La Distopía de la Realidad: relatos pandémicos de jóvenes

La Distopía de la Realidad: relatos pandémicos de jóvenes
17 junio, 2020 por Redacción La tinta

En este artículo les compartimos algunos trazos de la experiencia de trabajo que realizamos en el Colegio Adolfo Bioy Casares y en la Escuela Normal Superior Alejandro Carbó de la ciudad de Córdoba, en el marco del espacio curricular de Filosofía. La consigna de creación que dio el puntapié fue: “¿Qué podemos proyectar en esta distopía que está ocurriendo? ¿Tiempo de cambios o de profundización de lo mismo? ¿Se abren puertas, se cierran puertas o ambas situaciones?”.

Por Prof. Cecilia Zárate y estudiantes de sexto año 

Queremos mostrar y difundir nuestro trabajo “Perspectivas de estudiantes de educación secundaria sobre la Pandemia”. Esto que compartimos es parte de algunos resultados, producto de un proceso más amplio, desarrollado por un grupo de jóvenes y coordinado por la profesora de Filosofía. El objetivo inicial fue abordar temáticas curriculares de la materia haciendo cruces con tópicos acordes a la realidad que estamos viviendo, es decir, nada nuevo en la agenda didáctica.  

Aún así, fue un desafío en dos sentidos: en primer lugar, porque siempre es desafiante trasladar la realidad al aula, cual piedra que irrumpe tras la ventana la cotidianeidad naturalizada (al modo de la película “Los Soñadores” de Bertolucci). Muchas veces hacemos de cuenta que hablamos de la realidad o de situaciones problemáticas -término muy en boga en las últimas capacitaciones docentes- pero el guión tan estrictamente elaborado y planificado hace que la presentación de la misma y dada su complejidad, se vuelva una pantomima; aparecen antes las respuestas que las preguntas. En segundo lugar, porque la realidad de la situación de pandemia se nos presenta como una excepción o un régimen excepcional per sé

¿Cómo abordar una propuesta de enseñanza-aprendizaje en esta excepcionalidad donde la virtualidad es una de sus dimensiones? Para esto pusimos en juego una consigna significativa participativa y colaborativa atendiendo la diversidad de estudiantes del aula virtual. Asible, con varias opciones desde los recursos propios de lxs estudiantes, y atrayente al mismo tiempo. Desde estas estrategias planteadas los resultados podrían ser los esperados, o no. Sin embargo, el currículum vivido superó nuestras expectativas. Los relatos pandémicos de jóvenes no tardaron en llegar, acompañados del entusiasmo de ser escuchadxs y/o leídxs. Les compartimos dos de los relatos.

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«Una misma Puerta con distintas perspectivas»
Matías Albarracín (6to año TT ENSAC) 

“Esta situación que estoy atravesando da mucho en que pensar, no sé si es porque es una situación muy peculiar, ya que no todos los días nos vemos obligadxs a encerrarnos en nuestras casas por tanto tiempo y mucho menos una gran parte del planeta al mismo tiempo. Eso me hace reflexionar; ¿será que ese miedo a morir por un virus que sentimos, es el mismo que sienten las mujeres cuando salen solas de sus casas y no saben si volverán? ¿o será que ese miedo que sentimos a morir por un virus es el mismo miedo que sienten las personas que viven en países con conflictos de guerras, guerras civiles, etc., que viven el día a día con el miedo y la incertidumbre de si una granada o incluso un misil les caerá encima? ¿O tan siquiera se acerca al miedo e incertidumbre que sienten las personas que viven en países donde factores tan esenciales como el agua escasean? Aclaro, ninguno de estos ejemplos está por encima de otro ya que todas estas situaciones son tragedias.

Pienso que después de esta cuarentena, el humano deberá entrar, y va a entrar, en un grado muy alto de reflexión y sobre todo de aceptación sobre nuestra especie en sí. Una nueva visión se abre ante nuestros ojos y nos demuestra que los humanos seguimos siendo los segundos en este planeta, ya que el primer podio sigue siendo (y estoy seguro que va a seguir siendo durante varios cientos de miles de años) para la naturaleza. Esta nueva visión nos demuestra lo frágiles que son los sistemas sociales, económicos y hasta en cierto punto políticos, creados por las personas y para las personas que vivimos en sociedad. También debemos pensar en todas esas personas que hemos dejado a su merced al encerrarnos y apoyar a que todxs se encierren, siendo que hay personas que deben subsistir con el día a día para comer. Sin pandemia la mayoría de las personas, nos encontramos en distintas realidades de todo tipo, es bastante egoísta por parte de las personas que tienen la posibilidad de encerrarse sin la necesidad de salir pensar que encerrarnos es la mejor solución para todxs, y no lo es. Ese uso del utilitarismo nos demuestra que es más factible optar por el bienestar de una gran mayoría de personas, pero nos ciega el poder pensar las situaciones que están viviendo otro gran número de personas a lo largo del mundo, que no pueden garantizarse el alimento sobre la mesa durante todos los días de encierro. O si podrán sobrevivir sin que sus parejas los golpee hasta la muerte, o incluso saber que tienen un techo sobre el cual poder protegerse del virus mortal al cual tenemos miedo. 

Todo esto me lleva a las siguientes preguntas: ¿Nos hace mejores personas utilizar un barbijo y mantener la distancia cuando salimos de casa sabiendo todos los otros problemas que invisibilizamos? ¿Nos exenta de culpa utilizar estos elementos? Mi modelo de utopía es una sociedad en la cual todxs dejemos de invisibilizar problemas como estos y ayudemos a crear conciencia de la existencia de los mismos. Una nueva visión sobre las problemáticas existentes en nuestra sociedad se viene abriendo y se seguirá abriendo ante nuestros ojos. Corre por nuestra cuenta decidir; si avanzamos sobre esa puerta apuntando siempre al bien común o si seguimos cambiando el rumbo de esa puerta encerrándonos sobre nosotrxs mismxs ante problemas que suceden todos los días, desde hace muchísimo tiempo antes del encierro obligatorio y más comunes de lo que imaginamos”.

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(Ilustración: Celeste Gazulla)

«Puertas que se abren, Puertas que se cierran»
Lautaro Dardic (6° del Adolfo Bioy Casares)

“Hoy fue un día agotador. Muchas tareas, la misma escenografía de siempre, los mismos muebles ubicados donde siempre, los mismos rostros y las mismas palabras en la tele: cuarentena, COVID-19, cuidarse, alcohol en gel, confinamiento, distancia social, etc, etc, etc. Mi perro me mira desde el patio… creo que es la misma mirada desde hace varios días. Descubrí una nueva telaraña en el asador, bueno, por fin algo nuevo.

Listo. Ya almorcé. Ahora mi siesta. Hermoso día para salir a dar una vuelta al patio, pero como no pude dormir anoche, desconozco el motivo, tengo sueño. Me recuesto, luego de cerrar mi puerta. No quiero interrupciones de ningún tipo, ni que el gato entre o que mi madre me llame para ordenar el comedor, que deje un poco desordenado con mi ropa. No. Por un rato trataré de no ser zombie y dejar de andar por toda la casa.

En efecto, apenas apoyé mi cabeza en la almohada me dormí. Tan profundamente, tan plácidamente, que de pronto me ví caminando por una llanura, amplia y de un verde intenso. Supuse que era el fin de la cuarentena, así que corrí, salté, reí, en libertad absoluta. Al llegar al borde se me presentaron cinco puertas, distintas entre sí. Tenían inscripciones.

La primera, de una madera antigua, con rajaduras en el frente, decía REPRESIÓN.

La segunda, a medio metro de distancia, era más alta, no tan robusta como la anterior podría decirse que era más nueva. Decía RESPETO.

La tercera, de metal, esto me llamó la atención, parecía difícil de abrir, su letrero era RESPONSABILIDAD.

Al ver a la cuarta puerta me sorprendió lo estrecha y larga que era. Su título: EDUCACIÓN.

Por último, la quinta de color azul oscuro, el picaporte era muy maleable, como si hubiese sido abierta varias veces, y de tanto uso, quedó falseado decía MIEDOS.

Bueno, me dispuse a abrirlas… en la primera puerta pude ver imágenes de policías patrullando calles solitarias, no había gente, todo era desolación. No me gustó lo que ví, pero supuse que el motivo para llegar a esto debía ser muy importante, entonces taché el cartel, con un marcador que extrañamente encontré en el bolsillo de mi pantalón y puse PREVENCIÓN. Dejé la puerta entreabierta.

Me costó abrir la segunda puerta… pero me encantó lo que ví, por primera vez observé cómo el planeta había cambiado: animales que estaban en peligro de extinción caminaban con suma tranquilidad, el aire había recuperado su pureza, la gente sonreía y se veía muy feliz, sobretodo los adultxs mayores. Hasta pensé que no existían clase sociales, ni problemas de discriminación. Dejé la puerta abierta.

Llegué a la tercera, creo que una de las más importantes por su leyenda. Al abrirla vi a tres sillas vacías. Una decía GOBIERNO, otra ESTADO, la última PUEBLO. Supuse que sus dueños debían regresar, así que decidí dejar abierta la puerta. Consideré que la RESPONSABILIDAD es de TODXS. No me equivoqué, a rato entraron tres hombres y se sentaron a dialogar.

Al llegar a EDUCACIÓN, la abrí y miré que había dos grupos de niñxs estudiando en dos mesas distintas: en la primera los niñxs usaban computadoras, no tenían ninguna otra herramienta; en la segunda escribían en hojas sueltas, solo habían unos pocos lápices y gomas. Pensé: ¡Cuánta desigualdad! ¿Qué se podía hacer para que estudien en las mismas condiciones?

Salí y regresé a la puerta de RESPONSABILIDAD, entré y hablé con los hombres de las sillas, me  me prometieron buscar soluciones y pasar por la puerta de EDUCACIÓN para conocer que necesitaban lxs niñxs de la segunda mesa.

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(Ilustración: Celeste Gazulla)

Llegué a la última puerta. Al principio no quise abrirla, pero tampoco era justo no hacerlo, debía saber con que me encontraría. Tomé coraje y la abrí. El panorama era triste. Hospitales llenos de gente, niñxs llorando en las calles, mucha gente sola que parecía indiferente. Pasaban muy cerca entre sí, pero ni se miraban ni se saludaban.

El o los miedos invadía todo. La vista era gris, no distingue colores. Triste, estaba por cerrarla cuando de pronto surgieron «ellxs”; efermerxs, médicxs, policías y personas que vestían de forma normal.¡Son nuestros superhéroes! Pero no son como lxs que conocemos: no tienen capas azules o botas amarillas, tampoco una vista láser que destruye al enemigo, mucho menos la capacidad de volverse «invisibles «. 

No, nada de eso. Solo veo que tienen barbijos, un par de guantes de látex y una mirada que inspira fortaleza y confianza. Y, lo más irónico es que ¡¡llegaron!! y se llenó de color todo. Los miedos desaparecieron, o al menos eso parecía. Me fuí y cerré bien la puerta, para que los miedos no volvieran; pero me dí cuenta que el picaporte estaba flojo, en algún momento volverían a entrar, el miedo en el ser humano es innato, y es muy difícil no tenerlos.

Y de pronto escuché una voz. «-¡Lautaro: Ya es tarde, tenés que terminar tu tarea!» Pero no quise despertar. 

*Por Prof. Cecilia Zárate y estudiantes de sexto año. Dibujo de portada: Nazarena Pereira del Carbó. 

Palabras claves: covid-19, Docentes, educación, Jóvenes, juventud, pandemia

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