Las violencias ejercidas contra los pueblos indígenas
En un mundo donde el racismo es un mal estructural, en Sudestada, hablamos con referentes de los movimientos que luchan contra las violencias que sufren estas comunidades en la Argentina. ¿Cómo se naturalizó la vulneración de sus derechos desde la colonización?
Por Victoria Mortimer para Sudestada
Miembros de la Comisaría Tercera ingresaron a patadas la noche del 30 de mayo a una casa del barrio Bandera Argentina, localidad de Fontana, Chaco. No se trató solo de un allanamiento ilegal. Los policías golpearon a todxs lxs que estaban en el interior de la casa: mujeres, hombres, jóvenes y niñes. Todxs lxs miembros de la familia denunciaron que los policías habían abusado sexualmente de las mujeres que estaban ahí. El acontecimiento no tardó en hacerse viral.
Un caso similar sucedió durante la tarde del 23 de julio, en la comunidad guaraní Cherú Tumpa, en Colonia Santa Rosa, Salta. Una mujer fue detenida y 18 personas resultaron heridas con balas de goma, entre ellas, seis niñes. El escenario del procedimiento fue un terreno ubicado en una finca de la familia Manero, quienes denunciaron que estaba siendo ocupado. Desde el Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, aseguraron a la agencia Presentes que la mujer: “Fue arrestada sin orden judicial, brutalmente golpeada y llevada a la comisaría número 9 de Orán”.
Un problema estructural
No es casualidad que, en ambos sucesos, las personas violentadas fueron indígenas. Si bien son pocos los casos de brutalidad policial que se dan a conocer, mayormente gracias a la viralización, lxs referentes aseguran que no son hechos aislados. Son la manifestación más violenta de las desigualdades y de los mecanismos de exclusión social que sufren estas comunidades en el país.
“Argentina tiene un gran problema desde la estructura del Estado nacional. Los pueblos indígenas no fuimos parte de la construcción del mismo, no fuimos tomados en cuenta”, explica a Sudestada Aymara Choque, abogada Quechua, activista en Identidad Marrón y miembro del Tejido de Profesionales Indígenas.
La invisibilización de las comunidades que habitan estas tierras no sólo se da desde el Estado, sino que también se traduce en la educación. En muchos casos, se presenta a los pueblos indígenas como aquellxs a quienes se debía colonizar porque eran ‘bárbaros’. Y, si bien en el 2006 se aprobó la Ley de Educación Nacional Nº 26.206 que instauró la Educación Intercultural Bilingüe, “desde la historia argentina, se nos cuenta que Colón llegó a América y había pueblos indígenas, pero no se habla de nosotres en presente”, agrega Aymara.
La construcción de poder
“Desde nuestros movimientos y organizaciones, buscamos que se nos comience a tener en cuenta en los espacios de toma de decisiones. Toda política pública para las comunidades indígenas está mal hecha porque no fue creada en conjunto con nosotrxs”, sostiene a Sudestada Noelia Naporichi, activista en el Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir.
Sin embargo, la abogada Aymara asegura que tanto la elección de Evo Morales como primer presidente indígena en 2006 como las reformas constitucionales en países como Bolivia y Ecuador (que buscaban restituir los derechos a los pueblos indígenas) generaron un “efecto dominó” en el resto de Latinoamérica. “Gracias a la reforma de 2009, Bolivia pasó a llamarse Estado Plurinacional de Bolivia, visibilizándonos e incorporándonos en la concepción de país”, declara.
En Ecuador, el Estado nombró sujeto de derecho a la madre tierra, brindándole la misma la importancia ancestral de la concepción indígena. “Nosotrxs tenemos una visión de la vida en la que hay una biósfera tangible -el medio ambiente-; y un ecosistema perceptible y espiritual -las fuerzas de la naturaleza- que regulan la vida de una forma circular y armónica”, explicó Moira Millán, weichafe mapuche y miembro del Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir en una entrevista con Voicot.
Racismo sin cuarentena
Entre las principales problemáticas que afectan a los pueblos indígenas, está la del desalojamiento del territorio. Muchísimas comunidades son despojadas de sus espacios ancestrales y trasladadas a urbanizaciones, donde comienzan a establecerse -por mera necesidad- en villas o asentamientos. “Con frecuencia, somos llevadas bajo arresto debido a que se tipifica como delito la defensa y resistencia en nuestra territorios”, retoma Aymara.
Además, las referentes mencionan otras violencias implícitas: la falta de acceso al sistema de salud y a la justicia, entre otras. “En cuestiones de violencia de género, por ejemplo, las instituciones no están preparadas para recibir nuestras denuncias porque no hay una contemplación del pluralismo jurídico y no existe una variable étnica que nos reconozca”, añade.
Durante el aislamiento social y preventivo obligatorio (ASPO), estas violencias se profundizaron. En el informe “Efectos socioeconómicos y culturales de la pandemia COVID-19 y del aislamiento social, preventivo y obligatorio en los Pueblos Indígenas en Argentina”, se mencionan algunas: la imposibilidad de acceder a prestaciones sociales dispuestas por el gobierno; la dificultad para abastecerse de ciertos insumos; y la escasez de changas o imposibilidad de realizar sus trabajos.
Problemas transversales
Sin embargo, tanto las referentes como lxs especialistas en el informe destacan la importancia de las distintas estrategias tejidas por las comunidades para sobrellevar los desafíos de la pandemia colectivamente. “A mi comunidad le fue muy difícil sostenerse económicamente. Sin embargo, dentro de lo duro que fue, varixs referentes empezamos con ollas populares”, cuenta la activista Naporichi. Hoy, ella le da de comer a más de 130 familias por día entre las que se encuentran personas de la comunidad donde vive y otros tres asentamientos.
No sólo es importante la organización dentro de las comunidades, sino también las redes de mujeres que se forman a lo largo y ancho de todo el país. “Todas las cosas que conseguimos fueron por donaciones de amigues, movimientos de mujeres, feministas y transfeministas”, concluye Noelia.
*Por Victoria Mortimer para Sudestada / Imagen de portada: Sudestada.