Permacultura: ante la duda, consulte a la naturaleza
Desde hace un par de décadas, la palabra permacultura revolotea dentro de una generación enamorada de la tierra, de los procesos comunitarios y las tecnologías alternativas. En esta serie de artículos, compartiremos mes a mes principios, voces y experiencias de quienes llevan adelante este amplio paradigma que busca rehacer la vida comunitaria sobre el planeta. Con esta primera entrega, introducimos los conceptos básicos y los orígenes de esta ciencia de diseño holística.
Por Marcos Tomasoni y Laura Gallo de Matria Permacultura para La tinta
La Permacultura, para quienes no han abierto las puertas de sus conceptos detallados, se asocia con imágenes de huertos bellos, casas de tierra con estéticas orgánicas, techos vivos, ecoaldeas, energías limpias, gente feliz con las manos embarradas, cosechas abundantes. Pero, ¿qué es concretamente la Permacultura? En su descripción más resumida, debemos decir que la Permacultura es un sistema de diseño territorial holístico, creado en la década del 70 por Bill Mollison y David Holmgren, dos ecólogos, profesor y estudiante australianos, en la búsqueda de una “agricultura permanente”.
Viendo la gran dependencia mundial de la matriz energética no renovable del petróleo (era de descenso energético), la crisis ambiental planetaria debida a su uso y su inminente perspectiva de agotarse, Mollison y Holmgren desarrollan una propuesta de diseño para la transición hacia la era post-industrial, o más aún, hacia la era que sacudiría al mundo al transitar el Pico del Petróleo global. Con este escenario, era proyectable en la academia de fines de los 70 que la cultura occidental moderna, industrial, petrodependiente, no podría seguir reproduciendo sus formas en un futuro cercano y que pasaría en la historia larga de la humanidad como una experiencia que apenas “disfrutaron” unas cuantas generaciones.
Mollison y Holmgren se propusieron diseñar la actividad agrícola primero, y la cultura toda después, despetrolándose gradualmente, para desarrollar modelos y prácticas que no se agotasen en el tiempo y que pudiesen extrapolarse hacia un futuro de abundancia. Así, de la unión de “Permanente” + “Agricultura”, hoy más convidada como la “Perma(nente)Cultura”, surge una forma de proyectar la vida pensada en siete generaciones hacia adelante.
Aquella parición devino en un nuevo paradigma de rehacer la vida comunitaria sobre el planeta. Era un momento -y lo sigue siendo- de repensar toda la actividad humana. Aquella sociedad occidental moderna que alertó al ecólogo y su estudiante, la del consumismo y demografía creciente, la del cambio climático, de contaminación ambiental, agotamiento de las cuencas petrolíferas y crisis civilizatoria, hoy, repartiendo sus coletazos dramáticos a todo el globo, y le da fundamentos de certezas al camino permacultural. Entre los abordajes que alimentaron aquellos inicios de la Permacultura, estaba la visión y propuesta de Masanobu Fukuoka (padre de la agricultura natural), la teoría de Sistemas, la agricultura de Yeomans y la matriz de la ecología académica que había iluminado la experiencia de Mollison durante 15 años de trabajar estudiando ecosistemas australianos.
Para la permacultura, es tan importante el desarrollo de técnicas de cultivo agroecológico, la construcción natural y las tecnologías alternativas como el bienestar físico, espiritual y emocional de las personas que participen o vivan en ese territorio. La permacultura estudia y acciona desde una mirada sistémica, considerando que las conexiones entre las cosas son tan importantes como las cosas o los elementos mismos. Recuperando la esencia de la naturaleza, se entiende a la vida y sus procesos como una red dinámica de relaciones y no solo como una suma de partes escindibles.
Diseñar, esa es la cuestión. Desde un balcón a un país
Concretamente, Permacultura es diseño. Y el modelo a seguir es la Naturaleza, madre de los modelos abundantes, eficientes, bellos y exitosos en cada rincón del planeta. Quien viene poniendo a punto un diseño milenario de relaciones en cada lugar. En palabras de Stuart B. Hill: “La permacultura trata de valores y visiones, y diseños y sistemas de manejo que se basan en un entendimiento holístico, especialmente en nuestro conocimiento y sabiduría biorregionales y psicológicos. Particularmente, trata de nuestras relaciones con los sistemas de manejo de recursos naturales y su diseño y rediseño para que puedan sostener la salud y el bienestar de todas las generaciones presentes y futuras”.
Para caminar este entramado, las permacultoras y los permacultores nos capacitamos en técnicas de diseño que sistematizaron los co-creadores de la misma y que van ampliando las distintas experiencias en el mundo. David Holmgren, hoy iluminador de las actualizaciones de su creación, desde Melliodora, su proyecto familiar de pequeña escala en Australia, nos convidó 12 principios que estructuran enfoques y actitudes del diseño permacultural.
El primero de estos principios de diseño propone “Observar e Interactuar”. Tal vez el más revelador de los enfoques que nos proponemos les permacultores: la dimensión receptora del ser, la que nos proporciona la información necesaria previa al hacer. Y notemos que la acción que nos proponemos está guiada hacia la “inter-acción”. El principio no sugiere “observar y hacer”, sino “observar e interactuar”. En ese cambio de palabra, está el paradigma renovado del hacer occidental moderno. En el “interactuar”, estamos reconociendo que en el medio ya hay relaciones, elementos dialogando, dinámicas propias, ciclos, flujos, entidades materiales, energéticas, sutiles, en un equilibrio dinámico. Es en este equilibrio dinámico en el que vamos a montar, colocar, ensayar los elementos de interés de nuestro proyecto: construcciones, huertos, forestaciones, animales, caminos, estanques, producciones, cercos, emociones, sueños, historias.
En la medida que nuestro entendimiento de la dinámica de la naturaleza sea lo más descriptivo posible (mayor nivel de información), nuestras decisiones de cómo y dónde ubicar y orientar los elementos del diseño tendrán mayores posibilidades de éxito. Éxito que nos interesa en términos de paz, abundancia, saberes liberadores, también de alimentos sanos, hogares confortables, cálidos, bellos, con la posibilidad de hacerlos con nuestras manos. Éxito en las relaciones armoniosas, pedagogías que liberen, arte, ciencia, espiritualidad. En un sentido técnico, tenemos por objetivo la regeneración del ambiente; en un sentido más abarcador, buscamos habitar experiencias sociales de paz.
Al ser el resultado del diálogo con el ambiente y las personas que conformarán el proyecto, el diseño permacultural no tiene un límite definido en su extensión ni en las condiciones del medio. Podemos diseñar desde un balcón hasta una eco-región sobre estos principios y técnicas, existiendo diseños en ecosistemas secos como húmedos; fríos como cálidos; urbanos como rurales.
La nutrición de información que la Permacultura valora también es holística. Para obtener esta información de diseño, tenemos en cuenta todas las variables técnicas, aquellas que obtenemos de procesos racionales (caracterización de suelo, pendientes, clima, flora y fauna, aspectos socioculturales, hidrología, otros) como aquellos de fuentes intuitivas, no racionales, no académicas, espirituales, metafísicas (energías sutiles, creencias, saberes populares, sentimientos, emociones, otros).
En cada lugar donde queremos intervenir, hay ciclos anuales de temperaturas, lluvias, vientos, heladas. Hay ciclos estacionales de vegetación, en los suelos, fauna con los que debemos dialogar. Hay ciclos lunares y diarios, movimientos diminutos, microscópicos, sutiles. Hay patrones de formas, ritmos, pendientes. Y en ellos, entrarán los ciclos humanos que regenerarán el espacio: caminos, senderos, residuos sólidos y líquidos, emociones, deseos, frustraciones, expectativas, historias de vida, proyecciones. El diseño permacultural es el encuentro entre todas esas variables y más. Todo este diálogo es lo que dinamiza cada casa, cada patio, cada barrio, cada campo, cada bosque, todo el globo. El desconocimiento de ello es causa de desgaste energético, de deterioro en la biodiversidad, de ciclos de retroalimentación negativa que llevan al sistema a su ineficiencia.
La FLOR DE LA PERMACULTURA. Por dónde empezar
Para avanzar en el camino de construcción de un nuevo y dinámico modo de vida, en relación sana con su entorno y entre sus miembros, la permacultura propone 7 ejes interrelacionados de acción, representados esquemáticamente en lo que Holmgren denominó la Flor de la permacultura.
Cada uno de estos pétalos son ámbitos de soporte para la humanidad en la era del descenso energético, es decir, ejes de acción del diseño regenerativo en un momento histórico en que el petróleo comenzará a disminuir año a año, propio del límite físico de su explotación.
Debemos materializar un espacio para producir alimentos, construir hogares y estructuras, transformar nuestros residuos y efluentes en abonos y riego, reciclar materia y energía, sanar nuestras mesas, nuestros cuerpos, nuestras relaciones. Reconstruir equipos que nos nutran de energías libres, educarnos, recorrer, repensar y reconectar nuestras dinámicas materiales, energéticas, espirituales con el todo.
Más al fondo de las dimensiones de la flor, la Permacultura se propone caminar sobre 3 éticas del diseño, a modo de “límites” sobre los cuales no debemos avanzar. Así, para cumplir con la premisa de una vida en camino hacia la salubridad propia y del todo, nos proponemos I) Cuidar la Tierra, II) Cuidar las personas, III) Distribuir con equidad.
La propuesta ética de la Permacultura no se propone como un acuerdo moral (aunque pueda serlo), sino como un límite ecosistémico que, de romperlo, volveríamos a generar sistemas en crisis. Una lectura al revés de esos principios suena evidente: si hacemos “dañando a la Tierra”, “dañando a las personas”, “distribuyendo sin equidad”, nuestros modelos sociales y productivos nos devolverán tensión y escasez, y tendrán altos costos energéticos y materiales para sostenerlos.
Permacultura acá y ahora
A nuestras tierras, esta Ciencia de Diseño Holístico fue traída por los fundadores de la actual EcoVilla GAIA, en Navarro, provincia de Buenos Aires. Fueron aquelles pioneres que ya formaban parte de procesos globales de ecocomunidades, quienes convidaron el primer curso de Diseño Permacultural en el año 1996. Entonces, se formó la primera bandada de seres que comenzaron a sembrar las semillas de la Permacultura en Argentina. La cosecha resultó en nuevas semillas, nuevas ecoaldeas, más experiencias de formaciones, más semillas, y la red se tejió en todo el territorio, proponiéndose hoy como un movimiento regenerativo, en alianza, mezcla y hermandad con organizaciones sociales que cuerpean causas ambientales, agroecológicas, antroposóficas, entre tantas otras.
En este espacio propuesto por La tinta, les iremos convidando mes a mes rostros, voces, experiencias de quienes vienen haciendo Permacultura en nuestro país, en nuestra provincia, a la vuelta de casa. Nos proponemos conocer quienes habitan, le dan forma y sentido a los 7 pétalos que florecen en el cotidiano permacultural.
La Permacultura es un lugar donde dialogan todas las técnicas y saberes que comulguen con sus éticas y principios, y esta columna se propone como otro espacio donde encontrarnos. Nosotres daremos esos pasos que abren puertas, voces, imágenes, saberes y les dejamos a ustedes el complemento, la curiosidad, la corazonada, el guiñazo que asiente que por acá crece un monte de abundancia y maravillas.
Por Marcos Tomasoni y Laura Gallo de Matria Permacultura para La tinta / Imagen de portada: Matria Permacultura.