC) que, bajo la órbita del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, funcionará como mecanismo de negociación entre las partes. El mismo está conformado tanto por funcionarios del ámbito del Poder Ejecutivo, como por representantes de las organizaciones sociales.
Desde su aprobación, organizaciones sociales y agrupaciones piqueteras presionaron al Poder Ejecutivo para que la ley se ponga en marcha y, después de tres meses de demora, se reglamentó.El texto define a la Economía Popular como «toda actividad creadora y productiva asociada a mejorar los medios de vida de actores de alta vulnerabilidad social, con el objeto de generar y/o comercializar bienes y servicios que sustenten su propio desarrollo o el familiar». Añade además que la Economía Popular se desarrolla mediante “ proyectos económicos de unidades productivas o comerciales de baja escala, capitalización y productividad, cuyo principal activo es la fuerza de trabajo».
Algunos datos
Según una nota publicada por Martín Kalos “Ingresos más concentrados y pobres cada vez más pobres”, la distribución del ingreso en Argentina empeoró notablemente en el último año. De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), en el 2º trimestre de 2015 el 10% de las personas con menores ingresos contaba con $1.063 por mes para vivir, en promedio. Un año después, cuenta con $1.311, apenas un 23,3% más —muy por debajo del 42% de inflación acumulado en ese año—. Lo grave de esta evolución es que sólo la población de menores recursos perdió poder adquisitivo. En cambio, el 10% de las personas de mayores ingresos incrementó el dinero del que dispone mensualmente en un 53%, pasando de $19.845 en el segundo trimestre de 2015 a $ 30.374 un año después.
Quienes más ganan sí lograron combatir la inflación. Subas mayores a la inflación, ya qye las principales medidas redistributivas de Cambiemos fueron a favor de la población de mayores ingresos y por supuesto de las corporaciones transnacionales. Desde la quita de retenciones a las exportaciones agropecuarias y mineras, hasta la modificación del impuesto a las ganancias, e incluso la marketinera “reparación histórica” a jubilados. Este último ejemplo, favorece a las personas que cobran haberes más altos, pero mantienen sin cambios a quienes cobran la jubilación mínima y bajan la perspectiva de ingresos futuros para quienes no llegarán a los 30 años de aportes (que a partir de ahora cobrarán menos que la mínima). Las políticas a favor de los sectores más vulnerables, como la devolución del IVA (con un tope de $300 por mes) para quienes cobran planes sociales o jubilaciones mínimas, son paliativos necesarios pero que no alcanzan a compensar la pérdida en los ingresos reales.
Así, empeoró la diferencia entre quienes más ganan y quienes menos ingresos perciben: hace un año era de 18,7 veces y ahora es de 23,2 veces. Esta cifra es similar a las de los años 2010-2011, lo cual implica un retroceso rápido de varios años en la distribución del ingreso. En términos de hogares, en cambio, casi no hubo impacto: en el 2º trimestre de 2016 la brecha es de 17 veces, contra 16,1 veces un año antes y 17,2 en el 2º trimestre de 2014.
En el marco de la crisis económica actual (como lo hemos dicho en anteriores publicaciones) los trabajadores y trabajadoras somo quienes la pagamos. Y no todos la pagamos por igual. Somos mayoritariamente las mujeres quienes vemos y vivimos directamente los efectos de la situación económica. En tanto en el marco de la creciente precarización laboral y el trabajo no reconocido, nosotras ponemos nuestro cuerpo y creatividad para afrontar los golpes de la crisis. Es por eso que para nosotras hoy no solo es una herramienta sino que se vuelve una estrategia de sobrevivencia estar organizadas.
Entonces: en los hogares más pobres, más miembros (sobre todo, mujeres) deben salir a buscar trabajo para compensar la pérdida de ingresos (o el miedo a perderlos en breve) de quienes ya trabajaban. Esto no es inocuo: esas personas cumplían tareas reproductivas al interior del hogar, tareas que en hogares de mayores ingresos pueden tercerizarse en empleados domésticos.
La pobreza de ingresos se complementa, con una mayor pobreza de tiempos. En ese sentido vemos un panorama poco alentador: mayor presión sobre esas mujeres que deberán cumplir una “doble jornada laboral”, primero por un salario y luego para las tareas domésticas (que rara vez toman otros miembros no mujeres de la familia, según muestran las estadísticas de uso del tiempo en el hogar). Que más mujeres de hogares pobres salgan a buscar trabajo (para compensar la pobreza de ingresos) significa en muchos casos una intensificación de la pobreza de tiempos que también son necesarios para que esos hogares puedan vivir dignamente.
Esto es particularmente grave para casi la mitad de los niños menores de 14 años, que hoy viven en la pobreza. Tampoco el ingreso que puedan aportar esas mujeres al hogar será el mismo: en Argentina, cobran un 27% menos que los hombres por el mismo trabajo, según datos del grupo “Economía Feminista”.
Mujeres en la economía popular
El trabajo precarizado está representado en su inmensa mayoría por las mujeres, pero en este caso, se trata de tareas no remuneradas, invisibilizadas: la mano de obra necesaria para garantizar el plusvalor. Nuestra fuerza de trabajo en las tareas de cuidado y reproducción de la vida humana, significa para nosotras una jornada laboral diaria extra de entre 4 y 7 horas. Para quienes tenemos trabajos formales se traduce en una doble o triple jornada laboral.
Estas horas de trabajo cotidiano que se realizan durante los siete días de la semana con escasas ocasiones de descanso, garantizan la productividad de la mano de obra masculina (mayoritariamente) que son quienes sí poseen los trabajos remunerados y reconocidos aunque se encuentren en un marco de precarización.
Algunas mujeres que formamos parte de las organizaciones sociales y de la economía popular nucleadas en la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), venimos haciendo un trabajo sostenido de visibilizar nuestro trabajo, el nivel de productividad que representamos y la urgencia y emergencia de que nuestra fuerza productiva sea reconocida y remunerada. Esto ha implicado que se reconozca el trabajo de cuidado de niños y niñas, ancianos y ancianas, discapacitados y discapacitadas. A su vez, hay una serie de trabajos que venimos realizando desde hace años y por el cual no percibimos ingresos, como las actividades en comedores y merenderos, guarderías y centros de primera infancia. Percibir salarios por dichas tareas, permitiría seguir sosteniéndolas y a la vez aportar a la economía familiar y a la dignificación de nuestro trabajo.
Ante la Ley de Emergencia Social y el momento político que estamos atravesando, nos preguntamos si las organizaciones podremos ver al Salario Social Complementario como una herramienta para reconocer como trabajos remunerados a aquellos que históricamente fueron invisibilizados. Ante una situación de mucha precarización, como mujeres debemos apropiarnos de estas herramientas de lucha y seguir trabajando para poner en evidencia lo que no parece evidente, seguir luchando juntas y organizadas por el reconocimiento de nuestro trabajo, de nuestra fuerza productiva, de lo que queremos y lo que no. ¡La revolución será feminista o no será!
* Fotografía de Colectivo Manifiesto.