Narrar la proliferación
Por Claudia Huergo* para La tinta
Cuerpo, territorio, formas de vida. Las siguientes crónicas dan cuenta de expresiones culturales de resistencia que van engarzando formas de disputa sensible ante el orden colonial heterocis, racista, clasista. Datan sobre cuatro años intensos y una apuesta: una agenda cultural que corra los bordes de lo decible, lo visible, relevando en cartografía sensible esas disputas. Las narraciones funcionan como un tejido conectivo donde proliferan resistencias e insistencias indígenas, populares, juveniles, disidentes y feministas. No eligieron un tono de denuncia o victimización para abordar los relatos. Tampoco son crónicas heroicas. Diría que eligieron narrar la potencia, en una clave de sigilo, pero también de expectancia, a través de historias singulares, situadas. No es un tratamiento masal de las historias, sino individuante. El resultado es que unx puede quedarse un rato allí. Habitar(se) en ellas.
Cada relato escribe algún detalle de esos encuentros. En una letra cambiada, o por a, la diferencia entre comechingones y camechingones. En la forma de mirar la pared de arcilla, antes que la vasija de cerámica. En los yuyos que crecen en la puerta de la casa, que es el monte. En las preparaciones de una comida, la ruta de los sabores explorando las equivalencias con lo que no hay. En el arte gráfico, imaginando otros fines de mundo posibles, o el draguearse de tardes marika.
Hay Poder porque hay resistencia. Porque los cuerpos y lo vivo se entraman, producen sus reciprocidades, sus formas de cuidar(se) cuidando la vida. Hay prácticas sensibles sosteniendo el pluriverso, la proliferación, la multiplicidad. Sobre esa proliferación va el Poder.
Cada forma de extractivismo tiene, primero, que negar, borrar, desmentir algo de la historia y los cómo y los para qué de esas vitalidades que va a considerar sin valor. Donde dice que va a inocular valor. El progreso.
Entonces, la pregunta sobre el orden de prioridad y de progreso. A qué llamamos progreso. Distinto es pensar en términos de reciprocidad, en relación con los recursos del contexto. Qué tipos de atención y de escucha a esa reciprocidad somos capaces de desarrollar. Cómo volvernos sensibles a nuestros gestos y a los gestos del entorno sobre nosotrxs.
De nuevo: todas las historias se encuentran frente a la cuestión del valor. El pintoresquismo, la multiculturalidad, dicen que el subalterno puede hablar… hasta un punto.
Estas crónicas no se tratan de un paseo, o sí. A condición de que quien lee tropiece con algo del murmullo de fondo que puebla esas estancias. Y que el murmullo le hable a esa zona de la historia personal que conecta a los propios itinerarios por donde corrió la opresión. No hay Poder perfecto, inapelable, irresquebrajable. Si no alcanza para la revolución, quizá alcance para la angustia, el afecto anticapitalista por excelencia. Los afectos abren respiraderos. Desconfiamos de que exista ya tal cosa llamada Naturaleza. Pero no dudamos de que puedan existir relaciones, como las que hay entre la abeja y la orquídea, que resuelven la cuestión del valor de otra forma: una plusvalía por proliferación.
Córdoba, 12 de octubre de 2020.
*Por Claudia Huergo para La tinta / Imagen de portada: La tinta.
*Psicoanalista. Escritora. Docente de la Facultad de Psicología, Universidad Nacional de Córdoba. Programadora del ciclo de cine “Raros somos todos, lo humano es raro”. Integrante del grupo de estudios Emosido engañado.
*Prólogo del capítulo 3 «Celebrar la lucha. Culturas contra la colonialidad», del libro «Hasta Mancharse. Tintas para resistir y re-existir» de La tinta. Aquí, podés comprarlo.