“Esto es todo lo que mi corazón tiene para decir”
Nuestras editoriales son un espacio donde reflejamos cómo estamos leyendo el mundo. Son momentos de discusión, de acuerdos y desacuerdos, de autoformación, de construcción y deconstrucción. A veces sentimos que llegamos a un techo. Otras, que nos queda mucho por decir.
Nos cuestionamos. Generamos autocrítica. Nos preguntamos quién nos lee y quién no. Quién queremos que nos lea. A quién no estamos llegando. Qué discursos estamos repitiendo y cuáles están siendo creativos y emancipadores. Qué discursos queremos postular que nos permitan dar cuenta de la diversidad de voces. Qué miradas nos están faltando. Cuánto creemos que estamos acertadas. Cómo caminar hacia un feminismo que no copie modelos, ni reproduzca lógicas, sino que construya nuevas maneras de pensarnos y de tejer memorias políticas que nos permitan vincularnos entre las luchas desde nuestros propios contextos.
Nuestro hacer político como feministas no es neutro, como ninguna lucha lo es. Sabemos que hay dimensiones inabarcables. Que algunas veces caemos en contradicciones. Pero son esas las que nos motorizan a seguirnos pensado, a cuestionar nuestras miradas y posicionamientos ante las violencias, las injusticias y los dolores que nos atraviesan.
Venimos de praxis de lo que llamamos “la militancia”; la izquierda; la autonomía; el abajo. Esto también nos despierta alertas de cuáles son las prácticas machistas presentes en nuestras organizaciones. De cuáles son los modos racionales de construir nuestros discursos, herencia de la modernidad capitalista. De cómo operan muchas veces en nosotras, mecanismos sutiles que nos hacen escuchar algunas cosas y otras no. Todo eso nos preguntamos y mucho más. Sobre eso reflexionamos, y sobre muchas otras cosas también.
Y en ese sentido, a veces sentimos que nos falta una mirada que refleje con mayor amplitud la diversidad. De pensamientos, de géneros, de feminismos, de discursos, de prácticas, de clases. Quienes hacemos la sección de géneros, somos un grupo diverso. Tenemos por supuesto, posicionamientos comunes y formas en las que estamos convencidas que hay de intervenir la realidad y la construcción mediática. Y a medida que nos vamos acercando a otras luchas de manera profunda y con predisposición a la escucha, estamos más atentas al riesgo de caer en posturas cerradas y dogmáticas. O binarias y heteronormativas. O clasistas. O que jerarquizan luchas.
Intentamos que esto nos remueva las tripas. Que no nos paralice. Que nos permita ampliar nuestra capacidad crítica y discursiva. Que nos permita hablar más cerca del corazón, como nos recuerdan las compañeras organizadas en sus comunidades indígenas en el sureste mexicano. La frase suele retumbar en asambleas y reuniones cuando ellas terminan de hablar: “esto es todo lo que mi corazón tiene para decir”.
Y quizás estas palabras que se echaron a rodar, simplemente sean una expresión más del deseo latente de no hablar por nadie. Ni por todas. Posiblemente, estas palabras sólo busquen dejar asentadas algunas reflexiones sobre nuestras prácticas, que también son parte de nuestra memoria política sobre cómo construimos nuestros feminismos, que necesariamente deben ser diversos.
Estos son los desafíos de nuestras editoriales hoy. Que son espejos, de nuestros desafíos en las luchas feministas. No hay Un feminismo posible, sino que desde la realidad histórica que habitamos, debemos construir uno (o varios) profundamente latinoamericano(s) y desde abajo que desafíe(n) todos los postulados, y nos revuelque(n) un poco en el barro de lo políticamente incorrecto, para ver la realidad sin lentes que la opaquen. Que este deseo nos siga moviendo en el territorio que estamos andando las feministas, las antipatriarcales, las travestis, los hombres trans, las mujeres trans, la infinidad de diversidades existentes. Que nuestros cuerpos sigan estando juntos en las luchas de cada día.
Fotos: Colectivo Manifiesto