A la vuelta de la esclavitud: armar alternativas en pequeña escala
Por Colectivx LTA – La Tiramos Afuera para La tinta
La percepción del mundo y la experiencia que vamos construyendo no es una y tampoco innata. Es verdad que lo sensible se nos presenta como lo más obvio, algo con lo que contamos, tocamos, miramos, escuchamos. Sin embargo, existe una larga tradición científica que, en búsqueda de la verdad y las causas de las cosas, encuentra argumentos “válidos” para decir que los sentidos pueden ser engañosos.
Nosotras, gracias a la marea verde y a todo lo que viene -teórica y epistemológicamente- con eso, llegamos a otras orillas y nos hacemos preguntas que, si bien se alejan de la búsqueda de verdades universales, hacen foco también en la experiencia que tenemos con lo sensible.
“Qué onda con mis ganas de que me escriba si sé también que no me hace bien, que me quedo hecha mierda”; “¿Será que es así como me dice?, ¿estaré confundida?”; “Estoy sintiendo cualquiera”; “Siento que quiero ser mamá, no sé si es por la edad o por mis ganas, pero lo siento”; «Me veo vieja, ¿quién mira al espejo cuando me veo?»; «Me siento sola si no estoy en pareja».
Sabemos que La Tenemos Adentro y, por eso, estamos advertidas de que no siempre eso que sentimos potencia, enriquece, abre. Sabemos que la “realidad” está atravesada por la heteronorma y el fucking patriarcado. Sabemos que no solo somos una célula clandestina, sino también una célula que reproduce destinos.
Por suerte, no estamos solas y sabemos que son bien distintas las prácticas que intensifican la vida y las que la debilitan induciendo la circulación por recorridos infernales. Estamos claras en que, en esta fragilidad que es la vida, algunas prácticas cuidan justamente eso minoritario y otras se asientan sobre ella y la debilitan hasta la muerte o el horror.
Por ahí va nuestra propuesta: pensar en esas prácticas, en cómo estar sensibles justamente a esos otros registros, que están, que existen y, también, a esos que tenemos que construir. Deleuze dice: «El cuerpo visible muestra las fuerzas invisibles por las marcas que éstas dejan en él y, al hacerlas visibles, las potencializa y eleva a un nivel superior, vital». En ese punto, tenemos ganas de pensar en esas fuerzas que nos llegan como sensaciones. Pensar qué fuerzas vamos a invocar, qué queremos transformar y por cuáles cosas tenemos ganas de ser transformadxs.
Del registro de lo sensible
Tenemos ganas de ir armando conocimientos más páticos [a partir de lo que se siente y experimenta] y no solo discursivos. Armar saber desde eso que nos afecta, desde esa cartografía sensible. Ir por esos umbrales subjetivos / sensitivos: ¿Qué duele? ¿Qué nos genera un nudo en la panza? ¿Qué nos deja entristecidas? ¿Qué mueve alegrías? ¿Qué nos entusiasma? Todas potencias que se sienten en el cuerpo y, sin embargo, como venimos diciendo, cuestiones en las que tenemos que detenernos.
Lo dado muchas veces tiene sus trampas y, por lo general, es solo una opción dentro de los posibles. Si forzamos un poquitito allí, si nos animamos a experimentar y cambiar, por ejemplo, las coordenadas de tiempo y espacio, se van abriendo otros registros que no son los comunes y que acercan otros sonidos que se escapan a los oídos, otros modos que desestimamos por estar apuradas, otras charlas posibles, otras sensibilidades.
Pensamos en cómo las mujeres hemos sido adoctrinadas en los modos de sentir a le otre y a nuestro cuerpo, a gozar de formas indicadas, al porno hetero hecho carne en nuestras cuerpas. Hablamos de las mujeres porque es nuestra experiencia y porque sabemos que hemos sido reguladas y violentadas por eso, pero todxs, en mayor o menor medida, tenemos esta experiencia de regulación. Del mismo modo que entendemos que nosotras estamos formateadas, por ejemplo, a complacer, a explicar, a cuidar, entendemos que los tipos están atravesados por esta “desesperación por la obediencia”. De ellos, se espera estar siempre disponibles para coger o que el enojo y la desafectación, por ejemplo, sean modos de resolución al sentir.
Para nosotras, es una conquista reventar esos formateos que ponen en automático las primeras respuestas a cualquier estímulo.
Sin entrar en dicotomías aburridas y cerradas, creemos que, de toda la gama de los posibles, hay algunos modos fuertemente atravesados por lo que aprendimos cuando alguien nos nombra varones o mujeres. Nosotras, por las dudas y ante todo, complacemos. ¡Cuánto se nos abre el mundo cuando ese modo empieza a desmoronarse!
De la posibilidad de devenir otre
¿Cómo hacer con estas inclinaciones más “normativas” que forman casi un loop desde el que somos captadas? ¿Cómo hacer con esa esclavitud tan bien anidada en nuestros cuerpos que nos hace caminar una y otra vez por los mismos senderos?
Abrir el campo de lo sensible como una vía para trabajar sobre nuestras prácticas. Armar experiencias como ficciones de las que servirnos para abonar otras inclinaciones que abran a una nueva constelación de universos de referencia.
A veces, nos preguntamos: ¿Cómo volver de estas experiencias? ¿Cómo volver a sentarnos en la “mesa familiar” sintiendo tan nuevo, tan distinto, a veces, sintiéndonos otrxs? ¿Cómo hacer para que no duela la piel, para que no duelan todos estos mundos abiertos, tan vitales, pero que se encuentran a su vez con una maquinaria social y afectiva que cierra y reproduce?
Volvemos a sentir que nos cuidan lxs amigxs cómplices con quienes se arman problemas y la posibilidad de cada quien de tener mundos privados, propios, y ver qué crece ahí. Hacerse y hacernos muchas preguntas que incomodan/irrumpen las respuestas automáticas que (nos) damos.
Habitar la incomodidad y mirar con cautela y suspicacia las primeras salidas que se nos aparecen como posibles favorece una extrañeza que permite armar nuevos problemas, nuevas preguntas y, en el mejor de los casos, nuevas alternativas. ¿No es así como se gestan las revoluciones?
*Por Colectivx LTA – La Tiramos Afuera para La tinta.