Crónica de otro desalojo campo adentro
Por Santiago Torrado para La tinta
Antonio Pérez pasó toda su vida, -todos- sus sesenta y muchos años, en la misma parcela rural del Paraje Juan García, departamento de Ischilín, en el norte cordobés. En las seis hectáreas que heredó de su padre a finales de los años 70, Antonio vivía con su compañera Argelia Sánchez, un hijo de ambos y un nieto de 11 años. Juntos mantenían un huerto que producía verduras orgánicas con las que se alimentaban y, cuando sobraba algo, lo vendían en los alrededores de la Comuna Avellaneda, a unos 15 km de la Ruta Nacional 60. También criaban cabras, ovejas, gallinas, caballos, chanchos, conejos y algún perro famélico.
La mañana del pasado 13 de abril, Antonio no durmió. Miraba fijo el camino de piedra. Campo adentro, todo era silencio, también una garúa finita y constante. Un cielo encapotado, el viento frío del norte y el otoño. De pronto, un patrullero, un juez, un camión de mudanzas. El desalojo.
También, para “evitar desmanes”, cuatro policías antimotines impasibles y un poco ridículos: los cuatro jinetes del apocalipsis campesino: el desmonte, la especulación, la soja y la miseria, uni-formados e indolentes. En poco menos de una hora y media, Antonio, Argelia, su hijo, su nieto y sus animales quedaron desamparados bajo la lluvia, en medio de la soja. En medio de la nada.
José Villalba es parte del Movimiento Campesino de Córdoba, un espacio que desde hace años viene acompañando a pequeños productores agrícolas y familias campesinas en su batalla por seguir habitando el territorio. Con el cansancio de la repetición, pero con la convicción del militante, repite la historia.
—Es verdad que Pérez vendió los terrenos a un importante empresario de la zona llamado Roger Rodríguez, pero existía un contrato de comodato que le permitía vivir en ese terreno. Cuando vimos que Rodríguez no iba a ceder, le propusimos varios acuerdos, incluso comprarle una o dos hectáreas para evitar esta situación, pero nunca se presentó a mediación.
El 11 de noviembre del año pasado, mientras la pandemia todavía abría noticieros y se contaban los muertos a diario, otro camión de mudanzas, con otros jueces y otros policías, se llevaban los pocos muebles y los muchos animales de otra campesina cordobesa: Agustina Tolosa. Su historia es tristemente similar a la de Juan y Argelia: adulta mayor, con hijes, nietes y una pléyade de animales a cargo.
Un buen día, un heredero real o supuesto, una empresa real o ficticia, un emprendimiento estatal o privado aparece a reclamar el territorio que habitaron por décadas. Entonces la justicia respalda el reclamo y se pone en marcha el engranaje que está vaciando lenta, pero inexorablemente el campo cordobés de pequeños productores y campesinos que, generalmente, con sus escasos o nulos estudios, no pueden hacer frente a la lógica de los tribunales, los abogados y, finalmente, los desalojos.
—En 2019, se aprobó en la Legislatura provincial la Ley de Agricultura Familiar Campesina e Indígena que no se aplica. Una ley que omite deliberadamente el cese de los desalojos, que es el principal mecanismo con el que están vaciando los territorios. Durante la pandemia, pudimos frenar algunos temporalmente, argumentando la emergencia sanitaria, pero es una lógica que continúa.
Según los datos recopilados por el MCC, existe riesgo de desalojo para numerosas familias campesinas que tienen derechos posesorios sobre la tierra en El Barrial, Sobremonte, Paraje Las Cañadas, Paraje Los Poleos, Villa Albertina, La Aguadita, Santa Ana, Paraje Santa Isabel, Villa Candelaria, Campo del Carro, San Ramón, Pozo de la Olla, Paraje Los Pozos, Río Seco, Taruca Pampa, Villa Alicia.
Pocos días después del desalojo de Juan y Argelia, se conmemoró el Día Mundial de la Lucha Campesina y, poco después, el Día Mundial de la Tierra. El Movimiento Campesino de Córdoba organizó una marcha. Lejos del bullicio de la capital, lejos de los focos de las cámaras de medios amigos del poder que solo acuden al “interior” de la provincia cuando hay alguna desgracia.
«Somos quienes desde lo más profundo del monte, los barrios y los parajes producimos alimentos sanos; somos el trabajo digno y la soberanía alimentaria hecha realidad de nuestros productos y en nuestro caminar cotidiano. Estamos acá para exigir que se democratice el derecho a los alimentos sanos y que frenen los desalojos”.
*Por Santiago Torrado para La tinta / Imagen de portada: Prensa Comunitaria Córdoba.