«Para que tus alitas no crezcan más rotas»
El domingo, se festeja el día de las infancias. Corriéndonos de la mirada adultocéntrica, nos preguntamos cómo acompañar a las infancias desde el amor, reconociéndoles sujetes y no objetes de crianzas. Como dice Marlene Wayar, emulando a Los Simpsons: “¿Alguien, por favor, quiere pensar en les niñes?».
Redacción La tinta
«¡Chango! ¡Chinita! ¡Gurises! Acá te escribe la Susy. Seguro que me conocés de verme volver tarde por el barrio, algunas risitas me habrás regalado estando en barra. Pero sos de los y las que me dice ‘Buen día, señora’ cuando voy a la mañana a comprar el pan. Soy la tía de Uriel, que vive justo enfrente del Centro Comunitario, y aunque tenemos nuevas leyes, que me permiten tener en el documento el nombre que siento para mí, todavía la ley no puede hacer mucho para que dejen de cargarlo a mi sobrino con ‘su tío que se disfraza de mujer’. No vengo a retarte; vengo a que me conozcas. ¿Y sabés por qué? Porque hay un amanecer asomando y estaría bueno que no te lo pierdas, que no nos lo perdamos. Te dejo un beso, o un abrazo, de tía trava».
Susy Shock
En su libro Crianzas, Susy Shock cuenta que esta palabra “viene del portugués, es una acción, es ir criando. Porque, al pensarla como acción, también nos incluye”. En esa palabra, les niñes también son devenir, son proceso, son un camino de abrazo cuidadoso junto al juego y al pan, y, sobre todo, junto a otres. No solo alcanza con une madre-padre biológico, sino que se necesita de más.
Crianzas tiene una relación íntima con Marlene, en su introducción, Susy cuenta que “este libro surge el día en que Marlene Wayar nos contó de su infancia y chocamos contra el mundo trava”. De ella sale el prólogo, en donde se pregunta quién piensa en les niñes, para llegar a la conclusión de que, en nuestra sociedad, son las industrias de consumo ante la inexistencia de una industria de cuidado, de acompañamiento y de amorosidad. También hace referencia a la violencia que se ejerce sobre les niñes cuando se les cosifica como objetos de deseo de les adultes, cuando se les usa como mano de obra esclava y como esclaves sexuales. Por esto, y con infancias huérfanas de políticas estatales, este libro apela al proceso de acompañamiento en los primeros momentos de la vida con educación, amor y juego.
Pero, en este mundo heteronormado, patriarcal y binario, pensar en formas de educación que abracen lo diverso y normalicen lo “anormal” sigue siendo muy complejo. Muchas infancias quedan presas de la pobreza, de la marginalidad, de la violencia, del ocultamiento y hasta del silencio. La ESI es ley, pero está muy lejos de aplicarse en las escuelas de nuestro país y, mucho menos, de hacerse carne en las múltiples familias y realidades cotidianas.
Por infancias libres
La Asociación Infancias Libres surge en 2017 en Buenos Aires, motorizada por la falta de políticas públicas para mapadres y niñes trans. Vivimos un mundo sin información, sin contención a las familias e infancias tras. No hay formación para les profesionales de la salud, para les docentes ni para la población en general y eso deviene en múltiples violencias hacia niñes y adolescentes trans en el sistema educativo y de salud.
Desde la Asociación, realizaron 100 encuestas entre 2018 y 2019 a mapadres (como elles le llaman) y familiares de niñeces que han transitado por espacios de la Asociación. El objetivo fue visibilizar las experiencias de las niñeces trans, brindando datos concretos y dando a conocer los principales obstáculos que les niñes vivencian en el camino para poder expresar y vivir su identidad de género como sienten y autoperciben, en definitiva, tal cual son.
Algunos de los temas indagados en el informe fueron las primeras manifestaciones, las acciones realizadas (o no), ámbitos familiares, escolares, religión, entre otras. Encontraron que un 46 por ciento de les niñes empezaron a expresar esa disconformidad cuando tenían entre 1 y 4 años, y un 31 por ciento, entre los 5 y los 8 años. Es un dato sorprendente, ya que nos llama a estar atentes a las manifestaciones y expresiones desde muy pequeñes. Las prácticas que podían dar cuenta de esta expresión son: vestirse con ropa de su mapadre, rechazar actividades relacionadas con el género asignado, uso de accesorios o cosméticos relacionados con el género autopercibido, manifestaciones de dolencias físicas que no se condicen con síntomas “reales”, entre otras. El estudio da cuenta, además, de que sólo el 6% de las familias tuvo como primera reacción la aceptación del sentir de sus hijes, sin vincularlo con un malestar o padecer. Dentro del informe, cuentan que un 35 por ciento buscó ayuda para entender qué les estaba pasando y la mayoría intentó encontrarla en un profesional de la salud, mayormente, psicólogues, pero la experiencia en 8 de cada 10 casos no fue satisfactoria.
Gisela Rodriguez, referente de Infancias Libres Córdoba, cuenta en una entrevista realizada en el marco del Seminario “Feminismo popular para la formación de promotorxs de género con perspectiva de género”, organizado por Mumala Córdoba, que “más del 80% de las familias no pudieron ser acompañadas por un profesional. Al mostrar disconformidad con el género al nacer, les profesionales tienden a corregir, a normatizar a esa niñez”. Dentro de las dolencias físicas que a veces sufren les niñes, encontramos problemas respiratorios como broncoespasmos o asma, caída de cabello, llanto desmedido, autolesiones, no control de esfínteres.
La escuela suele ser otra de las instituciones problemáticas. Por más que haya docentes sensibles, se necesita una política transversal. Contamos con la Ley de Educación Sexual Integral, sin embargo, se aplica de manera discrecional, sin recursos y con muchos prejuicios. Gisela comenta que “lo que no se nombra, no existe y las niñeces siguen recibiendo violencias por no estar plasmadas en el material de trabajo, en una lámina. Tendemos a corregir a esos cuerpos, damos a entender que están equivocades. La genitalidad no nos define como personas. Tenemos niñeces travestis, no binarias. Necesitamos que se tome conciencia social sobre lo que estas niñeces están viviendo”.
El amor de las familias no alcanza. Para Gisela, es necesaria una sociedad «que abrace al colectivo trans-travesti. Si el cuerpo no es parecido a lo cis, ¿qué pasa con esta corporalidad que quiere ser libre? Ese cuerpo no está legalizado en ningún lado. Es materia de burla, de abuso, se creen con el derecho de maltratar y de humillar. Le debemos mucho a las compañeras que han dejado su vida por las leyes, pero no es suficiente”, concluye.
Desde la Asociación, compartieron un proyecto de ley para trabajar en las escuelas, pero en el Ministerio de Educación “lo cajonearon”, cuenta.
La expectativa de vida desde que existe la ley de Identidad de Género no ha cambiado, hay un 40% de suicidio y eso se mantiene. Si bien el 85 por ciento de les niñes y adolescentes han modificado su nombre de pila, solo el 21 por ciento de las familias rectificó el nombre de sus hijes en el DNI. A esto, Gisela agrega que “un cambio en el DNI no nos garantiza a las familias que nuestras niñeces dejen de correr riesgo. ¿Por qué la resistencia es un modo de vida? Estas niñeces deberían estar jugando. Nuestro deseo también es que puedan llegar a viejes, que puedan envejecer, que su expectativa de vida sea más de 35 años”.
Tenemos un gran desafío por delante. Es necesario dar cuenta de la realidad que viven las infancias para cambiar rotundamente la mirada adultocéntrica y heteronormada.
“Van estas palabras para las travitas, para les niñes trans…que ojalá les hagamos, de una buena vez, los postres, los abrazos y las canciones de cuna necesarios para que vuelen sus alas (…) para que tus alitas no crezcan más rotas”.
*Por Redacción La tinta / Foto de portada: La tinta.