Arrecife de Cobaltos: trabajadora de la tierra
Carolina Moreno es la creadora de Arrecife de Cobaltos. Trabaja con la tierra, observa sus procesos, investiga los cambios matéricos que se pueden generar. Crea pequeñas esculturas, objetos de arte que invitan a mirar con detenimiento cada detalle, cada repetición.
Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta
Una recomendación muy bien intencionada y la curiosidad que me caracteriza me llevaron a conocer a Caro, una joven ceramista de nuestra ciudad quien en realidad se presenta así: “María Carolina Moreno es mi nombre de DNI, Verónica me siento, Arrecife de Cobaltos es donde existo”.
La artista reflexiona e investiga permanentemente desde el hacer en el taller. Piensa, observa, registra todo lo que va sucediendo con la materia y se cuestiona las lógicas de trabajo. En ese repensar sus prácticas, encuentra posible describirse como trabajadora de la tierra, ya que asume estar con la arcilla la mayor parte de su tiempo.
“Lxs trabajadorxs de la tierra nos valemos de las huellas del barro, de las marcas que surgen de la tierra. Emergemos a través del barro en continua unión a sus ciclos. Permanecemos guiadxs en los rastros que afloran de sus anatomías geológicas. Transitamos la vida en simbiosis con ella, captando, rompiendo y mutando orgánicamente desde su sentir, trasladando sus mensajes, su historia, su cuerpo, su alma. Asumimos desde el juego, que permite el contacto/labor para mimetizarnos con sus ciclos y transmitir sus mensajes como forma/modo de vida”, escribe y comparte Caro en comunicación con La tinta.
Enseguida me cautivaron sus piezas y las irrefrenables ganas de tenerlas en mis manos, tocarlas, mirarlas con detenimiento, encontrar sus recovecos, observar cómo la luz hace lo suyo, retener los colores, intentar contar sus partes pequeñas, suerte estructura que las sostiene.
Caro Moreno es la creadora de Arrecife de Cobaltos. Arrecife es como la conocí y es como muchxs la llaman. También es todo el proceso que desarrolla de 5 años a esta parte en relación a incansables investigaciones de disfrute matérico, y a la vez de reacciones, pigmentos, pastas, estructuras, de milimétricas piezas que a repetición forman módulos. Módulos que a repetición se transforman en pequeñas esculturas, objetos para no cansarse de observar.
Arrecife de Cobaltos, un mundo de detalles milimétricos
“Arrecife es un juego de palabras con un apodo que tengo que es Coraline por Carolina y por coral, entonces mi hábitat termina siendo el arrecife”, relata la artista que recuerda que su taller comenzó en un espacio de poquitas cosas, algunas herramientas que no quería usar, y la certeza de que la arcilla sería su forma de vida. «La arcilla me enseña de los tiempos y la paciencia hasta poder ver mi sensibilidad y la de la materia. Un juego y un desafío”, afirma Caro.
Su trabajo siempre nace en el estar frente y con los materiales, es una eterna investigación-experimentación matérica, sensible, para adentro.
Toma la cerámica como un encuentro con otrx. “La mayoría de los procesos empiezan en un hallazgo de estar con los materiales, agudizar los sentidos, prestar atención, abrirme, viendo, escuchando el agua que entra en la arcilla. Ni más ni menos que lo que hacemos en el encuentro con otrx. Es abrirnos a conocer”, comparte la artista.
Imagino horas y horas en el taller. Las piezas son estructuras de detalles. Milimétricas piedritas o zurullos de pasta casi idénticos que se unen y se multiplican, hacen las veces de piel, de textura única. Cada pieza denota un fuerte trabajo para adentro, en las profundidades del taller. “El taller es como una cantera donde me encuentro con los materiales que voy a usar”, cuenta y comparte que muchas veces prepara materiales y los deja secar o expuestos a la lluvia, al sol o a mucho frío, y luego los incorpora a sus obras. Ella es quien prepara sus pastas, como también los engobes; le gusta probar y variar las fórmulas haciendo registro de los procesos en bitácoras que planea compartir en alguna exposición o informalmente con colegas e interesadxs.
Hay en las obras de Caro Moreno dos características importantes, resultado de su investigación matérica: textura y repetición. Ambas hacen que sus obras sean experiencias que invitan a transitarse desde el tacto, abriendo todos los sentidos, enseñando a mirar con detenimiento “una experiencia completa”, como la llama.
El rol del arte en este lío
La artista dice que desde muy pequeña le interesó el arte y que eso fue incentivado por su madre. “Admiro obras artísticas desde muy chica, tengo recuerdos de quedarme mirando detalles de esculturas o pinturas, sobre todo las que encontraba en la calle”, cuenta Moreno y sostiene que las ganas de hacer y disfrutar del arte en todo lugar, que se gestaron en la infancia, siguen movilizándola.
“El arte nos hace entendernos o conocernos al menos un poco a nosotrxs mismxs o al otrx”, reflexiona la ceramista en relación a la pregunta que nos hacemos desde siempre quienes hacemos arte o pensamos y escribimos sobre el tema.
¿Es que existe una función en el arte? ¿Es que el arte, las artes, sirven para algo? ¿No será un montón darle también esa responsabilidad? En este sentido, Caro se muestra convencida de que hay una fuerza intrínseca en el arte para movilizar desde lo sensible nuestro cotidiano, provocando, generando nuevas sensibilidades, experiencias, ideas y acciones.
El arte también es encuentro con otrxs, quien hace y quien mira se encuentran en la obra puesta ahí, para modificarlo todo. “Forma parte del desarrollo individual, pero también del colectivo. Te lleva a repensar que nos conecta a otrx. Es una potencia infinita que alimenta nuestra forma de vivir y relacionarnos”, afirma Moreno.
Construir con otrxs: alfarerxs feministas
Caro Moreno participa del colectivo Alfarerxs feministxs, como una forma de militancia desde el arte y encuentro con otrxs, una construcción en colectivo. Es parte de las diversas intervenciones que realizan desde hace varios años. Explica que intentan darse un núcleo de contención, construcción y acción feminista, unidas por un oficio tan tradicional que también discuten y desarman.
“Como disidentes, venimos de mucho tiempo de invisibilización, desvalorización y precarización. Encontrarnos nos es necesario para seguir legitimándonos en nuestro lugar, en el oficio y en todas las actividades cotidianas”, explica en comunicación con La tinta.
En ese hacer y construir con otrxs, recuerda también que, en octubre del año pasado, participó de “A Pulso. Soberanía ollera y otras tribus materiales”, una muestra que nucleó a 10 mujeres alfareras de diversas latitudes en el Museo Nacional Terry de Tilcara. Y planea una muestra en el espacio Muta de nuestra ciudad para marzo de este año.
Esta artista invita a ir para adentro con cada una de sus piezas, un ejercicio cuasi meditativo de entrar en cada capa de la tierra. Siendo trabajadora de la tierra, va bien a lo profundo, con total conciencia e intención de ser partícipe de cada ciclo, de cada cambio esperado o inesperado de la materia, objeto de estudio y de transformación: la tierra misma, barro, arcilla.
Podés conocer más de sus obras en sus redes sociales.
*Por Inés Domínguez Cuaglia para La tinta / Imagen de portada: Carolina Moreno.