El equilibrio, las semillas y el Covid-19. Segunda parte

El equilibrio, las semillas y el Covid-19. Segunda parte
21 mayo, 2020 por Redacción La tinta

Soberanía alimentaria, reinvención de la solidaridad, autocuidado y sanar en comunidad son algunas de las premisas que llegan a nuestros oídos desde la organización campesina Tierra Libre en el Cauca, Colombia. Entrevistamos a Cristhian Camilo Cruz Barbosa, quien nos brinda pistas para enfrentar el capitalismo en el marco de esta pandemia global.

Por Débora Cerutti para La tinta

Sanar para el equilibrio

“La noche oscura en los tiempos latinoamericanos ha sido bastante prolongada y no quiere decir que, en ese tiempo, la luz se avecine dentro de un túnel. Yo pienso que la luz, que es la sanación, que es la vida comunitaria, que es el valor de uso por encima del valor de cambio, que es la vida por encima de la muerte, que es la diversidad por encima del monocultivo, sólo va a ser posible en la medida que los pueblos empujemos para los cambios verdaderos que necesitamos por encima del Estado, por encima del banco, por encima de la moral impuesta”.

Las palabras de Cristhian me conmueven cuando su voz clara me habla de volver hacia atrás nuestras miradas y pienso en nuestras luchas: “Creo que, en los tiempos de crisis, cuando no sabés qué hacer, es importante retomar la lectura de la historia de los pueblos que han luchado. Es en la autonomía territorial, en la organización comunitaria, en el movimiento comunal, en la recuperación de semillas, en la defensa de la naturaleza, en el quehacer colectivo de la reproducción de la vida donde encontraremos respuestas locales a problemas globales”.

Cooperativa-San-Carlos-agroecología-campo
(Imagen: La tinta)

Allí, están las claves de lo perdurable, de lo duradero, de lo verdadero en este mundo, afirma Cristhian: “Lo único que existe en este mundo es el equilibrio. Y el equilibrio se logra con diversidad, por medio de la armonía, por medio de los múltiples cantos de la naturaleza”. La espiritualidad se encarna en las palabras que mi parcero lanza desde miles de kilómetros de distancia hasta mis oídos, para poder comprender el COVID-19 y la crisis mundial como un gran desequilibrio.


Él habla de un desbalance de la naturaleza. Como lo que ocurre cuando los campos desmontados se inundan, como cuando la vera del río, talada por el negocio forestal, es inundada por el cauce para volver a ser plantada por las semillas que trae la corriente: “El COVID-19 le va a cobrar la vida a miles de personas que este sistema agroalimentario no alimenta con cultivos transgénicos, a miles que viven comiendo conservantes, edulcorantes, acidulantes y que es mala comida. A nosotros, no nos preocupa del todo esto, porque nuestras comunidades comen diverso, nuestras comunidades, en sus comidas, tienen una gran diversidad de alimentos que son sembrados con amor y sin venenos”.


Mi entrevistado está convencido de que la alimentación es determinante para los efectos del COVID-19: “Antes del COVID-19, en el mundo, existía una gran efervescencia social en contra del capital y sus representantes nacionales. En Colombia, estábamos a punto de grandes movilizaciones que le costarían la vida política a la clase terrateniente y narcotraficante que la gobierna. En Brasil, las movilizaciones contra Bolsonaro estaban gigantescas, el movimiento popular en Estados Unidos le estaba cobrando la vida política a Trump, en Chile contra el neoliberalismo y así en otras partes del mundo. Después de esto, la vida social pareciera haber quedado aplazada. Yo creo que es muy importante llamar a los pueblos del mundo a voltear la mirada de todo esto”.

Para el pueblo del Cauca, sean cuales sean las estrategias que despleguemos en la lucha, es determinante impulsar la alimentación saludable como medida estructural. “Por otro lado, es determinante volver a inundar las calles porque, en este momento, lo que sí hizo el COVID fue desnudar las grandes brechas que el capitalismo ha construido entre ricos y pobres, y, hoy, es lo que nos debe llamar a los pueblos del mundo a decir no más, a decir el problema no es nacional, sino mundial. Es un llamado a desdibujar, a borrar las fronteras de nuestro entendimiento y entender que lo que sufre hoy el pueblo argentino es lo mismo que el pueblo colombiano, el pueblo palestino, el pueblo de los Estados Unidos y que es una pequeña jauría de depredadores los que nos gobiernan”.

campo-cooperativa-San Carlos-germinar-plantar-semillas
(Imagen: La tinta)

Sanar, fortalecernos, llenar los pulmones de resistencia, una vez más: “Alistarnos en la alimentación saludable, alistarnos en la defensa de nuestros territorios, en la concientización y en la derrota del patriarcado”, afirma Cristhian.

El llamado es a avanzar con humildad, con más escucha que palabra, para entender y sanar esas heridas que el capitalismo ha generado: “Sanar es derrotar hoy el capitalismo. Sanar hoy es alimentarnos bien, sanar hoy es retornar al campo, porque las ciudades, el proyecto de ciudad es un proyecto caduco. Y hay que dar las mañas de retornar al campo, de reformar la estructura agraria y reformar también los hábitos de consumo porque el consumismo también es un efecto del sistema en el que vivimos y es un determinante a la hora de nosotros impulsar las nuevas economías, las economías propias y comunitarias”.

La comunidad frente a la pandemia

La comunidad de la Venta ha llevado adelante algunas medidas para enfrentar el ingreso del virus a los organismos. Algunas territoriales, como poner puestos de control sanitario con regulaciones para las entradas, las salidas y la movilidad de habitantes y visitantes con turnos que son cumplidos voluntariamente por los miembros de la comunidad. A la vez, si llega alguien desde otra comunidad o más lejos, se lleva un registro y se garantiza que esa persona tenga quince días de cuarentena para, luego, poder circular dentro de la comunidad con libre albedrío.

Por otro lado, han retomado y reinventado los mercados locales, logrando que los proveedores de productos que no producen en el campo se coloquen en las veredas de los campos para allí poder “mercar” y evitar así el flujo excesivo con los centros poblados, donde más se encuentra el virus. Cristhian afirma que esto, hasta ahora, ha funcionado y que el virus no ha ingresado a la comunidad. Me cuenta que han sido fundamentales también algunas medidas de autocuidado como el incentivo al consumo de plantas medicinales.

Él está convencido de que es un buen ejercicio territorial, pero insuficiente, porque sigue habiendo millones de personas con desabastecimiento, desocupación, problemas de salud y de vivienda en las ciudades. De allí, la relevancia de pensar y reinventar el principio de la solidaridad y sus mecanismos: “Nosotros, en un primer momento, pensamos en donar comida de nuestras cosechas a las ciudades, pero, decíamos, nuestra situación económica también es muy compleja para donar el fruto de nuestro trabajo sin tener una retribución mínima”.

feria-agroecológica-MAU
(Imagen: Eva Nirich)

Desde el territorio campesino, son críticos a la donación como mecanismo solidario, ya que lo que dona sólo es producto del agronegocio: el arroz barato, el aceite barato producido con las manos campesinas explotadas, el azúcar de las grandes plantaciones de monocultivo, el atún traído de las pesqueras chilenas. Desde esta premisa, vienen formulando una idea de solidaridad más cercana a entender un ida y vuelta, donde el valor de uso es la principal referencia:


“¿Qué puede tener la gente pobre de la ciudad que no tenga la gente pobre del campo? Nosotros tenemos alimentos o podríamos producirlos o podríamos seguirlos produciendo. La gente de la ciudad tiene muchas cosas en desuso. Nosotros, por ejemplo, acá, querríamos tener una ventana, una puerta para construir nuestras viviendas. Necesitamos tener ropa para poder trabajar la tierra, pero no la tenemos. Quisiéramos poder, con nuestros alimentos, intercambiar electrodomésticos, en desuso, y dónde están esos, en la ciudad. Hoy, lo que nos resta es volver a lo que anteriormente se hacía en Colombia que se llama el mercado de las pulgas. Es volver a los mecanismos de la solidaridad y del intercambio más allá del valor económico”.


El trueque, el intercambio con valor de uso como base de la solidaridad. El trueque entre los pobres de la ciudad y los pobres del campo: “Porque el dinero ya no es la solución. El flujo económico monetario en las comunidades ha disminuido bastante y a eso tenemos que darle una respuesta y debe ser una respuesta marcada en los principios de solidaridad, que es lo único que nos ha hecho sobrevivir a las permanentes crisis que hemos vivido: a las crisis de violencia, de desplazamiento, de derechos humanos, de acaparación de los bienes comunes como el agua, el sol, la tierra, el campo electromagnético que se ha acumulado para que otros gocen de riquezas innumerables y nosotros vivamos de pobrezas estructurales”.

A la solidaridad hay que reinventarla una y mil veces. Hay que volver a escribirla o retomarla para hacer de ella la llave de la subsistencia en tiempos de crisis permanente del capital, sentencia Cristhian antes de despedirnos y convidarnos a la distancia un “salú”. Mientras termino de escribir esta nota, lo veo entrar a Fermín a mi patio, con una cajita de leña para calentar mi casa. Sin grandes cualidades culinarias, le voy a ofrecer el pan árabe que hicimos ayer, mi serpiente y yo.

*Por Débora Cerutti para La tinta / Imagen de portada: La tinta.

El equilibrio, las semillas y el Covid-19. Primera parte

Palabras claves: agroecología, coronavirus, soberanía alimentaria, Solidaridad

Compartir: