Los presos políticos de Andalgalá
Como todos los sábados, el 17 de abril, el pueblo catamarqueño salió a las calles por vez 585 en defensa del agua y contra la megaminería. En el Día Internacional de lxs Presxs Políticxs, las movilizaciones se replicaron en todo el país pidiendo la libertad de lxs asambleístas. El relato de dos de sus detenciones.
Por Cítrica y Agencia Tierra Viva
Una puerta rota, una larga línea gruesa arrancada de una patada o de un golpe. O de varios. Una puerta donde comenzaba un día de terror para Walter Mansilla y su familia. El pasillo que da al patio central de la casa fue el primer lugar donde su hermana lo vio cuando la vecindad alertó que, en la puerta, había 30 efectivos del Kuntur, la fuerza de choque de la provincia de Catamarca.
“Me asomé por la ventana y estaba arrodillado en el piso, descalzo, esposado y con la cabeza hacia abajo. Comencé a gritar que me dejaran entrar y que estaban haciendo una injusticia con mi hermano”.
Una enredadera llena de jazmines es la antesala a la segunda puerta destrozada. En la cocina, María espera con un mate de más por el COVID. Un mantel cuadriculado azul y blanco apoyado en una pequeña mesa en el centro de la cocina. Una mirada triste.
“Esta casa era de mi abuela, un ranchito que tanto le costó a mi familia construir. ¿Qué necesidad de romper y lastimar tienen? Esta casa siempre estuvo abierta para todo el mundo, acá solía haber mucha gente, las personas se quedaban, era un lugar de encuentro y celebración. Mis padres y Walter siguieron con ese legado”.
María cuenta que todo estaba roto, la pava destrozada, la cama revuelta, la ropa esparcida por la habitación. “Cuando finalmente me dejaron entrar, lo habían puesto contra la pared al lado de la ventana. Les dije a los policías que me mostraran una orden judicial, pero nunca lo hicieron, también les pregunté de qué lo acusaban, pero me decían que ellos no sabían, que habían sido enviados a hacer su trabajo. ¿Cuál es su trabajo? Hicieron destrozos aunque la puerta de la cocina y la de la despensa estaban sin llave. No había necesidad de partirlas de ese modo”.
Además de los golpes y las lastimaduras, cada vez que Walter intentaba hablar -relata María-, le pegaban. Se llevaron su cámara y sus equipos de trabajo: él registra fotográficamente las actividades de la Asamblea El Algarrobo desde hace muchos años. ¿Desde cuándo sacar fotos es delito?
Esto ya no es una democracia
Teresa abre la puerta de su casa junto a su nieto de 8 años, ambos fueron víctimas de la represión policial del pasado 12 de abril en Andalgalá. Hay marcas en la casa plagadas de violencia, marcas que no sólo quedan en los recuerdos, sino en el cuerpo. El miedo, los temblores, el insomnio.
“Llegaron alrededor de las 11.30, yo estaba con mi hijo Juan y mi nieto, rompieron la puerta bruscamente, no hacía falta porque acá las casas están sin llave. Me agarraron y me tiraron en el patio, y me tuvieron media hora en el piso, yo sólo pensaba en mi nieto, que estaba solito en la habitación y les pedía que lo trajeran conmigo. Ellos me gritaban que, si seguía hablando, me iban a llevar detenida a mí también. Buscaban a Matías, pero él no estaba acá”. Matías Paz es uno de los doce detenidos.
Teresa llora, se sienta, cuenta que el calvario duró cuatro horas. Cuando llegó su marido de trabajar, se encontró con 30 efectivos que no lo dejaban entrar a su casa. Le decían que buscaban a Matías por robo y agresión a la sede de Agua Rica, sin ninguna prueba. A su otro hijo, Juan, lo sacaron de la cama y lo tiraron al suelo, le pegaban en los riñones mientras revolvían sus pertenencias.
En la casa, hay un mural que recuerda la represión de hace once años. “Estaban ensañados con el mural, decían que la pintura concordaba con los daños que habían registrado en la sede de Agua Rica, se llevaron una botellita que tenía el cambio de aceite que, días antes, le habían hecho mis hijos a la moto, también un tachito con el aceite de lino que usamos para curar la madera, no sé qué buscaban. Nunca me imaginé que en democracia viviríamos algo semejante, es un cambio de época: es la dictadura de las mineras”.
Teresa pedía que no la tocaran por los contagios de COVID, pero no respetaron su decisión. “En un momento, había 6 policías charlando en aquel costado del patio y escucho que dicen que habían encontrado una bala tirada. ¿De dónde vamos a sacar nosotros una bala? Me dijeron que la iban a usar de evidencia y nos amenazaron que, si nos atrevíamos a decir lo contrario, que nos íbamos a arrepentir”.
Al lado, vive el señor Medina, un hombre mayor que no se encontraba en su domicilio. Aunque la casa es otra propiedad, arrancaron la puerta y le revolvieron todo. Medina muestra las habitaciones, aún se ve todo el desastre.
*Por Cítrica y Agencia Tierra Viva / Imagen de portada: Susi Maresca.
*Este artículo se publicó simultáneamente en Cítrica y Agencia Tierra Viva, en una cobertura colaborativa de ambos medios.