La guerra (olvidada) contra las mujeres
Durante tres años, Hernán Zin recorrió varios continentes, recogiendo los testimonios de medio centenar de mujeres que pasaron por el infierno y vivieron para contarlo.
Por Angelo Nero para Nueva Revolución
“No es fácil escribir estas letras alejadas de la preocupación viral de estos días, porque la mente escapa a los territorios en los que la incerteza y el miedo imperan. Pero, dándole una vuelta, si acaso algo sí tienen que ver, porque el maltrato del cuerpo de la mujer como arma de guerra viene siendo un criminal. Pandemia repartida en todo tiempo y lugar en la patriarcal historia de la humanidad. Sin embargo, tan solo tras las estremecedoras guerras yugoslavas de finales del siglo pasado, pasó esta negra temática a los medios de comunicación de masas”. Así comenzaba el historiador coruñés, Dionisio Pereira, un lúcido articulo en el diario Nós, titulado (el original está escrito en gallego) “Estamos en deuda”, poniendo el foco, en estos tiempos en los que parece que no hay más problemas en el mundo que la emergencia sanitaria y económica que nos azota -ahora agudizada con el conflicto de Ucrania-, en la siempre olvidada violencia contra las mujeres ejercida como arma de guerra. “Como la cultura de la violación no conoce fronteras, es preciso recordar que, una salvaje represión nunca reconocida de forma oficial, los que humillaron, forzaron y luego asesinaron a Anuncia Casado en las Tierra de Viana, Carmen Sarille en Montecubeiro (Castroverde), Juana Capdevielle en Rábade y tantas otras, eran gallegos”.
El artículo de Dionisio Pereira me animó a sumergirme en el corazón de las tinieblas, de manos del periodista Hernán Zin, a través de su documental “La guerra contra las mujeres” (2013), aprovechando que está disponible en una conocida plataforma audiovisual junto a otros de sus interesantes trabajos: “Nacido en Gaza” (2014), “Nacido en Siria” (2017) o, el más reciente, “Morir para contar” (2018), que ya comentamos en estas páginas. Si en las primeras cintas el realizador argentino ponía el foco sobre cómo sufrían la guerra los más débiles, los niños, y en la última lo hacía sobre los que la contaban, los reporteros, en este trabajo que nos ocupa, Zin quiso mostrarnos, con toda su crudeza, recorriendo varios conflictos de nuestra historia más reciente a lo largo del mundo, cómo el cuerpo de la mujer es empleado como un campo de batalla, de un modo sistemático, programado, buscando la humillación del enemigo, la transmisión del miedo, convirtiendo la violación en un arma de destrucción masiva, pero sin recuento de víctimas, pues estas mujeres son masacradas ante la total pasividad del mundo.
Durante tres años, Hernán Zin recorrió varios continentes, recogiendo los testimonios de medio centenar de mujeres que pasaron por el infierno y vivieron para contarlo, convertidas en esclavas sexuales en Ruanda, Sudán, Bosnia, Uganda, Colombia, Congo… un inventario de cicatrices que sangran en cada palabra ya que, como apunta el director: “A muchas las visité una y otra vez a lo largo de los años, pues la idea era mostrar que las consecuencias de una violación no duran un día, sino que son para siempre”.
Relatos terribles como el de Jane, que fue secuestrada y violada brutalmente cuando era todavía una niña, en la guerra del Coltán -la tan olvidada Guerra Mundial Africana-. “Los ruandeses nos llevaron a la selva, nos golpearon a lo largo de todo el camino. Cuando llegamos, me ataron a un árbol. Iban y venían cuando estaba atada. Me violaban, orinaban sobre mí, me metían palos… ignorando mis súplicas, mi dolor…”. O el de Leila, a miles de kilómetros de distancia, en la guerra de Bosnia, que fue violada por decenas de soldados serbios durante tres años y que, pese a tan terrible experiencia, “siguen adelante con sus vidas, luchando, sonriendo, con pasión, con valentía. Son seres humanos de los que se tenía que hablar mucho en los medios”, como bien dijo el director.
Impresionante también el testimonio de Denis Mukwege, el doctor Milagro, ginecólogo congoleño que, en 2018, recibió el premio Nobel de la Paz por su trabajo en la región devastada por la guerra de Kivu, “creo que si esto continúa es porque el mundo guarda silencio. Cuando todas las mujeres del mudo entiendan que sus compañeras están siendo destruidas y eliminadas sin razón, se rebelarán y dirán: no a las atrocidades cometidas contra las mujeres, no a las violaciones, no a la tortura de mujeres por intereses económicos. Entonces, los hombres bajarán la cabeza”. Durante los últimos 20 años, el doctor Mukwege trató a más de 50.000 mujeres y niñas violadas, haciendo hasta diez cirugías diarias, e incluso fue amenazado de muerte en varias ocasiones por hacer denuncia pública de esta brutal práctica de guerra.
Hay estimaciones de que podrían ser hasta 20.000 las mujeres violadas en la guerra del Congo, a las que hay que sumar las 60.000 que fueron agredidas sexualmente en la guerra civil de Sierra Leona, las más de 40.000 en Liberia, las 60.000 en Yugoslavia y las miles de mujeres y niñas de Uganda, Colombia, Afganistán, Etiopía, Kurdistán. El denominador común a todas ellas es la impunidad, la pasividad de las autoridades mundiales ante el uso de la mujer como campo de batalla y que debería ser considerado como uno de los mayores crímenes contra la humanidad.
El trabajo de Hernán Zin quizás no sea lo más idóneo para estos tiempos inciertos, en los que quisiéramos evadirnos de la realidad que nos rodea. Pero no está de más aprovechar para echar una mirada a otras realidades que, desgraciadamente, llevan tanto tiempo silenciadas, como la guerra contra las mujeres.
Como apunta Hernán Zin: “El silencio no ayuda. Tras el silencio, se parapetan los agresores”.
*Por Angelo Nero para Nueva Revolución / Imagen de portada: película La guerra contra las mujeres.