Enrique Angelelli, el cura que se hizo pueblo
Este 4 de agosto se cumplen 41 años de la muerte del Obispo Enrique Angelelli, referente de la comunidad riojana asesinado por grupo de tareas de la última dictadura cívico-militar. Con un estilo franco, llano y directo, el religioso se relacionó desde los comienzos de su tarea pastoral con los sectores más humildes de la provincia. A más de cuatro décadas de su homicidio, su obra y pensamiento siguen más vivos que nunca.
Por Redacción La tinta
«Estamos viviendo una hora histórica donde los cambios
son profundos en la mentalidad de los hombres
y en la estructuración de la sociedad humana.
Existen sistemas que causan muchos sufrimientos, injusticias y luchas fratricidas.
Muchos hombres sufren y se aumenta la distancia que
separa el progreso de unos pocos y el estancamiento y aún el retroceso, de muchos.
La situación presente tiene que afrontarse valerosamente,
combatirse y vencerse las injusticias que trae consigo».
Monseñor Obispo Angelelli
El 4 de agosto de 1976 el obispo de La Rioja era asesinado por miembros del Tercer Cuerpo del Ejército, que hicieron pasar ese crimen como un accidente auto. Así la dictadura cívico-militar acallaba la voz de un hombre comprometido con la opción por los pobres.
Para intentar comprender el contexto en el que ocurre el asesinato de Angelelli es necesario hacer el esfuerzo por analizar varios puntos en tensión. Por un lado debemos situarnos en la hermética y conservadora sociedad riojana de los años ’70, donde las decisiones más importantes están regidas por el peso de la institución religiosa y marcadas por la tradición.
A esto debemos sumar la dictadura militar que, no solo daba sus primeros pasos, sino que estaba firme y con amplio margen de legitimidad. La represión y los grupos de tareas ya operaban desde varios años atrás y las listas negras iban tachando nombres rápidamente.
Asimismo debemos tener en cuenta los giros populares en la estructura eclesiástica introducidos por el Concilio Vaticano II, y el surgimiento de una corriente de sacerdotes y laicos denominada Teología de la Liberación. «Una oreja en el evangelio y otra en el pueblo», fue la premisa que marcaban las prácticas de amplios sectores de la iglesia que buscaron hacer carne la «opción por los pobres».
En esa Argentina que vivía un contexto de creciente movilización social y política contra la dictadura que se expresaba en huelgas, manifestaciones y acciones armadas, el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo (MSTM) postulaba la teoría de la liberación de los oprimidos y profundizaba el conflicto con las autoridades de la Iglesia.
Aunque no integraba este movimiento, Angelelli proponía desde La Rioja un diálogo con estos sectores. Su popularidad era tan grande entre los humildes, que sus misas dominicales desde la catedral de la capital riojana eran transmitidas por radio para toda la provincia. Con un estilo franco, llano y directo, el religioso trabajó de forma activa para propiciar la organización de los trabajadores agrícolas, los mineros y las empleadas de servicio doméstico.
Las réprobas contra la figura del religioso se incrementaron en medio de un clima de violencia política que se incrementaba. A principios de 1976, el vicario castrense Victoria Bonamín visitó la base aérea del Chamical, que “el pueblo había cometido pecados que sólo podían redimirse con sangre”.
El clima de represión se intensificó en La Rioja tras el golpe del 24 de marzo de 1976, y los sacerdotes que respondían a Angelelli ya integraban las listas negras de la dictadura y eran blancos del terrorismo de estado.
El pelado
Enrique Angelelli nació en Córdoba el 17 de julio de 1923. En 1968, Papa Pablo VI lo designó Obispo de La Rioja y tomó posesión de esa diócesis a partir del 20 de agosto de 1968.
Con el mandato del Concilio Vaticano II y el Documento de Medellín, llevó a la práctica una espiritualidad radical y comunitaria. Estaba convencido de que desde un escritorio era inútil ofrecer soluciones, por eso recorrió toda la provincia, visitando hasta los lugares más lejanos y latiendo con los problemas de su gente.
Participó de las marchas contra la pobreza y la miseria, alentó y colaboró en la organización de la Asociación de Trabajadores Provinciales, el Sindicato de Empleadas Domésticas, el de Trabajadores Rurales y Estibadores, la Asociación Minera y la Coordinadora Campesina.
Tuvo una enorme comprensión por los más humildes y por los tiempos que le tocaba vivir. Desde la experiencia de su tierra y de su pueblo, constantemente se esforzó por romper las estructuras de injusticia para que la tierra, el trabajo, el pan y el agua fuera para todos.
La carpeta
Meses antes de su asesinato, Angelelli denunció sistemáticamente las persecuciones, hostigamientos, torturas y asesinatos de la dictadura. En julio de 1976, los sacerdotes Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville fueron asesinados en la localidad de El Chamical, en La Rioja. El obispo decidió ir al lugar, iniciar por su cuenta las investigaciones y denunciar los motivos de los asesinatos.
El propio Angelelli había reunido una carpeta de pruebas que daban cuenta de que los curas habían sido sacados de la casa en la misma noche de su muerte por varios hombres armados de civil y con credenciales de la Policía Federal. Al día siguiente los sacerdotes fueron encontrados acribillados a balazos en las afueras del pueblo. Uno de ellos tenía evidentes signos de tortura.
Sus amigos y sacerdotes le habían pedido que dejara La Rioja. Sin embargo, decidió permanecer y hacerse cargo personalmente de la investigación por los asesinatos de los curas de El Chamical.
El 4 de agosto en la ruta que conduce a la capital riojana y a la altura de Punta de los Llanos, Angelelli murió ultimado a pedradas después de que su camioneta volcase a raíz de un accidente provocado y él, accidentado pero aún con vida, quedara sobre el pavimento.
La policía bloqueó la zona e incautó el vehículo. Apenas pocas horas después, la carpeta con toda la documentación probatoria que Angelelli había logrado reunir sobre el asesinato de los curas estaba en el despacho del Ministro del Interior de la dictadura, general Albano Harguindeguy.
Del caso sólo trascendió la versión del accidente. Aunque el diario L’ Osservatore Roano, órgano oficial de El Vaticano caificó el hecho como “un extraño accidente”, el cardenal Juan Carlos Aramburu negó que el hecho se tratara de un crimen y la investigación se cerró.
Con el retorno de la democracia, el juez de La Rioja Aldo Morales reabrió el expediente y dictaminó que la muerte de Angelelli se trató de “un crimen fríamente calculado y esperado por la víctima”.
Sin embargo, las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, y los indultos del presidente Menem impidieron que las investigaciones continuaran contra el general Luciano Benjamín Menéndez, titular del Tercer Cuerpo de Ejército durante el terrorismo de Estado, y los militares José Carlos González, Luis Manzanelli y Ricardo Román Oscar Otero.
En 2005, la derogación de la leyes de impunidad permitió que el crimen se investigara como delito de lesa humanidad, y cinco años más tarde se imputó en el expediente al ex dictador Jorge Rafael Videla, a Menéndez y a otros doce militares y policías. El 4 de julio de 2014, Luis Fernando Estrella y Luciano Benjamín Menéndez fueron condenados a cadena perpetua por el crimen de Angelelli.
Su pensamiento hoy
El pueblo de La Rioja transformó en mártir a Angelelli desde el momento mismo de su asesinato y mantuvo en alto las banderas. En diálogo con La tinta, Romina Gómez, referente del Frente Riojano de Organización Popular (FROP), remarcó la vigencia de su pensamiento: «La opción por los pobres es algo que marcó mucho. La iglesia ha sido siempre una institución muy dura, inmaculada, y Angelelli la hizo pueblo».
«Recorrió el Interior entero, cada rincón de la Provincia, transmitía por Radio Nacional sus homilías, es decir saco la Iglesia a la calle y no para adormecer, sino que en cada palabra incentivaba a que el pueblo reflexione sobre su realidad, la realidad de su época, sobre sus derechos», comentó la dirigente.
* Por Redacción La tinta