“El gran problema a escala planetaria es el cambio de uso del suelo”
Por Huerquen
Pandemia global mediante, en agosto pasado, vio la luz un nuevo informe el IPCC donde “los científicos están observando cambios en el clima de la Tierra en todas las regiones y el sistema climático en su conjunto, que no tienen precedentes en miles, sino cientos de miles de años”. Esta nueva señal de alerta fue el puntapié inicial para una extenso diálogo con Walter Pengue, quién integra tanto el IPCC como el IPBES, y es quizá una de las voces más calificadas del país para analizar el berenjenal en el que estamos, así como las posibilidades de salida que, a pesar de todo, tenemos a mano.
Un diálogo jugoso: La crisis climática, la lógica del capital y el consumismo, los planteos de “decrecimiento”, los intentos de greenwashing y la necesidad de anudar justicia social con justicia ambiental; datos de la situación actual y reflexiones de los escenarios que enfrentamos; los nuevos movimientos juveniles, la agroecología y su potencia transformadora de la mano de los movimientos sociales.
—Walter, ¿cómo te presentarías?
—En principio, soy un agrónomo que desde chico estuvo preocupado por resolver los problemas del hambre en el mundo, después me di cuenta que no era sólo un problema de la producción, sino que era y es un problema real de distribución. Para mí, la agronomía es una carrera emocionante y hoy, cuando critican a los agrónomos vinculados a la agroindustria, me duele porque uno se formó para producir bien. En las formaciones, está faltando una mirada integral de la agronomía. Creo que el daño importante a la carrera en los últimos años pasa por un alivianamiento en la formación y un fuerte sesgo hacia la agricultura industrial, una perspectiva de producción errada. No se puede hacer agricultura sin gente.
—Si tuvieras que hacer una radiografía de la situación ambiental global, ¿cuál sería?
—El mundo se está enfrentando al cambio ambiental global, que va más allá del cambio climático. En ese sentido, la humanidad, una parte de la humanidad, se está tomando en serio la cosa, intentando generar cambios, pero no es suficiente.
Los países poderosos, algunos, están viendo otra historia que nosotros en esta coyuntura no estamos viendo. Por otro lado, empieza una competencia brutal por el acceso a los recursos, que quizá a algunos tontamente les parece un negocio, pero es un gigante con pies de barro, totalmente insostenible.
América del Sur, en particular, sigue siendo la última frontera de los recursos, para la tierra, para el agua, para los recursos genéticos, para la energía, para el petróleo y creo que ahí tenemos una enorme falla. Nosotros lo advertimos en un libro de la CEPAL que salió hace muy poco: “La Tragedia Ambiental de América Latina y el Caribe”[2]. Este libro recoge el conocimiento sobre medio ambiente de los últimos 50 años, están los hombres y mujeres que generaron el pensamiento ambiental latinoamericano, algunos participaron en la preparación de la Cumbre de Río 92.
—¿Cuáles son las lógicas de los sectores hegemónicos que nos llevaron a esta situación socioambiental?
—La primera y principal te diría es que ya no es el capitalismo tal como lo supimos conocer, sino el consumismo exacerbado que no tiene parangón. Este consumo vos lo encontrás en Estados Unidos, por supuesto en Europa, en China. Vos tenés ahí una perspectiva exacerbada de consumo y ese consumismo creo que es lo que nos está haciendo mal.
La pregunta va más allá de los sistemas, democracias capitalistas en occidente, autocracias comunistas en Oriente, pero de un lado y del otro están demandando básicamente explotar a un tercero que tiene recursos naturales, y ahí estamos nosotros. Somos el jamón de muy buena calidad al que todos están mirando. Hablo de América Latina, ahí hay un problema que no sé si nuestras castas políticas lo están viendo, si me decías qué me preocupa más, me preocupa el avance de China sobre los recursos.
—Yendo un poco a la pandemia y a la situación en la que estamos, irrumpió como algo inesperado, pero, sin embargo, había un montón de alarmas sonando…
—Patricia Aguirre, la antropóloga que trabaja el tema de la alimentación, dice que esta es la pandemia más anunciada de la historia. Era bastante lógico que esto sucediera, los documentos globales lo han venido advirtiendo. Incluso el IPBES[3] publicó varios artículos previos sobre saltos zoonóticos derivados de presión antrópica y acá me voy a poner en economista ecológico: el indicador apropiación privada primaria neta de productos de la fotosíntesis, o sea, la biomasa mundial, después de la Revolución Industrial comenzamos a consumir cada vez más del plato que compartíamos con el resto de las especies, comenzamos a consumir cada vez más de lo que nos correspondía, hoy en día nos estamos llevando el 50%, ¿qué pasa con las otras especies? Se habla de extinción de varias de estas especies, pero otras tratan de sobrevivir y aggiornarse, y es lógico que cosas como estas puedan venir porque le estamos quitando su hábitat para poder reproducirse.
El gran problema es el cambio de uso del suelo: el brutal cambio de uso de suelo que nosotros estamos generando a escala planetaria. Es parte de estas consecuencias, todo ese cambio de uso de suelo genera mayor emisión de gases efecto invernadero, presión sobre las otras especies, problemas de pérdida de material genético, problemas de desertificación, problemas de erosión hídrica y eólica. El cambio de uso del suelo en el caso de América Latina tiene una proyección hacia el año 2050 de agregar un 40% más de tierras, ¿de dónde va a venir? De bosques, selvas, templados, subtropicales y tropicales y no queda mucho. Cuando vos presiones más sobre la Amazonía de abajo y de arriba sobre el pantanal, sobre los cerrados, estás avanzando en un área que es muy sensible, sobre el Chaco, ¿qué va a pasar?, es lógico que los bichos se te vengan encima.
—Aparecen algunas voces hablando del “decrecimiento” en Europa, pero, en América Latina, también se habla de decrecimiento en contextos muy desiguales, ¿qué pensás sobre estos planteos como posibles soluciones?
—Mi respuesta como investigador en el sur es de qué decrecimiento podemos hablar cuando la gente no llega al nivel mínimo de una línea de dignidad, de acceso a recursos mínimos de agua, tierra y recursos genéticos. Los otros en realidad son los que tienen que bajar, sin dudas que los países más avanzados tienen que bajar sus pautas de consumo. El decrecimiento lo que muchos no quieren ver es que se sostiene sobre la explotación hacia otros. El problema es el uso del suelo, el problema es que se está empujando cada vez más para la deforestación.
En economía ecológica distinguimos consumo endosomático y consumo exosomático. El consumo endosomático es el consumo que todos hacemos, las calorías que consumimos para realizar nuestras actividades, para la máquina de nuestro cuerpo; el exosomático es lo que se puede estar consumiendo exacerbadamente: el aire acondicionado, la calefacción, cuando preferís salir en auto en lugar de bicicleta, etc. Se ha demostrado que en el mundo desarrollado, hiperdesarrollado, se está consumiendo una cantidad de energía que los convierte en sociedades energívoras.
—¿Querés contarnos un poco del adelanto del sexto reporte del IPCC que se va a presentar en marzo del próximo año? ¿Cómo se construyó ese informe?
—Soy autor de uno de los artículos de los capítulos del informe del IPCC, puedo contarles cómo es el proceso. Hoy en día, están en la segunda revisión del documento, es un documento que también está puesto a discusión. No es que no sea público, si uno quiere hacer una revisión del mismo, se puede registrar en el IPCC como investigador independiente, como miembro de país o lo que sea, hay 16 capítulos para revisar e inclusive puede haber eventualmente un capítulo 17. Es un documento que tiene una perspectiva científica, no hay participación de los movimientos, estos últimos si la tiene en los reportes del IPBES.
Estos documentos intentan alertar sobre lo que está pasando. No tienen la visibilidad que se necesitaría. Recuerdo que nosotros estábamos escribiendo con Víctor Manuel Toledo, Enrique Leff y otros queridos colegas un libro que se llamó “El Pensamiento Ambiental del Sur”[4], cuando salió ese documento del Papa, la Laudato Sí. Nos pusimos a mirarlo y parecía un curso acelerado de economía ecológica. Lo importante de la Laudato Sí es la amplificación que le dió a estos planteos, es una oportunidad que tenemos que aprovechar para generar conciencia y transformaciones. No es lo mismo que hable un pobre profesor perdido en el fondo del mundo a que el Papa diga que nos estamos yendo al cuerno con esta sociedad de descarte, con esta economía de rapiña, tenemos un Papa economista ecológico.
—¿Cómo estás viendo este movimiento juvenil en principio del norte global, pero que tiene sus coletazos en el sur, jóvenes por el clima, viernes por el futuro de Greta Thunberg, etc.? ¿Cómo los ubicas en este relato?
—Creo que hay muchas Gretas en el mundo y muchos muchachos que también son como Greta. Me parece fantástico que la juventud reaccione porque lo que estamos hipotecando es su futuro. Lo veo como una cosa muy positiva. Quizá lo que veo también es que si no son un poco más despiertos se lo van a llevar puestos, van a terminar utilizando su mensaje. Sería importante que se se conjugue la lucha de los jóvenes con los saberes de personas mayores, la sabiduría no se tira por la borda. Eso lo saben muy bien las comunidades de pueblos originarios, el vínculo con lo ancestral, con los sabios, con aquellos que tienen experiencia. Tal vez la mirada de Greta desde el norte es un poco inocente, como decía recién en relación al decrecimiento. Pero por supuesto que lo veo bien. Cualquier reacción social para el cambio me parece bien. Lo que hay que evitar es la cooptación, porque la gente a veces es muy inocente o muy sana quizá, las cosas son complejas y el mundo es tremendamente complejo, es una red intrincadísima en la cual una cosa trae la otra. Pero sí, lo veo como una oportunidad.
—Vos, en un artículo publicado en la revista Fronteras[5], hacés una periodización de la agroecología a nivel latinoamericano, del 2015 al 2020, hablas de un escalonamiento, de una generación de políticas, pero también del peligro de cooptación; y desde el 2020 para adelante, una potenciación de la agroecología, masificación y, junto con ellas, nuevamente hacés alusión a los riesgos de cooptación. Profundizando en el caso latinoamericano y en Argentina en particular, ¿cómo estás viendo la situación actual?
—La agroecología ha venido creciendo en América Latina, recordemos la cumbre en Brasil. Yo destaco el trabajo de Pancho Caporal y muchos otros investigadores de la agroecología en el Brasil que trabajaron codo a codo con los movimientos sociales, la mayoría de ellos en el Instituto de Sociología y Estudios Campesinos, con Eduardo Sevilla Guzmán. Esta perspectiva de discusión y cambio de modelo apuntando a la producción de alimentos para el consumo local creo que funcionó muy bien en el gobierno de Lula. Lo recuerdo a Caporal cuando Lula salió con el tema de las tres comidas en el Brasil, Pancho Caporal se agarraba la cabeza porque el problema que había era que no había suficiente producción local para poder satisfacer a la población. Porque los tipos habían estado pensando en otra cosa, y es interesantísimo cómo reaccionó ese sistema de producción local que empezó a poner comida sobre el plato de la gente. Fue un avance importante, el agronegocio se burlaba bastante en su momento.
Creo que el principal éxito del crecimiento de la agroecología como tal y de todo el sistema alimentario de base local fue que tuvo un apoyo importante desde la construcción de políticas públicas y empezó a escalar. Ahí en ese racconto que salió en la revista Fronteras nosotros estamos hoy un poco más preocupados por una lógica diferente, que tiene que ver con la cooptación de la agroecología. Ya no quedó solamente en un discurso, sino que escaló, la gente empezó a tomarlo, los cursos hoy en día explotaron y se está dando por todos lados… Ahora, no confundamos una cosa con la otra: hoy en día, hay algunas confusiones importantes vinculados con qué es y qué no es y hacia dónde va la agroecología. En Argentina, también si se quiere hubo una situación de no reconocimiento durante décadas de lo que se estaba haciendo en agroecología. Yo en esto voy a rescatar todo el trabajo del ProHuerta histórico, ProHuerta y la agroecología eran el patito feo del INTA. Creo que hay que darle a la gente las herramientas, la formación, la capacitación y el acompañamiento para que produzcan en sus propios espacios. Si ustedes me preguntan por la situación de la agroecología en Argentina, es evidente que es una situación en disputa, no todo el mundo piensa lo mismo, pero ha calado, no la pueden ocultar bajo la alfombra y eso es muy bueno. La segunda cuestión es que la gente identifica a la agroecología como una forma de producir alimentos sanos y que no es más caro, que no es orgánico y esto también es bueno. Lo tercero es que se suma a una red de economía social y solidaria que es una oportunidad de oro para generar redes, sobre todo en esto que nosotros llamamos la interfase urbano/rural, en ese sentido son oportunidades únicas…
La crisis genera oportunidades, eso es evidente, pero lo que la gente necesita son herramientas, formación y semillas para poder producir rápidamente. Sobre todo las mujeres, las mujeres empujan, y la educación y la formación en eso es importante. No se puede dejar de llevar el acompañamiento, tengo que ir toda la semana para ayudar, para asesorar, para motivar. El modelo que tenía el ProHuerta, el técnico, el promotor, funcionó y funciona muy bien. Creo que el mensaje de buenos alimentos está dado y se puede hacer mucho con eso.
—Sobre la cuestión de uso del suelo y el impacto del agronegocio, ¿cómo estamos en esa situación?
—Mucho de lo que preguntás está en un libro que está disponible en formato digital que es “El Vaciamiento de las Pampas”[6]. Básicamente de lo que estamos hablando es de los peligros de una agricultura industrial, intensiva y extractiva, especialmente vinculado al tema de los nutrientes, y la fuerte extracción que venimos teniendo en la región pampeana y extrapampeana. Lo que nosotros llamamos la huella de nutrientes, o sea los nutrientes que se van con cada uno de los productos que el país saca y no repone. La reposición puede ser por la vía natural, por ejemplo la gente que promueve la siembra directa está hablando de lombricultura, está hablando de cultivos de servicios, etc. La tasa extractiva de nutrientes focalizando en el caso argentino puntualmente, es una situación insostenible.
Acá es una discusión que debemos tener los que estamos vinculados a la agroecología. Esa perspectiva de vaciamiento desnuda la lógica extractiva. Hay gente que trabajó muy fuerte en esto, lo que hemos dado en llamar la materialización del sistema económico, que es la transformación de la naturaleza en un componente del sistema económico. Esta es una discusión que debemos tener los que estamos más vinculados con la agroecología, estudiar un poco más el tema de los nutrientes, el tema de los fertilizantes. Ahí me parece que todavía estamos haciendo un poco de aguas, porque no estamos reponiendo lo suficiente y es posible que nos encontremos con limitaciones importantes con respecto a algunos nutrientes en especial. Yo pienso que el nitrógeno y el fósforo pueden ser críticos en algún momento y también algún oligoelemento. El problema está al dimensionarlo a nivel global pensando en alimentar a 7 mil millones. No lo hemos discutido en profundidad creo que porque la agroecología se queda más en la perspectiva local y no está viendo a los otros. A mí, hoy en día, me preocupa esa parte, es lo que estuve trabajando en el documento para el IPCC.
—Cuando vos hablas de “lo local”, ¿estás hablando de producción intensiva? ¿La horticultura en los periurbanos? ¿O producciones extensivas agrícolas y ganaderas?
—La horticultura en el periurbano, para mí, no va más. No es muy inteligente estar produciendo intensivamente usando fertilizantes y agroquímicos a la vuelta de tu casa. Ya bastantes problemas y bastantes impactos se han generado en las napas, etc, como para seguir produciendo en esa forma. Diría lo que decimos desde el GEPAMA y desde la UNGS, vamos por los escudos verdes agroecológicos, vamos por un modelo distinto, especialmente en esos lugares donde hay que prohibir el uso intensivo de agroquímicos, de fertilizantes y todo, ¿es posible?, sí, es posible. También hay que educar al consumidor, no que los tomates te vengan súper lustrados o que las manzanas te vengan bien enceradas, y que la gente compre eso, sino que venga el tomate picado y que le expliques a la persona que eso es más sano. La gente no está tan educada en eso todavía y sigue comprando esos productos por una cuestión estética. Pero básicamente no al uso de agroquímicos especialmente en las áreas de interfase urbano/rural. Lo que llaman buenas prácticas agrícolas para ir reduciendo, está bien, los felicito, si los tipos reducen van bien, ahora, ¿es ese el objetivo?, no, es una transición para después sacarlos. Esto va escalando mucho por la demostración, lo que Miguel Altieri llama los faros agroecológicos. Cuando nosotros empezamos a mostrar que esto funciona, es una enorme oportunidad para que el otro vea y entienda que con la agroecología ahorra plata. Esto va a pasar gradualmente en distintas escalas, pero no tengo la menor duda que es un modelo de producción agrícola que va a cambiar y que los agrónomos tienen mucha responsabilidad en difundir estas tecnologías, que son tecnologías de proceso, es un montón de cosas a recuperar y a trabajar. En la interfase es donde más éxito se puede llegar a tener, y hoy en día se están planteando nuevos hábitat, pueblos, ciudades y viviendas. Cada vivienda, cada comunidad nueva tiene que tener su espacio productivo y esto hay que hablarlo con los urbanistas, con los arquitectos, porque esto es plata que la gente ahorra. Ahí tenés toda una red de agrónomos, de estudiantes, de gente que tiene que trabajar en estos lugares. No plantear la vivienda y nada más, la vivienda con su sistema productivo, sea su huerta familiar, sea su huerta colectiva. Construir esto de las plazas comestibles, los que están haciendo aquí el tema de la producción hortícola en veredas de la ciudad de Buenos Aires, los compañeros de Rosario que ganaron un premio internacional, lo ganaron porque hace 30 años que están trabajando en eso, y están demostrando que donde antes había basura ahora hay verdura y eso funciona. Y después promover también el avance hacia la reocupación de muchos otros lugares, en la reconstrucción de pueblos y ciudades.
A nivel global, cuando hablamos de los temas urbanos, estamos hablando de la segunda ola de urbanización, se estima que el 70% de la población mundial va a vivir en ciudades, pero en este momento, en la Argentina, el 92% de la población vive en ciudades, es el 8vo país del mundo en superficie con esta concentración en ciudades. Siendo este un país que tiene un enorme potencial productivo. Vamos a repoblar todo esto. Hay que transformar lo que algún colega ha denominado la taperización del campo, antes vos tenías una casa, a 150 m tenías otra casa, a 200 m tenías otra casa. Andá a recorrer el campo ahora, ahí hay una cuestión clave para repensar.
—Dejaste ahí esbozado el tema de las transiciones y me parece que es importante, casi central, para encontrarle una salida al diagnóstico, porque diagnósticos sobran, el tema es cómo avanzamos. Y en esta cuestión, estamos viviendo ahora mismo una actualización de los debates en relación a “ambiente y desarrollo” que a nosotros nos gusta plantearlo más en términos de la integración de la justicia social con la justicia ambiental. ¿Cómo estás viendo estos debates en general?
—Yo no estoy tan metido en los temas de ecología política o de conflictos ecológico-distributivos como los llama Martínez Alier, pero desde la economía ecológica, nosotros lo planteamos más en términos de flujo y apropiación de recursos. Lo que veo es una lucha importante desde lo social, la reacción principal en muchos casos pasa cuando la gente tiene el agua al cuello. Y esa es una realidad, no previamente, no a conciencia de decir, por ejemplo, “nosotros queremos vivir en una comunidad armónica con el entorno”, sino: “Nos pusieron una planta industrial acá en la esquina y ahora sí vamos a pelear”. Creo que el primer ejemplo importante de esta lucha es Esquel, en términos de una discusión importante por no tener un proceso degradante del ambiente como tal, creo que ese fue un paso importante en la discusión. Hoy día, muchas asambleas ciudadanas están cumpliendo el papel de los partidos políticos. La realidad es que las asambleas ciudadanas y muchas ONG están ocupando mucho espacio en el tema ambiental. Vos mencionaste una palabra clave que es la de justicia ambiental, que es lo que no tienen los partidos políticos; los partidos grandes porque nunca les importó y los partidos chicos porque, si ahora hablan de ambiente, es por una cuestión oportunista: vamos a buscar algún verde que hable de esto, pero la cuestión me parece que ahí es poco seria…
En el caso de Argentina, hace muchos años atrás, habíamos conformado un grupo de pensamiento que no quería ser más que eso, que era el Foro de Ecología Política y ahí discutimos en la Ctera, en la vieja escuela Marina Vilte, en la cual se formaban educadores ambientales. Ahora salió la ley Yolanda[7] (de Educación Ambiental) y la pregunta es ¿qué tipo de bajada de línea van a hacer?, esto es importante repensarlo y, desde el punto de vista de las políticas convencionales, creo que Argentina todavía se está debiendo una perspectiva seria, no oportunista, de largo plazo. Hoy en día y en el caso de Argentina, los partidos tradicionales si usan el tema de ambiente lo usan con una mirada meramente oportunista, no de cambio. Te van a poner un poco la discusión distributiva, explotar para distribuir. Cuando la preocupación debería ser promover el desarrollo local con una perspectiva ambiental, con maquinaria adecuada, con innovación social. No debemos tenerle miedo a la palabra innovación.
—Da la sensación que las discusiones de ambiente y desarrollo están apareciendo transversalmente. Vamos un poco a esta cuestión de las transiciones, que es una palabra muy meneada, que aparece mucho hasta en discursos oficiales de organismos internacionales, y también en la preocupación genuina de muchísima gente, de organizaciones; ¿por dónde crees que pasan las líneas directrices para plantear una transición ecosocial? Pensando también que a veces el discurso queda muy maniqueo: “O transformás todo o no transformás nada”. ¿Qué hoja de ruta podemos ir construyendo?
—Creo que una de las cuestiones en el caso de la agroecología puntualmente, cuando estamos diciendo “vamos en transición”, una de las cosas que creo que salió en este último libro que publicamos ahora sobre el tema de agroecología y los sistemas participativos de garantías[8], tiene un poco que ver con hagamos transiciones sí, pero con límites. No podemos estar en un estado de transición permanente, sin lograr cambios definitivos. En eso hay una discusión que es importante dejar claro en cuanto tiempo vamos a lograr lo que nosotros queremos. ¿Cuál es el objetivo final de esto? El objetivo final es que la gente viva en tal condición, tengamos tal nivel de salud, tal nivel de educación, de alimentación, de nivel nutricional, de acceso a energías y el acceso justo para todos/as. ¿Cuáles son las directrices? Las políticas que promuevan una u otra opción son relevantes, en ese sentido promover, incentivar unas y castigar a otras, son políticas sencillas de implementar algunas. El caso de las retenciones es un ejemplo, hoy en día, se está capturando un dinero importante de retenciones por explotación de nuestros recursos naturales, ¿a dónde va esa plata y cómo la están utilizando? No la están utilizando para generar un proceso realmente virtuoso de transformación. Lo podrían utilizar en un marco de discusión como te planteaba hace un rato, ¿vamos a repoblar la Argentina?, ¿vamos a plantearnos seriamente un proceso en el cual toda la gente no esté amuchada en Bs. As., en Córdoba, en Rosario? Ayudemos a esa gente a volver en algunos casos a sus territorios o a colonizar territorios que no teníamos ocupados. Salgamos de las ciudades de más de un millón de habitantes y generemos pueblos de 15.000, 30.000 habitantes, con todas las condiciones de vida. Creo que ahí hay que traccionar políticamente. Es verdad que las políticas las construye el poder y el poder de la gente, y esto tiene que estar en la agenda de la preocupación de la gente. En definitiva, la cuestión clave para mi es repoblar la Argentina, promoviendo programas nuevos de producción que generen redes locales de producción y transformación, que generen una riqueza a nivel local y que no se vaya hacia otros lados, redes de comercio justo, redes de economía social y solidaria.
Después, y esto te va a llamar la atención, también el tema de la innovación y aprovechar distintas escalas de producción de innovación en todos los sentidos. Nosotros no podemos competir en el mundo con los commodities, ¿vamos a seguir produciendo soja para que los chinos produzcan chanchos? Argentina tiene un potencial brutal, pero si me decís que solamente con la agroecología vamos a salir adelante, no, no pienso eso. Esto es una situación de coyuntura para un programa de desarrollo mucho más amplio en el cual la agroecología es fantástica para que la gente coma. Otra cuestión importante es el tema de los territorios, si tenemos un muy buen plan de promoción de nuevos espacios habitacionales, con huertas familiares y espacios colectivos para la producción. Ni que hablar de transformar las ciudades. Nunca van a ser ciudades verdes porque la ciudad es heterótrofa por naturaleza, pero sí lo que podemos es reducir los impactos humanos en la ciudad, recuperar servicios ecosistémicos y hacer la ciudad vivible. Es pensar en la construcción de política pública y poder para incidir en la construcción de políticas públicas.
—En esto que venís planteando, ¿qué rol le adjudica a los movimientos y a las organizaciones?
—Todo, porque si no fuera por la discusión social y el papel que tienen los movimientos, no se hubiera logrado nada. Desde la tensión que se genera frente a las estructuras de poder, está la lucha social. Está el papel de las organizaciones, de las asambleas ciudadanas, son las que están generando cambios, son las que detectan el problema y generan conciencia e información.
Desde nuestro lugar cuando creamos la SOCLA (Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología), lo hicimos pensando en generar herramientas para el cambio, esas herramientas que a todos nosotros nos paga la universidad pública. Si nos han formado tenemos que dar herramientas serias para decir “vamos por este lado, estos son los problemas que hay y estas son las alternativas que tenemos”. No se trata de ser estudiosos del campesino, no es un “objeto de estudio” como algunos lo llaman, es formar parte de, que es muy diferente.
—Vos trajiste ya la cuestión de la oportunidad, en medio de esta crisis que estamos viviendo y no solo la del coronavirus, pensando en la crisis socioeconómica que vive la Argentina, incluso la crisis climática, hablemos de la parte de oportunidad que tiene todo esto
—La oportunidad está en la conciencia. Está muy sobre la mesa el hecho de que una parte del mundo encontró que no se puede seguir así, esa es una oportunidad importante, ahora hay que transformarla en hechos, y esos hechos pasan por discutir nuestro sistema energético, nuestro sistema alimentario, el uso y no abuso de la naturaleza, y creo que hay bastante gente que está generando nuevas miradas y oportunidades. Creo que la universidad viene muy atrás, es un furgón de cola de un movimiento social que viene adelante y que viene traccionando.
—Por otro lado, el tema de la crisis ambiental da lugar, por ejemplo, a jugadas como la de Bioceres: la lucha contra el “estrés hídrico” es su bandera para meter el primer trigo transgénico en el mundo.
—Bueno, ahí tenés un ejemplo, hay un problema de sequía del mundo o hay problema de estrés hídrico, ¿esta es la solución?, claro que no, hay que considerar un conjunto de variables en las cuales los científicos no vean esto de punto a punto como vos bien lo mencionás para el HB4, sino que de alguna manera se vea mucho más integral, primera cuestión. Segundo, el tema del aprovechamiento de la tecnología, yo creo que en esto tenemos que generar más innovación social, tecnologías de procesos que las hay y muchas, y socializarlas. Ejemplos: captura de agua, cosecha de agua, en muchos lugares la gente no sabe ni cómo se hace. Se pueden generar soluciones mucho más rápido e inteligente que estar pensando cosas un poco más alocadas y que cuestan mucho dinero. Por otro lado, el papel de los científicos y el tema de la oportunidad, hay que dejar de ser furgón de cola. La segunda cuestión que tiene que ver con los problemas que estamos teniendo, no podemos estar investigando o saliendo en la moda; ahora todo es covid, ¿no hoy hay plata para enfrentar el hambre en la Argentina? Tinelli, Caparrós hablando del hambre, cuando hay un montón de gente que conoce, que trabaja sobre el problema del hambre particularmente, que ni siquiera fueron invitados.
El problema del cambio climático ya lo sabemos, todo el mundo sale corriendo sobre el problema del cambio climático, les aviso que lo que viene si están buscando oportunidades para conseguir fondos, es el cambio ambiental global, la cascada de nitrógeno y la cascada de fósforo, que es un poco el tema de los fertilizantes que estábamos hablando. A veces parece que los científicos acá van siempre detrás de la oportunidad, es una crítica fuerte que me hago y les hago para decir che, veamos esto más integralmente, ¿cómo pensamos el país? ¿Cómo nos desarrollarlos de otra manera? Si no, vamos a tener siempre esta mirada de furgón de cola y separados del movimiento social.
La oportunidad de Argentina es que está todo por hacer, hay que ponerse a pensar un país y la politiquería ojalá que la dejen de lado. Ojalá que piensen en serio en un país distinto, porque, si no, las generaciones que vienen se los van a llevar puestos. Es un poco eso, ya en algún momento la Argentina ha demostrado que este es un país que tiene su sangre. En un momento en el libro El Pensamiento Ambiental del Sur, Victor Manuel Toledo decía “América Latina hierve”, yo digo la Argentina también hierve y los cambios vienen con los movimientos sociales, las oportunidades vienen desde los movimientos, desde la gente que les demande a los investigadores, que para eso están.
*Por Huerquen / Imagen de portada: Huerquen.
[1] El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático. Comunicado: https://www.ipcc.ch/site/assets/uploads/2021/08/IPCC_WGI-AR6-Press-Release-Final_es.pdf
[2] Disponible en: https://www.cepal.org/es/publicaciones/46101-la-tragedia-ambiental-america-latina-caribe
[3] Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES)
[4] Disponible en: http://www.citides.mincyt.gob.ar/documentos/Pensamiento-ambiental-en-el-sur.pdf
[5] Bases y Principios de la Agroecología: una perspectiva desde América Latina, Fronteras Revista N°18. 2020. GEPAMA. FADU.UBA
[6] Disponible en: https://cl.boell.org/sites/default/files/libro-el-vaciamiento-de-las-pampas.pdf
[7] Ver en: http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/verNorma.do?id=350594
[8] PRINCIPIOS AGROECOLÓGICOS y SISTEMAS PARTICIPATIVOS DE GARANTÍAS: Una guía hacia la agricultura, la alimentación y el desarrollo rural sostenible. Colección ECONOMÍA ECOLÓGICA, Julio 2021. GEPAMA FADU UBA.