Mujeres urbanas que maternan y migran al campo: escapar de sus múltiples encierros

Mujeres urbanas que maternan y migran al campo: escapar de sus múltiples encierros
11 noviembre, 2021 por Redacción La tinta

En esta entrevista, Laura Isod, investigadora especializada en maternidad, crianza y educación, cuenta sobre el «Grupo de Educación Comunitaria de Chacarita». Madres impulsadas a encontrarse con otras con las que comparten el horror por el mundo en el que sus hijes nacieron y crecerán. «Estas mujeres mantuvieron una posición crítica y creativa frente a múltiples aspectos de la vida que se tornan primordiales en la crianza».

Por Prensa para la autogestión para La tinta

Laura Isod es investigadora especializada en maternidad, crianza y educación. Ha dedicado los últimos diez años al registro y estudio de casos en grupos de madres urbanas que, partiendo de conflictos cotidianos y diversos, intentan comprender la realidad bajo nuevas teorías y proponen formas creativas de rebelarse a las estructuras de la sociedad actual.

—Tu trabajo de investigación viene siendo consecuente con una manera de ver la producción de conocimiento, ¿es así?

—Siempre lo es. Cuando descubrí mi interés por estos “sujetos”, que eran las madres urbanas de sectores medios semiprofesionales que se vinculaban a través de las redes y se convocaban en las plazas de la ciudad para conversar, tomé nota del hecho de que nadie las estaba observando. Y lo que se tornó más evidente en mis acercamientos a ellas fue que allí, en esas “conversaciones”, se estaba produciendo conocimiento, un conocimiento profundo, riguroso y pertinente, capaz de dar respuesta a muchas problemáticas que generan malestar en nuestra cultura. Se trataba, sin embargo, de un conocimiento “marginal”; hubiera sido de locos pensar en abordar estas formas de subjetivación con proyectos y fondos académicos. Conversar con estas mujeres supone aceptar que nada quede en pie, incluyendo la academia y los fondos de financiación, por supuesto.

Laura se refiere a un grupo de madres que nació en Buenos Aires, hace casi diez años, mujeres de distintos barrios y zonas de la ciudad, y también del conurbano. Se llamó «Grupo de Educación Comunitaria de Chacarita» (era en el barrio de Chacarita donde se reunían). Hoy, este grupo sigue existiendo, como espacio de contención, autoformación y gestación de proyectos; algunas de sus integrantes migraron o están en proceso de migrar a lugares alejados de la ciudad (Patagonia, Traslasierra, Provincia de Buenos Aires).

“Acompañé esa experiencia desde adentro, trabajando en un registro del proceso. Lo hice por fuera de las instituciones académicas a las que pertenecía, renunciando al marco institucional, asumiendo que en aquel grupo de madres con hijos se estaba produciendo un conocimiento subalterno al de las universidades y los institutos de
investigación. Me interesaba comprender el ejercicio de autodeterminación que hacían estas mujeres desde sus maternidades, por fuera de los cánones instituidos de la crianza y la educación. Ellas crearon formas educativas, experimentando junto a sus hijos, en intentos de escapar de sus múltiples encierros. Sospecho, a esta altura, que estaban dando cuenta de todo un movimiento que surgía en aquel entonces en la ciudad y que aún no ha llegado a visibilizarse lo suficiente”.

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(Imagen: Grupo de Educación Comunitaria – Chacarita)

—¿Qué aspectos puntuales de la vida social abordan estas mujeres al convocarse?

—Básicamente, su impulso proviene de la percepción del horror que comparten en su mirada sobre el mundo en el que sus hijos nacieron y seguirán creciendo. La conciencia de “saberse fuera”, de contemplar su maternidad como una prisión hecha a medida para mujeres que no aceptan abandonar “el puerperio”, dado que lo consideran una valiosa etapa de sensibilización en torno a la propia vulnerabilidad. Estas mujeres, que a lo largo de los años no abandonaron sus intuiciones en nombre de ninguna consigna instituida que pudiera aliviarlas, mantuvieron una posición crítica y creativa frente a múltiples aspectos de la vida que se tornan primordiales en la crianza: la alimentación, la educación y la salud fueron las más sobresalientes.

—Y frente a estos aspectos, ¿qué problemáticas abordaron y qué respuestas encontraron? 

—Estas mujeres se congregaron, de manera fundante, a raíz de su decisión de no escolarizar a sus hijos. Escapar a la institución escolar fue la consigna que disparó una apuesta más amplia: la de percatarse de los múltiples encierros a los que eran sometidas como madres: el hogar, la familia, el trabajo, el mercado, la ciudad y, por supuesto, la escuela. Ellas encontraron la raíz de sus incomodidades en la pérdida histórica de los lazos comunitarios: la ausencia de comunidad fue la explicación que hallaron para dar cuenta de sus situaciones de aislamiento, en tanto “sujetos individuales”, impotentes e incapaces de subvertir las lógicas de su cotidiano. La convicción de que su aparente soledad no era tal, sino que eran muchas las mujeres en situación de encierro, fue lo que las llevó a salir a las calles, más específicamente a las plazas, para intentar formas de sociabilización basadas en criterios de cuidado contrarios a los intereses imperantes.

El trabajo crítico sobre la idea de des-escolarización, el énfasis sobre el alimento y la necesidad de migrar al campo (la prioridad del éxodo) era lo que distinguía a este grupo de mujeres de otras manifestaciones del feminismo que afloraban en aquel momento, inscriptas en reivindicaciones históricas mucho más definidas en términos de “derechos”. Luego, el encuentro de estas mujeres urbanas con las actuales realidades rurales, sobre todo con las problemáticas ambientales y las implicancias socioculturales del extractivismo, es lo que parece más interesante para mirar de aquí en adelante.

En el año 2018, este grupo formó la «Red de Postas de Arraigo Rural», un proyecto que busca albergar a personas que migran de la ciudad, potenciar las condiciones para su arraigo en entornos rurales y favorecer el intercambio con los contextos y necesidades locales. En Córdoba, están gestando un espacio en Luyaba, Traslasierra. El proyecto se llama Lumamba! y se propone, entre otras cosas, abrir una universidad “a contramano” de los actuales procesos de mercantilización del conocimiento. Su intención es favorecer los procesos de arraigo y recuperación territorial, y crear oportunidades de formación superior ancladas en problemáticas locales.

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(Imagen: Grupo de Educación Comunitaria – Chacarita)

—¿Cuál fue el devenir de estas formas que mencionás? 

—Ellas construyeron criterios vinculados a la crianza y la educación. En un principio, establecieron que el alimento es un asunto fundamental de la crianza y que las decisiones acerca de qué alimentos compartir con sus hijos son netamente políticas. De allí nacen sus conflictos con la institución escolar, con la industria alimentaria y con sus propias familias. Percibieron el alimento como una de las armas más poderosas con la que el sistema ataca los cuerpos en crecimiento, tornándolos enfermos y dependientes. Y en el camino de buscar “alimentos sanos” para sus hijos, tomaron conciencia de que, para alcanzar este imperativo, deberían “cambiarlo todo”. Este hallazgo de las madres urbanas, básicamente “consumidoras” de alimentos, coincidió históricamente con la articulación de los movimientos que surgían en torno a la idea de “soberanía alimentaria”, fundamentalmente campesinos. Volver al campo y producir el propio alimento se afianzó como una nueva consigna para ellas.

—¿Y lo lograron?

—Están en ese proceso. Mujeres urbanas que migran al campo en busca de producir alimento y de criar a sus hijos en entornos de naturaleza. Claro que no es tan simple, dado que los ambientes naturales, la tierra y los saberes en torno a la subsistencia han sido objeto del saqueo sistemático. Algunas de ellas lograron migrar. El trabajo de tejer territorio es ahora su prioridad: gestar nuevos encuentros alrededor de estas cuestiones no resueltas tampoco en el campo. La educación sin escuela, el autosustento comunitario y la organización frente a los múltiples conflictos socio-ambientales son algunos de los temas que las ocupan.

*Por Prensa para la autogestión para La tinta / Imagen de portada: Grupo de Educación Comunitaria – Chacarita.

Palabras claves: Buenos Aires, educación, Maternidad

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