En Turquía, los incendios se apagan militarizando el territorio

En Turquía, los incendios se apagan militarizando el territorio
9 agosto, 2021 por Leandro Albani

Mientras el territorio turco arde en llamas, el presidente Erdogan responsabiliza al pueblo kurdo por los incendios y refuerza la represión interna.

Por Leandro Albani para La tinta

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, no deja de asombrar. Con su país en llamas –literalmente-, el mandatario no se cansa de repetir un mantra que no tiene ningún tipo de sustento, aunque muchas personas en Turquía lo aceptan sin cuestionar. Ahora, Erdogan dijo más o menos lo siguiente: la ola de incendios que se multiplica en el país es culpa de los “terroristas”. Y para el presidente turco, esa palabra no refiere al Estado Islámico (ISIS), a Al Qaeda o a cualquier otro grupo similar, sino que “terroristas”, según Erdogan, son los kurdos.

“Desde que el año pasado los dirigentes de la organización terrorista dieran instrucciones de quemar los bosques, los incendios en Turquía se han duplicado”, afirmó el mandatario el 31 de julio. Por si alguien no lo sabe, cada vez que Erdogan habla de “organización terrorista”, apunta al Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) y sus guerrillas, desplegadas desde hace 40 años en las montañas de la región.

En paralelo, los medios ultranacionalistas –vinculados y, en muchos casos, financiados por el Ejecutivo- lanzaron la siguiente teoría: los “actos de sabotajes” que provocaron los incendios fueron ordenados por Murat Karayilan, uno de los máximos comandantes del PKK. Esos medios, que solo reproducen el discurso oficial, no dijeron nada sobre el cambio climático que afecta al mundo (los incendios también se multiplican en Grecia, Italia o Rusia), la tala de árboles indiscriminada impulsada por el gobierno turco y la construcción de mega-proyectos hídricos e inmobiliarios que el Ejecutivo respalda (y por la cual el desplazamiento de personas es constante).

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El viernes, en Estambul, se movilizaron cientos de personas convocadas por agrupaciones ecologistas para denunciar la situación que atraviesa el país. Ali Şeker, diputado del Partido Republicano del Pueblo (CHP) que estuvo en la marcha, recordó que el gobierno tardó en responder a una pregunta parlamentaria (mecanismo de consulta en el Legislativo turco) sobre la protección contra los incendios y por qué el Estado no tenía aviones hidrantes.

En tanto, el activista Utku Şahin leyó una declaración en nombre de la Alianza de Estambul para el Desarrollo Urbano, la Naturaleza y la Ecología (AEDUNE), en la cual se manifestó que, a pesar de que los científicos ya habían predicho grandes incendios en julio y agosto, dos semanas antes del inicio de los mismos, el Ministerio de Agricultura todavía no había tomado ninguna medida en los últimos tres años.


En el comunicado, se agregó que el gobierno “tampoco ha cumplido con su responsabilidad de proporcionar equipos y personal para luchar contra el fuego. A pesar del aumento de los ingresos, no han mejorado los recursos necesarios ni las condiciones de trabajo”.


En una revelación por demás de preocupante, desde la AEDUNE, alertaron que “el oeste del país está expuesto al fuego, mientras que el este está expuesto a las inundaciones. El hielo del glaciar del monte Ararat se está derritiendo y está provocando inundaciones en (la provincia de) Van: los animales han muerto en masa, las casas se han derrumbado sobre las cabezas de la población y nadie habla de las peticiones de ayuda de los habitantes de la región”.

Por último, Şahin expresó que “el gobierno y la industria se han beneficiado en este tiempo y han impulsado numerosos proyectos con los que se incrementa la destrucción ecológica”. Para los ecologistas, según la declaración, la administración de Erdogan “tiene una política basada en la industria del hormigón y el asfalto, algo que hace insoportable la vida en las ciudades”.

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Las acusaciones gubernamentales contra el pueblo kurdo fueron respondidas la semana pasada por la Unión de Comunidades de Kurdistán (KCK, por sus siglas originales). En un comunicado, desde la organización, advirtieron que “algunos enemigos del pueblo kurdo y ciertos círculos, que quieren atizar los conflictos entre los pueblos, han difundido declaraciones provocadoras y han afirmado que los incendios forestales fueron provocados por los propios kurdos”.

Desde la KCK, rechazaron que los incendios fueron producidos por guerrilleros y guerrilleras del PKK, y remarcaron que esa acusación incita “a las comunidades del país envenenadas por el chovinismo a atacar a los kurdos. Esto ya ha llevado a perseguir a los kurdos en algunos lugares para lincharlos y matarlos”.

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Imagen: Ecologistas se movilizan en Estambul la semana pasada / ANF

Para la KCK, los dichos del gobierno de Erdogan se dan en el marco “de la guerra especial contra el pueblo kurdo y las fuerzas democráticas”, llevada adelante por el Estado turco. De esta manera, según la organización, se intenta “frenar la fuerza de la voluntad de los kurdos” y que “renuncien a su identidad y se les haga imposible luchar por la libertad y la democracia”.


“El estallido de los incendios forestales y el retraso en el inicio de las labores de extinción han provocado una explosión de ira entre la población”, analizaron desde una de las principales organizaciones kurdas a nivel mundial. Por esta razón, el gobierno culpa a la guerrilla de los incendios y, de esa manera, busca “salvarse de la ira del pueblo”, indicaron. Desde la KCK, calificaron esta política oficial como “extremadamente sucia e inmoral”.


También se denunció que el Ejecutivo compró “decenas de aviones y helicópteros para el presidente y el gobierno, ha hecho construir un palacio con 1.001 habitaciones y también posee cientos de aviones de combate. Pero no puede encontrar dinero para los aviones de extinción de incendios. Por eso, como siempre, ve la única posibilidad de mantener su poder en la polarización de la sociedad, la hostilidad hacia los kurdos y la guerra”.

Para la KCK, “los bosques representan una parte fundamental del equilibrio ecológico y son también el pulmón de toda la vida en esta tierra. Son el área central de la vida natural. Por ello, los actuales incendios forestales son una catástrofe no sólo para los países directamente afectados, sino para toda la humanidad y todos los demás seres vivos”.

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A principios de agosto, la Federación de Asociaciones de Izmir-Dersim (DEDEF) y la Plataforma Medioambiental del Egeo (EGECEP) brindaron una conferencia de prensa sobre los incendios forestales que en esos momentos se multiplicaban en las regiones de Antalya, Muğla y Dersim, en el sudeste del país (Kurdistán turco).

Hüseyin Çağlar, portavoz de la EGECEP, recordó que ocho pobladores murieron y casi 400 personas resultaron heridas durante los incendios. A su vez, denunció que “algunos grupos racistas han realizado controles de carretera en distintos puntos para atacar a los pobladores kurdos”.

“Todos los proyectos llevados a cabo en aras del beneficio de los capitalistas deben ser detenidos inmediatamente –remarcó Çağlar-. Hay que cancelar las licencias de exploración minera y los proyectos hidroeléctricos. Hay que poner fin a la tala de árboles que se lleva a cabo desde hace meses en el monte Cudi. No puede permitirse la apertura de las tierras altas al capital internacional ni el cambio de los cauces de nuestros ríos”.

El 30 de julio, el ejército turco incendió grandes áreas en el distrito de Hozat, en la provincia de Dersim, como parte de una operación contra la guerrilla. Además, toda la región, incluidas sus aldeas, fue declarada zona militar restringida. El gobernador de Dersim (Tunceli, en turco) prohibió la entrada a todas las áreas forestales alrededor de Dersim, Hozat, Ovacık, Pülümür, Nazımiye y Mazgırt hasta el 1 de septiembre. Al mismo tiempo, hasta hoy en día, se niega la entrada a la zona afectada a representantes de partidos políticos y organizaciones de la sociedad civil.

Esta descripción es solo una muestra de que Erdogan y su gobierno intentan apagar los incendios pisándolos con botas militares y fusiles de guerra.

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*Por Leandro Albani para La tinta / Foto de portada: Erdem Sahin – EFE

Palabras claves: incendios forestales, kurdos, Turquía

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Los pueblos indígenas acampan en Brasilia y muestran una salida al desastre global

Los pueblos indígenas acampan en Brasilia y muestran una salida al desastre global
11 abril, 2025 por Redacción La tinta

Desde el lunes en la capital brasileña, el Campamento Tierra Libre, que es organizado desde 2004 por la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (APIB), se convoca en defensa de su derecho ancestral a la tierra de la que fueron despojados en el proceso colonial y que se reactualiza. Desde Brasil, Pablo Ramos nos comparte esta crónica sobre el tema.

Por Pablo Ramos para La tinta

Nuevos hallazgos científicos indican que la vida en el planeta pende de un hilo, como un cometa en manos de un niño rico y aburrido. Al mismo tiempo, la supervivencia forzada de dos astronautas en una estación espacial durante casi un año revela que el deterioro físico progresivo se intensifica en la estructura ósea y muscular, provocando un envejecimiento multiplicado por diez veces. El sumidero azul del mar caribe frente a las costas de Belice, un agujero de gran profundidad donde las aguas no contienen oxígeno y los sedimentos descansan imperturbables por cientos de siglos, nos alerta sobre un acelerado presente-futuro de huracanes que se repetirán a un ritmo vertiginoso.

Hace un mes, estamos en clan familiar, en Aracajú, una ciudad nordestina de Brasil, cuya costa es una larga franja, casi recta, sobre el Atlántico, de amplias playas de arenas suaves, interceptada por grandes cursos de aguas que bajan desde regiones amazónicas. Es un exilio autoproducido ante el ascenso de la extrema derecha al gobierno del país que habitaba. La gente de aquí, al menos, los círculos académicos donde nos movemos, comprenden la ansiedad en los movimientos más elementales, la densidad intelectual para abordar cualquier evento, la alegría que desborda ante los gestos habituales de empatía. Es que pasaron por situaciones similares hace apenas unos años y lograron salir, algunos emigraron, otros resistieron, pero el nuevo fascismo del siglo XXI cayó, aunque late todavía.

Es la primera fuga corpórea que emprendo, por un tiempo indeterminado, sin planes a largo plazo. Por eso, intento trazar estas crónicas en la piel, que las huellas del trayecto sean señales de una historia, no una anécdota de vacaciones o una escapada fútil, sino la experiencia de un nomadismo recuperado ante las crisis recurrentes de una civilización enloquecida. 


El lunes comenzó un acampamento de pueblos indígenas en la capital; una ciudad que es símbolo arquitectónico de la modernidad tropicalizada, ha sido recuperada, por unos días, por la ancestralidad precolonial. Brasil cuenta con una diversidad impresionante de comunidades que preceden históricamente la corta historia de su Estado republicano, posterior a la conquista, constituido a fines del siglo XIX.


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Imagen: Alass Derivas APIB.

De las vastas avenidas de concreto diseñadas por Niemeyer, brotan colores, corporeidades y sonidos que expresan presencias humanas en un contraste maravilloso con la monotonía de un gris occidental que se asentó sobre el verde de la floresta autóctona. Es un movimiento de reterritorialización, una vuelta a un pasado que es el futuro. Los pueblos originarios de este continente imparten esa lección ante la desesperante falta de reacción del capitalismo colonial. No hay salida sin el recuerdo vivo de un camino del que fuimos desviados durante un puñado de siglos. 

Ancianos, jóvenes y niños son la presumida vanguardia que desborda la planificada estructura de una ciudad que parece agotada por el peso de la ambición civilizatoria. La periferia insubordinada ocupa el corazón de la metrópoli, grita, canta, danza, ritualiza, dando señales materiales y simbólicas de una deriva indetenible. Hoy, estamos acá, porque nunca nos fuimos, porque no nos exterminaron como quisieron los mariscales europeos, los marines yanquis, las elites urbanas, los hambreadores, sus ejércitos, los pastores con sus pieles de cordero, las maquinitas del progreso suicida.

En este territorio donde el Estado brasileño asienta sus poderes administrativos, hace apenas tres años, el neofascismo comandado por un capitán desquiciado intentó llevar a cabo un golpe institucional. Miles de camisetas verde-amarelhas, apropiadas por un régimen autoritario disfrazado de nacionalista, asaltaron el centro de la democracia, intentando desconocer los resultados de unas reñidas elecciones donde Lula da Silva, un tornero, dirigente sindical de raíces marxistas, retornaba al poder luego de dos presidencias que torcieron el rumbo político y abrieron nuevas convergencias en América Latina.


Por supuesto, el Campamento Tierra Libre de los indígenas brasileños no intenta tomar el poder centralizado ni disputa directamente en las internas partidarias. Es un llamado urgente para un gobierno que no se permite desobedecer la ideología capitalista, por más popular y de izquierda que pretenda ser, ni desea salir del mandato antropocéntrico que deviene del régimen colonialista. Es una lucha que excede los preceptos de la democracia representativa occidental, que impugna la experiencia vital del consumismo, que fuerza a poner en tensión las dualidades conceptuales que dividen las múltiples existencias que habitan el planeta.


Amanece sobre el mar turquesa de Sergipe, más allá de las olas, se divisan las torres de las plataformas que extraen petróleo de la cuenca marítima. A miles de kilómetros de Brasilia, las pantallas exponen la persistencia de los originarios, con sus atuendos coloridos, lenguas surreales, pellejos curtidos. No buscan la integración a un plan civilizador, nos muestran la salida.

*Por Pablo Ramos para La tinta / Imagen de portada: Raissa Azeredo.

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Palabras claves: Brasil, Brasilia, derecho a la tierra, pueblos originarios

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