Las universidades públicas y la riqueza común del pueblo argentino

Las universidades públicas y la riqueza común del pueblo argentino
26 abril, 2024 por Redacción La tinta

La marcha por el financiamiento educativo nos sorprendió por su masividad y llamó la atención la “gente nueva” en salir por primera vez a protestar, la presencia de votantes del experimento social a cielo abierto que padecemos y el apoyo de sindicatos de todas las ramas. Nos emocionamos con el testimonio de Purrucu, el dirigente de carreros/recicladores o nos sorprendimos con la foto de Natalia de la Sota con Luciana Echeverría y Brenda Austin. Algunos vimos incluso a un representante del conservadurismo cordobés como Ramón Pedro Yanzi Ferreira en la cabecera de la marcha. ¿Por qué la sorpresa? 

Por Hugo Rodrigo Serra para La tinta

El conflicto entre el presidente y las universidades nacionales es irritante para ambos, aceptémoslo. Tiene que ver con una cuestión clave, y es que ese sistema universitario es una de las últimas experiencias compartidas entre los diferentes estratos sociales. Para quienes denuncian socialismo en todos lados, lo común es intolerable y hay que demolerlo. Para quienes piden los recursos mínimos para funcionar es importante porque, que sea común, hace que siga existiendo en el cálculo de posibilidades de la amplia mayoría de los habitantes del país como posibilidad de presente y futuro. 

Algunas veces quedamos atrapados en la idea que la defensa pública de los derechos y los dispositivos distributivos es el patrimonio de una minoría más o menos ilustrada. Pero la masividad de la marcha federal universitaria, nos llevó a sorprendernos. Supongamos, aunque sabemos que no es del todo así, que las personas hacen lo que hacen porque creen y/o sienten determinadas cosas. Además, salgamos un poco de la UNC y la UBA, porque ni Córdoba ni la Ciudad Autónoma de Buenos Aires son toda la Argentina. De hecho, entre ambas juntan no más del 10% de la población del país. También dejemos de lado por un rato la idea de la movilidad social individual como forma de justicia social. En su lugar, pensemos en términos de hechos colectivos, que son los que compartimos entre (casi) todxs porque aportamos a que se produzcan.

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Imagen: Tui Guedes

La actriz trans Lizzi Tagliani, mediática, divertida, en principio apartidaria, populachera y reina de programas pasatistas dijo, previo a la marcha, que cuando era niña veía los estudiantes en el bondi y soñaba con ser ella la que iba a la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Lo está haciendo ahora, con muchísimo sacrificio de tiempo en el que podría estar haciendo otras cosas. Siempre en su fantasía la universidad estaba como posibilidad ahí cerca y accesible. Hace unos días se viralizó una escena de la película de 1987 “Made in Argentina” de Juan José Jusid. Ahí la Yoli (Leonor Manso) lo reta al Negro (Patricio Contreras) por querer irse a vivir a Nueva York y le dice que, cueste lo que cueste, su hija será médica acá en una universidad Argentina. Entre Purrucu, Lizzi y Made in Argentina pasaron exactamente 35 años. En ese tiempo sumamos 33 universidades nuevas, de hecho no hubo gobierno desde la vuelta de la democracia que no haya creado al menos una (salvo este claro).


En el imaginario social el acceso a la universidad está por dos cosas: es gratis o de acceso libre para el usuario (sí, se paga con impuestos, claro) y desde hace unos años está cada vez más cerca de las personas. Esto último no es menor, Lizzi quería ir a la UNLZ en Lomas de Zamora, no a la UBA. Jóvenes del sur de Córdoba quieren ir a la UNVM o a la UNRC no a la UNC. La gente de Deán Funes pueden estudiar en un Centro Regional de Estudios Superiores en su pueblo. Insisto, la universidad está en el imaginario colectivo porque, básicamente, es posible. A diferencia de ir a la luna o tener un Mercedes, opciones no están en el imaginario popular porque básicamente no son posibles.


Cortemos un minuto con la distinción de la teoría política europea que piensa en términos de público y privado y retomemos la herencia de la concepción andina de la economía y la idea de lo común. Nos encontramos una larga tradición intelectual desde Valcárcel y Mariátegui que pasa por John Murra y Quijano y llega hasta García Linera, que dice que público y privado son dos maneras de entender y clasificar, que responden a una misma racionalidad, la del mercado que implica individuos propietarios particulares y un Estado propietario individual de cosas comunes. Esa es una idea muy nueva por acá, tiene no más de 160 años, desde que se sancionó el código civil. Pero, lo común existió antes de que se creara el Estado y en Francia se proclamaran los derechos del individuo varón y blanco. 

Además, lo común continúa produciéndose y acumulándose día a día en muchos ámbitos y es una categoría diferente del par moderno europeo. Hay cosas, espacios y relaciones de las que podemos disponer de manera más o menos inmediata, como el agua, el mar, el aire o la seguridad social (al menos por ahora). Lo común es, además, un conjunto de experiencias compartidas, como lo fue la educación pública, primaria y secundaria hasta los años 90. Hasta que el Estado neoliberal se propuso financiar escuelas privadas para que den sus servicios a sectores medios y altos, se trataba de un espacio donde más o menos nos cruzábamos entre estratos y clases porque podíamos disponer de ella y socializábamos con una serie de ideas compartidas sobre la nación, su historia, sus problemas o la importancia de las vacunas. Era un espacio que compartíamos en lo simbólico y lo que nos unía. Vamos, la escuela nos daba un lugar para una identidad colectiva más o menos abarcativa. La fragmentación social actual no es solo consecuencia del deterioro del ingreso popular, sino también la ausencia de espacios y hechos colectivos.

Lo común no suponemos que nació de alguna especie de pacto, existe en la medida en que nos debemos algo mutuamente. Sucede que hay deudas que no se pueden medir o que no todxs estaríamos de acuerdo en la medida (la vida por caso) y seguiremos vinculados mientras la deuda exista. Quienes integramos la comunidad nacional hemos contribuido a que el sistema universitario exista y hemos aportado a la vez que lo hemos aprovechado. Los empresarios pueden tener mano de obra muy calificada en buena parte gracias a las 31 facultades regionales de la Universidad Tecnológica Nacional. Un ejemplo de esto es el informe de CEPAL sobre el crecimiento y la igualdad en las últimas 4 décadas que señalaba que los países de la región que mejor habían podido aprovechar (en términos de crecimiento y de equidad) el aumento de precios de las commodities de los 2000, fue en buena medida gracias a una inversión educativa que permitió canalizar inversiones extranjeras que crearon mejores puestos de trabajo.

La riqueza común existe porque fue producida y acumulada por generaciones y generaciones que trabajaron por conseguirla. Es la inversión de muchas generaciones en impuestos, sobre todo de los sectores más humildes que pagan la quinta parte de todo lo que consumen en IVA. Generaciones de docentes y estudiantes que pasaron por las aulas y la construyeron desde lo simbólico como espacio de prestigio. También se construyó con el trabajo gratuito de docentes, estudiantes y ayudantes, que es mucho más del que desearíamos. Es también un conjunto de decisiones políticas que se propuso extender el sistema cada vez más y llegar a más lugares. Desde esa perspectiva, el sistema Universitario Nacional es una riqueza compartida que gestiona cada universidad junto al Estado. 

No se trata de romantizar, hijos e hijas de trabajadores llegan en menor medida que otras clases a la universidad, pero hay que ver que en el imaginario de la Yoli, de Purrucu y de Lizzi la universidad está ahí. Está en el cálculo de su vida porque es posible y es relativamente accesible. De esta manera, la propiedad común es en buena parte la propiedad de las clases desposeídas o propietarias de lo básico, son cosas no materiales como los derechos y la protección social o servicios comunes como la educación. Las universidades son un recurso compartido, mientras sigan estando presentes en el imaginario social como una posibilidad real que mejore las condiciones de vida del conjunto o de los individuos, no solo su ascenso individual.

*Por Hugo Rodrigo Serra para La tinta / Imagen de portada: Tui Guedes.

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Palabras claves: educación publica, Mauricio Macri, políticas públicas, universidad

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