Feministas en Rufino

Feministas en Rufino
9 noviembre, 2020 por Redacción La tinta

En la localidad de Rufino, provincia de Santa Fe, los feminismos se traman y proponen. Dos compañeras del «Espacio de Mujeres Azucena Villaflor» nos comparten su recorrido.

Por Redacción La tinta

Azucena Villaflor ha sido referencia de lucha de varias generaciones desde la última dictadura cívico-militar-eclesial. Siempre la sentí como una mujer valiente que actuó movida por la fuerza que desata el profundo dolor, pero también la honda esperanza. Después de conversar con Carolina Follis y con Julieta Santos, creo entender que hayan elegido justamente, el nombre de Azucena para su espacio feminista.

No sé bien dónde queda Rufino. Se los digo y me explican que eso sucede siempre, y que por eso no llegan los recursos que necesitan para poder desarrollar las tareas necesarias con mujeres y disidencias. Me cuentan que es una ciudad al sudoeste de Santa Fe, cerca del límite con Córdoba y Buenos Aires. “Siempre decimos que también es un pueblo porque tiene 20 mil habitante y nos conocemos todes”, me cuenta Juli.

“Es una ciudad que tiene una historia muy particular porque es conocida por situaciones trágicas. Acá fue el lugar donde asesinaron a Chiara Páez y se inició el movimiento Ni Una Menos en 2015”, explican. Ese mismo año, movilizadas por este hecho, comenzaron a organizarse con Verónica Camargo, la mamá de Chiara. “Fue tanto el impacto que la movilización fue grande entorno a este femicidio puntual, pero con el tiempo se fue desinflando”.

Luego decidieron seguir apoyando a Verónica y proponer a su vez otras actividades, ya con el nombre Espacio de Mujeres Azucena Villaflor, “con la idea de cambiar eso de mujeres, porque ahora con las cosas que fuimos aprendiendo sabemos que es acotado, que hay diferentes formas de autopercibirse”.


Caro cuenta que no son las únicas feministas organizadas, y que hay una “muy buena movida de secundarios acá que hizo que los adolescentes se involucraran. La despenalización del aborto atrajo mucha juventud y se replicó en varios lugares”. Juli asiente y agrega que “eso está haciendo que el feminismo entre un poco más que antes y que haya mayor recepción de la población. Hay resistencia pero ese es el contexto en el que nos movemos, y muches apoyan nuestro trabajo, al principio tenían resquemores, pero cuando nos conocieron estuvo todo bien”.


Desde el 2015 hasta ahora hicieron diversas actividades para “estar ahí y que la gente vea que algo se estaba moviendo”. Durante dos años desarrollaron una serie de talleres con mujeres vulneradas económicamente, desempleadas, y con situaciones de violencia. Con la excusa de, por ejemplo, cocinar galletas, construían confianza para poder hablar de sus experiencias, denunciar por primera vez violencias que habían pasado, conversar sobre formas de violencias, identificarse y comprender cómo se puede a salir de estas situaciones, problematizar la carga de las tareas de cuidado y la violencia económica, tan naturalizadas. “A nosotras también nos sirvió como un espacio de contención, era algo que necesitábamos”, dice Juli, y Caro agrega: “Aprendí mucho de las chicas que asistían, fue un intercambio entre ellas y nosotras”.

Les pregunto por la particularidad de organizarse en una localidad más pequeña, y me dicen algo que me resulta esperanzador, que “es muy difícil que la gente se movilice acá, entonces cuando te encontrás con compañeras sabés que están dispuestas a todo, que hay ganas y entusiasmo”. También aprendieron a aceptar frustraciones. “Acá es diferente a las ciudades, porque en Rufino podés planificar una movida con un mes de anticipación y la promocionás por todos lados, y van veinte personas, y eso es un logro”, me explican.

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(Imagen: Espacio de Mujeres Azucena Villaflor)

Organizarnos desde los feminismos y en el lugar donde vivimos, sin dudas cambia profundamente nuestra vida. “En principio muches identificamos, en la infancia y adolescencia, cuestiones que indicaban que algo raro pasaba, pero no las veíamos como desigualdad, y después era discutir con mi familia hasta llorar porque no me entendían, y no encontrar dónde expresar lo que sentías”. Juntarse, sigue Juli, “fue descubrir violencias a lo largo de nuestra vida, entender que no estábamos locas, y que entre nosotras sí lo podíamos charlar, entendernos y acompañarnos”.

Como sucede en los pueblos, muchas migraron a grandes ciudades por algún período de tiempo. Cuando Caro volvió, de Rosario a Rufino, sentía la necesidad de encontrar un espacio “donde pueda militar mis ideas. Lo que me cambió es todo lo que aprendo día a día cuando encuentro a pares”. Por eso no duda cuando le pregunto dónde está la esperanza en medio de un mundo que nos desorienta: “La esperanza somos nosotras, no como espacio Azucena Villaflor, sino nosotras con las ganas de luchar para poder avanzar en nuestros derechos”.

*Por Redacción La tinta.

Palabras claves: feminismo, Santa Fe

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