Acompañar en nombre de la «solidaridad»
El Ministerio de la Mujer del gobierno de Córdoba abrió una convocatoria a voluntaries para el abordaje territorial de las violencias de géneros, como parte de un Plan de Emergencia en el contexto actual. ¿Con voluntaries se aborda una emergencia?
Por Casa Comunidad para La tinta
El Ministerio de la Mujer elaboró el Plan de Emergencia Humanitaria en Género y Violencia Contra la Mujer COVID-19, que incluye como una de las acciones centrales la implementación de una Red de Acompañantes Comunitarias en Violencia de Género, que estaría constituida por egresadas de la Diplomatura en Formación de Acompañantes Comunitarias/os en esta área. Llaman a quienes quieran trabajar de forma voluntaria en la “tarea central de asistir a las mujeres en el contexto de esta pandemia”, según la propia convocatoria. Se proponen así “acompañar territorialmente, y de manera rápida y efectiva, a todas las mujeres que se encuentren en situación de violencia”.
Desde las organizaciones sociales y feministas, hace años, se vienen tejiendo redes múltiples para hacer frente a las violencias de género en distintos espacios. Tras el femicidio de nuestra compañera Giuliana Silva, en junio de 2019, desde Casa Comunidad, se intentó coordinar acciones con el Ministerio a partir de la elaboración de un escrito donde se exponían puntos de suma importancia para avanzar en aspectos fundamentales del problema y su abordaje. Fueron una serie de reflexiones y propuestas nacidas desde la experiencia concreta de nuestro trabajo y junto a otres. Sin embargo, no hubo apertura para accionar coordinadamente. Hoy, en contexto de pandemia y cuarentena obligatoria, nos encontramos con que se requieren voluntaries, en medio de recortes de programas que afectan a las personas en situación de violencia y de reclamos por precarización laboral en esa misma dependencia.
Las organizaciones sociales vienen cumpliendo un rol necesario en los barrios y localidades cordobesas, donde nos encontramos mujeres e identidades diversas, enfrentando la violencia machista. Frente a un brutal escenario de aumento de femicidios, transfemicidios y de situaciones de violencia de géneros, compete también al Estado responder urgentemente a esta problemática con políticas efectivas. Desde el Observatorio de las Violencias de Género “Ahora que si nos ven”, se contabiliza, durante el periodo de aislamiento social, preventivo y obligatorio comprendido entre el 20 de marzo y el 26 de abril, 32 femicidios, el 72% en la vivienda de la víctima y el 64% cometidos por su pareja o ex pareja.
Armar redes resulta prioritario para enfrentar la violencia machista, entendiendo esto, entre los feminismos, venimos tejiendo redes desde hace décadas. Sin embargo, la tarea de acompañarnos implica un gran trabajo y responsabilidad, y ante una convocatoria de este tipo, y por parte del Estado, resultan preocupantes, al menos, algunas cosas.
La provincia de Córdoba adhirió, en 2016, a la Ley 26.485, sancionada en 2009, de Protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales. Reconociendo que es una “tarea central”, llamar a voluntarias no parece ser lo más adecuado, ya que se trata de la vida y la muerte de las personas, se trata de una problemática que se lleva a una mujer por día en Argentina. Lo menos que exigimos es presupuesto para ello. ¿Cómo es posible construir redes y dispositivos territoriales promovidos desde el Estado provincial apelando a la buena voluntad de las personas sensibilizadas por el tema? ¿Qué tan reales son las redes a las que convocan si a los barrios no llegan recursos institucionales, económicos y humanos concretos que hagan frente a las violencias de manera integral?
Nos pre-ocupamos
Estamos preocupadas y no en vano. Desde nuestra experiencia, podemos ofrecer un panorama de eso que nos preocupa, porque aprendimos en el camino que las políticas que no sirven, pueden empeorar las situaciones.
En principio, nos preguntamos ¿todas las personas están preparadas para acompañar a quienes atraviesan situaciones de violencias? ¿no se está ensayando con personas exponiéndolas además cuando pretenden cuidar a otras? Respetamos y valoramos a quienes cursaron la Diplomatura, pero queremos ser claras: para algo tan urgente y complejo, es imprescindible hacer un proceso de capacitación integral.
Si bien la Diplomatura brinda herramientas (principalmente teóricas), sabemos por experiencia la importancia de hacer praxis en territorio. Acompañar a personas en situación de violencia involucra un trabajo, principalmente, en términos emocionales, enorme. ¿Se contemplan espacios que impliquen supervisión, asesoría y el cuidado de la salud mental de aquellas personas voluntarias?
En nuestra experiencia, aprendimos la importancia de las técnicas y prácticas de reflexión/problematización personal sostenidas, necesarias para desandar las estructuras históricas, sociales y culturales teñidas por el patriarcado, el capitalismo y el colonialismo, que todas las personas cargamos. Si esas estructuras no se trabajan profundamente, se materializan en representaciones, concepciones y mitos fundados en una cultura machista en relación a las mujeres e identidades sexuales, y respecto a su lugar en la sociedad. No todos los acompañamientos implican cuidar, se corre el riesgo de que, mal encarado, algunos pueden ser perjudiciales para la persona, reforzando la violencia. Esto, que puede parecer menor en un contexto de pandemia y cuarentena, realmente no lo es. Resulta imprescindible pensarlo antes de una intervención, ya que se trata de la vida y la muerte de las personas, y de su salud mental.
Por otro lado, es llamativo que la convocatoria se oriente a las egresadas de la Diplomatura, que, en su mayoría, son mujeres. Las mismas que se encargan en este contexto de realizar todo lo que signifique la reproducción de la vida y el cuidado de otres, equiparando cuidado con amor, “eso que llaman amor es trabajo no pago”, decimos las feministas. ¿Esto también hay que hacerlo “por amor” o “por solidaridad” o “empatía”? Lejos de contemplar un enfoque de género, una vez más, la sobrecarga de responsabilidades recae sobre las mismas cuerpas. ¿No se profundiza así una mirada hacia las mujeres e identidades diversas en términos de “objetos de protección/control” y no de sujetos de derecho?
Desde el comienzo de la cuarentena, algunas de las políticas implementadas desde el Estado Provincial nos han dejado boquiabiertas, como la suspensión de programas provinciales que, en su mayoría, estaban destinados a mujeres y la reducción de programas como el Córdoba con Ellas. A su vez, las trabajadoras de Polo Integral de la Mujer siguen denunciando precarización laboral, preguntándose, hace años, quién cuida a las que cuidan. Hoy, funciona una línea telefónica las 24 horas frente a las situaciones de violencia en ciudad de Córdoba, sostenida mayoritariamente por mujeres trabajadoras con sueldos por debajo de la canasta básica, aun cuando ha aumentado la demanda y el trabajo es mayor.
Asimismo, en localidades de la provincia, se siente la ausencia del Estado, agudizada en este contexto. Profesionales contratades por la administración pública refieren que hacen uso de recursos personales por la falta de provisión.
Este llamado a “solidarizarnos” invisibiliza el trabajo de algunes y profundiza la precarización de otres por parte del Estado, configurándose en una violencia más.
Las políticas públicas, para que sean efectivas, tienen que ser completas, en cuanto a capacitación, recursos materiales, humanos, institucionales. Estamos hartas de políticas medio pelo cuando nos matan todos los días. La forma que eligen para «cuidarnos» está muy cerca de profundizar las violencias. Necesitamos políticas serias, que contemplen el trabajo que venimos realizando en toda la provincia decenas de grupos, alentando la participación en el diseño de las intervenciones y facilitar los recursos para quienes estamos llevando adelante la tarea sin ningún tipo de financiamiento estatal, llegando donde ellos no llegan.
Ante el recorte generalizado que atacó a esas mismas mujeres que pretenden cuidar, este llamado nos suena mucho a vender humo o parchar las urgencias. Ninguna de las dos sirve a los cuerpos reales, nuestras vidas verdaderas.
*Por Casa Comunidad para La tinta / Foto de portada: La tinta.