Sentirse precari*s

Sentirse precari*s
17 septiembre, 2020 por Redacción La tinta

El libro “Sentirse Precari*s: afectos, emociones y gobierno de los cuerpos”, recientemente editado por la Universidad Nacional de Córdoba, trae reflexiones sobre la experiencia de precariedad desde el análisis de objetos culturales y una crítica a la sensibilidad neoliberal en relación a las emociones, la temporalidad y las imágenes.

Por Redacción La tinta

En un intercambio virtual, desde La tinta, tendimos algunas preguntas con Victoria Dahbar, Noe Gall, Beto Canseco, Ianina Moretti, Martín de Mauro, Emma song y Eduardo Mattio, quienes escriben en el libro: Sentirse precari*s: afectos, emociones y gobierno de los cuerpos del sello editorial de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), disponible en varias librerías del país y en formato electrónico.

Les autores piensan y escriben juntes hace tiempo, construyeron una comunidad de pensamiento afín a la perspectiva feminista y a los estudios de género y sexualidades en Córdoba. Desde 2014, este espacio tomó la forma de un equipo de investigación con la dirección del filósofo Eduardo Mattio en el Centro de Investigación de Filosofía y Humanidad María Saleme de Burnichon (CIFFyH), de la UNC. Se dedican especialmente al estudio y trabajo desde la obra de Judith Butler. Anteriormente, publicaron el libro ¿Qué hacemos con las normas que nos hacen? Usos de Judith Butler, editado por Sexualidades Doctas. 

El libro

sentirse-precaris-mattio-1Victoria Dahbar nos cuenta que “el libro es y no es el grupo de investigación, lo es porque nace de la preocupación común acerca de las formas cristalizadas del afecto y las formas normalizadas del sentir, una preocupación que fue imponiéndose en el ritmo de lectura del grupo como preguntas urgentes; y no lo es, porque somos un puñado de integrantes quienes escriben en este libro”. 

Si bien cada capítulo es singular, Ianina Moretti explica que propusieron una unidad colectiva con dos temas que atraviesan la obra: los afectos y la precariedad, y los diversos modos de cifrar la relación entre ambos. Y detalla que la mayoría de los artículos abordan el análisis de objetos culturales que moldean sentimientos y los reproducen, como una poética, hacer, producir y reproducir en el mismo acto. 

A través de películas, canciones, marchas, proponen un análisis cultural para pensar las relaciones entre afectos, precariedad y cultura, a partir de la afectación a la que nos exponen o propician esos objetos culturales. ¿Qué hace la cultura con nosotres y qué hacemos con ella? ¿Qué cultura consumimos y cuál queremos? ¿Cómo nos afecta? ¿Qué movimientos culturales posibilitan la aparición de la precariedad como afecto? Son preguntas que sobrevuelan toda la obra y que son un convite, más que necesario, para quienes leemos.   

Noe Gall nos cuenta que, en el capítulo que escribe con Victoria Dahbar, trabajan a partir de la Marcha contra el gatillo fácil que se realiza todos los años en la ciudad de Córdoba. Retomando el abordaje común sobre la precariedad, analizan cómo ese tipo de intervención en el espacio público, a través de diferentes rituales y momentos de la movilización, posibilitan otra manera de exponerse y transitar el duelo. Ante una muerte pública, como la de jóvenes a mano de la policía, también el duelo y sus reclamos legítimos por justicia se tornan públicos. Los otros capítulos, continúa detallando Noe, van tejiendo diferentes momentos y sucesos políticos que también son culturales. El capítulo de Eduardo aborda el matrimonio gay y la idea de fracaso refiriendo a algunas películas como “Pequeña Miss Sunshine”, Ianina trabaja relaciones sexoafectivas y de parentesco tensionadas a partir de la película “Muchachos del Este”, ella y Martín (en “La noche”) retoman la noción de “cine de la precariedad” (Berlant) pensada desde nuestras latitudes. Emma reflexiona sobre la canción “Miénteme” de Karina y la película de animé “Ghost in the shell”, ahondando en un análisis sobre el amor, y Beto tematiza la ansiedad e, incluso, el sentirse precarias en cuanto supervivientes retomando lo que le inspira “Rent”. 

“Duelo, tristeza, melancolía, miedo, ansiedad, fracaso como afectos que parecían abandonados a la pura negatividad: en los cuerpos, en las imágenes de cuerpos, en las alianzas cuir, esos afectos producen otras superficies, otros lazos, otras comunidades. El parentesco, el yire, la manifestación callejera, las relaciones sexo-afectivas y de amor toman otro protagonismo, proyectan nuevas luces y también nuevas sombras en el escenario político en el que se juegan no sólo las relaciones de poder, sino los afectos en sus distintas modulaciones”, expresa Ianina. 

Investigar y reflexionar sobre el mundo de los afectos es una batalla epistemológica y un lugar político, configura una manera de ver y sentir el mundo que disputa sentidos comunes arraigados respecto del orden natural de las emociones. Por el contrario, las mismas son culturales e históricas. 

El Giro Afectivo

Para meternos un poco en la propuesta del libro, les pedimos que nos cuenten sobre cuándo comienzan a cobrar relevancia los estudios de los afectos desde las ciencias sociales, un proceso que es conocido con el nombre de Giro Afectivo. Emma song nos explica que, desde finales de la década del 90, los feminismos y la teoría queer estadounidense – angloparlante- fueron intensificando viejos y nuevos intereses por los afectos como formas reguladoras de la interacción social. 

“Decimos viejas porque el interés epistemológico sobre qué son, hacen y cómo actúan los afectos, emociones y sentimientos es tan largo como la historia. Nos interesa este giro afectivo, no por nuevo, sino porque, como feministas, siempre pensamos alrededor del moldeado normativo de nuestras existencias que distribuyen de una manera diferencial y diferenciante los dolores, sufrimientos, alegrías y esperanzas. El amor, solo por nombrar uno de los temas del libro, en tanto regulador de las relaciones entre las personas es puesto de relieve por esa articulación académica y activista que el último tiempo en el feminismo local se vio intensificada”, afirma Emma. 

No es simplemente una moda el estudio de los afectos, es un motor de transformación de la producción de conocimiento, que toca el centro del quehacer investigativo: “No hay manera de esquivar el objeto de estudio”, nos aclara Emma. Por ejemplo, no hay lugar para verse leyendo producciones culturales sobre el dispositivo del amor sin que eso “interpele” la forma en que se ama. Y agrega: “Nos vemos afectadas y afectamos en una danza ontológica -diría Haraway- con otres que no podemos ni dejar de habitar ni evitar. Así como propone Sedgwick en Tocar la fibra, quizás pensar los afectos nos acerque política, epistemológica y ontológicamente a reimaginar un mundo donde la precariedad compartida sea un abrazo y no la intemperie de la muerte”.  

Precariedades

Cuando les autores escribieron los textos, no existía el contexto pandémico, sin embargo, Beto Canseco considera posible hacernos algunas preguntas a partir del abordaje que hacen de la precariedad en el libro. Frente al ingreso del coronavirus como un nuevo actor social, Canseco nos propone pensar: “¿Qué discursos sociales están circulando acerca del riesgo frente al virus -riesgo de muerte o cómo el virus cambia la vida de la comunidad-? ¿Qué comunidades configura y a quiénes dejan por fuera? ¿Qué consecuencias tiene que determinados cuerpos y poblaciones no estén en la agenda afectiva -en términos de Violeta Alegre- de una comunidad?”. 

Para entender un poco más sobre el concepto de precariedad, les pedimos que nos expliquen de qué va. Edu Mattio nos dice que, en el vocabulario butleriano, la noción de precariedad ha aparecido en su filosofía más reciente. Tras la caída de las Torres Gemelas y en el marco del periplo bélico que generó, Butler empieza a balbucear una “ontología social corporal” en la que subraya la importancia política de la vulnerabilidad, de la interdependencia, de la desposesión comúnmente compartida. La precariedad es la que nos sujeta siempre a otres -a su cuidado y a su violencia-, a los marcos normativos que nos vuelven inteligibles, pero también a los entornos materiales y sociales en los que vivimos. 

Beto Canseco agrega: «Con precariedad, la autora está hablando de cierta condición corporal que refiere a la imposibilidad de garantizar que algo que dure en el tiempo -en cualquier momento, de manera arbitraria, voluntaria o accidentalmente- puede eliminarnos o eliminar el estado en que estamos. Nuestra experiencia corporal es precaria, la relación con el tiempo no es solo del orden racional, sino que es del registro de lo afectivo -sensaciones corporales, físicas, que están mediadas con palabras que se vinculan con los afectos-«.

Es importante recordar que, en Butler, la precariedad es una condición ontológica como partida de todos los cuerpos, pero también es una condición que está diferencialmente distribuida, hay poblaciones y cuerpos que están más expuestas a ese sentimiento, una mayor sensación de que se están sobreviviendo y de que en cualquier momento esto acaba. Ianina destaca que hay poblaciones precarizadas de distintas maneras, en relación a la carencia de condiciones materiales y de reconocimiento. Los textos del libro hablan de precariedad LGBTTTBIQ+, poblaciones marginales por sus condiciones de clase, raza o de ser inmigrantes, o por un entrecruzamiento de esas categorías. 

Beto nos dice que los vectores de poder nombran y nos ayudan a pensar qué hace que un cuerpo, un sujeto, se sienta más precari* que otro, siendo que compartimos irrevocablemente esa precariedad. Nadie puede garantizarle a nadie que va a vivir para siempre, sin embargo, hay cuerpos que están más arrojados a esa sensación. 

“No es solo saberse precari*s, sino sentirse precari*s, sentir esa finitud y la relación con la propia muerte, que nos singulariza, pero, sobre todo, nos devuelve el aspecto político y colectivo de la existencia: que dependemos de otres para existir, de una comunidad, de organizaciones sociales y políticas, que sostengan la vida”, afirma Beto.  

Circulan socialmente discursos sobre los afectos que operan en nuestros modos de vivirlos. Beto trae un ejemplo; “Al principio de la pandemia, sentíamos o se insistía en que sintiéramos determinadas cosas, en el medio y ahora, sentimos otra cosa. El yo está mediado por la insistencia de un mundo social, que dice cómo debemos sentirnos. Y en esto, no se trata de que los sentimientos negativos son malos y los sentimientos positivos son buenos, sino pensar cómo los afectos están produciendo comunidad y si esa es la comunidad que queremos, quiénes están quedando afuera y a quiénes beneficia”. 

Para Edu Mattio, el Estado, el mercado, la cultura, maximizan nuestra vulnerabilidad, volviendo a ciertos grupos sociales mucho más precarios que a otros. Dice: “Ese gobierno de la precariedad, como lo ha descrito Isabell Lorey, es el que nos invita a revisar de manera situada, aquí mismo desde Córdoba, las variadas escenas neoliberales de precarización afectiva en las que se hace explícito el amarre afectivo, el arraigo emocional que tienen diversas formas de opresión y de auto-sujeción”. 

Edu afianza la idea de que ciertos sentimientos o tonos afectivos nos precarizan gravemente, pero también otras emociones o modos de afectarnos, por lo general, desestimadas o desacreditadas socialmente -el fracaso, la depresión, la infelicidad, etc.- son una llave precaria, son ese modo de estar/sentir en el mundo que posibilita desarticular la crueldad con que los sentimientos socialmente alentados nos lastiman y empobrecen. “Sentirse precari*s es advertir esa doble valencia de las emociones: es el lugar en el que nos apegamos a lo que nos deshace, pero también el espacio afectivo en el que podemos modular otras gramáticas para el sentir”, aclara.

*Por Redacción La tinta. Foto de portada: Fer Leunda / Escoria 

Palabras claves: Eduardo Mattio, filosofía, LGBT, LGBTIQ

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