Gildo y el feudo

Gildo y el feudo
18 marzo, 2021 por Redacción La tinta

Por Silvana Melo para Pelota de Trapo

Formosa es un feudo con un capataz que gobierna desde hace 26 años. Gildo Insfrán tiene estirpe de vitalicio en medio de los modelos dominiales como el de Santiago del Estero, donde la pobreza generalizada no impide la inauguración de un estadio de lujo que costó 1.500 millones de pesos. Gildo parece ser eterno como el dios que gobierna el universo para siempre. Al mando de un Estado que emplea, cesantea, reprime, alimenta, destierra, fabrica pobres y, luego, los hace clientes.

En 2016, el 69% de los trabajadores formoseños eran estatales.

Gildo declaró hace años la guerra a la comunidad más débil de su territorio: los originarios. Sus tierras son demasiado valiosas para estar ocupadas por toldos precolombinos. Que pretenden que no les desmonten su almacén y su farmacia. Porque después se mueren de hambre y de cualquier bicho que les contagian los criollos. Gildo ha sido amigos de todos: desde Menem hasta Alberto. Ha aportado votos a las causas y ha recibido premios a cambio: que no se entrometan en su reino y le dejen tramitar en paz sus pobres y sus pandemias.

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(Imagen: Pelota de Trapo)

Pero Gildo no contó con que la rebelión de los que se consideran presos sanitarios, en condiciones que él cree imprescindibles porque son pretorianas, iba a lanzar a su provincia a la parrilla de la Capital Federal y sus medios y sus políticos con fauces babeantes pre-electorales.

Sin embargo, la historia de la Formosa de Insfrán contiene sangre qom, tiene la mortalidad infantil y materna más alta del país, la mitad de su población es pobre y, en los primeros seis meses de 2020, en tandem con Salta, practicó un desmonte récord de 24 mil hectáreas.

En 2010, se desnudó la realidad de la comunidad qom con una represión feroz que terminó con todas las casitas quemadas y al menos dos muertos. Después, hombres, mujeres y niños desesperados acamparon en la 9 de Julio, al ladito del Quijote. Sólo decían que la tierra era su vida. Se enfermaron, tuvieron hambre, no pudieron dormir por la locura de la ciudad. Y aguantaron hasta que amablemente los subieron a un colectivo y los mandaron de vuelta a la provincia.

Previamente, en 2013, la presidenta de la Nación lo había puesto en Tecnópolis con gobernadores del palo y le había hecho saber que lo de los qompi era “tanta mentira, tanta distorsión”. Mentira sería la docena de qompi asesinados por la bala del Estado y por el tránsito enloquecido de los caminos de tierra de Formosa y Chaco. Los muertos de hambre, chagas y tuberculosis en el Impenetrable, en La Primavera, en Río Bermejito. Pero ella dijo que en la comunidad La Primavera habían ganado por el 66% de los votos. Lástima que, en la quemazón de 2010, el fuego se les llevó los documentos. Vaya a saber cómo hicieron. Para votar.

Pero sistemáticamente Gildo les mandó la policía brava. La que provocó los accidentes en la ruta 86. La misma que reprimió en estos días a los rebeldes sanitarios.

O los dejó a cargo de los sicarios de los sojeros que suelen apalear a sus hijos, sus sobrinos y sus nietos. Sin que la policía se entere. Ni el gobernador.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el 6 de febrero, habló de “información preocupante” sobre “cuarentenas obligatorias e involuntarias en centros de aislamiento”. Dijo que las medidas eran “desproporcionadas” y que podrían ser contrarias a “normativas y estándares interamericanos de derechos humanos”. En 2013, la CIDH le exigió garantizarles la vida a los qom “contra posibles amenazas, agresiones y hostigamientos por parte de la policía, la fuerza pública y otros agentes”.

—El 7 de enero de 2012, el hijo menor del carashe Félix Díaz –líder de esa lucha, sumido después en el descrédito por su cooptación por parte del macrismo- fue atacado, cortado y golpeado. No quería ir al Hospital. Creía que los monstruos están en todos lados.

—Abelardo también es hijo de Félix Díaz. Vive en la comunidad Potae Napocna Navogoh. Ni la Presidenta ni los voceros de los grandes medios -que descubrían a los originarios para atacar al gobierno y no por preocupación genuina- podrían pronunciar ese nombre. Tenía 21 años cuando fue atacado por una patota. Los medios formoseños insistían en que fue una pelea de borrachos. Era 2013.

—También dijeron que estaba borracho Juan Daniel Díaz Asijak, de 16 años. Murió después de que lo atropellaran en su moto y lo abandonaran en la tierra. En 2013.

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(Imagen: Pelota de Trapo)

—En noviembre de 2010, en el corte de la ruta 86, mataron a tiros a Roberto López. Al otro día, lo atropellaron a Mario López: era un policía que evitó que el pilagá fuera a una marcha en solidaridad con La Primavera.

—Lila Coyipé, de 10 meses, y su abuela Celestina Jara, de 49 años, murieron atropelladas por un gendarme. Ricardo Coyipé, único sobreviviente, lo vio venir. “Lo hizo a propósito”. Para el feudo, son todos accidentes de tránsito. Por borrachera o insensatez. Era 2011.

—En Laguna Blanca, una patota golpeó a Omar Avalos, de la comunidad La Primavera. Avalos dijo que lo acusaban –a él y a su esposa, que miraba aterrada- de ser opositores a Insfrán. Era 2013.

—Alberto Galván, peón qom de Río Bermejito, fue asesinado y arrojado a las pirañas. Fue en 2011.

—En 2010, Mártires López, dirigente qom de la Unión Campesina de Chaco, murió en un accidente que no fue un accidente. Yonatan Medrano, de 16, fue apuñalado por tres personas cuando volvía a su casa en El Colchón, Villa Bermejito, Chaco. Era 2013. El mismo año en que Imer Ibercio Flores, de 12 años, fue asesinado a golpes en una fiesta en Villa Bermejito.

—El cuerpo sin vida de Esteban Rolando Medina fue encontrado en la vera de la ruta Nacional 86 en 2015. Norma Artaza, en el diciembre anterior. Hablaron de accidentes.

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(Imagen: Pelota de Trapo)

Siempre es sencillo matar anónimos en las rutas de Chaco y Formosa. Parece un accidente para las instituciones. Que se sacan de encima a los sobrantes a accidentazos por la espalda.

En agosto de 2015, Carlos Tévez jugó en Formosa. Después, en un programa de televisión, dijo “el otro día en Formosa… un paredón grande y entramos al hotel… Las Vegas… Las Vegas, con casino y todo. Pero del otro lado del paredón, la gente se estaba cagando de hambre… y la gente te da la vida, se desvive por vos, te miraba y lloraban, señoras de ochenta años a nenes de cinco. Y entonces, me digo, en qué mundo estamos. No se puede vivir así. Nos tenemos que dar cuenta de estas cosas. Porque los pibes no merecen estas cosas”. Conmovedor. Lástima que, meses después, se casaba con el macrismo y hacía negocios con el gobierno empresarial, el mismo que disparó la pobreza en todo el país.

Gildo, inamovible. Como durante un cuarto de siglo. Y quién sabe hasta cuándo.

Casi el 40% de los alumnos de primaria formoseños no tuvieron conectividad durante 2020. No tienen computadora ni propia ni de la familia. Ni celular. Ni datos móviles.

En los primeros años 2000, Insfrán había soñado con una educación que formateara a sus hijos “en su tarea de formar al Hombre Nuevo, capaz de desarrollarse integralmente en su propia tierra, afianzando la identidad del ser formoseño y revalorizando su cultura”. El hombre nuevo formoseño, si resiste, es el hombre -y la mujer y el niño- dominado, apaleado o entregado a la policía brava. El resto son clientes del sistema, los formateados por herencia desde hace décadas.

Los que creen, desesperadamente, que, después de Gildo, el diluvio.

*Por Silvana Melo para Pelota de Trapo / Imagen de portada: Pelota de Trapo. 

Palabras claves: Formosa, Gildo Insfrán, qom

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