Travesía Feminista: de Córdoba al Encuentro Latinoamericano y Caribeño
Por Luciana Mazziotti para La tinta
Más de 1.600 feministas de 29 países llegamos a El Salvador para participar en el XV Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe (EFLAC), que se realizó del 22 al 25 de noviembre y que sucede cada tres años con un formato asambleario, donde cada sede define los ejes a discutir en las plenarias que responden a problemáticas y debates necesarios para el momento histórico. También se realizan talleres y actividades paralelas propuestas por las participantes que pertenecen a colectivas, asociaciones, ONG. Es uno de los espacios de articulación más grandes y potentes de los feminismos. El primero se realizó en Bogotá en 1981 y de allí nació la conmemoración del 25N como “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres”, y luego, el 28S, “Día de Acción Global por el Aborto Legal, Seguro y Accesible en América Latina y el Caribe”. Si bien esta edición estaba prevista para 2020, las condiciones globales hicieron que se atrasara hasta este año.
El próximo será en Haití, con el apoyo de República Dominicana. La elección no solo responde a la necesidad de abordar la crisis en la región, la intervención de Estados Unidos y el persistente temor a ser expulsadas de sus propios países, sino también a la lucha contra el racismo que muchas compañeras enfrentan.
Viajé por primera vez al EFLAC. Desde Córdoba, participamos con compañeras de CISCSA y referentas de otras organizaciones, entre ellas, de «La Poderosa» y el espacio de género «Las Mechas» de barrio Villa 9 de julio. Fue movilizador encontrarme con mujeres y disidencias de toda nuestra región, escuchar la pluralidad de voces de sus experiencias y resistencias ante las crisis y retrocesos democráticos que viven. En el contexto que tenemos por delante en Argentina, donde el fascismo se alzó con la victoria de un gobierno, con propuestas y discursos que destilan odio y nos excluyen de su visión política, la resistencia feminista se vuelve esencial. No solo para enfrentar las crisis regionales, sino también para desafiar y contrarrestar la hostilidad que encontremos en casa, este viaje adquirió un significado aún más profundo.
En el corazón de este tremendo evento, se realizaron doce asambleas correspondientes a tres ejes principales: Contexto: análisis para superar retrocesos democráticos en clave feminista; Cuerpo, Tierra y Territorio: experiencias, caminos y acciones políticas para nuestra soberanía, y Potencia Feminista: debates para la autoconstrucción y transformación.
Frente a los momentos de crisis y procesos de restitución autoritaria, el eje Análisis para superar retrocesos democráticos en clave feminista puso en prioridad la protección integral feminista de los movimientos y las comunidades: “Hay que poner el cuidado y la protección en el corazón de nuestra acción política, viéndolos como estratégicos para sobrevivir juntas en la región y, para lograrlo, necesitamos ser generosas y aprender de aquellas que han enfrentado dictaduras y conflictos armados”.
Una de las realidades dolorosas y presentes fueron las voces de las exiliadas, como el caso de quienes quisieron volver a sus ciudades y su país les negó la entrada, o en el caso de lxs compañerxs haitianxs que cruzan a República Dominicana indocumentadxs para acceder a servicios fundamentales y básicos para la vida como la salud, y viven con el constante miedo de ser deportadxs nuevamente a su país. Y los casos de presas políticas, muchas de ellas defensoras de derechos humanos y ambientales, perseguidas y amenazadas por los gobiernos. En la asamblea de Ciudades feministas resistentes y resilientes, coordinado por la Red Mujer y Hábitat de América Latina y el Caribe, emergieron problemáticas compartidas: ciudades marcadas por el capitalismo voraz, neoliberales y masculinizadas, con diseños que excluyen y ritmos acelerados que expulsan, obligando a algunas a desplazarse de los territorios y exiliarse en otros dejando atrás sus vidas. Nos confrontamos con la realidad de ciudades divididas en términos productivos y reproductivos, donde la precarización laboral y la feminización de la pobreza son moneda corriente.
Preguntarnos y resignificar el concepto de seguridad fue central: ¿quién nos cuida? La respuesta traslada el enfoque de la fuerza pública a sistemas de cuidado basados en afectos y atención mutua. La verdadera seguridad no reside en tener más policía, sino en garantizar necesidades fundamentales como vivienda, educación, alimentación y salud. Y sobre todo, es importante destacar que no se empieza desde cero, las feministas latinoamericanas y caribeñas contamos con diagnósticos, propuestas y estrategias diversas y concretas para transformar nuestras ciudades y territorios en entornos más inclusivos y sostenibles.
La potencia de los feminismos populares
Fui moderadora, junto a mis compañeras de viaje, del conversatorio autoconvocado, Construyendo feminismos populares desde la resistencia de los barrios. Susana Zaccaro, referenta de La Poderosa, compartió el trabajo que hacen, destacando dispositivos como las casitas de género y diversidad en el barrio Yapeyú de Córdoba. Habló sobre el proyecto de Ley que busca el reconocimiento salarial para trabajadoras comunitarias que sostienen ollas populares. Marta, del Espacio de Género y Diversidad María de las Mercedes Gómez «Las Mechas», de barrio Villa 9 de Julio, recordó a La Mecha, secuestrada y desaparecida en 1975. Habló con orgullo sobre llegar a un encuentro crucial para nuestra región y expresó el deseo de que las voces de las compañeras que están en los barrios empiecen a tener más presencia en estos espacios porque son fundamentales.
Estuvieron presentes en todo momento Yamila Cuello, desaparecida en democracia, y todas aquellas desaparecidas en un régimen democrático. Resonó el nombre de Beatriz, una joven de 22 años a la que el Estado, en El Salvador, le negó la interrupción del embarazo, porque allí el aborto está completamente criminalizado.
Desde el 2015, el feminismo me abrazó con la fuerza del Ni Una Menos. En 2017, en la secundaria, me uní a la secretaría de diversidad del cole “Jero”; más tarde, a la marea verde, llenándome de brillos y alegría para salir a las calles. Desde entonces, participo de la ONG CISCSA: Ciudades feministas. En este, mi primer EFLAC junto a otras jóvenes feministas, he experimentado una marea imparable de sororidad, resistencia y la potencia colectiva de voces que resuenan desde todos los rincones de nuestro continente. La hermandad feminista ha tejido redes de resistencia que trascienden fronteras, recordándonos que no estamos solas en nuestra lucha. Ante el miedo y la incertidumbre de lo que puede llegar a pasar en el país, es inspiradora la valentía de quienes han enfrentado gobiernos hostiles en sus propios países. Y saber que no estamos solas, que nos tenemos. Que tenemos que resistir desde las redes y la ternura que nos habita cuando nos juntamos. Y como dicen las compañeras nicaragüenses, América Latina renacerá libre y feminista.
*Por Luciana Mazziotti para La tinta / Imagen de portada: Luciana Mazziotti.